Catalina, La posada de los dos montes
o
La anunciación de la verdad a un alma inocente.
1.- Subió a la “cima” donde sucedió el sorprendente encuentro. No iba buscando la verdad, pues pretendía «el propósito de olvidar durante algún tiempo»; y a pesar del esfuerzo, allí encontró todo lo que buscaba; «casi lo había conseguido», pero ya sabemos que la verdad retorna para imponerse a pesar de que uno no lo quiera. En un enclave totalmente fuera de la nefasta influencia de la civilización, más allá de sus efectos patógenos, halló un lugar semejante a aquel en el que los primeros hombres vivían de la forma más natural y sana.
2.- «Tan olvidado de mí mismo estaba», conscientemente, se entiende, que no oí una dulce voz que me llamaba. Venía a preguntarme sobre mi profesión para asegurarse, seguramente, de la autoridad de las respuestas que ella buscaba. Parecía tener «diecisiete o dieciocho años», bellos en su lozanía y natural como el entorno en el que se desarrolló. Parecíome, por su actitud, ser la «hija o una pariente de la hostelera».
2.1.- Si era la hija ¿por qué ocultarlo alejándola después en el parentesco? Tal vez porque este texto era uno de los primeros y no quería ofender la moral de sus lectores. No lo sabemos. En todo caso habría que observar si procede de forma semejante en otras obras.
3.- «Estoy enferma de los nervios», me dijo, para mi gran sorpresa, y con sobrada audacia, ella.
3.1.- Es sorprendente que esta persona ya conociese dicha clasificación de las enfermedades. Habría que estudiar si ya en aquella época era un término usual entre toda la población, incluso en los lugares más aislados y tan remotos como ese. No sabemos si se trataba de un autodiagnóstico o si fue el supuesto doctor que ella dice haber visitado sin ningún resultado, en la frase siguiente. En todo caso podemos suponer que hacer entrar en escena un rival ignorante realza la ciencia, aunque joven, del narrador.
3.2.- Deducir de un «rostro malhumorado» un supuesto sufrimiento psicológico, nos parece bastante precipitado, después de escasos minutos de conversación. Puede ser su carácter o un momentáneo estado anímico provocado por cualquier circunstancia externa, o pensamiento.
4.- Para dar veracidad al texto encontrado, transcribió, tal cual, el texto del diálogo que ambos sostuvieron en tan aparentemente normales circunstancias.
4.1.- El texto revelador de la verdad suele encontrarse en una cueva o en una posada de alta montaña como en este caso.
5.- Lo primero que le pregunta es que es lo que siente. Seguramente buscando pruebas físicas. El empirismo ante todo. Sobre todo para parecer un científico serio. Y la chica le ofrece síntomas físicos que cualquier persona puede tener en ciertas circunstancias. Evidentemente esos síntomas corporales producen miedo siempre; sentimiento que él fácilmente adivina. Se figura la chica «que detrás de mí hay alguien que me va a agarrar de repente». Podría ser esto un leve indicio de paranoia. Pero el narrador rápidamente piensa en una persona real, en un trauma vivencial real. A partir de esa deducción lanza su investigación. Con esta intención le pregunta lo que ve o piensa durante los episodios de angustia. Está induciendo al sujeto a que vea o piense algo. No nos sorprendería que apareciese una persona de su entorno.
«-Sí; veo siempre una cara muy horrorosa que me mira con ojos terribles.» Añade el narrador horror a la escena para otorgarle carácter traumático. Y no es seguro que tanto horror corresponda a la situación que seguidamente nos cuenta. «Esto es lo que más miedo me da.» ¡No lo sucedido! Que dé más miedo una imagen del recuerdo que el acto mismo sorprende.
6.-«-¿Cuándo le dio el primero?» Vamos buscando siempre la causalidad temporal; porque el orden en el que ocurren las cosas tiene suma importancia. Tiene que haber una vivencia en un momento evolutivo inadecuado. Y un segundo que lo refuerce y reactive. Aunque frecuentemente, el relato invierta dicho orden, la efectividad es debida al orden cronológico real. Cabría preguntarse por qué si la efectividad temporal real es más efectiva que la efectividad del recuerdo no lo es tanto frente a la elaboración a dos introducida en un tercer tiempo; y por qué aquella cede ante la eficacia de esta.
7.- «La angustia se me había revelado muchas veces, tratándose de sujetos femeninos jóvenes, como una consecuencia del horror que acomete a un espíritu virginal cuando surge por vez primera ante sus ojos el mundo de la sexualidad.»
7.1.- Una adolescente criada alrededor de animales en estado natural, donde la sexualidad es el pan de cada día, se sorprendería de un acto semejante. Nos viene la duda. Es como si viviese por primera vez algo que le es desconocido; y si no lo entiende ¿por habría de provocarle horror y rechazo? Debería haber quedado perpleja, o tal vez con algunas preguntas; ¡pero horrorizada! Creo recordar que posteriormente el narrador consideró a la infancia como perversa polimorfa, tanto a nivel de la fantasía como de los actos. Pero en este instante narrativo esto no es tenido en cuenta. Solo se tiene en cuenta lo que sirve para que la trama parezca verídica. «Debió usted de ver u oír algo que la avergonzó mucho, algo que prefería usted no haber visto.» ¿Cómo sabe él que ha sido algo que ella ha visto, y no oído o vivido? La muchacha aún no le ha contado nada al respecto. ¿Es por la imagen de horror que se le presenta? Esta podría muy bien venir de algo oído o visto.
8.- Y ahora es cuando la sorprendente sinceridad de la chica nos sorprende ante un desconocido al que le cuenta una intimidad de tal calibre que en la realidad, sea cual sea la circunstancia, suele salir tras un arduo trabajo o en un instante de franca intimidad y entrega. La narración nos cautiva al meternos en relación con una joven tan auténtica y sincera. Siempre nos es más fácil identificarnos con la víctima, cuando no hay un héroe a mano.
9.- «Sorprendí a mi tío con una muchacha: con mi prima Francisca.» Primera verdad. Primera mentira. La verdad no puede ser toda dicha. ¿No se había dado cuenta la chica de esos encuentros furtivos dentro de una exigua posada? Tanto más, como veremos después que ella ya sabía desde hace tiempo algo sobre su supuesto tío, como ya veremos después. Recorramos paso a paso la ficción de dicha escena.
9.1.- Si Francisca es su prima y él es su tío, podemos suponer que estos dos son padre e hija; relación de parentesco que el narrador evitar enunciar directamente.
10.- Señalemos primero que es sorprendente que la tía no cocinara y que no estuviese en una posada abarrotada de turistas. Suena a poco probable o a la autenticidad de la ficción. Es sorprendente que esa tarea se deje en manos de una chica aún joven. Es sorprendente que la tía no conociese suficientemente a su esposo como para dejarlo libre entre dos jóvenes.
11.- Aún más sorprendente es que su primo, «un niño aún», intuyera que tío y la chica desaparecida estuviesen juntos, tal como lo enuncia el narrador: «A lo mejor está la Francisca con papá». También podemos comprender que estar con papá pueda ser una circunstancia normal. Podríamos preguntarnos por qué no los llamaron a voces. Suponemos que la posada no tenía las dimensiones de un castillo, ni los educados modales que suponemos a sus habitantes. No, no gritaron; sino que buscaron metódicamente en cada rincón. ¡Qué paciencia! ¡Qué comportamiento más normal en unos jóvenes y en una chica malhumorada como esta que nos describe el narrador! «Y ambos nos echamos a reír, sin pensar nada malo.» ¿Entonces por qué les vino la risa del inconsciente como verdad desconocida por ellos? ¿No se les ocurrió pensar en qué hacían desaparecidos y juntos? ¿Por qué no le vino a la protagonista el recuerdo de la vivencia con su “tío” que nos revelará después? Seguramente porque estaba muy preocupada por encontrar a la cocinera; las exigencias de la realidad se impusieron a aquellas del trauma insistente. Estaba ella más preocupada por dar de comer a sus huéspedes que por su propia angustia. ¡Vaya alma más inocente y generosa!
12.- Sabía el chiquillo que había una ventana por donde mirar lo que sucedía en el dormitorio de los mayores. Y lo dice el narrador como si ella que era mucho mayor no lo supiera; es su arte de preservar la inocencia; de este modo se justifica la aparición del trauma. Astuto. Muy astuto. No olvidemos que es un texto muy sencillo. Pero a pesar de su aparente sencillez, y casi sin teoría, pues esta haría sospechar en el truco, los toques de manipulación quedan como restos casi imperceptibles. Es por ese motivo que lo estamos analizando con tanto cuidado.
13.- El chiquillo no quiso asomarse a la ventana que daba al dormitorio porque decía que le daba miedo. ¡Qué miedo puede tener un niño travieso que está jugando a buscar y la victoria de ese juego sería precisamente encontrarlos! Introducir el miedo aquí es como la música que anuncia que algo va ocurrir en la escena. Pero lo tiene un niño que parece saber menos que la muchacha. Con este truco se mantiene la inocencia e ingenuidad de esta; pues ese es el objetivo. En cuanto a ella, a ella no le daba miedo aún sabiendo lo que su “tío” hacía en los dormitorios. No podemos alegar que el recuerdo está reprimido, pues reconoce ella que se acuerda que el hecho ocurrió hace dos años. Esa misma escena que sus ojos acaban de ver a través de la ventana: la otra muchacha también estaba bajo su “tío”. Como era de esperar los síntomas son sentidos de nuevo en ese instante, solo en el momento de la mirada, pulsión crucial en toda la obra del narrador. Siempre algo es visto. Y la escena se transforma en origen patógeno. Ya no es necesario que el sujeto sufra un hecho: con solo ver algo sexual es suficiente para el sufrimiento. Habría que relacionar la pulsión escópica en la vida del narrador. Era, sin duda, un buscador de objetos, de ideas en los libros y en los mitos, y en sus interlocutores. Era un coleccionador de todos esos objetos que posteriormente él elaboraba.
14.- He aquí la gran mentira de la chica inocente: «-¡Oh, no! Por entonces no comprendí nada. No tenía más que dieciséis años, y ni me imaginaba siquiera tales cosas. No sé, realmente, de qué me asusté.»; pues poco después cuenta lo que su “tío” le hacía solo dos años antes. Y el narrador le responde: «-Si usted pudiera ahora recordar (...) quedaría curada de sus ahogos.» Y la chica: «Pero me asusté tanto, que lo he olvidado todo.» Un poco de teoría sobre su «estado hipnoide» no vendría mal ahora para explicar la manifiesta contradicción. Y añade el narrador: ¿Es la cara de la chica o del “tío” la que recuerda? «-No. Al tío no pude verle bien la cara por entonces» Este por entonces, es un guiño del narrador: por entonces no, pero dos años antes sí, pues lo tuvo muy cerca de su cuerpo. Otro guiño del goce sexual del narrador: «Además, me figuro que no tendría en aquel momento una expresión tan horrorosa.» Suponemos que un hombre disfrutando no tiene porque tener el horror en la cara sino el disfrute. Apunten estos pequeños detalles significativos.
15.- Vómitos causados por asco debido a que ella vio alguna parte desnuda del cuerpo. Se sobreentiende que una chica siente esto al ver la desnudez. Que ese discurso sea mantenido en público para cumplir con las normas del pudor no significa que realmente lo sientan; tanto más que para el narrador no hay nada más natural que el deseo sexual cumpliendo la función que le ha encomendado la especie. Está suponiendo el narrador que esta chica no sabe nada del sexo autoerótico y-o heterosexual. Esta chica nunca se ha masturbado, ni ha estado enamorada, ni ningún chico se le ha acercado con abrazos y caricias. Parece esto una fantasía bucólica bastante insensata. Comprenderíamos mejor todo este embrollo si la chica fuese solo espíritu y hubiese vivido toda su vida en su cueva de ermitaña, o una niña salvaje de los montes negros.
16.- Toma el narrador otro derrotero y pasa a los hechos siguientes. La “tía” la ve rara, la interroga porque sospecha. ¿Es la primera vez que sospecha o ya sabía algo? ¿Fue cómplice de los hechos mientras no se volvieron públicos o todo esto la pilló por sorpresa? ¿O fue que, no solo la primera seducción sino que fue la segunda la que hizo desbordar el vaso de su tolerancia sexual? ¿Le importó más, por verdaderos celos sobre la segunda, pues, en el caso de la primera, al ser aún una niña, cuando los sucesos, la seducción no traería mayores consecuencias? De hecho la segunda se quedó con el hombre de la esposa repudiada en cuanto a la preferencia. De la segunda salió una nueva generación «semi-incestuosa» o incestuosa si se trataba de su propia hija. Todo este ambiente escabroso puede incluso dar más asco moral que ver un coito o que su proposición.
16.1.- En este Edén de la inocencia la reacción edípica materna no se hizo esperar. Ignoramos si en los demás casos ocurre algo semejante. ¿O es que la madre no se da cuenta o lo encubre?
16.2.- Nos sorprende que el narrador no se escandalice de toda esta historia. Lo cuenta de tal forma como si todo fuese de lo más natural del mundo, como si fuese el pan de cada día de cada familia.
17.- Su “tía” «la interrogó tan repetidamente, que hubo de comunicarle su descubrimiento.» ¡Como si la sorpresa del interrogatorio pudiese evitar toda posibilidad de disimulo! Si alguien no quiere comunicar algo ningún tipo de interrogatorio levantaría el silencio; tanto más que la chica lleva dos años ocultando lo sucedido, a parte de algunas otras cosas íntimas que no se comunican ni siquiera al pariente más allegado. Parece que el narrador ignora siempre la capacidad de ocultamiento del ser humano. Es fácil caer en el error de que el que sufre no tiene porque ocultar la verdad de su dolor, aunque fuese una verdad enjuiciada por el otro al serle confiada. Parece como el que pide ayuda entrega por ese hecho toda su alma.
17.1.- Cabe también la posibilidad que ella denunciara el hecho al verse desplazada por otra mujer. Al menos que supongamos que si hay trauma no hay celos.
17.2.- Lo pudo hacer también por simple venganza. Aunque este sentimiento parece estar alejado de un alma tan inocente. ¿Desconocía ella las consecuencias para todos de tal revelación? Lo dudamos. ¿Se quejó ella, posteriormente, de ser culpable de las consecuencias económicas y familiares de su denuncia?
17.3.- También nos sorprende de paso que la pobre posadera poseyese recursos económicos para montar una nueva posada en el otro monte. Y tal vez tuvo que contratar a otra cocinera o encargarse ella misma, pues, según parece, era su sustituta la que se encargaba de los asuntos culinarios.
18.- Es en ese momento cuando la chica le confía espontáneamente los avances sexuales de su “tío”. Sucedió dos o tres años antes de los hechos. Resulta que salió ella a pasear por el monte con su “tío”.
18.1.- Sorprende que la tía dejase a su esposo ir con una adolescente de catorce años solos por el monte sabiendo que iban a pernoctar fuera de casa.
18.2.- Sorprende que las tareas de la posada dejen tiempo para este tipo de ausencias injustificadas.
19.- Y lo que era natural, según el tono del narrador, que ocurriese ocurrió: el “tío” se metió, sin más preámbulo, en la cama de ella. Este hombre parece estar convencido de que ella iba a aceptar tener sexo con él, aún sin que ella le hubiese dado ninguna señal en ese sentido. Pero el sexo es algo natural, piensan el “tío” y el narrador. Lo normal es que ella hubiese aceptado sin más. Esperábamos un gesto de reproche ante la obscenidad del hecho. Pero nada. Queda más bien la chica como culpable por enfermar por un hecho tan nimio. A partir de ahí no serán los padres incestuosos culpables, sino más bien los hijos por reaccionar tan exageradamente debido a su inmadurez mental, y posteriormente, debido a sus fantasías inconscientes perversas. Estos serán los enfermos a curar. Tendrán ellos que hacerse responsables de sus deseos inconscientes. Pues los padres no se sentirán nunca responsables de esos mismos deseos.
19.1.- Estamos ante la teoría de la seducción. En esta se denuncia la perversión total de los hombres. Siendo la perversión del deseo incurable, había que transformar esta en un deseo inconsciente de los hijos. A partir de ahí ya no es el encuentro sexual que es traumático, y no el abuso, concepto que creo que el narrador nunca usa, sino la moral que se opone al deseo natural dejando al sujeto fuera del circuito normal.
19.1.2.- Sin embargo la moral no se opone al deseo incestuoso del padre, que habiendo sido antes hijo debería haber sufrido el mismo proceso. ¡Curioso! ¿Sería el estatuto de padre el que aportaría esta transformación?
19.1.3.- ¿Y por qué la madre no es perversa? Si lo fue como todos en su infancia ¿cómo dejó de serlo con sus descendientes? ¿O es que la madre solo tiene satisfacción coital con su pareja y fuera de esa convencional relación no es sexual? De este modo la madre nunca sería traumática, herencia conceptual de la santa madre.
20.- « Entonces se echó ella en la cama vacía y durmió, sin más sobresaltos, hasta la mañana.» Sorprende que una chica de catorce años durmiese tan tranquila después de un asalto sexual inesperado. ¿Incoherencia del relato del narrador o es que este quiere presentar el hecho en sí como algo normal y no traumático? ¿Será la patológica mente de la muchacha la que a posteriori elaborará un trauma de aquello que fue natural?
20.1.- Dice ella que «no había comprendido las verdaderas intenciones de su tío». Sin embargo, añade que «le parecía que aquello no estaba bien». ¿En qué sentido pues?
20.2.- A pesar de que estas agresiones sexuales se repitieron, confiesa la muchacha que los síntomas físicos no fueron tan intensos «como cuando sorprendió a su tío con Francisca». ¿Qué insinúa el narrador? ¿Que la agresión sexual no es traumática? ¿Que solo al verla sobre otra persona toma tal carácter?
21.- Otra contradicción del texto. Cuando ella fue con el crío a buscar a su “tío” confesó que no sospechaba nada. Y ahora reconoce, sin embargo, que en varias ocasiones «advirtió algo entre Francisca y su tío». ¿Quién miente? ¿El narrador o la muchacha?
21.1.- Esta confesión libera el trauma, pues ve el narrador como «Sus ojos han recobrado el brillo juvenil y se muestra animada y alegre».
21.2.- Se lanza entonces el narrador en la explicación técnica recurriendo a las «dos series de impresiones» disociadas para explicar el hecho que ella no comprendiera a pesar de todas las evidencias. Este es un truco al cuál recurre habitualmente: construye mecanismos psíquicos para explicar lo que se podría hacer de forma más sencilla. El resto de su obra se dedica a argumentar sobre lo bien fundado de cada uno de estos mecanismos.
21.3.- «A esto siguió un corto período de incubación» No he comprendido nunca este mecanismo existente en los síntomas y el desarrollo del sujeto. ¿Procede este concepto de la incubación biológica de la enfermedad? ¿O es para darle más realismo? Contagio, incubación y activación de las defensas, son conceptos que tienen bien asumidos los científicos. Que el narrador use estos conceptos le atribuye a su relato carácter científico.
22.- «-Dígame entonces exactamente qué parte del cuerpo de su tío fue la que sintió usted junto al suyo.» Se supone que fue la intención del “tío” la que fue traumática; sin embargo, busca el narrador la parte del cuerpo que le produjo tal efecto. ¿Qué idea hay detrás de esto? ¿Que es el pene erecto el que es traumático? Esta idea debe estar sobreentendida bajo muchas de las escenas que el narrador describe en otros textos.
22.1.- Según el autor, para la mujer «omnía naturalia turpía sunt». Así cree él que son ellas. No se le ocurre pensar que es una actitud para que no piensen mal de ellas. Lo que para él es natural, para ellas es horror y trauma. ¿Por qué no sería natural la sexualidad para ellas? ¿Porque la moral es más fuerte en ellas según ellas afirman públicamente? Eso es confiar en exceso en su discurso y falta de capacidad de observación típica del varón.
23.- Si el contacto con el órgano sexual fue lo traumático ¿por qué dice ahora que el rostro que la amenazaba en su imaginación es el de su “tío” lleno de odio contra ella por haber confesado su delito a su esposa?
24.- Dice que los vómitos, consecuencia del asco sexual desaparecieron pronto. Se entiende que no era para tanto. Que el ataque de angustia retuvo como contenido el rostro amenazante del agresor. En este caso, el trauma no sería sexual, sino miedo de ser agredida. El origen sexual y el origen no sexual tendrían pues la misma fuerza, sino más este último. Es muy cuidadoso el narrador, pero ya vemos que hay cosas que se le escapan. Añade además, que «el símbolo mnémico» procede de la época posterior durante la cuál la muchacha presenció diariamente «las querellas domésticas». Señalemos que no dice el odio entre los cónyuges, pues, puede pensar el narrador, que tampoco es para llegar a ese extremo. Aunque no es odio el de la esposa inocentemente ultrajada que amenaza a su esposo de denunciar ante los tribunales los abusos sexuales sobre una menor, por lo menos. Pero seguramente no lo hizo, pues el narrador no vio necesario pararse demasiado en este asunto.
25.- «La enferma aceptó como verosímil todo lo que yo interpolé en su relato, pero no se hallaba en estado de reconocer haberlo vivido realmente.» Sorprendente esta última frase. ¿Qué no reconoce «haberlo vivido realmente»? ¡Pero bueno! ¡A qué nos atenemos entonces!
26.- Las «impresiones de la época presexual», «cuyo efecto sobre la niña ha sido nulo», toman carácter traumático cuando la joven ya es mujer y puede comprender. ¿Entonces la experiencias y deseos perversos polimorfos de la infancia al ser vividos como normales no son traumáticos? Eso parece. Como es habitual en él, el narrador deja cabos sueltos que requerirían explicación.
27.- Y añade para nuestra confusión: «los adolescentes posean conocimientos sexuales muchos más precisos de lo que en general se cree, e incluso de lo que ellos mismos suponen.» ¿No pone esto en cuestión el supuesto olvido de la muchacha agredida? El narrador parece no ver en esto contradicción alguna pues pasa, sin más explicación, sin cambiar de párrafo, a otro de los mecanismos psíquicos.
28.- Señalemos al ausente lector que este texto es el efecto sintomático de un resfriado.