Carlos del Puente, póngale nombre a su relato, por favor.

miércoles, abril 01, 2015


1

El narrador no sabe lo que hace. El autor no sé si existe. Lector no hay. Y los personajes van y vienen y viven. Puesto este principio, iremos en busca de los personajes, de los hechos y vivencias; y tal vez salga una trama; aunque la trama intencional aquí no es necesaria; puede ser que ella surja sola, o alguien la construya artificialmente, o sea tan inconsciente que no se vea. Pongamos por hecho que Crey se encuentra ante un crimen que no sabe que ha cometido. El lector va a pensar que cómo es que no lo sabe. O pensará en todas las posibilidades, o en algunas, según su ingenio. El narrador no lo sabe y deja este cabo suelto, el del crimen por supuesto. Se encuentra ante los tribunales que tampoco saben nada sobre el crimen del acusado. La respuesta es ponerlo en suspenso. Como es una circunstancia inaudita se crea este nuevo status jurídico, por ahora sin contenido. Todo lo que es nuevo existe; queda darle jurisprudencia. Como ven la trama de Crey, de su crimen, de sus circunstancias personales y del acto, la trama de su enjuiciamiento, de la investigación, se ha creado sola; aunque ninguno de los implicados sabe aún cuál es. Dicha circunstancia puede ser intrigante para algunos o no.

Nao lee la noticia en el periódico. El periódico también tiene sus circunstancias: de edición, nombre, dueños, editores, corresponsales, en fin, multitud. Por ejemplo: ¿por qué llega a las manos de Nao este ejemplar; y precisamente este y no otro. Aquí queda otro hilo suelto. Tampoco sabemos de qué género humano son Nao y Crey. Solo lo saben aquellos que intervinieron en el arresto del supuesto criminal y los que lo vieron en el juicio. Pero a nosotros nos viene la duda: ¿y si estaba disfrazado? ¿Y si era transexual? Otro hilo. Algo semejante podría pasar con los que vieron a Nao leyendo ese preciso periódico. No sabemos nada de la ciudad dónde ocurren los hechos. Podría ser Gijón. Igual con la víctima: ¿un cadáver? ¿una víctima de robo o estafa? ¿violación? ¿engaño o desengaño amoroso que acaba en delito? Todo es posible en la ficción o en la realidad. A lo mejor alguien ha sonreído en este momento: con tantos implicados en tan pocas líneas es muy probable que alguno haya sonreído aunque dicho gesto no tenga nada que ver con lo aquí dicho. Pero si pudiéramos ver simultáneamente a todos ellos y constatamos esa sonrisa alguno de los espectadores supondría que esa sonrisa es una respuesta a lo aquí dicho. Otro pensaría que la sonrisa tiene alguna relación con la trama. Otro hilo suelto: la sonrisa de la trama. Si todo es explicable no entiendo por qué aquí nadie sabe nada. Pediría auxilio; pero si lo pido a algún teórico pensaría que el relato falta de originalidad. Seguramente al oírse nombrado algún teórico se ha incorporado solito al relato sin que nadie lo invite. Otro hilo suelto: el hilo del teórico calculando la estructura, elucubrando intertextualidad, buscando influencias que yo mismo ignoro; en fin, resolviéndome el problema antes de yo haberlo planteado.

Esto es muy grave, Joselito. Joselito es mi vecino. Está asomado ahora a la ventana. Él no sabe de qué le hablo. Pero como yo sé que le da igual, se lo digo. Él me responde con el gesto de haber comprendido, satisfecho. Yo sonrío. Otro hilo suelto: el sentido de mi sonrisa y qué pinta mi vecino en este relato. Joselito podría ser el policía que lo arrestó; pero yo ignoro en qué trabaja. Ahora me pregunto: ¿cómo van a reconstruir el crimen si nadie sabe nada? El hilo de la reconstrucción. Habría que inventar un nuevo método de reconstruir un crimen sin testigos directos o deductivos. Como no sé lo que son «testigos deductivos» lo dejo ahí por ahora. Me encuentro ante una disyuntiva: ¿sigo con el crimen o introduzco elementos nuevos? Como no sé nada busco. ¿Pero cómo buscar cuando uno no sabe nada? Normalmente se informa uno ante los que normalmente saben. Pero aquí nadie sabe, oculta, o no se acuerda. Un nuevo elemento: ¿y si en realidad todos ocultan? Esta suposición tampoco se puede verificar; al menos que uno sepa leer en lo que se oculta. No es mi caso. Yo no oculto. Mi error es haberme metido en unos hechos de los cuales nada sé. ¡Error del novato! Solo me queda trabajar con suposiciones, como siempre. ¿He emprendido este absurdo intento bajo la fiebre de esta mañana? Tampoco lo sé. ¿Soy yo uno de los personajes? Lo ignoro. Podría ser el acusado, el juez, el policía, Joselito, el que lee el periódico, el bedel, uno que pasa por la calle, el «testigo deductivo», el informe que habla y narra lo escrito solo. Podría ser la carta anónima que lo aclara todo. Pero ¿quién envió dicha carta? Otro hilo. La pudo enviar por gmail programado de tal forma que se recibiese varios meses después del comienzo de estos hechos. Nos falta saber la intención de esta aclaratoria retardada. ¿Quería ser el sujeto condenado y que la aclaración llegase después de su ejecución? Alguien pensará que esto podría ser un suicidio. El sujeto usa el crimen y a la justicia para cometer un suicidio. Otro hilo. Incluso esto podría ser una buena trama. Veríamos a posteriori al suicida ejecutado por un delito que ha cometido o que no ha cometido, debatiéndose durante años entre el deseo de muerte y la razón de vivir, argumentándose los pros y los contras de ambas salidas. Lo veríamos en el momento en el que se le ocurre la idea del delito y de la carta programada. Remontaríamos hacia atrás sobre sus amores, circunstancias familiares y sociales, sobre su infancia, sus padres y familia para comprender sus motivaciones. Pero como la carta aún no ha llegado no sabemos nada de todo eso. Por supuesto eso introduciría muchos nuevos personajes que tampoco saben nada: ni de los hechos posteriores ni del personaje. Cuando la carta se hiciese pública verían si el sujeto fue víctima o fue sujeto activo, consciente y responsable. Podríamos odiarlo o llorar sobre su desgracia. Incluso algunos podrían ver en toda su vida un rotundo equívoco. Podría haber tantas mentiras que el sujeto y su entorno tenían una versión totalmente equivocada de los hechos, vivencias y sentimientos. Todos se quedarían perplejos, con un sentimiento inexplicable. Se vería una trama de equívocos de cada uno de los personajes. Aquí tendríamos otra trama.

Resulta pues que los sujetos no vieron pequeñas partes de la realidad. Esas pequeñas cosas hubiesen cambiado sus vidas. Esto es una suposición; puesto que no tengo ni idea qué pequeñas cosas pueden cambiar un vida, su recorrido y su final. Buscaríamos disyuntivas. Momentos de decisión, dudas, opciones de sentir o pensar, conclusiones posibles. Como yo soy muy simple no se me ocurre ninguna. Esperemos a que llegue la carta; tal vez lo escrito nos lo aclare. La fiscalía acaba de mover la cabeza mostrando su negativa. «Los hechos. Los hechos. Nada más que los hechos.» Tiene razón: los hechos es lo más seguro. El fiscal tiene razón: los hechos es lo que importa. Aunque el fiscal aún no sabe que los hechos ocurrieron de muy diferentes formas. No sabe que los hechos ocurrieron muchas veces en la cabeza del acusado; y muchas otras en la realidad durante los múltiples intentos, cada vez con resultados totalmente diferentes. Lo que hubiese modificado totalmente la historia y la sentencia. Pero es verdad que desde el punto de vista de la justicia el delito es el delito. Y tiene razón: en casi todos los casos hubiese sido condenado; pero tal vez no a muerte; y esto hubiese dado al traste con el principal objetivo: el suicidio a través de la justicia.

En un primer momento la Fiscalía se negó a leer la carta. No sabemos por qué. El condenado ya estaba muerto: la acusación no podía ejecutarse. Es lógico: cada acto profesional tiene su instante de ejecución. Fuera de las condiciones de ese instante no tiene sentido. Seamos sensatos. No se puede acusar a un muerto. Aquí estamos dando por hecho que fue ejecutado; pero esto es una suposición porque en realidad no sabemos nada. Ya saben que las tramas pueden dar vuelcos; y los planes nunca salen según lo previsto, ni siquiera por un suicida muy decidido.

Puede ser que el cadáver se encuentre ya en una fase muy avanzada y según algunos se esté riendo de haber conseguido un suicido tan inesperado. Inesperado en el sentido de que el suicida se lo imaginaba más complicado. Puede ser que el sujeto esté leyendo su propia carta en el periódico. Y sonría. Pero no sabemos lo que siente. Tal vez: «Me he librado de una buena». No sé si él sabe que engañar a la justicia con ese tipo de artimañas constituye en sí mismo un delito y que podría se acusado de nuevo. No sabemos de qué podría ser acusado porque no conocemos la jurisprudencia sobre estos casos. O tal vez no lo sabemos porque es el primer caso y habrá que establecerla. En todo caso esto ocurrirá después de varios años porque las cosas hay que hacerlas con concienzuda conciencia. En todo caso el futuro acusado igualmente se encuentra en otro territorio; pero esto creo que no viene al caso. Si viniera no tendríamos más remedio que dar cuenta. No se puede acusar sin acusado, vivo o muerto. Estoy de acuerdo de que hay que proteger a las personas; y sobre todo de ellos mismos. Esto resulta aún mas aplicable a este sujeto.

Serena, ¿quién es? Serena puede ser cualquier mujer: la madre, esposa, novia, amiga, amante, amiga... bueno, amiga, ya lo he dicho; pero de seguro una mujer singular a la cuál no se le ocurriría una idea tan absurda como un suicidio por intermediario. Afirmamos esto sin saber; pero es lo más lógico. Y aquí usamos la lógica cada vez que se puede. No sabemos si ella fue a declarar en el juicio, ni en qué sentido lo hizo. Tal vez echaba de menos al que había salido hace tiempo de su vida; o sentía pena al verlo allí sentado ante el juez; o fue una de sus víctimas fallidas; o una testigo que no se acordaba de nada. Pero por la cara que le imaginamos y por su nombre, creemos que debe ser otra cosa; pero no estamos seguros. Ella parecía sentir que «cuando se priva de libertad a alguien se le priva al mismo tiempo de libertad a todo ser humano». No nos preguntaremos por qué se le pasó esa idea por la cabeza; tal vez sea una fantasía nuestra. No podemos describir su aspecto porque bajo petición suya no pudo salir ninguna foto de ella en los periódicos. Posiblemente estaba desbordada por las emociones y sorprendida de verlo tan sereno durante el juicio. Él la miraba pensando: «No sufras. Si esto es lo que lo quiero. Es perfecto: un buen suicidio sin acto por mi parte.» Ella pensaba en el mismo momento: «Tenían que haberme llamado para formar parte del jurado». Ya ven: ni siquiera en esos peliagudos momentos nos ponemos de acuerdo. Mientras, la función se desarrollaba según el protocolo. Aunque el proceso tropezaba por momentos por falta de memoria. Su Señoría procedía entonces a un nuevo aplazamiento hasta nueva orden.

Para llenar las lagunas algunos ingeniosos lectores creían recordar eventos referentes a los sucesos juzgados; y se presentaban como fidedignos testigos muy seguros de contribuir en favor o en contra del acusado. Aún conociendo el poco grado de fiabilidad de los nuevos testigos la defensa y la fiscalía los aceptaban con el fin de que esas historias inventadas contribuyesen a la aparición de nuevas pistas. En la sala se iba creando entre todos los asistentes nuevas historias, todas verosímiles, que permitían ponerse en la piel de las circunstancias y acercarse cada vez más a la auténtica.

2

Pero retomemos

Este relato quedó varios años parado porque teníamos que buscar el origen de las escenas de sus novelas. Crey pensó tomarlas lo más alejadas posible de su vida cotidiana. Los personajes no tendrían nada que ver con sus conocidos, amistades, ni miembros de su familia, cercanos o lejanos. Las pistas entre ellos debían ser borradas. Tuvo la idea de crear un personaje medio loco medio débil mental. El loco deliraba casi siempre; no sabía lo que hacía; de este modo los demás justificarían sus actos y sus ideas. El tonto, aparentemente inocente, pondría el dedo en la llaga de los demás sin que estos se sintiesen ofendidos: «Es un niño; no sabe lo que hace», pensaban.

Ahora nos queda la investigación más ardua: descubrir su vida anónima y hallar las fuentes de donde sacaba sus personajes.

Habría que continuar buscando la trama del crimen; o de los crímenes: porque tal vez cometió varios; no por impulsos criminales: sino porque como no lo pillaban se vio obligado a cometer uno tras otro; y no paró hasta que lo arrestaron. Deberíamos buscar en los archivos de la policía todos los crímenes que podían tener relación con él, incluidos los resueltos y los no resueltos; porque ya se han dado últimamente algunos casos en los que por leve descuido se ha ejecutado a algún desgraciado (culpable o no culpable de otros delitos) por un delito que no ha cometido. Pero, por el momento, ese es un tema que no aporta ningún interés ni intriga al caso de Kris; perdón, de Crey. ¿Quién será este Kris? Se nos ha colado solito; pero como no nos conocemos no abre ni la boca. Tampoco ha protestado cuando lo hemos nombrado. O no tiene nada que ver con los crímenes, o está disimulando para que no nos dé por ahí. Hay gente muy zorra... los callaitos son los peores. Aunque en este caso, la gran mayoría habla; y aquí damos fiel testimonio de lo que dicen y piensan.

Escritor, asesino y suicida. La trama de su suicidio fue su mejor novela; pero él murió sin saberlo: simplemente porque no la había escrito: no estaba en papel: no había lectores. Y una novela sin lectores no puede ser ni buena ni mala en el juicio. Bueno, esta es la opinión de uno de nosotros que los demás no compartimos. Pero ese no es el tema. Prosigamos. Lo digo en plural porque un servidor, el que está copiando este informe, está convencido que en este relato no hay un solo narrador, sino varios. Aún no he conseguido saber quienes; tampoco es mi propósito: ya tengo bastante con copiar esta mierda!


Carlos del Puente

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