Esquizerino. Henry Miller

viernes, febrero 21, 2014


"Una vez que te conviertes en un auténtico esquizerino, volar es la cosa más fácil del mundo; el truco es volar con el cuerpo etéreo, dejar tras de ti en Bloomingdale el saco de huesos, tripas, sangre y cartílago; volar solo con tu yo inmutable, que, si te detienes a reflexionar un momento, siempre está equipado con alas. Volar así, en pleno día, presenta ventajas frente al vuelo nocturno ordinario a que todo el mundo se entrega. Puedes dejarlo en cualquier momento, tan rápida y decisivamente como si pisaras el freno; no hay dificultad para encontrar tu otro yo, porque en el momento en que lo dejas, eres tu otro yo, es decir, el llamado yo entero. Sólo que, como demuestra la experiencia de Bloomingdale, ese yo entero del que tanto se ha alardeado, se cae en pedazos con mucha facilidad. El olor a linóleo, por alguna razón extraña, siempre me hará desplomarme en el suelo. Es el olor de las cosas naturales que estaban pegadas a mí, que se habían juntado, por decirlo así, por consentimiento negativo."

"Todo esto es para decir que al pasar una noche por la puerta giratoria del baile Amarillo hace unos doce o catorce años, se produjo el gran acontecimiento. El interludio que imagino como el País de la Jodienda, un dominio en el tiempo más que en el espacio, es para mí el equivalente de ese Purgatorio que Dante ha descrito con todo detalle. Al poner la mano en la barandilla metálica de la puerta giratoria del baile Amarillo, todo lo que yo había sido antes, era, y había de ser, se desplomó. No había nada de irreal en ello; el propio momento en que nací se esfumó, arrastrado por una corriente más potente. Así como antes me habían expulsado de la matriz como un bulto, así también me desviaban ahora de nuevo hacia un vector intemporal donde el proceso de crecimiento se mantiene en suspenso. Pasé al mundo de los efectos. No había miedo, sólo una sensación de fatalidad. Mi espina dorsal estaba enchufada al tumor; me hallaba contra el cóccix de un nuevo mundo implacable. En la zambullida el esqueleto voló en pedazos, dejando al yo inmutable tan desamparado como un piojo aplastado."

"Aquello sucedió en Far Rockaway. Después de habernos vestido y haber comido, decidí de repente que quería quedarme solo, de modo que, muy bruscamente, en una esquina le di la mano y le dije adiós. ¡Y ahí me quedé! Casi instantáneamente me sentí solo en el mundo, solo como sólo se siente uno en momentos de extrema angustia. Creo que estaba mondándome los dientes distraídamente, cuando esa ola de soledad me acertó de lleno, como un tornado. Me quedé allí, en la esquina de la calle, y me palpé todo el cuerpo para ver si había recibido algún golpe.

Era inexplicable, y al mismo tiempo maravilloso, muy estimulante, como un tónico doble, podríamos decir. Cuando digo que estaba en Far Rockaway, quiero decir que estaba parado en el fin de la tierra, en un lugar llamado Xanthos, si es que existe un lugar así, y desde luego tendría que existir una palabra así para referirse a ningún lugar. Si hubiera aparecido Rita en aquel momento, no creo que la hubiese reconocido. Me había convertido en un absoluto extranjero en medio de mis compatriotas. Me parecían locos, mis compatriotas, con sus caras recién bronceadas y sus pantalones de franela y las medias perfectas. Habían estado bañándose como yo porque era un esparcimiento agradable y saludable y ahora, como yo, estaban llenos de sol y de comida y un poco agobiados por el cansancio.

Hasta que se apoderó de mí aquella soledad, yo también estaba un poco cansado, pero de repente, parado allí y completamente aislado del mundo, me desperté sobresaltado.

Quedé tan electrizado, que no me atrevía a moverme por miedo a que fuera a cargar como un toro o a que me pusiese a subir por la pared de un edificio o a bailar y a gritar.

De pronto comprendí que todo aquello se debía a que yo era realmente un hermano de Dostoyevski, a que quizá fuera yo el único hombre en América que sabía lo que quiso decir al escribir esos libros.

No sólo eso, sino que, además, sentí germinar en mi interior todos los libros que un día escribiría, a mi vez: me reventaban dentro como capullos de gusanos de seda maduros. Y como hasta entonces no había escrito otra cosa que cartas endiabladamente largas sobre todo y sobre nada, me resultaba difícil darme cuenta de que llegaría un momento en que empezaría, cuando escribiera la primera palabra, la primera palabra real. ¡Y ese momento había llegado! Eso fue lo que empecé a comprender."

"Reí y reí y reí, exactamente como un demente. Y no sabía de qué me reía. No pensaba en nada. Sencillamente, sentía una alegría irresistible, me volvía loco de placer al descubrir que estaba absolutamente solo."

"Nunca he entendido el libro; a veces pensaba que estaba a punto de entender, pero nunca llegué a hacerlo verdaderamente.

Para mí era más importante no entender.

Con este libro en las manos, leyendo en voz alta a los amigos, llegué a entender claramente que no tenía amigos, que estaba solo en el mundo. Porque, al no entender el significado de las palabras, ni yo ni mis amigos, una cosa quedó muy clara y fue que

había formas diferentes de no entender y que la diferencia entre la incomprensión de un individuo y la de otro creaba un mundo de tierra firme más sólido que las diferencias de comprensión.

Todo lo que antes creía haber entendido se desmoronó e hice borrón y cuenta nueva.

En cambio, mis amigos se atrincheraron muy sólidamente en el pequeño pozo de comprensión que se habían acabado para sí mismos. Murieron cómodamente en su camita de comprensión, para convertirse en ciudadanos útiles del mundo. Los compadecí, y muy pronto los abandoné uno a uno sin el menor pesar."

"La desorientación y reorientación que acompaña a la iniciación en cualquier misterio es la experiencia más maravillosa que se pueda vivir. Todo lo que el cerebro ha trabajado durante toda una vida para asimilar, clasificar y sintetizar tiene que descomponerse y volver a ordenarse. ¡Día conmovedor para el alma!"

"Y  todo lo que yo era ha quedado eliminado con él. Soy un cadáver que recibe una inyección de nueva vida. Estoy radiante y resplandeciente, entusiasmado con nuevos descubrimientos, pero el centro todavía es de plomo, es escoria. Me echo a llorar... ahí mismo en las escaleras del metro. Sollozo en alto, como un niño. Ahora caigo en la cuenta con toda claridad: ¡estás solo en el mundo! Estás solo... solo... solo. Es penoso estar solo... penoso, penoso, penoso, penoso. No tiene fin, es insondable, y es el destino de todos los hombres en la tierra, pero sobre todo el mío. Otra vez la metamorfosis. Todo vuelve a tambalearse y a amenazar ruina. Vuelvo a estar en el sueño, el doloroso, delirante, placentero, enloquecedor sueño de más allá del límite. Me encuentro en el centro del solar vacío, pero no veo mi casa. No tengo casa. El sueño era un espejismo. Nunca hubo una casa en medio del solar vacío. Por eso es por lo que nunca pude entrar en ella. Mi casa no está en este mundo, ni en el siguiente. Soy un hombre sin casa, sin amigo, sin esposa. Soy un monstruo que pertenece a una realidad que todavía no existe. Ah, pero sí existe, existirá, estoy seguro de ello. Ahora camino rápidamente, con la cabeza gacha, musitando para mis adentros. Me he olvidado de la cita tan completamente, que ni siquiera advertí si pasé delante de ella o no. Probablemente así fuera. Probablemente la miré a la cara y no la reconocí. Probablemente tampoco ella me reconociese. Estoy loco, loco de dolor, loco de angustia. Estoy desesperado. Pero no estoy perdido.

No, hay una realidad a la que pertenezco.

Está lejos, muy lejos. Puedo caminar desde ahora hasta el día del juicio con la cabeza gacha sin encontrarla nunca. Pero está allí, estoy seguro de ello. Miro a la gente con expresión asesina. Si pudiera tirar una bomba y hacer saltar todo el barrio en pedazos, lo haría. Me sentiría feliz viéndolos volar por el aire, mutilados, dando alaridos, despedazados, aniquilados. Quiero aniquilar la tierra entera. No formo parte de ella. Es una locura del principio al fin. Todo el tinglado. Es un enorme trozo de queso rancio con gusanos que lo pudren por dentro. ¡A tomar por culo! ¡Vuélalo en pedazos! Mata, mata, mata: mátalos a todos, judíos y gentiles, jóvenes y viejos, buenos y malos..."

"Entre el momento en que despegaba y el momento en que regresaba yo hacía la vida de un esquizerino de pura raza."

"Me veo sentado ante una mesa en la oscuridad, con las manos y los pies volviéndose enormes, como si estuviera apoderándose de mí una elefantiasis galopante."

"La habitación está tan silenciosa y yo estoy tan espantosamente vacío, que doy gritos y alaridos para hacer un poco de ruido, un poco de sonido humano. Intento levantarme de la mesa, pero tengo los pies demasiado pesados y las manos se han vuelto como los pies informes del rinoceronte. Cuanto más pesado se vuelve mi cuerpo, más ligera la atmósfera de la habitación; voy a estirarme y estirarme hasta llenar la habitación con una masa sólida de jalea compacta. Voy a llenar hasta las grietas de la pared; voy a crecer y a atravesar la pared como una planta parásita, estirándome y estirándome hasta que la casa entera sea una masa indescriptible de carne y cabello y uñas. Sé que eso es la muerte, pero me veo impotente para acabar con ese conocimiento... o con el conocedor.

Alguna partícula diminuta de mí está viva, alguna pizca de conciencia persiste, y, a medida que se dilata el armazón interior, ese parpadeo de vida se vuelve cada vez más intenso y fulgura dentro de mí como el frío fuego de una gema. Ilumina toda la viscosa masa de pulpa, de modo que soy como un buzo con una linterna en el cuerpo de un monstruo marino muerto.

Gracias a un ligero filamento oculto sigo conectado con la vida que hay por encima de la superficie de la sima, pero está tan lejos el mundo de arriba, y el peso del cadáver es tan grande, que, aunque fuera posible, se tardarían años en llegar a la superficie.

Me muevo alrededor de mi propio cuerpo muerto, explorando todos los escondrijos y hendiduras de esa enorme masa informe. Es una exploración interminable, pues con el crecimiento incesante toda la topografía cambia, deslizándose y yendo a la deriva como el caliente magma de la tierra.

Ni por un minuto hay tierra firme, ni por un minuto permanece nada quieto y reconocible: es un crecimiento sin hitos, un viaje en que el destino cambia con el menor movimiento o temblor. Ese interminable llenado del espacio

es lo que elimina cualquier sensación de espacio o de tiempo;

cuanto más se dilata el cuerpo, más diminuto se vuelve el mundo, hasta que al final siento que todo está concentrado en la cabeza, de un alfiler."

"Cuando la gran ave de rapiña regrese exhausta de su vuelo, me encontrará aquí en medio de mi nada, a mí, el esquizerino imperecedero una semilla llameante oculta en el corazón de la muerte. Cada día cree encontrar otro medio de subsistencia, pero no existe, sólo esta eterna semilla de luz que al morir cada día vuelvo a descubrir para ella. ¡Vuela, oh, ave devoradora! ¡Vuela hasta los límites del universo! ¡Aquí está tu alimento resplandeciendo en el repugnante vacío que has creado! Regresarás para perecer una vez más en el negro agujero; regresarás una y otra vez, pues no tienes alas que puedan llevarte fuera del mundo."

"Entre «La alarma de fuego de medianoche» y «Marche Militaire», me venía la inspiración, que era la de destruir todas las formas existentes de armonía y crear mi propia cacofonía."

"En ese momento se produce la aniquilación
de la conciencia doble, triple, cuádruple y múltiple,

que es lo que hace que la sustancia gris se haga un ovillo de pliegues muertos en la coronilla. En ese momento puedes sentir realmente el agujero en la coronilla; sabes que en otro tiempo tenías un ojo en ella

y que ese ojo era capaz de captar todo a la vez."

"La madre de cuyas entrañas salí fue una completa extraña para mí."

Henry Miller

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