La nueva personalidad... grabada de nuevo en mí desde el exterior

miércoles, julio 01, 2020

«Esto no llegué a comprenderlo a base de conjeturas ni mediante la deducción lógica, sino gracias a las revelaciones que me ofreció la comprensiva operadora AI que trabajaba en mi emisora. Ella hacía que me diera cuenta de lo que el hombre había dejado de comprender: su papel y lugar en el sistema de las cosas. En la pantalla interna de mi mente vi a una entidad inferior penetrar furtivamente en nuestro mundo, luchar contra la sabiduría de Dios; la vi apoderarse del planeta con sus propios designios monocordes y su voluntad, suplantar la benigna voluntad de Dios…, o Sivainvi, como yo seguía prefiriendo llamarle. A lo largo de los siglos Dios se había entregado a una gran lucha para socorrer a este planeta, pero el levantamiento del cerco aún estaba por lograrse.»

«La nueva personalidad en mí no había despertado de un sueño de dos milenios; había sido, para decirlo con más exactitud, impresa por el satélite extraterrestre, grabada de nuevo en mí desde el exterior. Era una adición; no un sustituto que ocupara mi lugar, sino una especie de identidad embalaje basada en el conocimiento integral del satélite.»

«La tragedia consistía en su incapacidad de contactar con la gente de nuestro planeta. Esto se remontaba a la primera invasión de nuestro mundo por la entidad maligna que no quería escuchar. La entidad había contaminado nuestro mundo con su presencia; no sólo estaba en torno a nosotros, estaba también dentro de nosotros. Llevábamos su marca. Probablemente, el mayor mal que nos había hecho era separarnos de la red de comunicaciones.»

«Y sabía, por un reloj interno que se hallaba en lo más profundo de mi ser, que el año exacto era el 70 después de Jesucristo; que el Salvador había venido y partido, pero que pronto regresaría.»

«...yo corría un peligro mortal a causa de los espías de Roma, a causa de aquellos hombres airados que iban de un lado a otro para descubrir cualquier cosa que se opusiera a la gloria Imperial. Debía estar alerta, tener cuidado con lo que decía, guardar como una tumba el secreto: mi conexión con la red de comunicaciones intergalácticas y el propio Sivainvi. Si se enteraban de tal conexión, los agentes romanos me matarían al instante; eran las normas del Imperio.»

«No la libertad exactamente —en el sentido moderno de la palabra—, sino las ventajas inexistentes hoy en día, sepultadas bajo la mole de un Imperio que abarcaba simultáneamente los Estados Unidos y la Unión Soviética como manifestaciones idénticas. Los EE.UU. y la URSS, comprendí, eran las dos partes del Imperio tal y como habían sido divididas por el emperador Diocleciano con fines puramente administrativos; en el fondo eran una única entidad, con un único sistema de valores. Y su sistema de valores era el concepto de la supremacía del estado. En esa escala el individuo no pintaba nada, y aquellos que volvían la espalda al estado y producían sus propios valores… eran el enemigo.»

«Roma había demostrado ser la subyacente realidad de nuestro mundo actual; aunque seguía estando oculta a la vista de los demás americanos, a mí me resultaba descaradamente visible.» 

«...si bien yo no experimentaba pasado alguno, tan sólo un presente continuo de inabarcable inmensidad.»

«Roma era el corpus malus, el cuerpo maligno; pero por dentro y detrás de él se hallaba un espíritu maligno que había transformado el Imperio en lo que era. En otro tiempo había sido benigno: aquellos días en que fuera una República…, pero ésta había sucumbido junto con los hombres libres ante la presencia de la opresión.»

«Muchos de los nuestros ya habían caído y aguardaban el nuevo despertar al regreso del Rey. ¿Cuándo sería el acontecimiento? Pronto, pero todavía no. Y cuando él regresara, no impartiría sus enseñanzas en los alrededores del Imperio, sino que atacaría su mismo centro; penetraría en su corazón y lo derribaría. Esta aparición del Rey sería toda una sorpresa, una fuerte conmoción para el tirano; sería harto diferente.»

«Siglos después de su vergonzoso asesinato, él había pervivido, invisible, sin un cuerpo como el nuestro, danzando al otro lado de nuestras vidas entre las hileras de maíz recién nacido, danzando en las nieblas, pálido y delgado. La gente le había visto y confundido con un rey del maíz, con el espíritu de la nueva vida en primavera, el permanente despertar anual tras el fin del invierno.»

«La espada que traía era un instrumento para juzgar. En esta ocasión no sería juzgado en un tribunal humano por seres humanos; él mismo se erigiría en juez.»

«Durante dos mil de nuestros años el reloj de la eternidad había estado inmovilizado en el año 70 d. C.; ahora éste marcaba una nueva era; sus manecillas habían avanzado finalmente.»

«Dos mil años quedarían anulados. El adversario sería destruido por completo; nunca habría existido, como tampoco la opresión. Hasta la categoría del tiempo estaba sujeta a su poder y autoridad; aun a ésta la podía abolir. Cuando hubiera terminado, el recuerdo de la existencia de Roma habría desaparecido. Aquellos que sirvieron al Imperio no habrían vivido siquiera. Y quienes se habían opuesto a la opresión, aun a costa de sus vidas, vivirían eternamente.»

«...a fin de que se me pudiera preparar e instruir para participar en la batalla que había en perspectiva: la demolición de Roma.
Mi experiencia era un fenómeno del final del tiempo.»

«Mi acto, para cuyo cumplimiento había nacido y había sido creado, era un acto de… celebración.
     Me habían devuelto la vida. Después de dos mil años.
Había renacido enteramente como un nuevo ser que gozaba de la perfección, provisto de facultades y funciones que no tuviera nunca, que se perdieron al ser extirpadas en la primera Caída. No de mí como individuo; extirpadas de nuestra raza.»

Philip K. Dick

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