Se le puso la cara medio blanca medio negra, caso que suele ocurrir con frecuencia

domingo, diciembre 06, 2015




Se le puso la cara medio blanca medio negra en forma vertical. Esto no suele suceder todos los días cualquiera. El sujeto no pareció sorprendido de ese ojo medio azul y del otro casi negro. Debía sufrir de humor especial, porque cualquier otro en su lugar se hubiese caído de espaldas; no sabemos si del lado negro o blanco. El caso es que deberíamos haber observado al sujeto con más psicología de lo que hicimos. Somos torpes en ese tema. Pero a falta de observación buenas son teorías. No seríamos los primeros en recurrir a tal artificio. Pongámoslo pues en obra. Pensó primero en usar maquillaje. Dudó entre el blanco y el negro. Se preguntó repetidas veces en qué civilización estaba. Concluyendo claramente de que estaba en la clara, tomó el maquillaje blanco que suele encontrarse en cualquier armario del cuarto de baño entre los utensilios habituales. Aplicó varias capas hasta conseguir un tono parecido en ambas partes. Dudamos si lo consiguió; aunque nos parece difícil. Para este asunto debería haber recurrir a un maquillador de moda. Pero sus honorarios diarios le hubiesen costado un ojo de la cara. A propósito del color distinto de los ojos no tuvo más remedio que dirigirse a una moderna óptica, donde pidió una sola lentilla. El sorprendido empleado intentó convencerlo del imposible trámite. Mientras discutía sobre dicha imposibilidad se acercaba abusivamente a sus ojos para mirarlos de muy cerca, no sin que el extraño cliente retrocediese instintivamente ante tal gesto de curiosidad malsana. El dependiente debía ser un hombre de mundo, pues en ningún momento mostró extrañeza; ven los ópticos tantas rarezas en los ojos que esta no le pareció la más desafortunada. Esto no quita que se acercaba a sus ojos de forma repetida y mecánica, algo así como si tuviese un resorte en la espalda que movía su torso de un golpe seco para adelante. Este movimiento produjo un seguro efecto hipnótico bajo los efectos del cual el cliente fue convencido de comprar el par obligado de lentillas. Cabe decir que en ningún momento ninguno de los dos recurrió al fácil argumento de que las lentillas eran perecederas y que la segunda lentillas sería muy útil en el momento del fallecimiento de la otra. Así tendrían que verse las caras ambos en cada compra. Dado que esto resultó ser frecuente, y habiendo adquirido cierta familiaridad comercial, el empleado sugirió la compra de una caja de lentillas. Ah, se nos olvidaba decir que nuestro sujeto llevaba siempre en el bolsillo el tubo de maquillaje porque había verificado sobre su rostro el efecto de la lluvia.



Carlos del Puente

You Might Also Like

0 comments

Popular Posts

Like us on Facebook

Flickr Images