El perro de la catedral
martes, junio 03, 2014
Había un perro en la puerta de la calle de la cocina de un prestigioso restaurante situado en el barrio turístico de la catedral. Miraba al interior con cara muy seria mientras se le caían sus largos, gruesos y "pliegosos" mofletes. Estaba seguramente pensando: «Hoy pondré un rico estofado, unas chuletitas de cordero, unos dulces de frambuesa, y para terminar, copa y cigarro.» No sé yo quién se creía el dichoso perro. Hablaba como dueño, camisa blanca de trabajo y pantalones grises recién planchados. Y pensé yo: «¡Sí, hombre! Y después te lees el periódico en la terraza mientras ojeas a las turistas.» Mantuvimos así, entre el perro y yo, un buen rato, un sordo diálogo. Él pensaba que eso es lo que hacía. Y yo quedaba incrédulo. Él me lo aseguraba mostrándome su aliento. Yo en su lengua no encontraba rastro. Él respondía seguro y serio. Yo, burlón, lo miraba buscando pruebas concluyentes. Pero este perro bien-comido sabía más que un perro sin dueño. Intrigado por el asunto me despedí, fingí irme y me quedé tras la esquina observando. Bien es cierto, y lo confirmo, que a la hora de comer, el chef sacó una mesa, silla, un mantel, platos, cubiertos, copa, comida y una botella de vino. Y más cierto aún es que el dichoso perro se sentó en la silla y se dispuso a comer como un gran señor a sus anchas.
Carlos del Puente
0 comments