Los días o las mil y una noches en vela de sábanas blancas y otros menesteres
Los días o las mil y una noches en vela de sábanas blancas y otros menesteres 3
domingo, diciembre 28, 2014Los días o las mil y una noches en vela de sábanas blancas y otros menesteres.
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Todos creían que yo sabía lo que pasaba en el circo, que yo era, sin duda, el maestro del secreto por el hecho mismo de que no hablaba. Aunque mis ojos podían delatar que ellos lo veían todo, mientras mi yo no se enteraba de nada. Me ponían cara de complicidad la mayor parte del tiempo, salvo cuando ellos creían que los había pillado infraganti. En eso caso surgía progresivamente otra cara superpuesta a la habitual: una capa de carne gruesa criminal, con rasgos luminosos, se iba extendiendo progresivamente desde el mentón hasta la frente, y el terrible efecto que me producía se me clavaba, como una espada ancha y gruesa, por la nuca hasta la parte baja del vientre. Conmocionado, huía, fuera del recinto del circo, a algún lugar donde no pudiera ser visto ni siquiera de lejos. Andaba haciendo un círculo alrededor del circo sin perderlo ni un solo instante de vista. Una vez llegada la noche, buscaba un escondite inaccesible donde medio dormía.
Carlos del Puente
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domingo, diciembre 28, 2014Los días o las mil y una noches en vela de sábanas blancas y otros menesteres.
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Tengo once años y no sé cómo contar la escena que estoy viviendo. En ese momento creo en la posesión del cuerpo por el Diablo. Tengo pruebas más que contundentes para decir esto. Una de esas noches en que yo vagaba en la oscuridad del circo, vi cómo el Diablo entraba en el carruaje de una joven que ha sido contratada hace pocos meses. Las primeras veces que presencié este demoníaco suceso salí huyendo endemoniado, como el que no tiene piernas, es decir, volando, y me encerré en mi cama con la cabeza bien tapada.
Un día esperé fuera a la pequeña diabla y le pregunté que porqué gruñía como un diablo por la noche. Ella sonrió y me mandó a limpiar las jaulas. Esa misma noche fui a mirar por su ventana. Tuve mucho cuidado de asegurarme de que el Diablo no hubiera venido. No sé si ella se dio cuenta de mi presencia. El caso es que se puso inmediatamente a retorcerse bajo la manta. Me fui convencido de que el Diablo la hacia sufrir por dentro. Estuve meditando toda la noche sobre cómo ese monstruo conseguía entrar en su cuerpo para provocarle todo ese dolor.
Una de esas noches estaba tan concentrado en mis ojos que no escuché llegar al Diablo. Es inútil explicar en detalle los golpes que recibí. Solo sé que recibí tal paliza que desde entonces tengo el Diablo dentro. Seguramente este es el método por el cual el Diablo se mete dentro de los cuerpos cuando no los encuentra en la cama.
Poseído, hice mío su comportamiento. Con una manta negra y sucia, que me cubría desde la cabeza todo el cuerpo, entré en aquel carruaje que tanto extraño interés me había despertado. Me metí con la manta puesta entre su manta y su cuerpo, y extrañamente por unas manos fui acogido. Soy incapaz de contar los pormenores de mi entrada en su cuerpo ni con que artimañas le produje tanto daño aquella noche y muchas otras. Tengo que decir que en mi vida estuve muchas noches como esta poseído y que siempre obtuve el mismo resultado. No diré aquí el nombre de esta chica porque no aporta nada al hecho y este nombre, que no recuerdo, me hará falta para otros personajes.
Carlos del Puente
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Los días o las mil y una noches en vela de sábanas blancas y otros menesteres. 1
sábado, diciembre 27, 2014Los días o las mil y una noches en vela de sábanas blancas y otros menesteres.
1
Estos personajes no existen; por eso les pondré nombres compuestos. Soy huérfano de nacimiento; me dejaron, siendo un bebé, debajo del carruaje de las fieras de un circo. Me crió la mujer de la cuerda floja y del trapecio. Soy actor de café-teatro en aldeas, pueblos y ciudades de España.
Voy a empezar por el primer recuerdo del que me acuerdo en este momento. En vista de mi falta de recursos voy a sacar partido de mi propia persona: es decir, de mi pobre imaginación. Y como no tengo formación alguna lo relataré con el estilo más prosaico posible. Me veo desnudo de pie cerca del circo. Alguien me echa un cubo de agua fría sobre la cabeza. A lo lejos, una niña ríe cuando ve esto. Los trabajadores del circo hablaban mucho durante la representación pero fuera de estas horas a mí no me hablaban. Sin embargo yo obedecía como se obedece a un látigo. Yo obedecía y las palabras se me fueron. Tanto fue así que en el circo creyeron que no hablaba. Otros supusieron que había nacido sordo. Paseaba, una y otra vez, delante de las jaulas mirando a los ojos a las fieras. No comía casi nada por culpa del olor de la comida. Posiblemente todos pensaban que moriría en los primeros años de mi vida. Esta amenaza, confirmada de vez en cuando por varias enfermedades mortales, rompieron el discurrir continuo de mi vida y de mi memoria. Por este motivo no tengo hilo de mi memoria ni de mi existencia. Creo que todo está siempre transcurriendo al mismo tiempo. No sé lo que viví antes ni lo que viví después. Aquí pondré pues una cronología inventada. Pues en mis recuerdos aparecen vivencias de diferentes épocas mezcladas en un solo hecho, como si fuesen vivencias simultáneas de tiempos diferentes. Gracias a Dios nadie leerá esto; así que no tengo temor de que se pierda; ni tendré que pedirle perdón por la simultaneidad de los hechos. Otra particularidad de este fenómeno es que no sé si los hechos relatados han sido vividos por mí o por otros personajes; pero como ninguno existe no me preocupa para nada. Tampoco sé si lo que vi fue visto o fue pensado. Pero para mí es tan real que poco importa. Puedo decir que no tengo memoria porque todo está siendo vivido en cada instante.
Dada la particularidad de mi carácter me dejaban como un animal suelto dentro y fuera del circo. Mi madre, la señora de la cuerda, estaba ocupada con sus malabarismos. Y yo no me ocupaba de su vida ni de la vida de los otros. Todo lo que contaré se grabó solo en mi memoria sin que mi conciencia tuviera que intervenir para nada. Esto tiene la gran ventaja del ahorro. Todo se grababa en mí sin que yo lo quisiera. Como se ve, mi voluntad no participa en mi pensamiento y poco más en mi acción. Las cosas se pensaban solas, se sentían solas, se vivían solas, empujadas por la relación del instante. No es que sea un autómata ni una máquina; es que vivenciara lo que vivenciara eso ocurría irremediablemente. Cuando salía de ese instante salía como de una escena donde había estado atrapado. Pensaba un poco sobre ella pero no podía comprender nada. De hecho rápidamente entraba en otra sin remedio, ya fuese en actos, de relación, o de vivencia. Un autor no hubiese contado esto de su personaje pero yo me he dejado llevar por la vivencia.
Todo me parece interesante: hasta el vivenciar de una hoja. Y como yo soy una hoja en blanco donde todo se inscribe lo iré relatando a medida que el proceso se va realizando. Lo contaré con todo el humor que me sea posible en cada circunstancia. Porque si la vida es un drama esto es un divertimento.
Todo es tan pasajero como el instante. Esta frase misma es una vivencia-instante sin relación directa con la que la antecede ni con la que la sigue. Tómese aislada dentro del personaje.
Pero vayamos a los hechos; aunque lo anteriormente dicho es un hecho vivencial sin el cual no puede ser comprendido lo que sigue. Como no sé lo que digo, sigo porque el personaje sigue viviendo y no me espera.
Alguna vez interpreté este personaje en el café-teatro. Nada más que decir sobre este hecho. Como personaje que interpreta al mundo ejecutándose resulta un asunto fácil. En esta circunstancia el actor nunca se equivoca ni olvida los diálogos. El apuntador lo tiene dentro. Y es tan real que el público lo siente como la mayor de las verdades, como lo más verídico. Buena taquilla, publicidad garantizada, fama, filas enormes para comprar las entradas, cada vez más caras. Y así de continuo hasta que el público conoce al personaje. Por cierto, el público se quejaba de que algunas vivencias eran contradictorias. El actor las representaba tal y como el personaje las iba viviendo.
Aún no he dicho mi nombre porque en este instante no me acuerdo. Este saldrá cuando alguien me nombre y se me imponga la vivencia. Esto para mí no es ningún problema porque yo sé qué soy yo sin mi nombre.
Tal vez la señora de la cuerda, de cuyo nombre no me acuerdo en este momento, no me llamaba por mi nombre frecuentemente; o tal vez ella tampoco hablaba mucho.
A veces sangra la memoria y aprendemos a leer.
Nunca aprendí a leer. Leía las palabras; pero no leía. Cuando llegaba al final de la frase se me había olvidado el resto. Pero a mí no me molestaba porque no sabía lo que me perdía. No fui a la escuela; nuestra vida de nómadas no lo permitía. Pero todos eran normales.
Ya sé que es ridículo que un personaje que no sabe leer ni escribir relate este texto. Lo explicaré. El texto lo grabo en audio en el PC y luego un amigo lo pasa al Word. Es este mismo que a veces hace comentarios como si fuese el narrador. Pero no estoy muy seguro de esto. Lo sospecho cuando hablamos, lo vivo y lo deduzco. En mis sueños lo oigo hacer comentarios.
Miraba los objetos con un culo de botella que me encontré. No recuerdo lo que veía. Eran objetos deformados. También intenté prender fuego a la paja de los animales. No lo conseguí nunca, a pesar de mi perseverancia. O la paja estaba mojada o el sol no era suficientemente fuerte. Lo llevé mucho tiempo en el bolsillo del pantalón hasta que el cristal rompió la desgastada tela. Lo perdí sin darme cuenta. Ahora lo he recobrado al vivenciarlo de nuevo.
Jarou o Jacrou. Acaba de aparecer este nombre.
Muere un león en el circo. El león murió con interminables convulsiones. Le goteaba líquido de la lengua y de un ojo. No sé si fue la primera vez que vi la muerte. Aunque dudo que yo comprendiera algo de lo que estaba viendo. Oía lo que los trabajadores hablaban pero todo era confuso. Por un tiempo, durante la representación, lo suplantó otro de cartón piedra . Me sirvió de caballo de juguete. Estuve con él en la selva. El cocinero del circo lo cortó en pedazos y se los echó a las fieras. La piel desollada estuvo colgada del tendedero de la ropa durante mucho tiempo. Una nube de moscas cubría su vientre ausente. Hubo peleas, día y noche, en las jaulas y en la arena durante un tiempo. Al león fallecido le hicieron en la explanada una cena de despedida con abundante vino y muchas risas. Al cabo de un tiempo nació una camada de leones diferentes. Pero me prohibieron jugar con ellos cuando me pillaron con ellos en medio del campo. También recibí algunos latigazos de la hábil mano del domador cuando jugaba corriendo alrededor de la carpa con la piel del león puesta. Decían que asustaba a las fieras. Soñé que corría así disfrazado dentro de la jaula alrededor de las fieras. El público reía y no sentía miedo por el espectáculo. No sabían que hacer conmigo y alguna vez me dejaban en casa de alguna familia suya. Ahora después contaré lo que viví en esas casas. Adelantaré que esas abundantes casas, repartidas por toda la extensa España, se convirtieron para mí en gratuitas posadas que usé adecuadamente durante toda mi vida. En estas casas no me tomaban por un loco ni por un niño salvaje como ocurría en el circo. No teniendo apetito de nada a alguien se le ocurrió darme carne frita con tomate y cebolla.
En el café-teatro hubo una vez un actor que arreglaba relojes. Si le ocurrió montar una escena monólogo sobre esto. Hablaba con cada pieza de la relojería mientras montaba y desmontaba incansablemente el aparato. No sé si el público reía de lo absurdo o del verdadero ingenio del actor. Improvisaba con tanta maestría, que cuando una minúscula pieza rodaba por el escenario o entre las butacas, él la buscaba a cuatro patas con una lupa entre las piernas de los señores y de las damas, hablándole a la pieza perdida como si fuera un gato.
En el circo había un payaso voluptuoso que entendía sobre el vuelo de las mariposas.
Yo estaba convencido que la carpa del circo giraba sobre el mástil central a la velocidad de las horas. Observaba el fenómeno de las sombras que producía este giro de la lona de color al pasar delante del sol.
¡Ah, ahora me viene el nombre Marie Rose, la equilibrista; será ella!
En el circo había un cuidador de animales que, no sé si por glotonería o por hambre, se comía las zanahorias y otras cosas que se le echaba a los animales. Esto lo hacía detrás de los bidones metálicos de comida que se encontraban entre los carruajes.
Carlos del Puente
Castración
El placer clitoridiano pondría en cuestión la teoría de la castración
sábado, diciembre 20, 2014«Una vez que la mujer ha aceptado su herida narcisista,
desarróllase en ella -en cierto modo como una cicatriz-
un sentimiento de inferioridad.
Después de haber superado su primer intento de explicar su falta de pene como un castigo personal, comprendiendo que se trata de una característica sexual universal,comienza a compartir el desprecio del hombre por un sexo que es defectuoso.» (Freud, Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica)
¿Y qué hacemos con el placer masturbatorio que la niña siente desde pequeña? Si ella siente placer en su sexo ¿cómo es posible que ella piense que su órgano está castrado o es defectuoso? ¿Qué puede más una fantasía o idea o una fuerte vivencia corporal satisfactoria?
«Una tercera consecuencia de la envidia fálica parece radicar en el relajamiento de los lazos cariñosos con el objeto materno. En su totalidad, la situación no es todavía muy clara; pero es posible convencerse de que, en última instancia, la falta de pene es
casi siempre achacada a la madre de la niña, que la echó al mundo tan insuficientemente dotada. El desenvolvimiento histórico de este proceso suele consistir en que, poco después de haber descubierto el defecto de sus genitales, la niña desarrolla celos contra otro niño, con el pretexto de que la madre lo quería más que a ella, con lo cual halla un motivo para el desprendimiento de la vinculación afectuosa con la madre.» (Freud, Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica)
El «relajamiento de los lazos cariñosos con el objeto materno» es debido a la rivalidad natural entre mujeres existente en todas las relaciones femeninas.
«No obstante, subsiste la impresión de que la masturbación sería más ajena a la naturaleza de la mujer que a la del hombre. Para resolver el problema así planteado cabría la reflexión de que la masturbación, por lo menos la del clítoris, es una actividad masculina, y que la eliminación de la sexualidad clitoridiana es un prerrequisito ineludible para el desarrollo de la femineidad.» (Freud, Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica)
Se olvida aquí la teoría del placer como factor principal de todo el funcionamiento del cuerpo y de la mente humana. Se da prioridad a un prejuicio según el cual la masturbación clitoridiana sería de carácter masculino. Como si el placer entrara en debates mentales que no contribuyen al alcance de su propia meta.
«No obstante, subsiste la impresión de que la masturbación sería más ajena a la naturaleza de la mujer que a la del hombre.»
¿Se descuida en esta frase que ellas son poco dadas a contar a un hombre esta parte de su vida privada? De ahí el profundo desconocimiento que los hombres han tenido siempre de la vida sexual, emotiva y sentimental de la mujer.
«En efecto, advierte el pene de un hermano o de un compañero de juegos, llamativamente visible y de grandes proporciones; lo reconoce al punto como símil superior de su propio órgano pequeño e inconspicuo, y desde ese momento cae víctima de la envidia fálica.» (Freud, Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica)
Ahora que sabemos que el orgasmo de la mujer es mucho más fuerte y prolongado que el ridículo orgasmo masculino, el determinismo teórico que basa toda la problemática en el tamaño del órgano no debería parecer tan acertado. Parece exagerado plantear todo el determinismo psicológico basándose en el tamaño de un órgano.
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«Nos hemos acostumbrado a denominar narcicismo la temprana fase del Yo durante la cual se satisfacen autoeróticamente las pulsiones sexuales del mismo, sin entrar, de momento, a discutir la relación entre autoerotismo y narcisismo.
De este modo, diremos que la fase preliminar de la pulsión de contemplación, en la cual el placer visual
tiene como objeto el propio cuerpo, pertenece al narcisismo
y es una formación narcisista. De ella se desarrolla la pulsión de contemplación activa, abandonando el narcisismo;«
¿Cómo se puede abandonar el narcisismo, fuente constitutiva de sujeto? Será porque sitúa el narcisismo al nivel del yo. Y el yo no es tan inamovible como el sujeto. ¿Será que cuando la pulsión se vuelve activa hacia un objeto ella sale de su posición autoerótica y por eso dice que abandona el narcisismo: porque la satisfacción ya no está en el cuerpo propio, sino en el cuerpo del otro?
»en cambio, la pulsión de contemplación pasiva conservaría el objeto narcisista.
»Igualmente, la transformación del sadismo en masoquismo, significa un retorno al objeto narcisista, mientras que en ambos casos es sustituído el sujeto narcisista por identificación con otro Yo ajeno. Teniendo en cuenta la fase preliminar narcisista del sadismo, antes establecida, nos acercamos así al conocimiento, más general, de que la orientación de los instintos contra el propio Yo y la transición de la actividad a la pasividad dependen de la organización narcisista del Yo y llevan impreso el sello de esta fase. Corresponden quizá a las tentativas de defensa realizadas con otros medios, en fases superiores del desarrollo del Yo.» (Freud, Las pulsiones y sus destinos)
«De este modo, diremos
que la fase preliminar del
instinto de contemplación, en la cual el placer visual tiene
como objeto el propio cuerpo, pertenece al narcisismo
y es una formación narcisista.
De ella se desarrolla el instinto de contemplación activo,
abandonando el narcisismo;» (Freud, Las pulsiones y sus destinos)
¿Cómo es posible que el Yo abandone el placer del cuerpo por el placer de contemplar que no es corporal?
«mientras que en ambos casos
es sustituído el sujeto narcisista por identificación con otro Yo ajeno.» (Freud, Las pulsiones y sus destinos)
Es decir, que se sustituye un placer narcisista del cuerpo por una identificación con el Yo del otro. Extraño; bastante extraño.
«La experiencia nos permite hablar también de instintos «coartados en su fin», esto es, de procesos a los que se permite avanzar un cierto espacio hacia la satisfacción del instinto, pero que experimentan luego una inhibición o una desviación.» (Freud, Las pulsiones y sus destinos)
¿Cómo es posible que el instinto o pulsión sea inhibido?
»Esta fijación tiene efecto con gran frecuencia, en períodos muy tempranos del desarrollo de los instintos y pone fin a la movilidad del instinto de que se trate, oponiéndose intensamente a su separación del objeto.» (Freud, Las pulsiones y sus destinos)
¿Será este el modo de funcionamiento normal?
«todos los instintos son cualitativamente iguales» (Freud, Las pulsiones y sus destinos)
Sorprendente hipótesis.
«Por nuestra parte, hemos propuesto distinguir dos grupos de estos instintos primitivos:
el de los instintos del Yo o instintos de conservación
y el de los instintos sexuales.
Esta división no constituye una hipótesis necesaria, como la que antes hubimos de establecer sobre la tendencia biológica del aparato anímico. No es sino una construcción auxiliar, que sólo mantendremos mientras nos sea útil y cuya sustitución por otra no puede modificar sino muy poco, los resultados de nuestra labor descriptiva y ordenadora.» (Freud, Las pulsiones y sus destinos)
«Es muy posible que un más penetrante análisis de las restantes afecciones neuróticas (y ante todo de las
psiconeurosis narcisistas, o sea de las esquizofrenias),
nos imponga una modificación de esta fórmula y con ella, una distinta agrupación de los instintos primitivos. Mas, por ahora, no conocemos tal nueva fórmula ni hemos hallado ningún argumento desfavorable a la oposición de instintos del Yo e instintos sexuales.» (Freud, Las pulsiones y sus destinos)
«Dado que el estudio de la vida instintiva desde la consciencia presenta dificultades casi insuperables, ...» (Freud, Las pulsiones y sus destinos)
«Estas últimas cualidades les hacen aptos para funciones muy alejadas de sus primitivos actos finales (es decir, capaces de sublimación).
»De estos destinos, nos ha dado a conocer, la observación, los siguientes:
La transformación en lo contrario.
La orientación contra la propia persona.
La represión.
La sublimación.
»Por motivos que actúan en contra de una continuación directa de los instintos, podemos representarnos también sus destinos como modalidades de la defensa contra ellos.» (Freud, Las pulsiones y sus destinos)
Sorprendente que estas fuerzas de la naturaleza se presten a un uso diferente del programado; es decir, a la sublimación en actividades sociales o culturales que no son fuente de placer corporal.
¿Cómo es posible que un instinto fijado filogenéticamente por la evolución de la especie transforme su destino en lo contrario? ¿No iría este cambio en contra de la preservación del individuo y de la misma especie?
¿Cómo es posible que las defensas de un individuo puedan oponerse a la fuerza de un instinto?
«el masoquismo no es sino un sadismo dirigido contra el propio Yo» (Freud, Las pulsiones y sus destinos)
¿Cómo es que el instinto de conservación permite un mecanismo tan contrario a su fin como la tendencia destructiva del masoquismo?
«el masoquista comparte el goce activo de la agresión a su propia
persona»
¿Dónde queda el fin principal de la búsqueda de placer del instinto? El displacer es siempre rechazado.
«No parece existir un masoquismo primitivo» pero sí un sadismo primitivo de cuyo origen nada es dicho. Nos parece incompatible este sadismo primitivo con la búsqueda de placer como principio fundamental de la vida orgánica.
«que también
las sensaciones dolorosas, como en general todas las displacientes
se extienden a la excitación sexual y originan un estado placiente,
que lleva al sujeto a aceptar de buen grado el displacer del dolor.»
¿Cómo se explica esto? Dolor, placer y excitación sexual enlazados.
«El instinto de contemplación es, en efecto, autoerótico, al principio de su actividad; posee un objeto, pero lo encuentra en el propio cuerpo. Sólo más tarde es llevado (por el camino de la comparación) a cambiar este objeto por uno análogo del cuerpo ajeno.» (Freud, Las pulsiones y sus destinos)
¿Si ya encuentra satisfacción en el cuerpo propio por qué se daría el trabajo de buscar un cuerpo externo, que además puede en cualquier momento perder, para conseguir un placer semejante?
«El hecho de que en tal época ulterior del desarrollo se observe, junto a cada movimiento instintivo, su contrario (pasivo), merece ser expresamente acentuado con el nombre de «ambivalencia», acertadamente introducido por Bleuler.
La subsistencia de las fases intermedias y el examen histórico de la evolución del instinto nos han aproximado a la inteligencia de esta evolución. La amplitud de la ambivalencia varía mucho, según hemos podido comprobar, en los distintos individuos, grupos humanos o razas. Los casos de amplia ambivalencia en individuos contemporáneos, pueden ser interpretados como casos de herencia arcaica, pues todo nos lleva a suponer, que la participación de los movimientos instintivos no modificados, en la vida instintiva, fué en épocas primitivas, mucho mayor que hoy.» (Freud, Las pulsiones y sus destinos)
¿Ambivalencia de los instintos en la herencia arcaica?
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Freud
La ausencia de subjetividad en la Teoría del Narcisismo darwiniano
miércoles, diciembre 17, 2014El narcisismo puede ser tomado como una auténtica perversión que abarca toda la vida sexual del sujeto. O puede ser tomado como la realización del objetivo de la especie en su ciego empuje hacia la conservación. Parecen estas dos perspectivas contrapuestas e irreconciliables. Intentaremos despejar hasta qué punto esto es cierto. Nuestro objetivo será plasmar en una breve reseña sobre el narcisismo, su origen y los presupuestos que lo sostuvieron en el siglo veinte bajo la subyacente y silenciosa influencia que la teoría de la evolución de las especies produjo en algunas teorías psicológicas construidas en dicho siglo.
Este artículo tomará la forma de simples notas sin pretensión alguna de orden teórico. Desde la ignorancia de un profano en la materia se me permitirá estas absurdas notas.
«Determinadas dificultades del análisis de sujeto neuróticos nos habían impuesto ya esta sospecha, pues una de las condiciones que parecían limitar eventualmente la acción psicoanalítica era precisamente tal conducta narcisista del enfermo. En este sentido, el narcisismo no sería ya una perversión sino el complemento libidinoso del egoísmo del instinto de conservación; egoísmo que atribuimos justificadamente, en cierta medida a todo ser vivo.» Freud, Introducción al Narcisismo.
Desde esta perspectiva («el narcisismo no sería ya una perversión sino el complemento libidinoso del egoísmo del instinto de conservación»), el sujeto en tanto subjetividad individual estaría totalmente excluido en cuanto al narcisismo se refiere.
«También el histérico o el neurótico obsesivo pierden su relación con la realidad, y, sin embargo, el análisis nos demuestra que no han roto su relación erótica con las personas y las cosas. La conservan en su fantasía; esto es, han sustituido los objetos reales por otros imaginarios, o los han mezclado con ellos, y, por otro lado, han renunciado a realizar los actos motores necesarios para la consecución de sus fines en tales objetos.» Freud, Introducción al Narcisismo.
«han renunciado a realizar los actos motores» Como si solo el acto motor corporal fuese la única forma de relacionarse con la realidad.
Se admite al mismo tiempo, sin embargo, que el neurótico satisface su libido en la fantasía que elabora de la realidad. Fragante contradicción entre la satisfacción por el acto motor y la satisfacción por la fantasía. Podríamos suponer igualmente que el psicótico satisface su libido en la elaboración de su discurso delirante y en la relación que mantiene con el mundo a través de este.
«La vida anímica infantil y primitiva muestra, en efecto, ciertos rasgos que si se presentaran aislados habrían de ser atribuidos a la megalomanía: una hiperestimación del poder de sus deseos y sus actos mentales la «omnipotencia de las ideas» una fe en la fuerza mágica de las palabras y una técnica contra el mundo exterior: la «magia», que se nos muestra como una aplicación consecuente de tales premisas megalómanas.» Freud, Introducción al Narcisismo
«una fe en la fuerza mágica de las palabras» ¡Vaya, vaya! Saquen sus propias conclusiones. No entraré aquí en este debate porque esto sería otra historia. Sigamos pues con el narcisismo y su relación con la realidad.
«advertimos, (...) la existencia de una oposición entre la libido del yo y la libido objetal. Cuando mayor es la primera, tanto más pobre es la segunda. La libido objetal nos parece alcanzar su máximo desarrollo en el amor, el cual se nos presenta como una disolución de la propia personalidad en favor de la carga de objeto, y tiene su antítesis en la fantasía paranoica (o auto percepción)» Freud, Introducción al Narcisismo
Libido del yo. ¿Pero la libido no provenía del cuerpo y de sus cargas instintivas? ¿Pueden existir instintos del yo? ¿O la palabra instinto, en este caso, significa otra cosa?
Si el individuo está al servicio ciego de la especie ¿cómo podría el débil yo oponerse a la fuerza de los instintos? ¿Podría el aparato discursivo que es el yo oponerse a la fuerza instintiva de la especie? Y si el yo tiene como función principal relacionarse con la realidad externa ¿cómo se explica que haya «oposición entre la libido del yo y la libido objetal»?
«Cuando mayor es la primera, tanto más pobre es la segunda.» ¿Se insinúa aquí que la libido del yo se basa en el narcisismo, que este se opone a la investidura libidinal de los objetos externos, que cuando el narcisismo domina no puede satisfacerse en el objeto externo?
«La libido objetal nos parece alcanzar su máximo desarrollo en el amor, el cual se nos presenta como una disolución de la propia personalidad en favor de la carga de objeto» ¿Realmente la personalidad se diluye en el amor hacia el otro o por el contrario esta es la situación donde el narcisismo más se satisface reforzando, por el valor atribuido por el otro, el narcisismo propio? Es también el caso del paranoico quien satisface su narcisismo con el reconocimiento por parte del otro de la valía de su discurso delirante.
«Qué relación puede existir entre el narcisismo, (...) y el autoerotismo...»
«Segunda: si atribuimos al yo una carga primaria de libido, ¿para qué precisamos diferenciar una libido sexual de una energía no sexual de los instintos del yo?» Si el yo no se mueve por una energía sexual ¿qué interés lo mueve?
«¿La hipótesis básica de una energía psíquica unitaria no nos ahorraría acaso todas las dificultades que presenta la diferenciación entre energía de los instintos del yo y libido del yo, libido del yo y libido objetal?» Freud, Introducción al Narcisismo
«los instintos autoeróticos son primordiales.» Si estos instintos narcisistas autoeróticos son primordiales, es decir que son el fundamento del funcionamiento de la mente, ¿cómo es que no dominarían todos los aspectos del aparato psíquico con su energía?
«Para constituir el narcisismo ha de venir a agregarse al autoerotismo.» Si «los instintos autoeróticos son primordiales» ¿cómo es necesario que «Para constituir el narcisismo ha de venir a agregarse al autoerotismo algún otro elemento.»?
«Desde luego, representaciones tales como la de una libido del yo, una energía de los instintos del yo, etc., no son ni muy claras ni muy ricas en contenido.?» Freud, Introducción al Narcisismo
«La división de la libido es una libido propia del yo y otra que inviste los objetos es la prolongación inevitable de una primera hipótesis que dividió los instintos en instintos del yo e instintos sexuales. Esta primera división me fue impuesta por el análisis de las neurosis puras de transferencia (histeria y neurosis obsesiva), y sólo sé que todas las demás tentativas de explicar por otros medios estos fenómenos han fracasado rotundamente.» (Freud, Introducción al Narcisismo) ¿Sería posible explicar este callejón sin salida desde otra óptica? ¿Por qué en este planteamiento no se tiene en cuenta la libido no yoica?
«Ante la falta de toda teoría de los instintos, cualquiera que fuese su orientación, es lícito, e incluso obligado, llevar consecuentemente adelante cualquier hipótesis, hasta comprobar su acierto o su error.
En favor de la hipótesis de una diferenciación primitiva de instintos sexuales e instintos del yo testimonian diversas circunstancias, además de su utilidad en el análisis de las neurosis de transferencia.
Concedemos, desde luego, que este testimonio no podría considerarse definitivo por sí sólo, pues pudiera tratarse de una energía psíquica indiferente, que sólo se convirtiera en libido en el momento de investir el objeto.
Pero nuestra diferenciación corresponde, en primer lugar, a la división corriente de los instintos en dos categorías fundamentales: hambre y amor. [Nota: Aquí el amor, hace referencia, sin duda alguna, a la sexualidad en el sentido de la reproducción de la especie.]
En segundo lugar, se apoya en determinadas circunstancias biológicas.
El individuo vive realmente una doble existencia, como fin en sí mismo y como eslabón de un encadenamiento al cual sirve independientemente de su voluntad, si no contra ella.
Considera la sexualidad como uno de sus fines propios, mientras que, desde otro punto de vista, se advierte claramente que él mismo no es sino un agregado a su plasma germinativo, a cuyo servicio pone sus fuerzas, a cambio de una prima de placer, que no es sino el substrato mortal de una sustancia inmortal quizá.
La separación establecida entre los instintos sexuales y los instintos del yo no haría más que reflejar esta doble función del individuo.
En tercer lugar, habremos de recordar que todas nuestras ideas provisorias psicológicas habrán de ser adscritas alguna vez a substratos orgánicos, y encontraremos entonces verosímil que sean materias y procesos químicos especiales los que ejerzan la acción de la sexualidad y faciliten la continuación de la vida individual en la de la especie. Por nuestra parte, atendemos también a esta probabilidad, aunque sustituyendo las materias químicas especiales por energías psíquicas especiales.» (Freud, Introducción al Narcisismo) Si la teoría es solo una elaboración provisional, solo válida, hasta que la ciencia biológica encuentre los «substratos orgánicos» de la sexualidad humana y de la libido, ¿cómo integraríamos estos substratos en la terapéutica de las enfermedades mentales?
«En favor de la hipótesis de una diferenciación primitiva de instintos sexuales e instintos del yo testimonian diversas circunstancias, además de su utilidad en el análisis de las neurosis de transferencia.» La utilidad para explicar la neurosis no debería determinar el carácter de la teoría de los instintos y dejar fuera de ella, es decir, sin explicar, a tantos fenómenos cruciales, extendidos, y de suma importancia, como las psicosis, el autismo, el Síndrome de Asperger, los psicópatas, etc, etc.
«pudiera tratarse de una energía psíquica indiferente, que sólo se convirtiera en libido en el momento de investir el objeto.» Esta idea resulta ser sumamente atrayente: una «energía indiferente», (¿indiferenciada?), convertida, en el momento de la investidura, en diferentes tipos de libido según el ámbito en el que se ejecute.
«La separación establecida entre los instintos sexuales y los instintos del yo no haría más que reflejar esta doble función del individuo.» Los instintos sexuales estarían al servicio de la especie [Nota: ¿Esclusivamente?] mientras que los instintos del yo buscarían la satisfacción del individuo, considerado aquí como «un agregado a su plasma germinativo» «a cuyo servicio pone sus fuerzas» sin saberlo.
«Precisamente porque siempre procuro mantener apartado de la Psicología todo pensamiento de otro orden, incluso el biológico, he de confesar ahora que la hipótesis de separar los instintos del yo de los instintos sexuales, o sea la teoría de la libido,
no tiene sino una mínima base psicológica
y se apoya más bien en fundamento biológico.
[Nota: ¿En qué quedamos?
1) Se aparta la biología: «siempre procuro mantener apartado de la Psicología todo pensamiento de otro orden, incluso el biológico»;
2) Para afirmar en la frase siguiente que: «la teoría de la libido,
no tiene sino una mínima base psicológica
y se apoya más bien en fundamento biológico.»
Así, pues, para no pecar de inconsciente,
habré de estar dispuesto a abandonar esta hipótesis
en cuanto nuestra labor psicoanalítica nos suministre otra más aceptable sobre los instintos.
Pero hasta ahora no lo ha hecho. Puede ser también que la energía sexual, la libido, no sea, allá en el fondo, más que un producto diferencial de la energía general de la psique.» Freud, Introducción al Narcisismo
«El estudio directo del narcisismo tropieza aún con dificultades insuperables.
El mejor acceso indirecto continúa siendo el análisis de las parafrenias. (...) Tales caminos son la observación de la enfermedad orgánica, de la hipocondría y de la vida erótica de los sexos.»
«el sueño significa también una retracción narcisista de las posiciones de la libido a la propia persona...» Si el inconsciente está siempre funcionando, está forzosamente siempre satisfaciéndose más allá del sueño.
«El hipocondríaco retrae su interés y su libido con especial claridad esta última -de los objetos del mundo exterior y los concentra ambos sobre el órgano que le preocupa.» El hipocondríaco es un claro ejemplo de cómo funciona el narcisismo. El sujeto se satisface ocupándose intensamente de su cuerpo. Esto aporta una satisfacción inconsciente aunque el yo sufra de temor. Aquí apreciamos el inconsciente y el yo funcionando por separado, cada cuál buscando sus intereses. Nunca se deben mezclar estas dos instancias; pues ambas se desconocen entre ellas rotundamente. Lo que es bueno para el inconsciente no lo es para las ideas que el yo se hace de sí mismo, que, dicho sea de paso, siempre es una visión buena tanto para el yo como para las personas con las que se relaciona.
«Además, una vez familiarizados con la idea de enlazar el mecanismo de la adquisición de la enfermedad y de la producción de síntomas en las neurosis de transferencia -el paso de la introversión a la regresión-, a un estancamiento de la libido objetal, podemos aproximarnos también a la de un estancamiento de la libido del yo y relacionarlo con los fenómenos de la hipocondría y la parafrenia.» (Freud, Introducción al Narcisismo)
¿Cómo es posible que la libido, siendo la fuerza motora del organismo, (algo así como el principio vital de la vida y de todos sus procesos), se estanque? ¿Es esto una hipótesis más, conveniente para explicar la no satisfacción sexual presente en las neurosis como resultado del supuesto conflicto moral entre el superyo y los deseos inconscientes?
Teoría del estancamiento de la libido: «Naturalmente nuestro deseo de saber nos planteará la interrogación de por qué tal estancamiento de la libido en el yo ha de ser sentido como displacentero. De momento quisiera limitarme a indicar que el displacer es la expresión de un incremento de la tensión, siendo, por tanto, una cantidad del suceder material la que aquí, como en otros lados, se transforma en la cualidad psíquica del displacer. El desarrollo de displacer no dependerá, sin embargo, de la magnitud absoluta de aquel proceso material, sino más bien de cierta función específica de esa magnitud absoluta. Desde este punto, podemos ya aproximarnos a la cuestión de por qué la vida anímica se ve forzada a traspasar las fronteras del narcisismo e investir de libido objetos exteriores. La respuesta deducida de la ruta mental que venimos siguiendo sería la de que dicha necesidad surge cuando la carga libidinosa del yo sobrepasa cierta medida.» (Freud, Introducción al Narcisismo) Me parece sorprendente que la libido que es una energía sexual esté estancada en el yo («estancamiento de la libido en el yo»); cuando el yo es un estamento discursivo, es decir, pensamientos sobre las cosas.
Dice al mismo tiempo «que el displacer es la expresión de un incremento de la tensión, siendo, por tanto, una cantidad del suceder material». Si ocurre a nivel de la materia corporal en cuanto exceso de energía, es decir, «incremento de la tensión» de energía, esto solo puede ocurrir y bloquearse o estancarse en el cuerpo propio, aunque sea vivida por el yo como displacer; no podría nunca estancarse como energía en el yo que es una instancia de pensamiento. El yo podría sentir displacer ante la supuesta ausencia de descarga, pero solo eso. Tenemos aquí la teoría de las descargas fisiológicas según la cuál todo mecanismo fisiológico implica descargas de energía en su adecuado funcionamiento.
«A nuestro aparato psíquico lo hemos reconocido como una instancia a la que le está encomendado el vencimiento de aquellas excitaciones que habrían de engendrar displacer o actuar de un modo patógeno. La elaboración psíquica desarrolla extraordinarios rendimientos en cuanto a la derivación interna de excitaciones no susceptibles de una inmediata descarga exterior o cuya descarga exterior inmediata no resulta deseable. Mas para esta elaboración interna es indiferente, en un principio, actuar sobre objetos reales o imaginarios. La diferencia surge después, cuando la orientación de la libido hacia los objetos irreales (introversión) llega a provocar un estancamiento de la libido. La megalomanía permite en las parafrenias una análoga elaboración interna de la libido retraída al yo, y quizá sólo cuando esta elaboración fracasa es cuando se hace patógeno el estancamiento de la libido en el yo y provoca el proceso de curación que se nos impone como enfermedad.» (Freud, Introducción al Narcisismo)
« Mas para esta elaboración interna es indiferente, en un principio,
actuar sobre objetos reales o imaginarios.» ¿Si la satisfacción de la libido puede tener lugar sobre objetos imaginarios, y el inconsciente no distingue los objetos imaginarios de los reales, (recuérdese la satisfacción alucinatoria del sueño), ¿por qué la satisfacción imaginaria produciría «estancamiento de la libido»? Esto es planteado de esta forma porque seguramente se encuentra detrás un prejuicio según el cuál la forma natural de satisfacción pase por el uso del objeto real material. Si así fuere se estaría rebajando la complejidad mental del ser humano al funcionamiento material de las cosas.
«La megalomanía permite en las parafrenias una análoga elaboración interna de la libido retraída al yo, y quizá sólo cuando esta elaboración fracasa es cuando se hace patógeno el estancamiento de la libido en el yo.» ¿Una «elaboración interna de la libido»? ¿Hace referencia a elaboración de pensamiento o la libido puede ser elaborada por el yo de otra forma? ¿Qué significa que una elaboración de pensamiento al fracasar se transforme en patógena? ¿Y que un fracaso del pensamiento estanque la energía libidinal material del cuerpo? Creo que la materia del cuerpo funciona con sus propios mecanismos muy diferentes a los mecanismos del pensamiento.
«provoca el proceso de curación que se nos impone como enfermedad.»
El delirio como elaboración mental del estancamiento es un pensamiento sobre la supuesto estancamiento de la libido, en ningún caso el intento de curación de la enfermedad mental; pues esto supondría que la enfermedad mental podría curarse pensando.
«Como la parafrenia trae consigo muchas veces -tal vez la mayoría- un desligamiento sólo parcial de la libido de sus objetos, podrían distinguirse al -su
cuadro tres grupos de fenómenos:
1º. Los que quedan en un estado de normalidad o de neurosis (fenómenos residuales);
2º. Los del proceso patológico (el desligamiento de la libido de sus objetos, la megalomanía, la perturbación afectiva, la hipocondría y todo tipo de regresión), y
3º. Los de la restitución, que ligan nuevamente la libido a los objetos,
bien a la manera de una histeria (demencia precoz o parafrenia propiamente dicha),
bien a la de una neurosis obsesiva (paranoia).
Esta nueva carga de libido sucede desde un nivel diferente y bajo distintas condiciones que la primaria.» (Freud, Introducción al Narcisismo)
Pregunta: ¿Por qué hay dos grupos que ligan de nuevo de forma semejante la libido a los objetos?
¿Por qué tanto el obsesivo como el paranoico elaboran discursos? ¿Y el otro grupo qué elabora, acaso no piensan? El primer grupo elabora discursos sobre ideas y los segundos sobre el cuerpo propio. Pero ambos trabajan sobre una convicción, unos sobre el funcionamiento de una idea u hecho que va a ocurrir, y los otros sobre la convicción de que el cuerpo es y funciona de una forma determinada.
«... (los perversos y los homosexuales), no eligen su ulterior objeto erótico conforme a la imagen de la madre, sino conforme a la de su propia persona. Demuestran buscarse a sí mismos como objeto erótico, realizando así su elección de objeto conforme a un tipo que podemos llamar `narcisista'. En esta observación ha de verse el motivo principal que nos ha movido a adoptar la hipótesis del narcisismo.» (Freud, Introducción al Narcisismo)
«Decimos, por tanto, que el individuo tiene dos objetos sexuales primitivos: él mismo y la mujer nutriz, y presuponemos así el narcisismo primario de todo ser humano.»
¿Y si solo se tuviese a sí mismo como objeto sexual primitivo y su narcisismo primario se satisficiese solo en él mismo?
«En este tipo de mujer parece surgir, con la pubertad y por el desarrollo de los órganos sexuales femeninos, latentes hasta entonces,
una intensificación del narcisismo primitivo,
que resulta desfavorable a la estructuración de un amor objetal regular y acompañado de hiperestimación sexual.
Sobre todo en las mujeres bellas nace una complacencia de la sujeto por sí misma que la compensa de las restricciones impuestas por la sociedad a su elección de objeto.
Tales mujeres sólo se aman, en realidad, a sí mismas
y con la misma intensidad con que el hombre las ama.
No necesitan amar, sino ser amadas,
y aceptan al hombre que llena esta condición. La importancia de este tipo de mujeres para la vida erótica de los hombres es muy elevada, pues ejercen máximo atractivo sobre ellos, y no sólo por motivos estéticos, pues por lo general son las más bellas, sino también a consecuencia de interesantísimas constelaciones psicológicas.» (Freud, Introducción al Narcisismo)
«No necesitan amar, sino ser amadas» ¿No sería la mujer la prueba de que el narcisismo primario constituye la base de la personalidad y el modo de funcionamiento normal? ¿Por qué la mujer estaría en esta posición narcisista y el hombre no?
«sé muy bien que estas variantes corresponden
a la diferenciación de funciones en un todo biológico
extraordinariamente complicado. Pero, además, estoy dispuesto a reconocer que existen muchas mujeres que aman conforme al tipo masculino y desarrollan también la hiperestimación sexual correspondiente.»
«En el hijo al que dan la vida se les presenta una parte de su propio cuerpo como un objeto exterior, al que pueden consagrar un pleno amor objetal,
sin abandonar por ello su narcisismo.»
«El amor parental, tan conmovedor y tan infantil en el fondo, no es más que una resurrección del narcisismo de los padres...»
«Para mí resulta completamente imposible
fundar la génesis de la neurosis sobre la estrecha base del complejo de castración...» (Freud, Introducción al Narcisismo)
Origen de la represión. «Hemos descubierto que las tendencias instintivas libidinosas sucumben a una represión patógena cuando
entran en conflicto con las representaciones éticas y culturales del
individuo. [Nota: ¿Por qué «las representaciones éticas y culturales» iban a tener más fuerza que los instintos, la libido y la sexualidad?]
No queremos en ningún caso significar que el sujeto tenga un mero conocimiento intelectual de la existencia de tales ideas sino que
reconoce en ellas una norma y se somete a sus exigencias. [Nota: ¿No puede ser que el sujeto finca someterse a las normas para sacar ventaja de ello?]
Hemos dicho que la represión parte del yo,
pero aún podemos precisar más diciendo que
parte de la propia autoestimación del yo.
Aquellos mismos impulsos, sucesos, deseos e impresiones que un individuo determinado tolera en sí o, por lo menos, elabora conscientemente, son rechazados por otros con indignación o incluso ahogados antes que puedan llegar a la consciencia.» «Podemos decir que uno de estos sujetos
ha construido en sí un ideal, con el cual compara su yo actual,
mientras que el otro carece de semejante formación de ideal. La
formación de un ideal sería, por parte del yo, la condición de la represión.» (Freud, Introducción al Narcisismo)
«A este yo ideal se consagra el amor de sí mismo
[Nota: Es decir que detrás del Yo Ideal y del Ideal del Yo tenemos al narcisismo.]
de que en la niñez era objeto el yo real.
El narcisismo aparece desplazado sobre este nuevo yo ideal,
adornado, como el infantil, con todas las perfecciones. Como siempre en el terreno de la libido, el hombre se demuestra aquí, una vez más,
incapaz de renunciar a una satisfacción ya gozada alguna vez.
[Si es incapaz de renunciar a una satisfacción ¿por qué iba a renunciar al narcisismo?]
No quiere renunciar a la perfección de su niñez, y ya que no pudo mantenerla ante las enseñanzas recibidas durante su desarrollo y ante el despertar de su propio juicio, intenta conquistarla de nuevo bajo la forma del ideal del yo. Aquello que proyecta ante sí como su ideal es la sustitución del perdido narcisismo de su niñez, en el cual era él mismo su propio ideal.» (Freud, Introducción al Narcisismo)
«Examinemos ahora las relaciones de esta formación de un ideal con la sublimación.
La sublimación es un proceso que se relaciona con la libido objetal
y consiste en que el instinto se orienta sobre un fin diferente y muy alejado de la satisfacción sexual. [Nota: ¿Cómo es posible que el instinto se oriente hacia un objetivo tan poco natural?] Lo más importante de él es el apartamiento de lo sexual. [Nota: ¿Cómo es posible que el instinto sexual deje de serlo?]
La idealización es un proceso que tiene efecto en el objeto,
engrandeciéndolo y elevándolo psíquicamente, sin transformar su naturaleza. La idealización puede producirse tanto en el terreno de la
libido del yo como en el de la libido objetal.
Así, la hiperestimación sexual del objeto es una idealización del mismo. Por consiguiente, en cuanto
la sublimación describe algo que sucede con el instinto
y la idealización algo que sucede con el objeto,
se trata entonces de dos conceptos totalmente diferentes.»
«La formación de un ideal del yo es confundida erróneamente, a veces, con la sublimación de los instintos. El que un individuo haya
trocado su narcisismo por la veneración de un ideal del yo,
no implica que haya conseguido la sublimación de sus instintos libidinosos.
El ideal del yo exige por cierto esta sublimación, pero no puede imponerla.
La sublimación continúa siendo un proceso distinto, cuyo estímulo puede partir del ideal, pero cuya ejecución permanece totalmente independiente de tal estímulo.» (Freud, Introducción al Narcisismo)
« La producción de un ideal eleva, como ya hemos dicho, las exigencias del yo y
favorece más que nada la represión.
En cambio, la sublimación representa un medio de cumplir tales exigencias sin recurrir a la represión.»
«De este modo son atraídas a la formación
del ideal narcisista del yo
grandes magnitudes de libido esencialmente homosexual [Nota: ¿Y porque iban a ser homosexual?] y encuentran en la conservación del mismo una derivación y una satisfacción.»
«Una parte de la autoestima es primaria: el residuo del narcisismo infantil;
otra procede de la omnipotencia confirmada por la experiencia (del cumplimiento del ideal);
y una tercera, de la satisfacción de la libido objetal.»
(Freud, Introducción al Narcisismo)
«En aquellos casos en los que no ha llegado a desarrollarse tal ideal, la tendencia sexual de que se trate entra a formar parte de la personalidad del sujeto en forma de perversión.»
«El enamoramiento consiste en una afluencia de la libido del yo al objeto. Tiene el poder de levantar represiones y volver a instituir perversiones.»
Si la moral del superyo es tan fuerte ¿cómo es que el enamoramiento vuelve a «instituir perversiones»?
«El ideal sexual puede entrar en una interesante relación auxiliar con el ideal del yo.Cuando la satisfacción narcisista tropieza con obstáculos reales, puede ser utilizado el ideal sexual como satisfacción sustitutiva. Se ama entonces, conforme al tipo de la elección de objeto narcisista. Se ama a aquello que hemos sido y hemos dejado de ser o aquello que posee perfecciones de que carecemos. La fórmula correspondiente sería: es amado aquello que posee la perfección que le falta al yo para llegar al ideal. Este caso complementario entraña una importancia especial para el neurótico, en el cual ha quedado empobrecido el yo por las excesivas cargas de objeto e incapacitado para alcanzar su ideal. El sujeto intentará entonces retornar al narcisismo, eligiendo, conforme al tipo narcisista, un ideal sexual que posea las perfecciones que él no puede alcanzar. Esta sería la curación por el amor, que el sujeto prefiere, en general, a la analítica.»
La curación por amor remueve más profundamente los cimientos del sujeto que la curación por el análisis de sus pensamientos. Hay que señalar que ambas son temporales.
«la incapacidad de amar del enfermo, provocada por sus extensas represiones» ¿Pero no hemos quedado anteriormente que es el narcisismo el que impide amar?
«el enfermo se sustrae a la continuación del análisis para realizar una elección amorosa y encomendar y confiar a la vida en común con la persona amada el resto de la curación. Este desenlace podría parecernos satisfactorio si no trajese consigo, para el sujeto, una invalidante dependencia de la persona que le ha prestado su amoroso auxilio.»
Toda relación es relación de dependencia. ¿Por qué la dependencia amorosa sería peor que cualquier otra?
«Del ideal del yo parte un importante cambio para la comprensión de la psicología colectiva. Este ideal tiene, además de su parte individual, su parte social: es también el ideal común de una familia, de una clase o de una nación. Además de la libido narcisista, atrae a sí gran magnitud de la libido homosexual, que ha retornado al yo. La insatisfacción provocada por el incumplimiento de este ideal deja eventualmente en libertad un acopio de la libido homosexual, que se convierte en consciencia de culpa (angustia social). La consciencia de culpa fue, originariamente, miedo al castigo de los padres o, más exactamente, a perder el amor de los mismos. Más tarde, los padres quedan sustituidos por un indefinido número de compañeros. La frecuente causación de la paranoia por una mortificación del yo; esto es, por la frustración de satisfacción en el campo del ideal de yo, se nos hace así comprensible, e igualmente la coincidencia de la idealización y la sublimación en el ideal del yo como la involución de las sublimaciones y la eventual transformación de los ideales en trastornos parafrénicos.»
(Freud, Introducción al Narcisismo)
Vaya galimatías que ha hecho donde no ha aclarado los fundamentos y la complejidad del narcisismo.
Vayamos al índice de las obras completas y estudiemos cada uno de los pasajes donde el narcisismo es mencionado.
Carlos del Puente
Me voy a tatuar un revólver en la boca para prender fuego a este cuerpo o al tuyo o apagarlo. Querer a muchos en uno y en cada uno, o a ninguno suficientemente, que es lo mismo. Tú amas la mentira porque eres el que mejor miente. Y yo finjo que te creo. Y así estamos: corriendo detrás de las despedidas. Mentiroso. Fuiste mentiroso hasta en la primera palabra, hasta en la primera cita. Quedamos un sábado para extrañarnos el domingo. Mi portal tuvo la culpa: estaba abierto y no supe cerrarlo. Que yo tenga que dormir sola no me hace historia: me da historias que contarme como esta noche que estoy sola y me cuento. No se hacen ruidos con las manos vacías y las sábanas llenas de semen. Escribo porque no sé llorar sola y eso me consuela. Madrid es una guerra entre noche y noche, entre mis noches y las tuyas. No sé si poner cara de perfecta esta noche o ponerme un tanga. Te encuentro siempre demasiado pronto en mi vida o demasiados cargados de noche y copas. Pero me besas y eso es suficiente para hacernos promesas por esta noche. ¿Sabes? tengo la sensación de que eres perfecto, por lo menos por ahora. ¿O será que estamos demasiado cerca de la madrugada y ya no sabemos lo que decimos ni tememos perdernos? Por un lado quiero pasar la noche contigo; por otro ya no quiero que te vayas. Esperaré a ver si amanece y sigues ahí a mi lado. Este es nuestro cuento y nuestro simulacro de vida donde recompongo nuestro pasado o algo parecido. Esto es lo nuestro: no sé si nos queremos o si es solo sexo o es mala suerte de ser tan parecidos e imposibles. No quería esto para mí pero lo malo es que quiero que te quedes. Pero no te lo digo. No vine a Madrid a contarme; y aquí me ves en tus redes. No sé si lo sabes. Creo que no; estás demasiado seguro, seguro de macho. Lo veo. No sé recomponerme cuando me miras. Así: trastornada y no te das cuenta. Mejor: así no abusas. Y si lo haces que solo sea de mi cuerpo. Y cuando te vayas no sepas cómo me has dejado. Fingiré tomar el desayuno como si nada. Me dejarás como un objeto sobre la cama mientras cierras la puerta sin decir nada. Me hago la dormida, siempre lo hago; para no obligarte a decirme mentiras. Me quedo en este desastre que en mi cuarto has dejado. No pretendo arreglarlo, por lo menos hoy; tal vez esta noche cuando salga por los bares a buscarte. Te vas y crees dejarme contenta, satisfecha; y ni siquiera me preguntas cómo me llamo. Me dejas con este caprichoso incendio que has empezado; y te vas con ese aire de macarra como si nada. Quizás no es nada y yo me lo invento. Eres otro «pudo ser»; seguro que es eso.
Quiero estar sola para que te vayas de mi cabeza. Me visto, jeans de ayer y una camisa roja, como una tonta, como si la noche empezara de nuevo. ¡No! ¡No puede ser que esté pensando esto! Volver a salir como anoche, volver al mismo «hola», a las mismas caricias, a los mismos besos. Calla, cabeza loca. Otra vez empezarías la noche; otra vez el mismo sueño. Calla, y termina el desayuno. Estar sola es mi plato fuerte. No es mi plato preferido; pero es el más frecuente en el buffet libre de mi vida. Capullo. Ven y bájate la cremallera. Quiero volver a ver como caen tus pantalones. Como anoche cuando aparecieron por primera vez tus muslos y vi tu sexo y tu ombligo. No, esto no es un buen plan: volver a pensarte. Te voy a mandar a la mierda; y empiezo con otro. Ya no puedo huir. Me estás haciendo cola en la cabeza. Olvidarte es como un reto; y no siempre gano. Ya veré si esta vez soy tonta. ¿Eres de otro planeta? ¿Tú o yo? ¿O somos los dos? Y eso ha sido esta noche. No quiero hacerte sitio en mi cama para que después te vayas y fingir que no me importas. Esta mierda de corazón no me deja. No voy hacer de esto un drama. Quiero dejar ese sitio vacío por si vuelves. Hoy no salgo. Leeré algo. Si un día salgo de esta ciudad no volveré a Madrid. Esto es una mierda y aquí no hay mar. Por lo menos desde aquella montaña se veía el agua. Olvida. Olvídalo. No voy a volver a casa de mis padres. Aquello se acabó. Pero aquí no puedo quedarme. Ya veré.
Nunca nos hicimos fotos, ni vestidos ni desnudos. Ahora las quemaría; aunque después me arrepintiera. Nunca volveré a Madrid, ni a tu cuarto, ni a tu piso, ni a los paseos desnudos, ni al amor en el suelo, ni al sofá con pizza, ni a la mesa de tu cocina, ni a nuestro olor pegado por todas partes. No volveré a tu casa: irme me hace demasiado daño. No me gusta tu café, el café que haces, ni tus libros sin usar, ni tus periódicos deportivos. Eres un desastre por todos los rincones. Pero quiero tus manos, tu lengua, tu sexo. ¿Me vas a llamar? ¿Cuándo? Suelta el cel. ¿Estás loca? Imbécil: ¡querer llamarlo! ¿Qué crees que ibas a conseguir con eso? Tápate las heridas.
¿O quizás deberíamos prescribirnos más delitos como este? ¿O nos conformamos con esta versión de las cosas? No, no. No ha pasado nada. Solo una noche. Nos disfrutamos y punto.
El tren frente a la casa. La estación en la puerta. Yo contigo. He querido mirarte tan cerca. Tantos kilómetros y tan pocas calles. Es necesario no volver a andar este recorrido interminable. Así me alejo. Así me mato un rato. No pienses. Teoriza sus brazos y desaparece. Esos kilómetros son necesarios. Así no vuelve. Ese recorrido por su cuerpo me está matando.
Necesito morir un rato a ver si se me quita esta tontería. Es por eso que quiero que haga frío. Pienso en el calor de anoche sin sábanas. El tenía un silencio dulce sin humor. Me hacía el amor con una seriedad absoluta. Le llamé idiota; y él pensó que era porque me gustaba lo que me estaba haciendo. Le llamé idiota varias veces y él se empecinaba en darme placer. Me daba ganas de pegarle porque no se enteraba que lo que quería era hablarle. Y él dale que te pego, sin parar ni un instante. Tal vez era eso lo que me gustaba. Él sonaba en mi cuerpo como un instrumento. ¡La hostia: qué rico estaba! Eran las sirenas antiaéreas de mi cama. Sonaban a incendio, a fuego por todas partes. Me pregunta si llueve tras los cristales. Le digo que no importa, que siga, que no importa si diluvia fuera. Era dulce como un caramelo dentro de mi sexo. Pegajoso y caliente. Ligero como una playa. Sé que me desordena, que me quita lo cuerdo, que no dejo de ceder. Nunca, nunca, que no acabe nunca, nos diremos. Aquí no hay orgullo. Huele a café. Es fuerte como cuando amanece. Demasiado fuerte sobre mi cuerpo. Sé que viene como un desbordamiento. Viene y viene como una inmensa avalancha de terreno. Es todo tierra húmeda por la tormenta.
Puede que ahora sea tormenta de otra cama. Que amanezca en otro colchón, que esté haciendo café desnudo en otra cocina. Puede que ahora se levante despacio de noche para ir al cuarto de baño; y que el chorro de su orina suene fuerte en el fondo del agua. Se dibuja la sombra de su cuerpo en la oscuridad del cuarto frente a otro cuerpo desconocido. Juega a dibujar el placer en ella. Y ella sueña a que el mundo comienza. Puede que yo esté en su mente. Que su sexo se levante para mi sexo. Que se sexo se equivoca. Que me desea y no a esa loca. Por eso lo espero aquí y ahora como un dibujo plano sobre mi cama.
Puede que juegue a ser marinero de muchos puertos; y yo marinera de cada barco. Y él vela inmensa. Y yo, ola. Puede que grite el agua, fluya el viento, crujan las tablas. Él incendia las casas por donde pasa. Yo hundo a pique cada barco. Porque no quiero ancla, ni peso, ni trabas. Puede que tome café en tazas de barro con muñequitos de colores, amarillos y verdes. Y que suenen sus dientes al tomarlo. Él busca mundos mejores, desconocidos. Yo lo busco en todos aquellos bares. Puede que esto suene a gritos, y que los vecinos se alarmen, o se corran con sus mujeres. Pero ahora seamos, seamos algún día. Espero que vuelvas o que me llames. Puede que él juegue a quitarle el ahogo a esas bocas mientras la mía seca se asfixia. En mejores mundos nos habremos visto; pero no en este. Este es nuestro: aquí somos dos: dos enteros, indivisos.
Ya lo añoro, y mi carmín. Voy al cuarto de baño y me miro la boca delante del espejo. Veo tus marcas sobre mi boca. Me arranco algún recuerdo para acercarme a ti más desnuda. Voy recorriendo con la mirada los lugares donde estuviste. Los toco para sentir tus manos. Te hago inmortal como una sombra. Eres mío pegado a mi cuerpo. Me rompiste el tanga y gritaste mudo frente a mi sexo. Me rompiste la sequedad de mi sexo. Abriste todos los botones cerrados. Fue un segundo y fue eterno. El amor existe: esa es la prueba.
Arreglamos todos los destrozos dejados. También recuerdo eso. Recuerdo que fuimos felices. ¡Idiota! Que fuimos jugando a ver quien perdía, a ver quien se cansaba antes, por si nos faltaba el aliento. Entonces me cogías la boca con la mano alrededor de mis mejillas y plantabas las rápidas raíces de tus labios.
Nuestros móviles vibraban sobre la mesa. Tú me mirabas como si no comprendieras esas llamadas. Yo sonreía haciéndome la tonta.
Aquí me tienes como me dejaste: inservible para otras manos, rota y hecha, llena y avara, con tu historia: esa que quiero hacer mía. No tengo intención de forzarte. No pienso perseguirte como una absurda. No pienso contarte que fuiste bala. Ni contar en tu presencia los agujeros. Pero no seas tonto y ven. Ven. Insiste. Quédate sin compromiso. Te doy permiso. Déjame contagiarme. Tómame con nostalgia. Atrápame como un imposible. Te tengo prohibido pero ven.
Qué bonito será ser nada pero juntos. Perdernos en nuestro duelo. Ser tu sabor preferido. Pero juntos aunque no te quedas. Eres demasiado en exceso. Yo demasiada mujer. No me prometas otra vida que no sea la tuya. No calcules el olvido. No hables del reloj. Déjame quererte. No te vayas como el que se va siempre. Ensánchame. No me entiendas y saca la bola de la suerte, en este lugar exacto. No hay más agua que esta. Llevas toda la vida secando pozos. No seas malo: quédate y no cuentes. Amas demasiado tus ojos. ¿Nadie te lo ha dicho? No pienses en las consecuencias: yo no me enamoro; no temas: no voy a retenerte. Antes me inmolo por miedo a perderte. Me destruyó si no somos nosotros. Estoy viva de miedo. Me muero por que seas mi gato, por hacer para ti mi cama, por sentirme incapacitada y tonta. Me muero por ser tu inspiración y esas cosas. Sin hacerme la dormida, te espero. Yo no lloro; esas son otras. Si no te amo me siento confundida.
Carlos del Puente
«Perdió la conciencia de las cosas y se sintió profundamente asombrado de verse en la calle sin poder recordar cómo había salido. Ya era de noche. Las sombras se espesaban y la luna resplandecía con intensidad creciente, pero la atmósfera era asfixiante. Las calles estaban repletas de gente. Se percibía un olor a cal, a polvo, a agua estancada.
Raskolnikof avanzaba, triste y preocupado. Sabía perfectamente que había salido de casa con un propósito determinado, que tenía que hacer algo urgente, pero no se acordaba de qué. De pronto se detuvo y miró a un hombre que desde la otra acera le llamaba con la mano.
Atravesó la calle para reunirse con él, pero el desconocido dio media vuelta y se alejó, con la cabeza baja, sin volverse, como si no le hubiera llamado.
«A lo mejor, me ha parecido que me llamaba y no ha sido así», se dijo Raskolnikof. Pero juzgó que debía alcanzarle. Cuando estaba a una decena de pasos de él lo reconoció súbitamente y se estremeció . Era el desconocido de poco antes, vestido con las mismas ropas y con su espalda encorvada.
Raskolnikof lo siguió de lejos. El corazón le latía con violencia. Entraron en un callejón. El desconocido no se volvía. «¿Sabrá que le sigo?», se preguntó Rodia. El hombre encorvado entró por la puerta principal de un gran edificio. Raskolnikof se acercó a él y le miró con la esperanza de que se volviera y le llamase. En efecto, cuando el desconocido estuvo en el patio, se volvió y pareció indicarle que se acercara. Raskolnikof se apresuró a franquear el portal, pero cuando llegó al patio ya no vio a nadie. Por lo tanto, el hombre de la hopalanda había tomado la primera escalera.
Raskolnikof corrió tras él. Efectivamente, se oían pasos lentos y regulares a la altura del segundo piso. Aquella escalera, cosa extraña, no era desconocida para Raskolnikof. Allí estaba la ventana del rellano del primer piso. Un rayo de luna misteriosa y triste se filtraba por los cristales. Y llegó al segundo piso.
«¡Pero si es aquí donde trabajaban los pintores!» ¿Cómo no habría reconocido antes la casa...? El ruido de los pasos del hombre que le precedía se extinguió. «Por lo tanto, se ha detenido. Tal vez se haya ocultado en alguna parte... He aquí el tercer piso. ¿Debo seguir subiendo o no?»
El ruido de sus propios pasos le daba miedo.
«¡Señor, qué oscuridad! El desconocido debe de estar oculto por aquí, en algún rincón... ¡Toma! La puerta que da al rellano está abierta de par en par.»
Tras reflexionar un momento, entró . El vestíbulo estaba oscuro y vacío como una habitación desvalijada. Pasó a la sala lentamente, andando de puntillas. Toda ella estaba iluminada por una luna radiante. Nada había cambiado: allí estaban las sillas, el espejo, el sofá amarillo, los cuadros con sus marcos. Por la ventana se veía la luna, redonda y enorme, de un rojo cobrizo.
«Es la luna la que crea el silencio -pensó Raskolnikof, la luna, que se ocupa en descifrar enigmas.»
Estaba inmóvil, esperando. A medida que iba aumentando el silencio
nocturno, los latidos de su corazón eran más violentos y dolorosos. ¡Qué calma tan profunda...! De pronto se oyó un seco crujido, semejante al que produce una astilla de madera al quebrarse. Después todo volvió a quedar en silencio.
Una mosca se despertó y se precipitó contra los cristales, dejando oír su bordoneo quejumbroso.
En este momento, Raskolnikof descubrió en un rincón, entre la cómoda y la ventana, una capa colgada en la pared.
«¿Qué hace esa capa aquí? -pensó-. Entonces no estaba.»
Apartó la capa con cuidado y vio una silla, y en la silla, sentada en el borde y con el cuerpo doblado hacia delante, una vieja. Tenía la cabeza tan baja, que Raskolnikof no podía verle la cara. Pero no le cupo duda de que era ella... Permaneció un momento inmóvil.
«Tiene miedo», pensó mientras desprendía poco a poco el hacha del nudo corredizo. Después descargó un hachazo en la nuca de la vieja, y otro en seguida.
Pero, cosa extraña, ella no hizo el menor movimiento: se habría dicho que era de madera. Sintió miedo y se inclinó hacia delante para examinarla, pero ella bajó la cabeza más todavía. Entonces él se inclinó hasta tocar el suelo con su cabeza y la miró de abajo arriba.
Lo que vio le llenó de espanto: la vieja reventaba de risa, de una risa silenciosa que trataba de ahogar, haciendo todos los esfuerzos imaginables.
De súbito le pareció que la puerta del dormitorio estaba entreabierta y que alguien se reía allí también. Creyó oír un cuchicheo y se enfureció.
Empezó a golpear la cabeza de la vieja con todas sus fuerzas, pero a cada hachazo redoblaban las risas y los cuchicheos en la habitación vecina, y lo mismo podía decirse de la vieja, cuya risa había cobrado una violencia convulsiva.
Raskolnikof intentó huir, pero el vestíbulo estaba lleno de gente. La puerta que daba a la escalera estaba abierta de par en par, y por ella pudo ver que también el rellano y los escalones estaban llenos de curiosos.
Con las cabezas juntas, todos miraban, tratando de disimular.
Todos esperaban en silencio. Se le oprimió el corazón. Las piernas se negaban a obedecerle; le parecía tener los pies clavados en el suelo... Intentó gritar y se despertó. Tenía que hacer grandes esfuerzos para respirar, y aunque estaba bien despierto le parecía que su sueño continuaba. La causa de ello era que, en pie en el umbral de la habitación, cuya puerta estaba abierta de par en par, un hombre al que no había visto jamás le contemplaba atentamente. Raskolnikof, que no había abierto los ojos del todo, se apresuró a volver a cerrarlos. Estaba echado boca arriba y no hizo el menor movimiento.
«¿Sigo soñando o ya estoy despierto?», se preguntó.
Y levantó los párpados casi imperceptiblemente para mirar al desconocido. Éste seguía en el umbral, observándole con la misma atención. De pronto entró cautelosamente en el aposento, cerró la puerta tras él con todo cuidado, se acercó a la mesa, estuvo allí un minuto sin apartar los ojos del joven y, sin hacer el menor ruido, se sentó en una silla, cerca del diván. Dejó su sombrero en el suelo, apoyó las manos sobre el puño del bastón y puso la barbilla sobre las manos. Era evidente que se preparaba para una larga espera.
Raskolnikof le dirigió una mirada furtiva y pudo ver que el desconocido no era ya joven, pero sí de complexión robusta, y que llevaba barba, una barba espesa, rubia, que empezaba a blanquear. Estuvieron así diez minutos. Había aún alguna claridad, pero el día tocaba a su fin. En la habitación reinaba el más profundo silencio. De la escalera no llegaba el menor ruido. Sólo se oía un moscardón que se había lanzado contra los cristales y que volaba junto a ellos, zumbando y golpeándolos obstinadamente. Al fin, este silencio se hizo insoportable. Raskolnikof se incorporó y quedó sentado en el diván.
-Bueno, ¿qué desea usted?
-Ya sabia yo que usted no estaba dormido de veras, sino que lo fingía -respondió el desconocido, sonriendo tranquilamente-.
Permítame que me presente. Soy Arcadio Ivanovitch Svidrigailof...»
Dostoievski, Crimen y Castigo
« Zone , op. cit., passim. «L’organisation du texte multiplie l’évocation de lieux divers associés au souvenir, maintenant l’ambiguïté de la référence temporelle en gardant l’utilisation du présent.»
«Cette poésie de notations, mêlant dans l’instant présent et l’errance parmi la multitude de la foule différents lieux associés à des images-souvenirs, rejoint une
forme de simultanéisme – celle des moments vécus dans le flux continu de la mémoire : succession, dans l’instant, d’états d’âme divers et de souvenirs, d’images associées à des lieux hétérogènes – l’expression d’une simultanéité subjective, lyrique,
annonçant les expérimentations liées à la spatialisation matérielle du texte des années 1913-1914, et à une forme, cette fois-ci, de simultanéité objective. Cette problématique de la simultanéité, dans le courant de l’année 1912, se formalise avant tout à travers la question de la représentation de l’espace,
le développement de la poly-perspective dans la peinture cubiste,
une diffraction de l’espace dans la simultanéité de la vision,
et apparaît sous la notion de « quatrième dimension». Le concept, marqué par la théorie de la relativité d’Einstein (1905) et la géométrie non-euclidienne développée par Poincaré (1902), consiste à intégrer, comme quatrième dimension de l’espace, celle du temps, et séduit les artistes cubistes dès 1911, par la liberté qu’elle accorde dans la représentation de l’espace, son autonomisation vis-à-vis de la mimesis, aussi bien dans le groupe des pionniers constitué de Braque et Picasso, que dans celui de Puteaux autour de Gleizes et Metzinger, mais avec des traitements formels et des intuitions différentes. Ainsi Metzinger, lorsqu’il réalise le portrait Femme à l’éventail (1912) multiplie les plans et les découpes
en représentant son sujet à différents instants,
intégrant dans l’espace de la toile la dimension du temps, et sa dynamique, au seuil, par là même, de l’esthétique futuriste ; tandis les expériences menées conjointement par Braque et Picasso consistent à saisir l’objet dans sa multiplicité spatiale, comme en en faisant le tour, en multipliant et superposant les points de vue et les lignes de fuite.»
«Téchniques d’écriture :
Ainsi les récits de Burroughs fonctionnent-ils sans doute, ni plus ni moins,
comme les montages fatrasiques de Philippe de Beaumanoir,
les satires médiévales,
les listes recopiées de Rabelais,
les romans travestis du XVIIe siècle burlesque (Scarron),
le macaronisme de Gadda,
le mécrit de Denis Roche,
les caviardages de Michel Vachey,
le jeu de pistes pictographiques que Maurice Roche appelle « stéréographie asémique »,
le polyglottisme sinueux de Joyce,
les collages polyculturels de Pound,
le cut-cut-Kodak de Cendrars désossant et repétrissant poétiquement le Docteur Cornélius de Gustave Lerouge,
les poèmes-conversations d’Apollinaire,
les « mots dans le chapeau » du dadaïsme,
les détournements sarcastiques du nécessaire plagiaire Lautréamont,
voire ce redécoupage, montage, remixage de la Tradition que les Classiques appelaient « Imitation ».»
Trouvé dans la web.
-Heme aquí sola en esta morada mía. Vienen muchos pero ninguno se queda. Se me hace eterno el tiempo sin amor ni compañía. Pero calla que oigo pasos afuera. Trae los pies arrastrando como dudando o con poca fuerza. ¿Quién viene? ¿Quién llega?
-Un viajero buscando camino. Pido ayuda y hospedaje para este pobre perdido.
-¿A dónde ibas y cómo te llamas?
-Volvía a mi hogar cuando a un dios colérico le he preguntado el camino. Se ha agitado, celoso, al enterarse de mi nombre y de cual era mi tarea. Me ha clavado, en un gesto descontrolado, sus tres dientes en los ojos. Así bien que desde ahora Perseo el Ciego puedes llamarme.
-Bello nombre, hombre hermoso.
-Dame asiento, mujer.
-Ven que te dé agua.
-Sí, dame agua, desconocida, que creo que la muerte me llega bajo la sed.
-Bebe y no temas. Te curaré, mientras, la sangre de tus ojos. Este vendaje cubierto de hierbas te traerá mañana la vista; reposa, esta noche, tu cuerpo agotado, sobre mi cama.
-No podré dormir por culpa del dolor que tengo.
-Ven; échate sobre este hombro. Así te calmaré la herida.
-Es suave tu piel como en ninguna mujer he visto. Hueles a belleza. Quiero verte. Quiero ver tu rostro ya, ahora.
-No seas impaciente; que cuando sea el alba podrás verme. Queda quieto junto a mí mientras tu rostro contemplo.
-Amo tu dulzura, -le dijo Perseo.
-Amas mi cuerpo, -le contestó Medusa.
-Amo tu voz y tu forma de hablarme.
-Te hablo con el corazón. ¡Tengo tantas ganas locas de hablarte!
-Ámame mientras no te veo para que se me haga corta la noche.
-Te hablaré cada noche mientras reposas tu pecho sobre mi pecho. Pero ahora llega ya la luz sobre nuestro lecho. Voy a quitarte esta venda para que puedas ver mi rostro. Levanta esos párpados, mi ciego Perseo.
-No puedo abrirlos pues el miedo me lo impide.
-No tengas miedo pues desde anoche te amo.
-Tengo miedo a mirarte y que tu amor me ciegue. Dicen los que te han visto cosas horribles de tu mirada.
-¿Qué pueden decir? Si ninguno me ha hablado.
-Dicen que al que miras lo dejas petrificado y ya no vuelve en sí.
-Aquellos que vinieron ni siquiera me hablaron; merodean por estos montes diciendo mi nombre.
-Dime como te llaman, -le preguntó asustado Perseo fingiendo ignorancia; pues creía que al abrir los ojos sería el último momento.
-Medusa la de los ojos azules es mi nombre. Abre ya esos ojos que quiero ver los tuyos.
-Abro los ojos. Por primera vez te miro. Eres bella, ojos azules. ¿Y esos pelos con trenzas de ramas?
-Son ramas de viñas con las que perfumo mis cabellos.
-Ese cuerpo tan hermoso me tiene sorprendido.
-Es tuyo, mi amor, para tus ojos de día, para tus manos de noche.
-Me ha sobrecogido de nuevo el miedo.
-¿Que temes ahora, Perseo?
-Temo perderte; ahora que te he encontrado.
-No temas insensato: seré tuya para siempre.
-No temo que te vayas; pues con locura me amas. Temo que envíen a alguien a buscarme. Creerán que me tienes atrapado y querrán matarte.
-¿Por qué harían eso? Si yo no hago nada malo a nadie.
-Ellos no lo saben. No te preguntarán lo que sientes; hablarán con la espada.
-¡Oh, no, amor! No quiero morir ahora que te amo. Quédate conmigo; pues cuando juntos nos vean pensarán lo contrario.
-Si ya no temen tu mirada querrán tenerte. Tú eres solo mía; y tendré que matarlos.
-Háblales de mi amor por ti y de mis palabras.
-Pensarán que me tienes hechizado.
-Verán que eres libre y que libre amas.
-Libre te deseo y libre te amo.
Perseo sale de la cueva persiguiendo a los futuros agresores. A medida que los va eliminando va encontrando otros que llegan. En este periplo termina por perderse.
- Han pasado semanas, piensa Medusa.
- Han pasado meses, grita Medusa.
Ella se pone la máscara de Medusa para tapar sus ojos y sale en su búsqueda. A todo aquel que encuentra por los caminos le pregunta por Perseo. Ellos le preguntan por Medusa. Ella se hace la sorda y la ciega y dice no conocerla.
Por fin Medusa encuentra a Perseo. Lo reconoce por su mirada perdida. El héroe casi no habla: ha perdido la palabra de tanto llamarla.
Dicen, fiables testigos, que los han visto en la ateniense ágora. Viven desnudos comiendo lo que los demás tiran, bebiendo agua de la fuente.
Carlos del Puente
Hermann Hesse
La vocación no era solamente una gracia y una advertencia para su propia alma y en su propia conciencia, sino también un don y una admonición de los poderes terrenos para él
viernes, noviembre 28, 2014LA VOCACIÓN
«¡Y de ese mundo, por conducto de este digno mensajero, le había llegado a él también, pequeño alumno de latín, la advertencia y el llamado! La aventura tenía para él este significado, y pasaron necesariamente semanas hasta que él supo realmente y estuvo convencido de que al mágico sucedido de esa hora sagrada correspondía también un exacto proceso en el mundo real, de que la vocación no era solamente una gracia y una advertencia para su propia alma y en su propia conciencia, sino también un don y una admonición de los poderes terrenos para él. Porque a la larga, no pudo permanecer oculto que la visita del Magister Musicae no había sido ni una casualidad ni una verdadera inspección escolar.»
«lo íntimo y lo externo trabajaron armoniosa y uniformemente, creciendo al enfrentarse recíprocamente»
«lo íntimo y lo externo trabajaron armoniosa y uniformemente, creciendo al enfrentarse recíprocamente.»
« todo eso estaba ahora impregnado de una oculta muerte, de un fluido de irrealidad, de un “haber pasado”»
«sino en la incapacidad del alumno para adaptarse a la vida del internado y, más que nada, para conformarse con la idea de acabar en lo futuro con todo vínculo de familia y patria, y finalmente, de no conocer ni respetar más ninguna otra relación y solidaridad que las de la Orden.»
«Tú sabes que no todos están de acuerdo acerca del juego de abalorios. Dicen que es un sustituto de las artes y que los jugadores son literatos, que no deben ser considerados en realidad intelectuales, sino artistas que fantasean libremente y se divierten. Ya verás lo que hay de verdad en ello. Tal vez tienes ideas acerca del juego de abalorios, que le asignan más valor que el que realmente tiene, tal vez sea todo lo contrario. Es muy cierto que el tal juego ofrece sus peligros. Por eso mismo lo amamos; por los caminos seguros, sin peligros, enviamos solamente a los débiles. Pero nunca debes olvidar lo que te dije tantas veces: nuestra finalidad, nuestra determinación, es reconocer exactamente los contrarios, en primer lugar y sobre todo como contrarios, luego como los polos de una unidad. Lo mismo ocurre con el juego de abalorios. Las naturalezas artísticas están enamoradas de él porque permite el fantasear: los científicos severos, especializados, lo desdeñan —también algunos músicos lo hacen—, porque carece de aquel grado de severidad en la disciplina que pueden alcanzar las distintas ciencias. Bien, tú aprenderás esos contrarios y con el tiempo
descubrirás que no se trata de contrarios de los objetos,
sino de los sujetos,
que, por ejemplo, un artista de la imaginación no evita las matemáticas puras o la lógica, porque sabe algo de ellas y podría explicarlas, sino porque tiende instintivamente a otra cosa. Por esas tendencias y antipatías instintivas y violentas, podrás reconocer con seguridad a las almas pequeñas o inferiores. En realidad, es decir,
en las almas grandes y en los espíritus superiores, no existen estas pasiones.
Cada uno de nosotros no es más que un hombre, un intento, alguien a medio camino. Pero
debe estar a medio camino en la dirección de lo perfecto,
debe tender al centro, no a la periferia. Recuérdalo:
se puede ser un lógico estricto o un gramático y, al mismo tiempo, estar colmado de fantasía y de música.
Se puede ser músico o jugador de abalorios y, contemporáneamente,
estar entregado por entero a la ley y a la regla.
El hombre que imaginamos y queremos, que es nuestra meta llegar a ser, debería poder cambiar todos los días su ciencia o su arte por otro cualquiera dejaría resplandecer en el juego de abalorios la lógica más cristalina y en la gramática la fantasía más ricamente creadora.
Así tendríamos que ser, tendríamos que poder ser colocados a cada hora en distinto lugar, sin que nos opusiéramos o nos confundiéramos.
—Creo comprender —observó Knecht—. Mas, ¿no son precisamente los temperamentos más apasionados los que tienen preferencias y aversiones tan vivas, y los otros los más tranquilos y dulces? —Parece que así debiera ser, pero no es —contestó riendo el Magister—.
Para ser capaz de todo y estar versado en todo,
se necesita no ya un menos de energía anímica, de impulso y calor, sino un más. Lo que denominas pasión no es fuerza del alma, sino roce entre el alma y el mundo exterior. Allí donde domina el apasionamiento no hay un “más” de esta energía del deseo y de la aspiración, sino que ésta
se dirige a una meta individual y falsa
de donde resultan la tensión y el bochorno en la atmósfera. Aquel que lanza la suprema energía del deseo hacia el centro, hacia el ser verdadero, hacia lo perfecto, parece más calmo que el apasionado, porque no siempre se ve la llama de su fervor, porque, por ejemplo, no grita ni agita los brazos mientras discute. Mas te digo: “Aquél debe abrasarse y arder”. —¡Oh, si fuera posible saber! —exclamó Knecht—. ¡Si hubiera una doctrina o algo en que poder creer!
Todo se contradice, todo pasa corriendo, en ningún lugar hay certidumbre.
Todo puede interpretarse de una manera y también de la manera contraria.
Se puede explicar toda la historia del mundo como evolución y progreso, y también considerarla nada más que como ruina e insensatez.
¿No hay una verdad? ¿No hay una doctrina legítima y valedera? El maestro nunca había oído hablar con tanta vehemencia. Adelantóse un trecho más, luego dijo:
—¡La verdad existe, querido!
Mas no existe la “doctrina” que anhelas, la doctrina absoluta, perfecta, la única que da la sabiduría.
Tampoco debes anhelar una doctrina perfecta, amigo mío, sino la perfección de ti mismo.
La divinidad está en ti, no en las ideas o en los libros.
La verdad se vive, no se enseña.
Prepárate a la lucha, Josef Knecht, a grandes luchas; veo claramente que éstas han comenzado ya.»
«Este hombre parecía pensar en todo.»
«Nuestra Castalia no debe ser mera selección, sino en especial
modo una jerarquía, una construcción,
en la que cada piedra cobra sentido solamente por el todo.
Desde este modo no parte ningún camino hacia afuera y aquel que más alto sube y recibe más grandes misiones, no se vuelve más libre, sólo se torna cada vez más responsable.»
Hermann Hesse, El juego de los abalorios
Hermann Hesse
Hermann Hesse, El juego de los abalorios. Despropósitos de un chino cargado de opio
viernes, noviembre 28, 2014Delirios implícitos:
«Ergo: cuanto más rumorosa es la música, más melancólicos se tornan los hombres, más amenazado está el país, más hondo cae el príncipe. De esta manera se pierde también la esencia de la música.»
«Por eso la música de una época bien ordenada es tranquila y alegre y el gobierno uniforme. La música de una era inquieta es excitada y rencorosa y su gobierno, invertido. La música de un Estado en decadencia es sentimental y triste y su gobierno peligra.»
«Además, la relación de nuestra cultura con la música tiene un antiquísimo modelo sumamente respetable; el juego de abalorios le otorga elevada veneración. En la China legendaria de los “antiguos reyes”, debemos recordarlo, se atribuía a la música un papel directivo en la vida estatal y cortesana; hasta se identificaba el bienestar de la música con el de la cultura y la moral y aun del reino, y los maestros de música debían velar severamente por la conversación y la pureza del “antiguo lenguaje musical”. La decadencia de la música era considerada una señal de la ruina del gobierno y del Estado. Y los poetas contaban terribles leyendas de las melodías prohibidas, diabólicas y enemigas del cielo, por ejemplo, la melodía Ching Chang y Chin Tse, la “música de la perdición”; cuando ella resonaba sacrílega en el castillo real, el cielo se oscurecía, los muros temblaban y se derrumbaban, y caían el príncipe y el reino. En lugar de muchas otras palabras de los viejos autores, citamos algunos pasajes del capítulo sobre música de Primavera y otoño, de Lue Bu We:
“Los orígenes de la música se remontan muy atrás en el tiempo. Nace ella de la medida y arraiga en el gran Uno. El gran Uno procrea los dos polos; los dos polos generan la fuerza de la tinieblas y la de la luz. “Cuando el mundo está en paz, cuando todas las cosas están en calma, cuando todas en sus mutaciones siguen a las que les son superiores, la música se completa, se verifica. Cuando los deseos y las pasiones marchan por la ruta correcta, la música se perfecciona. La música perfecta tiene su causa. Nace del equilibrio. El equilibrio emana del derecho, el derecho surge del sentido del mundo. Por eso sólo se puede hablar de música con un hombre que ha conocido el sentido del mundo. “La música descansa en la armonía entre cielo y tierra, en la concordancia entre las tinieblas y la luz. “Los Estados decaídos y los hombros maduros para la ruina no carecen seguramente de la música, pero ella no es alegre. Ergo: cuanto más rumorosa es la música, más melancólicos se tornan los hombres, más amenazado está el país, más hondo cae el príncipe. De esta manera se pierde también la esencia de la música. “Lo que todos los príncipes sagrados apreciaron en la música, fue su alegría. Los tiranos Giae y Chu Sin hacían música rumorosa. Creían hermosos los sonidos fuertes e interesante el efecto de masa. Anhelaban nuevos y extraños efectos sonoros, tonalidades que no hubiese oído el hombre: trataban de superar y exceder medida y meta. “La causa del ruina del Estado de los Chu fue porque inventaron la música mágica. Esa música es seguramente bastante ruidosa, pero en verdad ella se ha alejado de la esencia real de la música. Y porque se ha alejado de la verdadera sustancia musical, no es alegre. Si la música no es alegre, el pueblo murmura y la vida es dañada. Todo esto se debe a que se desconoce la esencia de la música y se llega solamente a rumorosos efectos sonoros. “Por eso la música de una época bien ordenada es tranquila y alegre y el gobierno uniforme. La música de una era inquieta es excitada y rencorosa y su gobierno, invertido. La música de un Estado en decadencia es sentimental y triste y su gobierno peligra.”
Los pasajes de este chino nos indican con claridad suficiente los orígenes y el verdadero y casi olvidado sentido de toda música. Como la danza y cualquier otro ejercicio artístico, en efecto, la música fue en los tiempos prehistóricos un recurso de hechicería, uno de los antiguos y legítimos medios de la magia. Comenzando con su ritmo (batir de palmas, zapatear, golpear maderas, primitivo arte tamboril), fue un recurso enérgico y comprobado
para poner de acuerdo una pluralidad y una multiplicidad de seres humanos, para llevar al mismo compás su respiración, sus latidos y sus estados de ánimo,
para estimular a los hombres a la invocación y al conjuro de las potencias eternas, a la danza, a la competición, a las campañas guerreras, a la acción sagrada. Y esta esencia original, pura y primitivamente poderosa, la esencia de un hechizo, se mantuvo para la música mucho más tiempo que para las demás artes; recuérdese solamente las numerosas manifestaciones de los historiadores y los poetas acerca de la música, desde los griegos hasta la novela de Goethe. Prácticamente, la marcha y la danza nunca perdieron su importancia.»
«El juego fue aceptado e imitado de vez en cuando por casi todas las ciencias, es decir, empleado en su propio terreno por ellas, como está demostrado en el campo de la filología clásica y la lógica. La consideración analítica de las obras musicales había llevado a concebir secuencias musicales mediante fórmulas físico-matemáticas. Poco después comenzó a trabajar con este método la filología y a calcular figuras idiomáticas en la misma forma en que la física calculaba procesos naturales. Se agregó después la investigación de las artes plásticas, que estaban en relación con las matemáticas desde mucho antes por la arquitectura. Nuevas relaciones, analogías y correspondencias se fueron fraguando luego en las fórmulas abstractas descubiertas de este modo. Cada ciencia que se apoderaba del juego, creó para sí misma con este fin una lengua de juego compuesta de fórmulas, abreviaturas y posibilidades de combinación; en todas partes la más selecta juventud espiritual prefería los juegos de series y los diálogos formulistas.»
«La obra de un solo hombre llevó entonces el juego de abalorios, casi de un salto, a la conciencia de sus posibilidades y por consiguiente hasta el umbral de la capacidad universal de perfección; una vez más el vínculo con la música logró este progreso. Un sabio músico suizo, al mismo tiempo fanático aficionado a las matemáticas, dio al juego una nueva dirección y la posibilidad de su máximo desarrollo. El nombre civil de este grande hombre no puede ser averiguado ya, su época ignoraba el culto personal en el terreno espiritual; vive en la historia como Lusor Basiliensis (o también loculator)2. Su invento, como todo invento, fue ciertamente por entero obra y gracia personal suya, pero no procedía en absoluto solamente de una necesidad y de una aspiración personales, sino que estaba impulsado por un motor más fuerte. Entre los intelectuales de su tiempo, existía por doquiera un apasionado anhelo incitador hacia la posibilidad de expresión de una nueva esencia del pensamiento; se aspiraba a una filosofía, a una síntesis; se sentía la insuficiencia de la felicidad momentánea por el puro retraimiento en la propia disciplina; aquí y allá, algún sabio rompía los compartimientos de la ciencia especializada y trataba de avanzar en lo general; se soñaba con un nuevo alfabeto, con una nueva lengua de signos con la que fuera posible establecer y además intercambiar las nuevas vivencias espirituales. Notable testimonio de ello nos ofrece la obra de un sabio parisiense de estos, años: Admonición china. El autor de este libro, en su época ridiculizado como una especie de Don Quijote, por lo demás sabio respetado en su terreno de la filosofía china, explica a cuáles peligros se exponen la ciencia y la cultura espiritual a pesar de su valiente postura, si renuncian a elaborar una lengua gráfica internacional, que como la antigua escritura china permita expresar lo más complicado (sin eliminaciones) de la fantasía y la invención personales de una manera gráfica inteligible para todos los sabios del universo. Y bien, el paso más importante hacia el cumplimiento de tal demanda lo dio el Joculator Basiliensis. Para el juego de abalorios inventó los fundamentos de una nueva lengua, es decir, de una lengua de signos y fórmulas, en la que participaban por igual las matemáticas y la música, y hacía posible así unir fórmulas astronómicas y musicales, llevar a un común denominador matemáticas y música, simultáneamente. Aun cuando con eso no se completaba en absoluto la evolución, el desconocido sabio de Basilea colocó entonces los cimientos de lo ulterior en la historia de nuestro juego querido.»
«Desde la hazaña del sabio de Basilea, el juego evolucionó hasta ser lo que es hoy: universal contenido de lo espiritual y musical, culto sublime, unio mystica3 de todos los miembros aislados de la Universitas Litterarum4. En nuestra existencia posee por un lado el papel del arte, por el otro el de la filosofía especulativa; y, por ejemplo, en la época de Plinius Ziegenhals fue denominado muchas veces con una expresión, resabio todavía de la literatura de la época folletinesca y que por entonces indicaba la meta nostálgica de muchas almas llenas de intuición: “teatro mágico”.»
«Pero si el juego de abalorios, desde sus comienzos, creció hasta lo infinito en técnica y volumen de las materias y se convirtió en ciencia noble y arte elevado, por lo que se refiere a las aspiraciones espirituales de los jugadores, le faltó sin embargo, en los tiempos del sabio de Basilea algo esencial aún. Hasta ese momento, cabe decir, todo juego había sido un enfilar, ordenar, agrupar y oponer ideas concentradas de muchos campos del pensar y la belleza, un rápido recordar valores y formas ultratemporales, un breve vuelo virtuosista por los reinos del espíritu. Sólo más tarde penetró también poco a poco sustancialmente en el juego el concepto de la contemplación y, sobre todo, de los usos y las costumbres de los peregrinos de Oriente. Se había hecho visible el inconveniente de que artistas de la memoria, sin otras virtudes, efectuaran juegos virtuosistas y deslumbrantes y pudieran sorprender y confundir a los participantes con la rápida sucesión de innúmeras ideas. Este virtuosismo sufrió paulatinamente severas prohibiciones sucesivas y la contemplación se convirtió en componente muy valioso del juego, más aún, se tornó cosa capital para espectadores y oyentes de cada juego. Fue el viraje hacia lo religioso. Ya no importaba sólo seguir con la mente las series de ideas y todo el mosaico espiritual de un juego con rápida atención y avezada memoria, sino que surgió la demanda de una entrega más profunda y anímica. Es decir, después de cada signo conjurado por el ocasional jugador o director del juego, se verificaba una silenciosa y severa consideración de su contenido, su origen, su sentido; consideración que obligaba a cada participante a representarse intensa y orgánicamente los significados del signo. Todos los miembros de la Orden y de las Ligas del juego habían aprendido la técnica y el ejercicio de la contemplación en las escuelas de selección, donde se dedicaba la máxima atención al arte de la contemplación y la meditación. Con ello se preservaban los jeroglíficos del juego de la degeneración en meras letras de un alfabeto.»
«El juego de los juegos, merced a la alternada hegemonía de ésta o aquélla ciencia o arte, se convirtió en una especie de idioma universal, con el cual los jugadores estaban capacitados para expresar valores con ingeniosos signos y para ponerse en relación mutua. En todos los tiempos, estuvo estrechamente emparentado con la música y generalmente se desarrolló de acuerdo con reglas musicales o matemáticas. Se fijaba un tema, dos, tres; luego los temas eran expuestos o variados, y corrían la misma suerte que los de una fuga o de un movimiento de sinfonía. Una jugada podía partir de una configuración astronómica fijada o del tema de una fuga de Bach o de un pasaje de Leibniz o de los Upanishads, y desde el tema, según la intención y la capacidad del jugador, se podía proseguir y elaborar la idea madre evocada o enriquecer su expresión con ecos de ideas vinculadas con él. Si el principiante sabía establecer, con los signos del juego, paralelos entre una música clásica y la fórmula de una ley física, para un conocedor y maestro el juego conducía libremente desde el tema inicial a ilimitadas combinaciones.»
«Si se considera el juego como una especie de idioma universal de lo espiritual...»
«Cada Comisión nacional posee un archivo del juego, es decir, el archivo de todos los signos y claves hasta el momento examinados y admitidos, cuyo número desde hace tiempo se tornó mucho mayor que el de los antiguos signos de la escritura china.»
«Para el jugador independiente, sin embargo, y sobre todo para el Magister, el juego de abalorios es en primer término un hacer música, quizá en el sentido de las palabras que escribió una vez José Knecht acerca de la esencia de la música clásica: “Consideramos la música clásica como el extracto y la esencia de nuestra cultura, porque es su gesto y su expresión más clara y explicativa. Poseemos en esta música le herencia de la antigüedad y del cristianismo, un espíritu de más alegre y valiente piedad, una moral insuperablemente caballeresca. Porque, en resumidas cuentas, todo gesto clásico cultural significa una moral, un modelo de la conducta humana concentrado en gesto. Sí, entre 1500 y 1800 se hizo mucha música, los estilos y las expresiones fueron sumamente distintos pero el espíritu, mejor aún la moral, es en todas partes el mismo. La postura humana, cuya expresión es la música clásica, es siempre la misma y siempre se funda en idéntica clase de conocimiento existencial y aspira a la misma categoría de superioridad sobre el acaso. El gesto de la música clásica significa sabiduría de lo trágico de la humanidad, afirmación del destino humano, valor, alegría. Ya sea la gracia de un minué de Haendel o de Couperin, ya sea la sensualidad sublimizada en gesto delicado como en muchos italianos o en Mozart, ya sea la calma y decidida disposición a la muerte como en Bach, siempre contiene íntimamente una porfía, un valor que no teme a la muerte, una caballerosidad y el eco de una risa sobrehumana de inmortal alegría. Así también sonará el eco en nuestros juegos de abalorios y en todo nuestro vivir, hacer y sufrir”.»
Hermann Hesse, El juego de los abalorios