Y volveremos a vernos al final del cuento

lunes, diciembre 15, 2014



Me voy a tatuar un revólver en la boca para prender fuego a este cuerpo o al tuyo o apagarlo. Querer a muchos en uno y en cada uno, o a ninguno suficientemente, que es lo mismo. Tú amas la mentira porque eres el que mejor miente. Y yo finjo que te creo. Y así estamos: corriendo detrás de las despedidas. Mentiroso. Fuiste mentiroso hasta en la primera palabra, hasta en la primera cita. Quedamos un sábado para extrañarnos el domingo. Mi portal tuvo la culpa: estaba abierto y no supe cerrarlo. Que yo tenga que dormir sola no me hace historia: me da historias que contarme como esta noche que estoy sola y me cuento. No se hacen ruidos con las manos vacías y las sábanas llenas de semen. Escribo porque no sé llorar sola y eso me consuela. Madrid es una guerra entre noche y noche, entre mis noches y las tuyas. No sé si poner cara de perfecta esta noche o ponerme un tanga. Te encuentro siempre demasiado pronto en mi vida o demasiados cargados de noche y copas. Pero me besas y eso es suficiente para hacernos promesas por esta noche. ¿Sabes? tengo la sensación de que eres perfecto, por lo menos por ahora. ¿O será que estamos demasiado cerca de la madrugada y ya no sabemos lo que decimos ni tememos perdernos? Por un lado quiero pasar la noche contigo; por otro ya no quiero que te vayas. Esperaré a ver si amanece y sigues ahí a mi lado. Este es nuestro cuento y nuestro simulacro de vida donde recompongo nuestro pasado o algo parecido. Esto es lo nuestro: no sé si nos queremos o si es solo sexo o es mala suerte de ser tan parecidos e imposibles. No quería esto para mí pero lo malo es que quiero que te quedes. Pero no te lo digo. No vine a Madrid a contarme; y aquí me ves en tus redes. No sé si lo sabes. Creo que no; estás demasiado seguro, seguro de macho. Lo veo. No sé recomponerme cuando me miras. Así: trastornada y no te das cuenta. Mejor: así no abusas. Y si lo haces que solo sea de mi cuerpo. Y cuando te vayas no sepas cómo me has dejado. Fingiré tomar el desayuno como si nada. Me dejarás como un objeto sobre la cama mientras cierras la puerta sin decir nada. Me hago la dormida, siempre lo hago; para no obligarte a decirme mentiras. Me quedo en este desastre que en mi cuarto has dejado. No pretendo arreglarlo, por lo menos hoy; tal vez esta noche cuando salga por los bares a buscarte. Te vas y crees dejarme contenta, satisfecha; y ni siquiera me preguntas cómo me llamo. Me dejas con este caprichoso incendio que has empezado; y te vas con ese aire de macarra como si nada. Quizás no es nada y yo me lo invento. Eres otro «pudo ser»; seguro que es eso.

Quiero estar sola para que te vayas de mi cabeza. Me visto, jeans de ayer y una camisa roja, como una tonta, como si la noche empezara de nuevo. ¡No! ¡No puede ser que esté pensando esto! Volver a salir como anoche, volver al mismo «hola», a las mismas caricias, a los mismos besos. Calla, cabeza loca. Otra vez empezarías la noche; otra vez el mismo sueño. Calla, y termina el desayuno. Estar sola es mi plato fuerte. No es mi plato preferido; pero es el más frecuente en el buffet libre de mi vida. Capullo. Ven y bájate la cremallera. Quiero volver a ver como caen tus pantalones. Como anoche cuando aparecieron por primera vez tus muslos y vi tu sexo y tu ombligo. No, esto no es un buen plan: volver a pensarte. Te voy a mandar a la mierda; y empiezo con otro. Ya no puedo huir. Me estás haciendo cola en la cabeza. Olvidarte es como un reto; y no siempre gano. Ya veré si esta vez soy tonta. ¿Eres de otro planeta? ¿Tú o yo? ¿O somos los dos? Y eso ha sido esta noche. No quiero hacerte sitio en mi cama para que después te vayas y fingir que no me importas. Esta mierda de corazón no me deja. No voy hacer de esto un drama. Quiero dejar ese sitio vacío por si vuelves. Hoy no salgo. Leeré algo. Si un día salgo de esta ciudad no volveré a Madrid. Esto es una mierda y aquí no hay mar. Por lo menos desde aquella montaña se veía el agua. Olvida. Olvídalo. No voy a volver a casa de mis padres. Aquello se acabó. Pero aquí no puedo quedarme. Ya veré.

Nunca nos hicimos fotos, ni vestidos ni desnudos. Ahora las quemaría; aunque después me arrepintiera. Nunca volveré a Madrid, ni a tu cuarto, ni a tu piso, ni a los paseos desnudos, ni al amor en el suelo, ni al sofá con pizza, ni a la mesa de tu cocina, ni a nuestro olor pegado por todas partes. No volveré a tu casa: irme me hace demasiado daño. No me gusta tu café, el café que haces, ni tus libros sin usar, ni tus periódicos deportivos. Eres un desastre por todos los rincones. Pero quiero tus manos, tu lengua, tu sexo. ¿Me vas a llamar? ¿Cuándo? Suelta el cel. ¿Estás loca? Imbécil: ¡querer llamarlo! ¿Qué crees que ibas a conseguir con eso? Tápate las heridas.

¿O quizás deberíamos prescribirnos más delitos como este? ¿O nos conformamos con esta versión de las cosas? No, no. No ha pasado nada. Solo una noche. Nos disfrutamos y punto.

El tren frente a la casa. La estación en la puerta. Yo contigo. He querido mirarte tan cerca. Tantos kilómetros y tan pocas calles. Es necesario no volver a andar este recorrido interminable. Así me alejo. Así me mato un rato. No pienses. Teoriza sus brazos y desaparece. Esos kilómetros son necesarios. Así no vuelve. Ese recorrido por su cuerpo me está matando.

Necesito morir un rato a ver si se me quita esta tontería. Es por eso que quiero que haga frío. Pienso en el calor de anoche sin sábanas. El tenía un silencio dulce sin humor. Me hacía el amor con una seriedad absoluta. Le llamé idiota; y él pensó que era porque me gustaba lo que me estaba haciendo. Le llamé idiota varias veces y él se empecinaba en darme placer. Me daba ganas de pegarle porque no se enteraba que  lo que quería era hablarle. Y él dale que te pego, sin parar ni un instante. Tal vez era eso lo que me gustaba. Él sonaba en mi cuerpo como un instrumento. ¡La hostia: qué rico estaba! Eran las sirenas antiaéreas de mi cama. Sonaban a incendio, a fuego por todas partes. Me pregunta si llueve tras los cristales. Le digo que no importa, que siga, que no importa si diluvia fuera. Era dulce como un caramelo dentro de mi sexo. Pegajoso y caliente. Ligero como una playa. Sé que me desordena, que me quita lo cuerdo, que no dejo de ceder. Nunca, nunca, que no acabe nunca, nos diremos. Aquí no hay orgullo. Huele a café. Es fuerte como cuando amanece. Demasiado fuerte sobre mi cuerpo. Sé que viene como un desbordamiento. Viene y viene como una inmensa avalancha de terreno. Es todo tierra húmeda por la tormenta.

Puede que ahora sea tormenta de otra cama. Que amanezca en otro colchón, que esté haciendo café desnudo en otra cocina. Puede que ahora se levante despacio de noche para ir al cuarto de baño; y que el chorro de su orina suene fuerte en el fondo del agua. Se dibuja la sombra de su cuerpo en la oscuridad del cuarto frente a otro cuerpo desconocido. Juega a dibujar el placer en ella. Y ella sueña a que el mundo comienza. Puede que yo esté en su mente. Que su sexo se levante para mi sexo. Que se sexo se equivoca. Que me desea y no a esa loca. Por eso lo espero aquí y ahora como un dibujo plano sobre mi cama.

Puede que juegue a ser marinero de muchos puertos; y yo marinera de cada barco. Y él vela inmensa. Y yo, ola. Puede que grite el agua, fluya el viento, crujan las tablas. Él incendia las casas por donde pasa. Yo hundo a pique cada barco. Porque no quiero ancla, ni peso, ni trabas. Puede que tome café en tazas de barro con muñequitos de colores, amarillos y verdes. Y que suenen sus dientes al tomarlo. Él busca mundos mejores, desconocidos. Yo lo busco en todos aquellos bares. Puede que esto suene a gritos, y que los vecinos se alarmen, o se corran con sus mujeres. Pero ahora seamos, seamos algún día. Espero que vuelvas o que me llames. Puede que él juegue a quitarle el ahogo a esas bocas mientras la mía seca se asfixia. En mejores mundos nos habremos visto; pero no en este. Este es nuestro: aquí somos dos: dos enteros, indivisos.

 Ya lo añoro, y mi carmín. Voy al cuarto de baño y me miro la boca delante del espejo. Veo tus marcas sobre mi boca. Me arranco algún recuerdo para acercarme a ti más desnuda. Voy recorriendo con la mirada los lugares donde estuviste. Los toco para sentir tus manos. Te hago inmortal como una sombra. Eres mío pegado a mi cuerpo. Me rompiste el tanga y gritaste mudo frente a mi sexo. Me rompiste la sequedad de mi sexo. Abriste todos los botones cerrados. Fue un segundo y fue eterno. El amor existe: esa es la prueba.

Arreglamos todos los destrozos dejados. También recuerdo eso. Recuerdo que fuimos felices. ¡Idiota! Que fuimos jugando a ver quien perdía, a ver quien se cansaba antes, por si nos faltaba el aliento. Entonces me cogías la boca con la mano alrededor de mis mejillas y plantabas las rápidas raíces de tus labios.

 Nuestros móviles vibraban sobre la mesa. Tú me mirabas como si no comprendieras esas llamadas. Yo sonreía haciéndome la tonta.

Aquí me tienes como me dejaste: inservible para otras manos, rota y hecha, llena y avara, con tu historia: esa que quiero hacer mía. No tengo intención de forzarte. No pienso perseguirte como una absurda. No pienso contarte que fuiste bala. Ni contar en tu presencia los agujeros. Pero no seas tonto y ven. Ven. Insiste. Quédate sin compromiso. Te doy permiso. Déjame contagiarme. Tómame con nostalgia. Atrápame como un imposible. Te tengo prohibido pero ven.

Qué bonito será ser nada pero juntos. Perdernos en nuestro duelo. Ser tu sabor preferido. Pero juntos aunque no te quedas. Eres demasiado en exceso. Yo demasiada mujer. No me prometas otra vida que no sea la tuya. No calcules el olvido. No hables del reloj. Déjame quererte. No te vayas como el que se va siempre. Ensánchame. No me entiendas y saca la bola de la suerte, en este lugar exacto. No hay más agua que esta. Llevas toda la vida secando pozos. No seas malo: quédate y no cuentes. Amas demasiado tus ojos. ¿Nadie te lo ha dicho? No pienses en las consecuencias: yo no me enamoro; no temas: no voy a retenerte. Antes me inmolo por miedo a perderte. Me destruyó si no somos nosotros. Estoy viva de miedo. Me muero por que seas mi gato, por hacer para ti mi cama, por sentirme incapacitada y tonta. Me muero por ser tu inspiración y esas cosas. Sin hacerme la dormida, te espero. Yo no lloro; esas son otras. Si no te amo me siento confundida.

Carlos del Puente

You Might Also Like

0 comments

Popular Posts

Like us on Facebook

Flickr Images