Los días o las mil y una noches en vela de sábanas blancas y otros menesteres. 1

sábado, diciembre 27, 2014

Los días o las mil y una noches en vela de sábanas blancas y otros menesteres.

1

Estos personajes no existen; por eso les pondré nombres compuestos. Soy huérfano de nacimiento; me dejaron, siendo un bebé, debajo del carruaje de las fieras de un circo. Me crió la mujer de la cuerda floja y del trapecio. Soy actor de café-teatro en aldeas, pueblos y ciudades de España.

Voy a empezar por el primer recuerdo del que me acuerdo en este momento. En vista de mi falta de recursos voy a sacar partido de mi propia persona: es decir, de mi pobre imaginación. Y como no tengo formación alguna lo relataré con el estilo más prosaico posible. Me veo desnudo de pie cerca del circo. Alguien me echa un cubo de agua fría sobre la cabeza. A lo lejos, una niña ríe cuando ve esto. Los trabajadores del circo hablaban mucho durante la representación pero fuera de estas horas a mí no me hablaban. Sin embargo yo obedecía como se obedece a un látigo. Yo obedecía y las palabras se me fueron. Tanto fue así que en el circo creyeron que no hablaba. Otros supusieron que había nacido sordo. Paseaba, una y otra vez, delante de las jaulas mirando a los ojos a las fieras. No comía casi nada por culpa del olor de la comida. Posiblemente todos pensaban que moriría en los primeros años de mi vida. Esta amenaza, confirmada de vez en cuando por varias enfermedades mortales, rompieron el discurrir continuo de mi vida y de mi memoria. Por este motivo no tengo hilo de mi memoria ni de mi existencia. Creo que todo está siempre transcurriendo al mismo tiempo. No sé lo que viví antes ni lo que viví después. Aquí pondré pues una cronología inventada. Pues en mis recuerdos aparecen vivencias de diferentes épocas mezcladas en un solo hecho, como si fuesen vivencias simultáneas de tiempos diferentes. Gracias a Dios nadie leerá esto; así que no tengo temor de que se pierda; ni tendré que pedirle perdón por la simultaneidad de los hechos. Otra particularidad de este fenómeno es que no sé si los hechos relatados han sido vividos por mí o por otros personajes; pero como ninguno existe no me preocupa para nada. Tampoco sé si lo que vi fue visto o fue pensado. Pero para mí es tan real que poco importa. Puedo decir que no tengo memoria porque todo está siendo vivido en cada instante.

Dada la particularidad de mi carácter me dejaban como un animal suelto dentro y fuera del circo. Mi madre, la señora de la cuerda, estaba ocupada con sus malabarismos. Y yo no me ocupaba de su vida ni de la vida de los otros. Todo lo que contaré se grabó solo en mi memoria sin que mi conciencia tuviera que intervenir para nada. Esto tiene la gran ventaja del ahorro. Todo se grababa en mí sin que yo lo quisiera. Como se ve, mi voluntad no participa en mi pensamiento y poco más en mi acción. Las cosas se pensaban solas, se sentían solas, se vivían solas, empujadas por la relación del instante. No es que sea un autómata ni una máquina; es que vivenciara lo que vivenciara eso ocurría irremediablemente. Cuando salía de ese instante salía como de una escena donde había estado atrapado. Pensaba un poco sobre ella pero no podía comprender nada. De hecho rápidamente entraba en otra sin remedio, ya fuese en actos, de relación, o de vivencia. Un autor no hubiese contado esto de su personaje pero yo me he dejado llevar por la vivencia.

Todo me parece interesante: hasta el vivenciar de una hoja. Y como yo soy una hoja en blanco donde todo se inscribe lo iré relatando a medida que el proceso se va realizando. Lo contaré con todo el humor que me sea posible en cada circunstancia. Porque si la vida es un drama esto es un divertimento.

Todo es tan pasajero como el instante. Esta frase misma es una vivencia-instante sin relación directa con la que la antecede ni con la que la sigue. Tómese aislada dentro del personaje.

Pero vayamos a los hechos; aunque lo anteriormente dicho es un hecho vivencial sin el cual no puede ser comprendido lo que sigue. Como no sé lo que digo, sigo porque el personaje sigue viviendo y no me espera.

Alguna vez interpreté este personaje en el café-teatro. Nada más que decir sobre este hecho. Como personaje que interpreta al mundo ejecutándose resulta un asunto fácil. En esta circunstancia el actor nunca se equivoca ni olvida los diálogos. El apuntador lo tiene dentro. Y es tan real que el público lo siente como la mayor de las verdades, como lo más verídico. Buena taquilla, publicidad garantizada, fama, filas enormes para comprar las entradas, cada vez más caras. Y así de continuo hasta que el público conoce al personaje. Por cierto, el público se quejaba de que algunas vivencias eran contradictorias. El actor las representaba tal y como el personaje las iba viviendo.

Aún no he dicho mi nombre porque en este instante no me acuerdo. Este saldrá cuando alguien me nombre y se me imponga la vivencia. Esto para mí no es ningún problema porque yo sé qué soy yo sin mi nombre.

Tal vez la señora de la cuerda, de cuyo nombre no me acuerdo en este momento, no me llamaba por mi nombre frecuentemente; o tal vez ella tampoco hablaba mucho.

A veces sangra la memoria y aprendemos a leer.

Nunca aprendí a leer. Leía las palabras; pero no leía. Cuando llegaba al final de la frase se me había olvidado el resto. Pero a mí no me molestaba porque no sabía lo que me perdía. No fui a la escuela; nuestra vida de nómadas no lo permitía. Pero todos eran normales.

Ya sé que es ridículo que un personaje que no sabe leer ni escribir relate este texto. Lo explicaré. El texto lo grabo en audio en el PC y luego un amigo lo pasa al Word. Es este mismo que a veces hace comentarios como si fuese el narrador. Pero no estoy muy seguro de esto. Lo sospecho cuando hablamos, lo vivo y lo deduzco. En mis sueños lo oigo hacer comentarios.

Miraba los objetos con un culo de botella que me encontré. No recuerdo lo que veía. Eran objetos deformados. También intenté prender fuego a la paja de los animales. No lo conseguí nunca, a pesar de mi perseverancia. O la paja estaba mojada o el sol no era suficientemente fuerte. Lo llevé mucho tiempo en el bolsillo del pantalón hasta que el cristal rompió la desgastada tela. Lo perdí sin darme cuenta. Ahora lo he recobrado al vivenciarlo de nuevo.

Jarou o Jacrou. Acaba de aparecer este nombre.

Muere un león en el circo. El león murió con interminables convulsiones. Le goteaba líquido de la lengua y de un ojo. No sé si fue la primera vez que vi la muerte. Aunque dudo que yo comprendiera algo de lo que estaba viendo. Oía lo que los trabajadores hablaban pero todo era confuso. Por un tiempo, durante la representación, lo suplantó otro de cartón piedra . Me sirvió de caballo de juguete. Estuve con él en la selva. El cocinero del circo lo cortó en pedazos y se los echó a las fieras. La piel desollada estuvo colgada del tendedero de la ropa durante mucho tiempo. Una nube de moscas cubría su vientre ausente. Hubo peleas, día y noche, en las jaulas y en la arena durante un tiempo. Al león fallecido le hicieron en la explanada una cena de despedida con abundante vino y muchas risas. Al cabo de un tiempo nació una camada de leones diferentes. Pero me prohibieron jugar con ellos cuando me pillaron con ellos en medio del campo. También recibí algunos latigazos de la hábil mano del domador cuando jugaba corriendo alrededor de la carpa con la piel del león puesta. Decían que asustaba a las fieras. Soñé que corría así disfrazado dentro de la jaula alrededor de las fieras. El público reía y no sentía miedo por el espectáculo. No sabían que hacer conmigo y alguna vez me dejaban en casa de alguna familia suya. Ahora después contaré lo que viví en esas casas. Adelantaré que esas abundantes casas, repartidas por toda la extensa España, se convirtieron para mí en gratuitas posadas que usé adecuadamente durante toda mi vida. En estas casas no me tomaban por un loco ni por un niño salvaje como ocurría en el circo. No teniendo apetito de nada a alguien se le ocurrió darme carne frita con tomate y cebolla.

En el café-teatro hubo una vez un actor que arreglaba relojes. Si le ocurrió montar una escena monólogo sobre esto. Hablaba con cada pieza de la relojería mientras montaba y desmontaba incansablemente el aparato. No sé si el público reía de lo absurdo o del verdadero ingenio del actor. Improvisaba con tanta maestría, que cuando una minúscula pieza rodaba por el escenario o entre las butacas, él la buscaba a cuatro patas con una lupa entre las piernas de los señores y de las damas, hablándole a la pieza perdida como si fuera un gato.

En el circo había un payaso voluptuoso que entendía sobre el vuelo de las mariposas.

Yo estaba convencido que la carpa del circo giraba sobre el mástil central a la velocidad de las horas. Observaba el fenómeno de las sombras que producía este giro de la lona de color al pasar delante del sol.

¡Ah, ahora me viene el nombre Marie Rose, la equilibrista; será ella!

En el circo había un cuidador de animales que, no sé si por glotonería o por hambre, se comía las zanahorias y otras cosas que se le echaba a los animales. Esto lo hacía detrás de los bidones metálicos de comida que se encontraban entre los carruajes.

Carlos del Puente

You Might Also Like

0 comments

Popular Posts

Like us on Facebook

Flickr Images