El ascensor enamorado de una señorita
martes, junio 03, 2014
De repente -aunque con mucho tacto- el ascensor se paró entre dos plantas con una señora dentro de la que se había enamorado desde el primer día que la había subido. Él la miraba allí solita con esos ojitos, su vestidito; y ahora, del susto y del calor, transpiraba. ¡Qué bonita la veía! Alarmados por el incidente y por el monólogo amoroso, vinieron el jefe de recepción, el de cocina, el contable y los botones. Viendo como el ascensor declaraba su repentino amor le replicaron:
-¡Pero hombre! Tú no puedes amar a la señora.
-¿Y por qué no? -le contestó el ascensor, algo enfadado después de tanta incomprensión y resistencia.
-Porque un ascensor no se enamora, -le dijo el cocinero con su buena lógica.
-Y aún menos de una clienta, -replicó el recepcionista.
-¡Qué sabrán ustedes!, dijo el ascensor. Y continuó dirigiéndose a la señora:
-No les haga usted caso: mi amor es puro y verdadero. ¡Qué sabrán esos brutos de amor y de sentimientos! Y menos ellos que siquiera me conocen. Y además, ¿no la han visto a usted? ¿no la han mirado? ¿no la han visto, bonita?
No sé si pasó acaso media hora antes de que llegaran los bomberos y sacasen en brazos a la bella señora empapada.
La noticia corrió por toda la ciudad, de hueco de ascensor a hueco de ascensor. Y creo que desde entonces los ascensores no andan como es debido.
Carlos del Puente
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