Somos lo que otros dicen de uno mismo

sábado, agosto 02, 2014


«Es claro que la técnica del punto de vista acerca al lector al mundo refigurado del artista, haciéndole participe y cómplice de su mirada, pues tiene un fundamento en el comportamiento real de los lectores, que siempre incurren en este tipo de proyección y son a su vez sujetos pasivos de su representación. Somos lo que otros dicen de uno mismo, y los otros son lo que uno mismo y cada cual dice de ellos. De tal modo que, es poco probable que uno mismo sea lo que uno dice de sí mismo, pues la auto-imagen sólo sirve, en muchos casos, para proyectar nuestro yo en nuestro propio espejo, que puede ser engañoso. La estética del mirar se configura así con un fundamento real en la propia vida, que hace que la mirada del otro sea constitutiva de la identidad narrativa y expresiva. Narrativa en cuanto revela a los personajes como ellos creen que los hombres se conocen. Expresiva en cuanto inventa creativamente el conocimiento mutuo, el reconocimiento y el auto conocimiento bajo la óptica del artista, para revelárselo al mundo. No es que los ojos sean el espejo del alma, sino que los seres imaginarios son el espejo del artista. El artista hace parte de la catadura estética y moral del espejo, y se niega ha salir de él, pues lo que le interesa es reflejar lo que él contiene, desde el privilegio de su sensibilidad refinada. Tampoco el espejo de la naturaleza es el mundo reconvertido en conceptos precisos, sino la magia especular que se desata en la interioridad del artista. El acuerdo racional que se postula desde la pretensión de verdad queda reducido a añicos por la voluntad de poder de la creatividad artística, que dispone de infinidad de espejos diferentes, que acercan a cada cual, a cada gran obra, en la diferencia con las otras, y en la similitud de la universalidad de su mirada, que se cierra sobre sí misma, como lo hemos dicho, en una especie de enclaustramiento ontológico, como las sonatas de Vinteuil, las aperturas operísticas de Wagner, las fronteras infranqueables de los cuadros de Vermer, o de los poemas de Baudelaire. De esta manera, lo que aparentemente es una técnica del punto de vista anclada en la vida cotidiana, en el sentir de la vida ordinaria, se convierte en la visión del acceso privilegiado del artista, que dispone del secreto eterno del descubrimiento de lo original. Sin embargo, la disposición natural del artista es en principio indiferenciada de la disposición natural, que exhibe el hombre corriente, en el medio social, al proyectar la multiplicidad de la diversidad de perspectivas, que contribuyen a la armonía de la convivencia, pero también a la gestación del mal. Cada artista proyecta una “perspectiva única”, al poner un nuevo mundo al filo de nuestro ángulo de visión, sin forzar nuestra libre decisión a aceptar el camino desusado de su narración o representación.»

Jesús Ernesto Patiño Ávila

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