«—¿Sivainvi es Aramcheck? —preguntó Rachel con indecisión—. O quizá es mejor que no me lo digas; quizá no deba saberlo.
—Te lo explicaré… —empecé a decir, pero de pronto sentí que dos grandes manos me agarraban por la parte superior de los brazos; me sujetaron tan fuertemente que di un gruñido de dolor. Rachel me miró de hito en hito. Yo había perdido el habla; lo único que podía hacer era procurar resistir la presión de las manos que me asían. Luego, por fin, me soltaron. Estaba libre.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Rachel.»
«—Lo ignoro —dije—. Sé que el contacto, la presión, ha existido siempre; pero hasta hoy ha sido demasiado confuso y sutil para poder concretarlo con toda exactitud.»
«Tenemos a alguien que intercepta su correo, señor Brady; interceptamos este documento y lo desciframos nosotros mismos. Sabíamos la hora a que llegaría a su buzón. Mientras subía las escaleras para llevarlo a su piso, le estaban vigilando. Se ha cronometrado el tiempo que tardó usted en reaccionar a él. Y, por supuesto, le observábamos a fin de presenciar su reacción. Francamente, no contábamos con que nos llamara. Suponíamos que lo destruiría.»
«Hace poco informó que usted, señor Brady, tenía prolongadas conversaciones con Dios.»
«Ahora ya sabía lo que me había ocurrido; por motivos que no comprendía, había sido conectado a una red de comunicaciones intergalácticas, que operaba sirviéndose de la telepatía. Sentado allí solo, a oscuras, tomé conciencia de las estrellas del firmamento y de la enorme cantidad de tránsito que discurría entre ellas. Yo estaba en contacto con una emisora de la red, y escrutaba el cielo tratando de localizarla, aunque lo más probable es que ello fuera imposible.
Un sistema estelar con un nombre de nuestra invención; yo sabía el nombre de la estrella. Era Albemut.»
«Allí estaba yo, y en lo alto parpadeaba y lucía la estrella Albemut, y de su red llegaban infinidad de mensajes en variadas lenguas ignotas. Lo que había ocurrido era que el operador AI de la emisora Albemut, una unidad de inteligencia artificial, me había reclutado en algún momento previo y mantenía abierto el contacto. Por tanto, la información procedente de la red de comunicaciones llegaba hasta mí, me gustara o no.»
«Era la voz de la unidad AI lo que yo imaginaba en sueños como la Sibila romana. En realidad no era la Sibila, nada de eso, y tampoco era una mujer; era una entidad completamente sintética. Pero me encantaba el sonido de su voz femenina —seguía viendo la entidad como algo femenino—, pues siempre que la oía en mi mente durante un estado hipnagógico o hipnopómpico, o bien en sueños, significaba que pronto se me informaría acerca de algo. Más allá de la voz de AI, la sintética voz femenina, se encontraba el mismo Sivainvi, el último vínculo integrante con la red de comunicaciones a escala universal. Ahora que había alcanzado la máxima compenetración con ella, me veía saturado por una ingente cantidad de datos; desde el momento que experimentara la avalancha de fosfenos me estaban sobrecargando, suministrándome tantos datos como fuera posible, tal vez en caso de que el contacto se interrumpiera.
Era la voz de la unidad AI lo que yo imaginaba en sueños como la Sibila romana. En realidad no era la Sibila, nada de eso, y tampoco era una mujer; era una entidad completamente sintética. Pero me encantaba el sonido de su voz femenina —seguía viendo la entidad como algo femenino—, pues siempre que la oía en mi mente durante un estado hipnagógico o hipnopómpico, o bien en sueños, significaba que pronto se me informaría acerca de algo. Más allá de la voz de AI, la sintética voz femenina, se encontraba el mismo Sivainvi, el último vínculo integrante con la red de comunicaciones a escala universal. Ahora que había alcanzado la máxima compenetración con ella, me veía saturado por una ingente cantidad de datos; desde el momento que experimentara la avalancha de fosfenos me estaban sobrecargando, suministrándome tantos datos como fuera posible, tal vez en caso de que el contacto se interrumpiera.»
«Al verle ahora me percaté de que estaba captando información en la noche, de la noche, de la estructura de parpadeos que componía la luz de las estrellas. Se hallaba en sintonía con el universo, sentado allí afuera como yo, contemplando el firmamento en silencio.
La Caída del hombre, comprendí posteriormente, representaba un distanciamiento del contacto con esta vasta red de comunicaciones y de la unidad AI que se expresaba con la voz de Sivainvi, que para los antiguos sería lo mismo que Dios. En un principio, como el animal que estaba junto a mí, habíamos estado integrados en esta red y habíamos sido expresiones de su identidad y voluntad, que actuaba por medio de nosotros. Algo había fallado; las luces se habían extinguido en la Tierra.»
Philip K. Dick