¿De dónde provenían las transmisiones telepáticas?

domingo, junio 28, 2020

«¿De dónde provenían las transmisiones telepáticas? ¿Debiera hacer algo a modo de respuesta? ¿Escribir a Leningrado de alguna forma y decir que las había recibido?»

 

«Por de pronto, yo seguía reflexionando para hallar una solución…, una solución a ello, y respecto a ello. Un terror agudo se apoderó mí en cuanto me senté a la mesa con el anuncio de zapatos, mientras Rachel me traía el bolígrafo y el papel. Tuve que leerlo para descifrarlo. Sobrepuestas en un rojo brillante a los negros caracteres, distinguí ciertas palabras del anuncio como si estuvieran en relieve. Rápidamente, las copié en otro papel y luego, no bien hube terminado, se lo tendí a Rachel.

—Léelo —dije—. Pero sólo para ti.

Rachel dijo en voz entrecortada:

—Es un mensaje dirigido a ti. Lleva tu nombre.

—¿Qué dice que haga?»

 

«Por de pronto, yo seguía reflexionando para hallar una solución…, una solución a ello, y respecto a ello. Un terror agudo se apoderó mí en cuanto me senté a la mesa con el anuncio de zapatos, mientras Rachel me traía el bolígrafo y el papel. Tuve que leerlo para descifrarlo. Sobrepuestas en un rojo brillante a los negros caracteres, distinguí ciertas palabras del anuncio como si estuvieran en relieve. Rápidamente, las copié en otro papel y luego, no bien hube terminado, se lo tendí a Rachel.

—Léelo —dije—. Pero sólo para ti.

Rachel dijo en voz entrecortada:

—Es un mensaje dirigido a ti. Lleva tu nombre.

—¿Qué dice que haga?»

 

«Recogí el anuncio de zapatos por primera vez, le di la vuelta, y al hacerlo una voz habló dentro de mi cabeza. Una transformación de mis procesos mentales, para darme un mensaje.

«Las autoridades».

Únicamente esas dos palabras —las autoridades— mientras tenía en la mano la hoja de papel. Esto no procedía de un agente de la KGB que operaba en Nueva York, tal y como había parecido. No se trataba de instrucciones del Partido. Era una falsificación. La cosa funcionaba en tres niveles: a primera vista, a los ojos de Rachel, era un anuncio corriente. Por algún motivo inexplicable, yo había logrado penetrar en la información cifrada entre los datos sin sentido. El porqué da igual, pensé; lo único que importa es que lo he hecho, he podido hacerlo fácilmente. En el tercer y más profundo nivel, era una falsificación: una trampa de la policía para incriminarme. Y aquí estaba yo, sentado con ella en el cuarto de estar de mi propio piso: con una prueba fehaciente de mis desleales actividades. Bastaba para mandarme a la cárcel de por vida y arruinarme por completo a mí y a mi familia.»

 

«La voz en el interior de mi cabeza volvió a hablar. Ahora la reconocí; era la voz de la Sibila, como la había oído en mis sueños visionarios.»

 

«En mi mente la Sibila se movió, y de pronto perdí el control de mis órganos vocales; me quedé sin habla. Y en esto ella empezó a hablar por mí, empleando mi voz. Con calma, implacablemente, habló con el agente APA del otro extremo de la línea.

 

Hoy he recibido un mensaje cifrado suyo en el correo, indicándome lo que debía hacer por ellos. Yo no quiero hacerlo, aunque me asesinen. Quisiera entregarles este mensaje cifrado a ustedes.»

 

«Expliqué:

—Cartas concebidas para provocar una reacción por miedo a las represalias. En clave. No consigo descifrar toda la clave, pero…»

 

«—Lo siento —dije—, pero es verdad. Éste es el gran secreto. Esto es lo que la gente no debe saber. Pero yo lo sé. Me lo comunicaron.»

 

«América era el último reducto de la libertad y ellos la ocuparon interiormente con nombres falsos. Juzgamos demasiado por los nombres y las etiquetas. Fremont es el primer presidente del Partido Comunista, y yo voy a echarle.»

 

«—Fíjate en su política exterior. Tiene relaciones comerciales con Rusia, les vende cereales con pérdida para nosotros; les concede lo que quieren. Estados Unidos es su proveedor; hace lo que ellos le dicen. Si se quedan sin cereales, les consiguen cereales; si se les está agotando el…

—Pero, ¿y nuestros importantes efectivos militares?

—Sirven para dominar a nuestro pueblo. No al suyo.»

 

Philip K. Dick

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