Sus pensamientos se aceleraban más y más
domingo, junio 28, 2020«—Hoy temprano —dijo Nicholas— me he quedado medio dormido y he soñado que estaba en el pasado, en la isla griega de Lemnos. Había un jarrón dorado oscuro sobre una mesa de tres patas, y un precioso diván… Era el 842 antes de Cristo. ¿Qué ocurrió en el año 842? Fue durante el período micénico, cuando Creta era una gran potencia.
—Ocho cuarenta y dos —dije— es el precio que pagaste por tus calmantes. Es una cantidad, no una fecha. Dinero.
Pestañeó.
—Sí, había monedas de oro también.
—La muchacha te dijo «ocho cuarenta y dos» —yo estaba tratando de hacerle concentrar, de alertarle de nuevo—. ¿No lo recuerdas?
Pensé para mí: Vuelve, Nicholas. A este mundo. Al presente. Desde cualquier otro mundo al que te dejes llevar para rehuir el dolor y el miedo…, el miedo a las autoridades, el miedo a lo que nos depara el destino a todos en este país. Hemos de defendernos por última vez.»
«—Hoy temprano —dijo Nicholas— me he quedado medio dormido y he soñado que estaba en el pasado, en la isla griega de Lemnos. Había un jarrón dorado oscuro sobre una mesa de tres patas, y un precioso diván… Era el 842 antes de Cristo. ¿Qué ocurrió en el año 842? Fue durante el período micénico, cuando Creta era una gran potencia.
—Ocho cuarenta y dos —dije— es el precio que pagaste por tus calmantes. Es una cantidad, no una fecha. Dinero.
Pestañeó.
—Sí, había monedas de oro también.
—La muchacha te dijo «ocho cuarenta y dos» —yo estaba tratando de hacerle concentrar, de alertarle de nuevo—. ¿No lo recuerdas?
Pensé para mí: Vuelve, Nicholas. A este mundo. Al presente. Desde cualquier otro mundo al que te dejes llevar para rehuir el dolor y el miedo…, el miedo a las autoridades, el miedo a lo que nos depara el destino a todos en este país. Hemos de defendernos por última vez.»
«Me imagino que era un modo de evadirse de la presencia de Ferris F. Fremont y todo cuanto él representaba. Era una lástima que yo no pudiera hacer lo mismo; entonces podría olvidar mis pesadillas sobre APAs que me echaban la puerta abajo con mandamientos judiciales, droga oculta en mi casa, Vivian Kaplan acudiendo al fiscal del Estado con una demanda falsificada de alguna clase.»
«Cuando Nicholas fue a acostarse aquella noche, se dio cuenta, como de costumbre, de que no podía pegar ojo. Sus pensamientos se aceleraban más y más, y con ellos las manchas externas de color proyectadas por su mente en la semipenumbra de su dormitorio. Por último se levantó y fue descalzo a la cocina a buscar un poco de vitamina C.»
«Volvió a la cama, ahora un poco asustado; se tendió boca arriba y se tapó con las mantas. La vela votiva ardía en la mesa a su derecha. Conforme sus ojos se adaptaban a la penumbra, veía las flotantes manchas de color, pero retrocedían ante él cada vez más deprisa a medida que sus pensamientos —maníacos, había dicho el psiquiatra— igualaban su velocidad. Están huyendo, pensó, al igual que mi cabeza; mi mente se va con ellas.»
«Dios mío, pensé, los colores retroceden cada vez más aprisa, como si alcanzaran velocidad de escape, como si los estuvieran absorbiendo desde el mismo universo. Deben haber llegado a los confines del mundo y se pierden más allá. ¿Y mis pensamientos con ellos? El universo, comprendí, estaba siendo volteado…, invertido. Era una sensación espeluznante, y me infundió un miedo terrible. Algo me estaba ocurriendo, y no había nadie a quien decírselo.»
«Rápidamente, a la tremenda velocidad de permutación que en el ámbito de televisión denominan montaje relámpago, la estructura de colores equilibrados e idóneos cedió paso a otra estructura, igualmente atractiva. A los pocos segundos llevaba vistas no menos de veinte de ellas; al parecer cada estructura, cada abstracción, al punto cedía paso a otra. El efecto global era deslumbrante.»
«Rápidamente, a la tremenda velocidad de permutación que en el ámbito de televisión denominan montaje relámpago, la estructura de colores equilibrados e idóneos cedió paso a otra estructura, igualmente atractiva. A los pocos segundos llevaba vistas no menos de veinte de ellas; al parecer cada estructura, cada abstracción, al punto cedía paso a otra. El efecto global era deslumbrante.»
«Al salir a mi vez de la cama me di cuenta que veía a la perfección, excepto cuando cerraba los ojos. Entonces veía una reproducción fosfénica, totalmente fija e inalterable, de lo que acababa de mirar...»
Philip K. Dick
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