DESVARÍOS 10
miércoles, junio 17, 2015
En una edición local del prestigioso The Journal New York Tiempo del Sur de la Patagonia he encontrado la entrevista que mantuvo el fiscal con el feroz y famoso psicópata que recientemente se ha escapado de la estrecha vigilancia en la que lo mantenían expertos federales de esos que ya no se sorprenden de casi nada. Según cuenta la crónica, parece ser, que después de numerosas entrevistas, el cínico asesino reveló un hecho insólito hasta ahora desconocido. Me pueden perdonar que bajo el general estupor producido por esta novedad le dé la palabra a semejante personaje cuya personalidad solo merece el más profundo olvido.
Según he oído en el rumor altamente excitado que corre como la pólvora por los pasillos de los jugados de nuestra tranquila y laboriosa comunidad, parece ser que, -pero yo desconfío de semejante fuente de información- el tal Carnicero de Newlife City vivía la alucinante experiencia de ver como sus víctimas recuperaban su estado físico normal después de ser salvaje y minuciosamente descuartizados. Tras su mágica resurrección mantenía con ellos un escalofriante diálogo propio de algunos célebres silencios de Tarantino. Les argumentaba él, con franca sonrisa y con viva emoción, que devolverlos a la vida le permitía tratar con sus víctimas sobre el mal visto y el incorrectamente político tema del tan discutido asunto del abuso del poder directo sobre el cuerpo y la vida ajena. El Carnicero de Newlife city les argumentaba a sus agradecidas víctimas que ellas deberían estar más que contentas por la prerrogativa que él les ofrecía al devolverlas a la vida varias veces. Intentaba convencerlas con verdadera sinceridad de las ventajas del regalo que les hacía. Tenemos que señalar que aquellas víctimas que ofendidas por el trato dado a su querida libertad encolerizaban con su incomprensible actitud una y otra vez a esta alimaña salvaje, perdían para siempre la esperanzadora posibilidad de volver a su casa, a su vida de siempre y sobre todo a recuperar su trabajo que tanto esfuerzo les había costado encontrar y que ahora corrían el riesgo de perder para siempre por una externa circunstancia sobre la que no tenían ningún control. Algunos incluso, entre resurrección y descuartizamiento, pedían hacer una rápida llamada a sus jefes para explicarles que una breve pero leve enfermedad les impedía cumplir temporalmente con su trabajo. Desconocemos si el Carnicero de Newlife City concedió a alguno de ellos la realización de tan insólita petición en esos momentos tan graves y tan pocos sociales. No dudamos sin embargo que los detectives encargados del caso rastrearán todas las llamadas telefónicas y leerán todas las cartas recibidas por los molestos empresarios durante el periodo de los hechos.
Pero este interesante tema será el sujeto de nuestra próxima crónica.
Ah, se me olvidaba decir que a aquellas víctimas que por agradecimiento y mutua simpatía terminaban empatizando con su malvado ejecutor, este no procedía al último descuartizamiento y los dejaba volver a su preciosa vida, no sin antes intercambiar sus respectivos email y cuentas de sus redes sociales con el propósito de mantenerse en contacto. Señalemos para finalizar que corre entre los compañeros de la prensa y otras especializadas personalidades la teoría de que estas últimas agraciadas víctimas han sufrido y aún sufren el conocido fenómeno estudiado desde hace tiempo bajo el nombre de síndrome de Estocolmo.
Carlos del Puente
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