Elephas-maximus-Vēritāsa y la eterna sabiduría de los siete sabios ciegos

sábado, junio 20, 2015



Siete sabios ciegos encontraron cada uno por medio de sus manos a la divinidad Elephas-maximus-Vēritāsa. No nos parece necesario añadir que cada uno pensaba ser el único que había encontrado tan gran verdad.

Cada sabio sentía, al principio de su sorprendente encuentro, que la divinidad Elephas-maximus-Vēritāsa era la oscuridad. En eso coincidieron durante mucho tiempo mientras las palabras de la sabiduría no intervinieron.

Solo después de innumerables reencarnaciones empezaron con suma prudencia a enunciar la esencia de la parte que estaban tocando. Cada cual se preguntó en la más silenciosa introspección: «Qué es Elephas-maximus-Vēritāsa?» Después de la primera pregunta dudaron durante el tiempo de unas cuantas reencarnaciones. Esto es lo que desde el cielo se les oyó meditar, cada cual por su lado, en la profunda ignorancia de la existencia de los otros seis sabios ciegos:

El que había encontrado la trompa de Elephas-maximus-Vēritāsa no dudó en afirmar que la Vēritāsa era la fuente de la vida que aclara y refresca la impureza del pensamiento y limpia de impurezas los chakras.

El que había encontrado un ojo no dudó que era el ojo de la frente de Elephas-maximus-Vēritāsa, ojo que lo ve todo y que todo conoce.

El que había encontrado un colmillo de Elephas-maximus-Vēritāsa no dudó de que el colmillo era la puntiaguda lanza de la verdad que mata a quien se acerca demasiado a su esencia.

El que había encontrado la cabeza no dudó de que la cabeza era el templo sagrado en el cual el dios Elephas-maximus-Vēritāsa medita eternamente, siendo su frente el abismo en el que cae quien lo abandona.

El que había encontrado una pata no dudó de que la pata de Elephas-maximus-Vēritāsa era el tronco del árbol sobre las ramas del cual todas las manifestaciones de la vida aparecen.

El que había encontrado la cola no dudó de que la cola de Elephas-maximus-Vēritāsa era la soga que sostiene al mundo para que no caiga en la infinita deriva de la material existencia.

Y el séptimo sabio, que estaba al lado del sexto sin percibir su existencia, se encontraba bajo el ano de Elephas-maximus-Vēritāsa sin aún haber detectado su existencia, cuando este soltó el nutriente alimento que lo mantenía en su eterna vida. Inmediatamente el séptimo sabio dedujo que Elephas-maximus-Vēritāsa era la fertilizante divina fuente de la cual germinaban todas las cosas materiales y era la universal solución para que los insectos no picaran su sensible piel de asceta.

Era evidente que estos siete encuentros tuvieron lugar en cada elefante habido y por haber a pesar de que cada sabio siguió creyendo en cada una de sus eternas reencarnaciones que él era el único que disfrutaba de la dicha de haber encontrado a Elephas-maximus-Vēritāsa.

Carlos del Puente

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