No supo como llamar a aquella noche
viernes, junio 05, 2015Ladraba un perro. Ladraba por tres veces cada noche. Y él estaba en su fonda de mala muerte, tumbado en la cama, boca abajo, la cara casi disecada, sobre la plana almohada. La angustia le tomaba los músculos. Sus manos retorcían la manta. Ladraba el perro de una forma como él no había oído antes. «Los perros ladran; ¡pero este!» Era profundo el aullido. Y lo demás silencio. «Ya veremos en qué se convierte esta noche.» No lo dejaba pensar; aunque pensaba en sus ideas sobre las diferencias. Era su problema del momento. Y ese problema iba a durar más de lo previsto. Pero Otto no lo sabía. Llevaba meses viajando por Alemania, solo. En su introspección solo. Los ladridos entraban por las paredes y por las ventanas abiertas durante toda la noche. Probó a cerrarlas; pero el sonido amortiguado se hizo aún más lúgubre. Se levantó y volvió a abrirlas. Se imaginó su lengua grasienta y la baba goteando por sus labios negros. «Otro aullido.» Munich estaba en silencio; algún que otro carruaje; el hierro de las ruedas rechinaba sobre las piedras secas. En su habitación a oscuras parecía el carruaje pasar por dentro. En un gesto irreflexivo se cruzó los brazos sobre el pecho. Sintió como si tuviera dolor en las costillas. Pero él sabía que era otra cosa. Abrió la mano derecha sobre su camisa. La dejó allí un rato mientras se observaba. «¡Qué noches más terribles pasan!»
Carlos del Puente
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