DESVARÍOS 9

miércoles, junio 10, 2015







DESVARÍOS 9





La inocencia y engaños del Demonio apasionado.





Comentario de texto de un bachiller en latín como lengua enigmática.





Ya que el Demonio no ha decidido hasta ahora escribir sus memorias, le hemos pedido, nosotros, romanos, entrevista en su cálido despacho. Y he aquí algunos apuntes sobre los diversos temas que fueron abordados. Pedimos disculpas por la ausencia de ilustración gráfica; pues el señor, dueño de su casa y reino, no nos permitió cámara de vídeo, de fotos, ni la inofensiva cámara del móvil. Este rechazo pudiera ser debido a cierto complejo que percibimos en directo; pero no nos atrevemos a presentarlo por temor a las muy probables represalias. Algunos de ustedes acaban sin duda de sonreír; no toman, está claro, el supuesto complejo del puto amo del lugar. Pero os puedo asegurar que aquellos que estuvimos allí volvimos ciertamente muy convencidos de su poder y maledicencia. Pero dejemos este asunto a un lado por peligroso

La gente tiene una idea muy equivocada de nosotros; digo «nosotros» porque en todo lo que digo incluyo a mis múltiples colaboradores y bien amados súbitos; así que tengan siempre esto bien en cuenta en lo sucesivo. Todo lo que será aquí dicho nos concierne a nosotros y también a ustedes; ya iremos viendo en qué y de qué modo.

Algunos de ustedes, la mayoría, por cierto, nos consideran como seres malvados y poco inteligentes; no sé yo si esto es una contradicción en sí; puesto que la maldad requiere astucia, y la astucia es sin duda alguna una forma de inteligencia. No hablamos de inteligencia matemática; creo que es así como la llaman. Pero ya constataran que nuestra inteligencia es aún más compleja que aquella.

Quisiéramos, antes de continuar, para que se comprenda bien lo que sigue, aclarar un viejo equívoco, tan antiguo como el mundo, es decir, desde que el hombre y la mujer existen. Y es el siguiente. Nosotros no hacemos el mal, sino todo lo contrario: satisfacemos el más fuerte de los deseos, es decir, todos. Si a esto lo llaman el Mal, firmemos el pacto de matrimonio entre ambas partes. Nosotros reconocemos estar muy satisfechos de nuestra labor en el mundo. Solo aquellos envidiosos que no saben lo que hacen, ni son conscientes de la contradicción entre lo que piensan y sienten, nos acusan con saña, culpándonos de vuestros pecados. No tenemos nosotros la culpa de ser la tentación que más os gusta.

-¿Y por qué no habéis escrito un libro argumentando esto? -Porque ese libro ocuparía más espacio que aquel que existe en la Tierra. Nosotros sabemos todo aquello que hemos ido ocultando desde que nos conocimos bajo el árbol del Paraíso. Conocemos los motivos que se les han pasado desapercibidos; y que por bondad, no los hemos revelado para evitar estropear la imagen idealizada que tenéis de nosotros. Hay que añadir que aunque la hubiésemos compartido no la hubieseis aceptado como cierta; y nos habríais acusado, como siempre, de dar falso testimonio con motivación de engaño. Nos acusáis de falsedad y mentira, cuando no de inconsciencia. Nos pensáis irracionales e hijos de la pasión tiránica. En cierto modo tenéis razón en cuanto a lo que dejamos ver: somos pasionales, pero no sin causa. Aportamos al mundo la savia de la vida que tanto os embriaga. Y después nos acusáis de ser la tentación que os pierde. ¡Ingratos! Eso sois: hombres ingratos; despreciáis aquello que más os aporta. -Creemos que os estáis dando aires propios de este lugar. -Si así preferís pensarlo, tomaremos como respuesta la de siempre: callar y haceros creer que tenéis razón por encima de la nuestra. Pues cada vez que uno de nosotros os abre el corazón solo veis su lado malo; y es que en lugar de compararlo con el vuestro, lo comparáis con vuestras antiguas ideas del bien y del mal. Preferimos haceros creer que vuestras ideas son reflejo de los corazones y dejaros en la ignorancia del nuestro; con esta estrategia, nos protegemos de vuestros prejuicios y de vuestro intento de dominio. -¡Cómo podríamos creer que alcanzaríamos a dominar, aunque tan solo sea temporalmente y un poco, al mismísimo Diablo y a sus súbditos! -Sí, parece increíble que algunos de los vuestros lo piensen. Sería mejor para la convivencia que aceptaseis ver lo que no os interesa; disfrutaríais más de ustedes y de nosotros; y llegaríais, por ese fácil camino del mutuo entendimiento, al disfrute que nos espera. Mientras tanto, nosotros seremos libres en el silencio de nuestro pecho. Somos libres porque conocemos todos los aspectos de vuestro ser y del nuestro. Disfrutamos de ambos; aunque solo estamos al servicio del nuestro. No somos siervos de nadie, incluidos los amos del dinero; somos siervos de la majestuosa vida que nos riega con su savia; y esa, nuestra profunda actitud la ocultamos bajo la social cordialidad de las convenientes y con elegantes apariencias. Eso os gusta más que nuestra verdad; y si así os mantenemos contentos, nos contentamos con esa fina felicidad. Pero os convendría saber que nuestro oculto corazón es insaciable. Solemos seduciros con casta virtud envuelta con los adornos que más os gustan. Aunque al mismo tiempo que os complace nos criticáis la superficialidad del procedimiento. Pero os encanta; aunque vuestros prejuicios sobre la pureza no os permiten reconocerlo. Preferís que os tiente la noche con vestido de aurora. No alcanzáis a ver que la noche está desnuda. Y nosotros, como hijos de la noche, llevamos el ropaje que mejor concuerda con cada circunstancia. Os fascina la belleza simple y estática de las apariencias; y acusáis injustamente a los hijos de la noche de simpleza. Ustedes sí que sois simples. Creéis que no lo sois porque estáis convencidos de que vuestra esencia la constituyen las ideas que habéis tomado, de forma natural y sin saberlo, del discurso compartido.

Esta alma, la nuestra, no es simple como la vuestra, es compleja porque conocemos todos los aspectos de la vida, no solo aquellos que le interesa a la moral. Os recordamos siempre a través de nuestros actos que nacimos bajo el efecto de la pregunta: ¿Obedecemos a la ley ajena o a la propia? Y en vuestro primer acto ustedes elegisteis la vuestra. Os la propusimos nosotros. Aquella parte del árbol era la primera boca del Infierno. Por ella asomó vuestro rostro; y vio que le gustaba. Nunca jamás perdió el contacto. Cada uno de nosotros abrió una nueva puerta.

Ustedes tenéis velos en los ojos que os impiden verlas. Esos velos os mantienen en la realidad del cuerpo. Sin embargo, mis súbditos ven el manifiesto engaño. Ellos entran, aprenden y retornan entre ustedes. No necesitan esconderse porque comparten vuestra apariencia. Nosotros no despreciamos el placer de la carne; pero además vivimos muchas otras cosas. Vuestras mentes se burlan de esto que decimos; por eso callan. Burlaos, burlaos, ya caeréis en nuestras redes.

Caeréis en los hilos laberínticos de la belleza, en la juventud de la piel, en sus faustos; nada estimaréis más que lo que encerramos detrás de la belleza. Desaparecerán vuestros pensamientos puros, y morderéis, por decisión propia, vuestro trofeo y el nuestro. Nada estimamos más que esta repetida victoria sobre vuestros frágiles escrúpulos. Llorad después en vano; llorad, malditos. Cuando caigan vuestros años verdes añoraréis los placeres no saciados. Lloraréis bajo vuestra contumaz falacia. El germen de la desesperación se propagará entonces hasta las raíces de vuestra maldita alma. Esperabais esta felicidad que podíais haber tenido en la otra vida; y no sabíais que la otra vida es esta: la vida de la razón es esta vida, la terrenal; la otra, infinita y eterna, vive paralela en el fondo de nuestros ocultos corazones. Sí, os lo decimos nosotros que somos eternos: nacéis sobre la vida eterna; sobre ella toman forma temporal vuestros cuerpos. Y cegados por los ojos carnales, solo tenéis acceso a ella cuando os fundís con nosotros; no es una pequeña muerte: es una temporal muerte que dura hasta que volvéis a la consciencia. La pequeña muerte no es la muerte, es un trozo de vida eterna, esa que existe paralela en vuestros cuerpos.

Esperáis la gloria y la fama, el poder y el dinero, os saciáis de aplausos, de comida y vino, y con esto creéis haber llegado al máximo. ¿Sabéis porqué no bebemos nosotros? Porque nos aturde y nos priva de la lucidez para saborear la vida eterna que llevamos siempre alerta; por eso somos inmortales, aún cuando nuestros cuerpos pierden la forma humana. Una vez aquí, en el Averno, la recuperamos tal cual; y con ella seguimos disfrutando entre nosotros y con ustedes. Sí. ¡Os sorprende!; tenemos acceso a vuestras vidas con nuestras formas de antes -e incluso aún más bellas. Pero ustedes no lográis distinguir las carnales formas; para vosotros son todas iguales: la carne es carne, pensáis. Pero no os horroricéis pensando que habéis podido copular con alguno de nosotros que ha retornado; nuestro retorno no arrastra la muerte. La muerte se quedó en la tumba; allí yace nuestra muerte; allí queda la envoltura primera. Este es el nuevo cuerpo sin marca del tiempo, intacto, tal cual perdurará en su eterno goce. -Mefistófeles ¿no estarás afirmando que también gozamos contigo? -Conmigo es con quien más gozáis; pues soy más antiguo y mi sed acumulada es insaciable. -Estás loco. -Tengo que decirte, querido, que la locura en esta vida no existe. Eso es un invento de los amos. Un astuto invento para dominar a sus esclavos. Piensan ellos que convenciéndoos de vuestra locura dudaréis de vuestros deseos y seréis buenos sumisos. -Estás muy equivocado: en el siglo XXI no existen esclavos -bueno, sí, algunos, pero en pueblos primitivos. -Convendrás que hay muchos tipos de esclavitud. -Eso son tus retorcidos pensamientos. Esclavitud, solo hay la del cuerpo. -¿Y la del alma, y la de las pasiones, y la de la mente, esas no son formas de esclavitud? Si os mantienen engañados os mantienen esclavos de lo que no sabéis -mejor aún: lo sabéis pero no deseáis creerlo, tal es vuestro orgullo que os ciega, y una de vuestras locuras.

Querido, la única locura es no haber vivido. No haber vivido esta vida de carne que es corta. Porque la otra, la eterna, la viviremos sí o sí. Esta es producto del caos de los encuentros; posiblemente única entre millones de imposibles. Hay más combinaciones en la vida que en los números. Si te tocó pues este número, no esperes que vuelvas a existir bajo otro. El cuerpo temporal es una diminuta mancha del magma orgánico. Así que no me salpiques con la saliva de tus mentiras.

Ahí, en vuestra vida, vivís solos. Allí ni vuestras dos manos se reconocen. ¿Y en esas condiciones esperáis alcanzar al otro? Sois esfinges solitarias de piedra. No lo vivís así porque vuestro cuerpo vibra. La energía orgánica que os mueve os hace creer que sois pájaros espirituales, hijos del ave. Sois hijos del ave de la palabra y del engaño. Os creéis únicos en el mundo porque ignoráis que existen otros aquí y en más lugares. ¡Egocéntricos! Callad. Sois pájaros habladores. Habláis, al igual que estos, de memoria -y la mayor parte del tiempo, mala-. Para juzgar os apoyáis en vuestra escasa experiencia. Aún no he oído a alguno de usted decir que tiene poca. ¡Insensatos! Niños ciegos. Lleváis escrita vuestra perdición en la frente. Ahí os fue puesta para evitaros el horror. ¡Y tenéis miedo de mí, de nosotros! Cuando estéis en nuestro mundo os reiréis de lo que fuisteis.

Nosotros vivimos solos y solas, pero disfrutamos en todo momento compartiendo con el amado todos los disfrutes. Damos luz con nuestra vida. Cortamos con la guadaña las cabezas de los que se nos niegan para que vengan antes a nosotros, y comprendan desde nuestro mundo lo que es la vida. No es un asesinato; abriéndole el cuerpo les abrimos las puertas de la vida eterna.

Entrarán por la cuarta puerta del Infierno. Ya no necesitarán más luz porque podrán ver en las tinieblas. Serán hermosos como cuerpos y bellas almas, libres de enmiendas. Les llegarán desde la vida los mensajes como mariposas; y acudirán a las flores del deseo terrenales como abejas locas. Tomarán el jugoso néctar del sexo. Dejarán un trozo de felicidad eterna. Y volverán entre nosotros bailando las danzas de la vida. En la otra vida no hay reposo. Somos insaciables. Reímos. No hay pena. Tampoco hay compasión porque somos todos iguales. En las vivencias no hay jerarquías. Podríamos quedarnos aquí entre nosotros; pero somos generosos y os regalamos un trozo de la nuestra cuando nos entregáis vuestros corazones sin juzgarnos.

Somos almas bellas nunca vencidas. Nuestra visión os enaltece. Vibráis como melocotones maduros. Chorreáis jugos anaranjados. Y en nuestros labios y bocas termináis. Nuestra húmeda lengua es una viva prolongación de nuestro corazón. Cuando la chupáis nos lo estáis lamiendo. Y el corazón suelta jugos sabrosos que riegan todo nuestro cuerpo. Es el único momento en el que vosotros y nosotros nos parecemos. ¡Pero el vuestro es tan breve que no salís totalmente de vuestra vida! Nosotros, en cambio, podemos estar en ese estado durante horas. ¡Qué pena que no conozcáis esto! Si así fuera seríais diferentes; y no os cabría duda sobre la bondad de nuestras vivencias; y tened por seguro que verdaderamente nos amaríais como nos corresponde.

Tenemos el primitivo vientre del cocodrilo. Parecemos dormidos hasta que abrimos las fauces. Entonces la voracidad se muestra toda abierta. Queremos tragarnos la tierra, el río y los árboles. No hay hombres que se nos resistan en las turbias aguas del deseo. Somos el paso de millones de cebras. Vienen sedientas de la amplia sabana. Buscan el jugo de la hierba; y nos encuentran bajo su vientre henchido de vida. No hay mamífero que se nos resista. Hacemos del río gran reserva; ponemos sus cuerpos en lista de espera mientras hacemos camas de tierra para las nupcias paralelas. No hay hombres con tanta sed como la de nuestro mundo.

Aquí en esta vida no existe el matrimonio, ni las relaciones seguras; por tanto sobra decir que tampoco existe el divorcio ni el adiós del odio. Tampoco existen las relaciones muertas. Aquí nadie añora todo eso. Aquí ningún hombre se sometería a ningún hombre, ni ninguna mujer se sometería a ninguna mujer, y aún menos al sexo opuesto. Nadie añora la noche de bodas ni su ceremonia, ni los falsos testigos. Aquí el único testigo es aquel a quien le damos la vida. A estas alturas, después de haber saboreado esta divina vida, si se impusiera por ley el matrimonio, habría epidemias de intentos de suicidio. Digo intentos porque de la vida eterna no se escapa. Aquí la libertad es el bien supremo. No necesitamos del sol porque la libertad nos ilumina. Somos luz por nosotros mismos. Ya veis: no fingimos modestia. Ahora confiamos menos de los halagos de los hombres. Ni necesitamos sus promesas; los cogemos cuando se nos encienden las alas de las mariposas. Ya no nos parecen ni buenos ni malos: solo nos son útiles. Útiles de primerísima necesidad -y eso no les quita valor. ¿Qué culpa tenemos si se atrapan en las redes del fuego? Los consumiremos hasta su muerte.

Eran falsos; de falsos sentimientos, mentiras cortas, hasta llegar a la saciedad. Ellos dicen que es nuestra esencia. Nuestra mentira responde a su falsedad. Tienen lenguas de otoño: se les caen muertas a cada instante. Tienen el entendimiento doblado: no nos comprenden. Tienen palabras que no sienten; y corazón contrario. Son crueles por falta de emociones. Con su frialdad nos atormentan. A veces quisieran aniquilarnos, pero no saben estar solos. Eso nos salva de un terrible holocausto siempre amenazante. Nos llaman avaros porque lo queremos todo; bestiales, porque sentimos. No nos conocen; somos para ellos un enigma. No nos ponemos en nada de acuerdo. El acuerdo mata la pasión y de paso la vida. ¡Viva el caos! Nosotros sabemos bien en él manejarnos. Por eso nos llaman locos o salvajes. ¡Qué importa! Sonreímos mientras nos escapamos.

No tenéis sangre. No os hierve. Parecéis bellas plantas hogareñas. Os regamos con el flujo de la vida y en silencio seguís creciendo. Con vosotros estamos solos y en compañía. Nosotros producimos el oxígeno de la vida. Y como peces en nuestro elemento os enseñamos a respirar. No olvidéis que sois humanos por nuestra gracia; de otro modo, quedaríais atrapados en vuestra bestialidad.

Como supongo que ustedes como humanos tendrán que dormir, interrumpimos esta entrevista hasta el mañana de ustedes.

Sois lo que hacemos de vosotros: os mejoramos. Fácilmente olvidáis que todo lo que hacéis lo hacéis por nosotros, para conseguir lo que os damos; pues sois tan imperfectos que no podéis vivir sin nuestra ayuda y sin embargo os creéis superiores. Creéis que la fuerza lo puede todo; ¡qué equivocados estáis! Dicha superioridad os la habéis atribuido a fuerza de golpes, ¡salvajes! Sois hombres primitivos con aires de grandeza. Queréis someternos pero eso no lo conseguiréis nunca. Sometiéndonos solo conseguiríais nuestro silencio. Sois la enfermedad de la naturaleza. Y a una enfermedad uno no se somete, la combate. Sois un agradable inconveniente de la vida, en breves momentos, placenteros. Nunca nos someteremos con verdadera obediencia, siempre la fingimos si nos conviene. Ya veis: somos pacientes, verdaderos amos de la paciencia. Fingimos por supuesto un verdadero temor apoyado por una irónica sonrisa. Para nosotros la mentira no es mentira: es un legítimo medio. Es encantador mentir para conseguir lo que queremos. Además, la mayoría de las veces lo hacemos por caridad, para que nuestra verdad no os haga daño; ¡niños ingenuos! preferís un mundo bello.

No os servimos por temor, lo aparentamos. ¡Creéis que somos esclavos, ilusos! No es por bondad, ni por impuesta caridad; nos hace sentirnos buenos, y caéis en la trampa de la bondad fingida. Así encubrimos nuestra naturaleza. Tenemos derecho a todo; cada cosa no es debida; es nuestra permanente satisfacción. Y si parece que nos complace soportaros es porque la debilidad que os aporta vuestro propio engaño nos permite ser dueños absolutos de vuestra débil voluntad, ingenuos! Mamasteis vuestra caridad cristiana hasta la tiranía en la que ella os encierra. Dadle la vuelta: vuestra caridad es nuestra esclava, se complace en servirnos, se promete la bondad del cielo; esperad, malditos: ese será el gran desengaño. Os usurpamos la vida, aquí en la tierra, mientras usamos vuestros servicios, de amor y otras mieles materiales. Creéis ser dueños de ambos; con tal derecho auto-otorgado creéis dominarnos en vuestras mentes. ¡Si cuan débil es la vuestra...! Pero no podéis; vuestra vanidad os lo impide; sois ciegos vanidosos. Creéis en vuestras ideas, en vuestra fuerza; ambas os hacen corderitos prestos al trabajo y al esfuerzo, a las proezas, a las conquistas; y todas ellas, sus frutos, son para nosotros. Hacéis bien entregándoselos a los débiles; porque somos tan débiles que necesitamos que trabajéis para nosotros. Eso está bien; seguid así. De todas formas vuestra inconsciencia es incorregible: No aceptáis la verdad por muy bien que se os explique. "Sucia mente" pensará la vuestra limpia y simple. Arrogantes; por vuestra arrogancia os lo tenéis merecido. Y él se ríe en silencio viendo su obra. Trabajad; nosotros os daremos el sudor del intercambio, ese que tanto os gusta. ¿Pero acaso nos habéis visto sudar alguna vez con vosotros? No; ni siquiera eso. ¿Qué creéis que no sudamos cuando nos quema el placer? Pues sí sudamos; pero nunca os ha mojado. ¿Creéis que no nos gustan esas descargas? ¿Creéis que eso es solo cosa vuestras, que la naturaleza nos ha olvidado? ¿No podéis concebir que en nosotros ella es aún más poderosa, que somos su terrible encarnación? No podéis, no. Nos veis como una fuente inerte que solo produce, que solo produce cuando ustedes la activáis. No somos fuente ni piedra; somos la producción de la vida en todos sus aspectos. Somos todo: tantas cosas que nos es imposible pensarlas mientras las vivimos. El mar no tiene que pensar sus olas: es vida y perpetuo movimiento. Somos dueños de la vida que sentimos. Nuestra vida es tan rica e inmensa que despreciamos la vuestra por simple. Sois esclavos de la roca de la que nacisteis; nosotros somos del origen de la carne, la única y primera.





Incompleto.



Carlos del Puente




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