Dostoievski: la injusticia de la desigualdad del castigo
jueves, septiembre 10, 2015
“El primer día de reclusión es
siempre el más duro, sea en un presidio o en una cárcel… El pensamiento que me
agitaba, no me abandonó en todo el tiempo que duró mi deportación, ni aun
después de haber recobrado la libertad: era una cuestión no resuelta entonces y
que parece no lleva camino de que se resuelva nunca.
Meditaba sobre la desigualdad del
castigo en los mismos delitos.
En efecto, no se podían comparar
unos delitos con otros ni aun por aproximación. Dos asesinos matan cada uno a
un hombre, y el tribunal pesa y examina detenidamente las circunstancias que
concurren en ambos delitos; sin embargo, aplica la misma pena,
a pesar del abismo existente entre un delito y
otro.
Uno asesinó por una bagatela, por una cebolla:
mató a un muchik con objeto de apoderarse de una cebolla, que era todo lo que
la víctima llevaba encima. -¡He sido condenado a trabajos forzados por una
cebolla! -dice el criminal. -¡Que burro has sido! -le contesta otro-. Una
cebolla vale un kópek; debieras haber matado a cien muchíks y así hubieras
reunido otros tantos kopeks. Otro recluso había matado a un libertino que
ultrajaba a su esposa, a su hermana y a su hija. Un vagabundo, medio muerto de
hambre, perseguido y acorralado por la policía, mató en defensa de su libertad
y de su vida.
¿Merece por esto el mismo castigo
que el bandido que asesina niños por el monstruoso placer de ver teñidas sus
manos con la sangre humeante de aquellas criaturitas, de ver temblar y
estremecerse de terror a sus víctimas a la vista de la reluciente hoja del
cuchillo que ha de desgarrar sus carnes?
No, ciertamente; sin embargo,
todos serán condenados a la misma pena, a trabajos forzosos. La cadena no
tendrá la misma duración, es cierto; pero las variedades de la pena son muy
poco numerosas, mientras que las de los delitos son infinitas, no se perpetran
dos crímenes en idénticas circunstancias. Pero admitamos que sea imposible
hacer que desaparezca esta primera desigualdad del castigo, que sea esto un
problema insoluble y que, en materia penal, se haya descubierto ya la
cuadratura del círculo. Admitámoslo. Pero, si prescindimos de esta primera
desigualdad, tropezamos al punto con la segunda: la consecuencia de la pena. He
aquí un hombre que sufre, languidece y se consume como una bujía; véase allí en
cambio, otro que antes de ser deportado no podía soñar siquiera con la
existencia de una vida tan cómoda y descansada, en compañía de alegres y simpáticos
camaradas. De estos últimos se encuentran muchos en los establecimientos
penales.
A un hombre de corazón, de
conciencia y de espíritu cultivado, lo matan más pronto los sufrimientos
morales que todas las penalidades materiales, por duras que éstas sean. La
sentencia que él mismo ha pronunciado sobre su propio crimen, es más implacable
que la del más severo tribunal y la de las leyes más draconianas. Está obligado
a vivir junto a otro penado que no ha reflexionado un solo instante acerca del
delito que expía y del que, tal vez, se cree inocente.
¿No existen también desdichados
que cometen un crimen con el único objeto de ser enviados a trabajos forzosos y
substraerse a una libertad que es para ellos infinitamente más penosa que la
reclusión? La vida es para éstos insoportable; quizá no habían comido nunca
hasta saciarse y en cambio se mataban trabajando día y noche para enriquecer a
sus amos…
En el presidio el trabajo es menos
penoso y se come mejor; los días festivos probará la carne, y las limosnas y el
trabajo nocturno facilitan algún dinerillo, cosas todas que antes no conocía,
sin contar con la agradable compañía de hombres despreocupados y divertidos.
Los presidiarios son todos listos
y astutos, y el recién llegado los contempla arrobado, admirando sus argucias y
su talento para salir airosamente de los más graves apuros. Y como no ha visto
en su vida cosa semejante, se cree, entre ellos, en el mejor de los mundos.
Mas, ¿para qué pensar en lo que no
tiene solución posible?
Volvamos a nuestro encierro.”
Dostoievski,
Memorias de la casa muerta.
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