La carta de los siete círculos

lunes, septiembre 28, 2015



Dosto había tenido una de las más fuertes crisis epilépticas vividas hasta el momento. Era aproximadamente las dos de la madrugada cuando recobró  el conocimiento. Fue a aumentar la llama de la luz que su esposa había dejado semi encendida sobre la mesita de noche, antes de ella ir a dormir al cuarto de invitados contiguo al dormitorio conyugal. Había dejado también una extraña carta sobre la mesita, justamente apoyada sobre la ruedecita de encendido. Dosto abrió el sobre como pudo y empezó a leer lentamente:

“La eterna Rusia está fortificada. Y es justo que los justos se refugien allí donde no puedan causarle daño. Muy señor mío, su palabra es infalible. Me dirijo a usted pues como último escudo de la nación.

¡Las causas, las causas! Todas las causas suben a una causa primera, la fuente, señor; y usted la conoce, tanto a la primera como a las otras. Las tememos todas; y todos los hombres de la nación están de rodillas. Estamos de rodillas ante su presencia. Ya sabe usted que su presencia es infinita, extensa como nuestra amplia llanura, omnipresente como la nieve en nuestro invierno. Con solo nombrarla nos tiemblan las rodillas, señor. Quiera Dios, ¡bendito sea! que se inviertan las fuerzas, que su corazón generoso haga del mundo un goce generoso. Dios lo escuche. ¡Amén!

Siete son los caminos, las vías que nos iluminan con sus promesas. ¡Siete, señor! ¡Ni más ni menos! Alguna de ellas nos será accesible;  aunque las otras se cierren, o no lleven a ninguna parte, o nos lleven a la confusión de los nombres; al menos Él nos reservará una, una para su pueblo  preferido. ¿No cree, señor? ¿No está de acuerdo, señor? Sus ojos brillan de inteligencia; vienen a buscarnos con temor en el corazón pero con esperanza. Alza los ojos a su luz,  levántalos, busca su fuente verdadera. Este pueblo tiene corazón para ver la Rusia verdadera, para amarla y adorarla como su fuente. Llevamos inscrito en nuestra sangre eslava que nuestra sangre sea la sangre, el hermano hermano, el misterio y la prueba de nuestra sacra hermandad nórdica. ¡Alabado sea nuestro corazón en el círculo de los justos, en la revelación de los misterios, en la perfecta asamblea de las almas.  Señor, que vuestra sabiduría sea eterna y nos ilumine. Le seguiremos con nuestros rectos corazones como el primer y único mandamiento."

Bajo la emoción, Dosto volvió a tener una pequeña ausencia.

"Oremos por Dios. Oremos en la limpieza de la sangre. Tomemos sus señales. Revélanos tu misterio. Te alabaré Señor en toda tu misericordia. Métenos, Señor, en el círculo de los justos. Haznos miembros de tu asamblea. Tómanos en tu misericordia. Creemos en tu doctrina perfecta y en tu testimonio. Eres, Señor, el Verídico. Tu presencia nos reconforta el alma. Por ti somos las vías de tu corazón infinito. Te alabamos, Señor. Tu mandamiento nos ilumina.  Haz sabios a estos ignorantes; y luego revélanos tus misterios. Vos, el primero y oculto, revélanos tu presencia. Muéstranos la vía que te alcance; si este es tu deseo. Entréganos las llaves de tus puertas. Retíranos los obstáculos. Y aquel pueblo que de ti reciba esta ofrenda sea por la eternidad bendito."

Carlos del Puente

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