Kafka: "todavía la obra es mía, sólo tengo que dar un paso y estoy a salvo."
martes, abril 22, 2014
"todavía la obra es mía, sólo tengo que dar un paso y estoy a salvo.
Luego, en definitiva, tengo que reconocer que estoy en lo cierto, que es realmente imposible descender
sin exponer a todos, al menos por un rato, la más apreciada de mis pertenencias,
a los que están en el suelo, en los árboles y en los aires. Y el peligro no es imaginario, sino muy real. No es forzoso que el enemigo cuyo deseo de perseguirme provoco sea verdadero, basta que sea una insignificancia,
cualquier pequeño ser repugnante que me sigue por curiosidad, y que por ello, sin saberlo,
se convierte en el guía del mundo contra mí.
Tampoco necesita ser, y tal vez es, y esto no es menos grave, tal vez sea alguien de mi especie,
un conocedor y apreciador de obras,
algún hermano del bosque, un amante de la paz, pero
un bribón holgazán que quiere habitar sin construir.
Si al menos llegara ya,
y descubriera con sucia avaricia la entrada,
Con gusto admitiría esta vez el laberinto,
pero antes extendería sobre mí el manto del musgo, para descansar largamente,
creo que por todo el resto de mi vida.
Pero no viene nadie y quedo a solas conmigo mismo.
Ocupado continuamente con las dificultades del asunto,
pierdo gran parte de mi temor. Ya no eludo la entrada, tampoco por el lado exterior; rodearla se convierte en mi ocupación favorita,
es casi como si yo fuera el enemigo
y espiara la oportunidad de irrumpir.
es casi como si yo fuera el enemigo
y espiara la oportunidad de irrumpir.
Si al menos tuviese alguien en quien pudiese confiar,
Si al menos tuviese alguien en quien pudiese confiar,
a quien pudiese dejar mi puesto de observación, entonces sí que podría descender la tranquilidad.
Yo convendría con él, con el hombre de confianza,
en que observara exactamente la situación durante mi descenso, o un tiempo más, y que, en caso de peligro, golpeara la capa de musgo, y si no, no. Con esto, arriba todo estaría despejado, sólo quedaría mi hombre de confianza, ¿pero no pediría alguna satisfacción a cambio?
¿No querría por lo menos contemplar la obra?
Ya esto por sí solo,
dejar entrar a alguien voluntariamente en mi obra, me sería muy desagradable.
La he hecho para mí, no para visitantes; creo que no lo dejaría entrar.
Ni aun al precio de que me posibilitara a mí mismo la entrada.
Pero no podría dejarlo bajar solo, lo que excede todo lo imaginable, o tendríamos que bajar juntos, con lo que se perdería la ventaja que él debiera proporcionarme, es decir,
hacer observaciones detrás de mí.
¿Y qué es esto de la confianza? ¿Puedo seguir confiando en el que confío cara a cara, cuando ya no lo veo más y nos separa una capa de musgo? Es relativamente fácil confiar en alguien cuando se lo vigila al mismo tiempo o cuando al menos existe la posibilidad de vigilarlo; hasta es posible confiar en alguien a distancia,
pero confiar en alguien desde el interior de la construcción,
es decir, desde otro mundo, lo creo imposible.
Pero tales dudas ni siquiera son imprescindibles, basta pensar que durante o después de mi descenso las innumerables cualidades de la vida impidieran a mi hombre de confianza cumplir con su deber.
Sus menores dificultades podrían tener consecuencias incalculables para mí.
No; considerándolo todo en su conjunto,
no debiera quejarme de estar solo y de no tener en quien confiar.
Así, seguramente, no pierdo ninguna ventaja y me ahorro perjuicios.
Sólo puedo confiar en mí y en la construcción.
Debí pensarlo antes, para el caso que ahora me ocupa, y tomar medidas. Hubiera sido posible, al menos en parte, durante el comienzo de la obra.
Debí diseñar la primera galería en tal forma que tuviese dos entradas bastantes separadas entre sí,
de modo que pudiese introducirme en una –con todas las dificultades inevitables–, trasladarme rápidamente por el comienzo de la galería hasta la segunda boca,
levantar allí la capa de musgo dispuesta para ello, y observar la situación durante varios días y noches. Sólo así hubiera estado bien. Es verdad,
dos entradas duplican el peligro,
pero hubiera podido desechar estas preocupaciones
en vista de que una de las bocas, la pensada como lugar de observación,
sería muy estrecha.
Y con esto me extravío en consideraciones técnicas y
comienzo nuevamente a soñar con
mi proyecto de construcción perfecta;
esto me tranquiliza en parte; contemplo radiante, con los ojos cerrados,
las múltiples soluciones de construcción,
claras y menos claras,
destinadas a permitirme entrar y salir sin ser advertido.
Y cuando, cómodamente echado, reflexiono, valorando estas posibilidades, pero
sólo como conquistas técnicas,
no como verdaderas ventajas, porque
¿qué sentido tiene esto de entrar y salir inadvertidamente?
Sugiere ánimo intranquilo, falta de seguridad,
sucios apetitos,"
Kafka
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