Borges y las palabras La narrativa y el Tiempo El Yo evanescente reelaborado
jueves, noviembre 07, 2013
"En su Prefacio a Les mots et les choses (1966: 7-11), Michel Foucault señala un aspecto central de la escritura borgiana que corresponde a lo que él llama heterotopia.
El pasaje de "El idioma analítico de John Wilkins" {Otras inquisiciones, O.C., 1974: 708) que motiva el comentario de Foucault e impulsó, según declara, la escritura de su libro,
es representativo de un lenguaje de ruptura en el que las palabras son fragmentos de órdenes tan distintos que no sería posible acogerlas en un espacio común.
Este tipo de lenguaje no es ocasional en Borges, sino que corresponde
a su concepto del texto literario como artificio verbal, como una "apariencia" o "superficie de imágenes",
según su Prólogo a la edición de 1954 de Historia universal de la infamia (1974: 291). Alazraki ha observado que en "El aleph" Borges confronta el fracaso de las palabras como signos de las cosas y acepta que
ellas son signos de una realidad nueva, que existe independientemente de la realidad extra-textual (Alazraki, 1974: 298).
Este concepto del lenguaje literario, así como la equiparación de lectura y escritura en "Pierre Menard, autor del Quijote" (Ficciones), y
la idea de la escritura como traducción que modifica, a la vez que reproduce, el corpus literario,
son algunos de los aspectos que más han atraído a críticos y teóricos como Jean Ricardou y Gérard Genette, y a otros relacionados con la llamada "Nouvelle critique"."
"Elizondo ha llevado a sus últimas consecuencias el concepto borgiano de la escritura como "superficie de imágenes" en la persecución de una escritura pura, in vacuo, es decir, no representable.
Sus personajes se declaran producto mental, imagen o texto reflejado en un espejo o, simplemente, "una acumulación de palabras" (1965: 94).
Debe destacarse, también, que en Farabeuf se destruye la sucesividad cronológica y
las palabras son signos de tiempos divergentes, convergentes y paralelos
como los que hizo concebir Borges a Ts'ui Pén en "El jardín de los senderos que se bifurcan" {Ficciones).
La narración se despliega en la confluencia de fragmentos del pasado reelaborados por el incesante fluir de la memoria,
las imágenes anticipatorias de un futuro tan deseado como temido y un presente que se desvanece en el mismo momento en que es nombrado.
La destrucción del tiempo cronológico significa aquí también, como en Borges, una negación de la identidad personal.
Esta se vuelve ilusoria sin la acumulación de los recuerdos de vivencias pasadas que sirvan de soporte al yo.
Si la continuidad es ilusoria, tenemos entonces "momentos de hombre", y no un hombre.
Del mismo modo, el personaje femenino de Elizondo se fragmenta en las imágenes de su propio recuerdo y en las que el espejo va suscitando en su mente. El fluir de las imágenes anticipatorias de la muerte, atribuidas a la protagonista, y el "drama mental" del Dr. Farabeuf, traen también ecos de "El milagro secreto" (Ficciones), donde Jaromir Hladík, después de vivir centenares de muertes antes de ser ejecutado, concluye durante un año que sólo transcurre dentro de su mente, una novela acerca de un drama no ocurrido, que es
"el delirio circular" interminablemente vivido y revivido por Kubin."
"El grafógrafo rechaza la posibilidad de la representación de la escritura, tanto de la representación de la realidad sensible como de la imagen mental, afirmando solamente la existencia del universo del discurso."
"En Camera lucida, Elizondo muestra que su mayor preocupación es el origen de las imágenes que invaden y obsesionan su propia mente de escritor, y la alquimia por la cual esas imágenes son conservadas y transformadas en textos literarios. El autor se imagina, como el narrador de "Borges y yo" (1974: 808), "acompañado por esa entidad que él mismo inventa" (Jbid.).
Su personaje está compuesto con los "fragmentos de otros personajes que formaban otro personaje a su vez, el autor" (p. 22).
El autor-personaje "ha quedado in vetro" (p. 23), como espectáculo que la mente construye y desconstruye eternamente en el espejo de la escritura.
El texto se expande como una construcción laberíntica en el tiempo, a la manera del "jardín" de Ts'ui Pén, abarcando en un momento dado "todas las conjeturas posibles", las cuales "avanzan incontenibles", formando cúmulos de conjeturas de "nuevas novelas constantemente novedosas".
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