El Yo para Borges y Proust
sábado, noviembre 16, 2013
"En “La nadería de la personalidad”, Borges afirma:
“Quiero abatir la excepcional preeminencia que... suele adjudicarse al yo [...] probar que la personalidad es una transoñación...
sin estribaderos metafísicos ni realidad entrañal”[29].
"Jorge Luis Borges: La nadería de la personalidad.
Intencionario.
Quiero abatir la excepcional preeminencia que hoy suele adjudicarse al yo:
empeño a cuya realización me espolea una certidumbre firmísima, y no el
capricho de ejecutar una zalagarda ideológica o atolondrada travesura
del intelecto. Pienso probar que la personalidad es una trasoñación,
consentida por el engreimiento y el hábito, mas sin estribaderos metafísicos
ni realidad entrañal. Quiero aplicar, por ende, a la literatura las consecuencias
dimanantes de esas premisas, y levantar sobre ellas una estética, hostil al
psicologismo que nos dejó el siglo pasado, afecta a los clásicos y empero
alentadora de las más díscolas tendencias de hoy."
"No hay tal yo de conjunto." (Borges)
"No hay tal yo de conjunto. Equivócase quien define la identidad personal
como la posesión privativa de algún erario de recuerdos. Quien tal afirma,
abusa del símbolo que plasma la memoria en figura de duradera y palpable
troj o almacén, cuando no es sino el nombre mediante el cual indicamos que
entre la innumerabilidad de todos los estados de conciencia, muchos
acontecen de nuevo en forma borrosa. Además, si arraiga la personalidad
en el recuerdo, ¿a qué tenencia pretender sobre los instantes cumplidos que,
por cotidianos o añejos, no estamparon en nosotros una grabazón perdurable?
Apilados en años, yacen inaccesibles a nuestra anhelante codicia. Y esa
decantada memoria a cuyo fallo hacéis apelación, ¿evidencia alguna vez
toda su plenitud de pasado? ¿ Vive acaso en verdad? Engáñanse también
quienes como los sensualistas, conciben tu personalidad como adición de
tus estados de ánimo enfilados. Bien examinada, su fórmula no es más que
un vergonzante rodeo que socava el propio basamento que construye; ácido
apurador de sí mismo; palabrero embeleco y contradicción trabajosa."
"Nadie, meditándolo, aceptará que en la conjetural y nunca realizada ni
realizable suma de diferentes situaciones de ánimo, pueda estribar el yo.
Lo que no se lleva a cabo no existe, y el eslabonamiento de los hechos en
sucesión temporal no los refiere a un orden absoluto. Yerran también quienes
suponen que la negación de la personalidad que con ahínco tan pertinaz voy
urgiendo, desmiente esa certeza de ser una cosa aislada, individualizada y
distinta que cada cual siente en las honduras de su alma. Yo no niego esa
conciencia de ser, ni esa seguridad inmediata del aquí estoy yo que alienta
en nosotros. Lo que sí niego es que las demás convicciones deban ajustarse
a la consabida antítesis entre el yo y el no yo, y que ésta sea constante. La
sensación de frío y de espaciada y grata soltura que está en mí al atravesar
el zaguán y adelantarme por la casi oscuridad callejera, no es una añadidura
a un yo preexistente ni un suceso que trae apareado el otro suceso de un
yo continuo y riguroso."
"El yo no existe. Schopenhauer, que parece arrimarse muchas veces a esa
opinión la desmiente tácitamente, otras tantas, no sé si adrede o si forzado
a ello por esa basta y zafia metafísica -o más bien ametafísica-, que acecha
en los principios mismos del lenguaje. Empero, y pese a tal disparidad, hay
un lugar en su obra que a semejanza de una brusca y eficaz lumbrerada,
ilumina la alternativa. Traslado el tal lugar que, castellanizado, dice así:
Un tiempo infinito ha precedido a mi nacimiento; ¿qué fui yo mientras tanto?
Metafísicamente podría quizá contestarme: Yo siempre fui yo;
es decir, todos aquellos que dijeron yo durante ese tiempo, fueron yo
en hecho de verdad."
Además, aunque anduviesen desacertadas las anteriores rawnes,
no daría yo mi brazo a torcer, ya que tu convencimiento de ser una
individualidad es en un todo idéntico al mío y al de cualquier espécimen
humano, y no hay manera de apartarlos." (Borges)
No hay tal yo de conjunto. Grimm, en una excelente declaración del budismo
(Die Lehre des Buddba, München, 1917), narra el procedimiento eliminador
mediante el cual los indios alcanzaron esa certeza. He aquí su canon
milenariamente eficaz:
Aquellas cosas de las cuales puedo advertir los principios y la postrimería, no son mi yo.
Esa norma es verídica y basta ejemplificarla para persuadimos de su virtud. Yo,
por ejemplo, no soy la realidad visual que mis ojos abarcan, pues de serlo
me mataría toda oscuridad y no quedaría nada en mí para desear el espectáculo
del mundo ni siquiera para olvidado. Tampoco soy las audiciones que escucho
pues en tal caso debería borrarme el silencio y pasaría de sonido en sonido,
sin memoria del anterior. Idéntica argumentación se endereza después a lo
olfativo, lo gustable y lo táctil y se prueba con ello, no solamente que no soy
el mundo aparencial -cosa notoria y sin disputa- sino que las apercepciones
que lo señalan tampoco son mi yo. Esto es, no soy mi actividad de ver, de oír,
de oler, de gustar, de palpar. Tampoco soy mi cuerpo, que es fenómeno entre
los otros. Hasta ese punto el argumento es baladí, siendo lo insigne su
aplicación a lo espiritual. ¿Son el deseo, el pensamiento, la dicha y la congoja
mi verdadero yo? La respuesta, de acuerdo con el canon, es claramente
negativa, ya que estas afecciones caducan sin anonadarme con ellas.
La conciencia -último escondrijo posible para el emplazamiento del yo-
se manifiesta inhábil. Ya descartados los afectos, las percepciones forasteras
y hasta el cambiadizo pensar, la conciencia es cosa baldía, sin apariencia
alguna que la exista reflejándose en ella.
Observa Grimm que este prolijo averiguamiento dialéctico nos deja un
resultado que se acuerda con la opinión de Schopenhauer, según la cual el yo
es un punto cuya inmovilidad es eficaz para determinar por contraste la
cargada fuga del tiempo. Esta opinión traduce el yo en una mera urgencia lógica,
sin cualidades propias ni distinciones de individuo a individuo." (Borges)
"Esto implica que no hay unidad ni trascendencia para la categoría de sujeto, que
el “yo” cambia, muta, es uno y otro, se llena de sentidos diversos e incluso opuestos.
En su breve texto “Borges y yo”, expone las consecuencias de esta realidad “ilusoria”:
“Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido o del otro.”[30]
"Borges y yo
Jorge Luis Borges
Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires
y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y
la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en
una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes
de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVII, las etimologías, el sabor del
café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un
modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado
afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir para que Borges
pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar
que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar,
quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o
la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y
sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy
cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y
magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser;
la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en
Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus
libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra.
Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a
los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges
ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo
y todo es del olvido, o del otro.
No sé cuál de los dos escribe esta página.
Jorge Luis Borges"
"El París de El tiempo recobrado ya no es aquél que Marcel vivió en su
juventud y los personajes son “otros” aunque sus nombres sigan siendo
los mismos: “... bajo los mismos nombres, amaban otras cosas, a otras
gentes y, transformados en otras personas, sería extraño que no tuvieran
un poco rostros diferentes”[33]. Esto lleva a Marcel a reflexionar y realizar
un análisis contrastivo entre el pasado y el presente de los distintos personajes: “...
me parecía que el ser humano podía sufrir metamorfosis tan completas
como las de los insectos.”[34]"
Proust: 1998, vol. VII, p. 276.
"En El tiempo recobrado, esta problemática lleva a Marcel a la siguiente conclusión:
“Siempre consideré mi individuo... como una serie de yos yuxtapuestos
pero distintos que morirán uno tras otro o hasta alternarían entre ellos...”
"... aunque el hombre tendrá siempre la ilusión de ser “uno para todos”."
Lic. Paola Susana Solorza
Marcel Proust y Luigi Pirandello: Identidad y alteridad.
La relación intersubjetiva en la conformación del sujeto moderno.
(Nota del redactor de este blog: Los dos textos de Borges han sido intercalados entre los extractos del texto al cuál se hace aquí referencia.]
(Nota del redactor de este blog: Los dos textos de Borges han sido intercalados entre los extractos del texto al cuál se hace aquí referencia.]
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