Casanova: «De la emoción al amor el camino es fácil.»

viernes, noviembre 21, 2014



      «Por ese mismo motivo las mujeres aman a los hombres intrépidos y odian a los pusilánimes, aunque en ocasiones un guapo mozo las divierta; en el fondo lo desprecian, y si el valiente les da de palos, ellas se ríen.»

       «Desde hora temprana supe que una muchacha se deja seducir fácilmente por falta de coraje; pero cuando está con una amiga se rinde con bastante facilidad; las debilidades de una provocan la caída de la otra. Los padres y las madres creen lo contrario, pero se equivocan.»

    «¿Un nuevo amor? No existe tal. Siempre es la misma obra, sin más novedad que el título. Pero cuando logro apoderarme de la obra que deseo, ¿me doy cuenta acaso de que me era conocida?¿Me quejaba? ¿Me sentía decepcionado? ¡ En modo alguno ! y todo estriba en que al gozar de la nueva obra tenía siempre los ojos fijos en el cartel, en el delicioso título que me enamoraba. Si toda ilusión, pues, proviene del título de la obra, ¿no era lógico ir a verla sin leer el cartel? ¿Qué importa saber el título del libro que va a leerse, del manjar que se desea comer, de la ciudad cuyas calles queremos recorrer y cuyas bellezas deseamos admirar? Todo se encuentra en la ciudad, en el libro, en el manjar y el nombre poco importa.»

   
    «Físicos de nuestra época, no os enojéis conmigo si afirmo que el fuego que contenía su mirada me heló. Y no digo esto como si fuese algo milagroso : se trata de un fenómeno asaz natural que ocurre cada día y que tal vez no hayáis observado nunca. Cuando un hombre experimenta un gran amor, se siente elevado por encima de sí mismo y se siente devorado por un fuego abrasador que sólo puede comenzar como un frío de la misma intensidad.»

   
       «Vicio no es sinónimo de crimen, se puede ser vicioso sin ser criminal. Y esto es lo que he sido durante toda mi vida y me atrevo a decir que, incluso, con frecuencia he sido virtuoso en medio del vicio, porque si bien es cierto que todo vicio se opone a una virtud, ello no altera la armonía universal. Sólo a mí exclusivamente deben imputarse mis vicios, a excepción de los casos en que he seducido, pues la seducción no es una cualidad que yo ostente en exclusiva, ya que, sin saberlo,

 al seducir he sido seducido a su vez.»


        «Aquella belleza era digna de adoración de cualquier hombre sobre el que la belleza ejerciese su dominio. Yo me encontraba entre sus súbditos y hoy aún soy capaz de considerarme entre ellos; pero rabio al ver que la falta de incienso ha tornado deplorable el incesario.»

       
         «- Esperemos un cuarto de hora. Apagad las velas y no cerréis la puerta. Decidme ángel mío, de dónde viene mi dicha. Nunca me la habría esperado.
      - Si es una dicha, la debéis a una tiranía que pretendía arrastrarme a la desesperación. Dios es bueno, y estoy convencida de que no quiere que yo misma sea mi propio verdugo. Cuando le dije a mi confesor que me resultaba absolutamente imposible dejar de amaros, de igual manera que me resultaba imposible no cometer con vos ningún exceso, me respondió que yo no podía tener tanta confianza en mí, sobre todo porque ya había sido débil alguna vez. Estando así las cosas, quería que le prometiese no volver a encontrarme a solas con vos. Le dije que no podía prometérselo, y no quiso absolverme. Por primera vez en mi vida he sufrido esta afrenta con una entereza de ánimo de la que no me creía capaz, y poniéndome en manos de Dios he dicho : " Señor, hágase tu voluntad ". Tomé mi decisión durante la misa : mientras vos me améis, sólo seré vuestra, y cuando os marchéis de España buscaré otro confesor. Lo que me consuela es que mi alma está muy tranquila. Mi prima, a quien se lo he contado todo, está muy sorprendida; pero es que tiene muy poco espíritu. No sabe que el mío no es más que un extravío pasajero.
     Tras esta declaración, que me revelaba toda la belleza de su alma, la tomé en mis brazos y la llevé a mi cama, donde fue mía hasta las primeras luces del alba, completamente libre de escrúpulo. Me dejó más enamorado que nunca.»

        «Después de la cena, que le pareció delicada y exquisita, como los helados y las otras, preparó un ponche, y en mi impaciencia amorosa, tras haber bebido algunas cosas, le rogué tener en cuenta que sólo nos quedaban siete horas por delante y que haríamos muy mal si no las pasábamos en la cama. Fuimos entonces a la alcoba, que iluminaban doce velas resplandecientes, y de ahí al gabinete de aseo, donde, ofreciéndole el bonito gorro de puntillas, le pedí que se peinara de mujer. El regalo le pareció espléndido; luego me dice que vaya a desnudarme al cuarto prometiendo llamarme en cuanto estuviera acostada.

      Sólo tardé dos minutos. Me lancé entre sus brazos ardientes inflamado de amor y dándole sus más vivas pruebas durante siete horas seguidas que sólo interrumpieron otros tantos cuartos de hora animados por las palabras más conmovedoras. No me enseñó nada nuevo en materia de amor físico, pero sí novedades infinitas en suspiros, éxtasis, arrebatos y sentimientos instintivos que sólo se manifestaban en esos momentos. Cada hallazgo que hacía elevaba mi alma al amor, que me proporcionaba nuevas fuerzas para darle testimonio de mi gratitud. Por su parte, se quedó asombrada de reconocerse capaz de sentir tanto placer después de haberle mostrado muchas cosas que ella creía pura fábula. Le hice lo que ella no creía permitido pedir que le hiciese, y le enseñé que el más mínimo pudor echa a perder el mayor de los placeres. Cuando sonó el carrillón del despertador, levantó los ojos al tercer cielo como una idólatra para agradecer a la madre y al hijo por haberle recompensado tan bien el esfuerzo que le había costado declararme su pasión.»

      «Esta muchacha, tan bonita como su hermana aunque en un estilo distinto de belleza, empezó a excitar mi curiosidad, esa curiosidad que vuelve inconstante a un hombre habituado al vicio. Si todas las mujeres tuvieran la misma fisionomía y el mismo temperamento mental, el hombre no sólo no sería inconstante nunca, sino que ni siquiera se enamoraría. Tomaría una por instinto, y se contentaría con ella sola hasta la muerte. La novedad es el tirano de nuestra alma. Sabemos que lo que no se ve es poco más o menos igual en todas, pero lo que nos dejan ver nos hace creer lo contrario; y eso les basta. Avaras por naturaleza para dejarnos ver lo que tienen en común con las otras, fuerzan a nuestra imaginación a figurarse que son totalmente distintas.»

        «Me hizo entrar en su pequeña habitación , donde vi una preciosa cama, un reclinatorio y un gran crucifijo. Le dije que la cama era demasiado pequeña, me contestó que no y me demostró que podía estar echada cómodamente. ¡ Qué mujer más deliciosa iba a tener !
      - ¡ Ah, por favor !, no os mováis y permitidme desabrochar ese vestido que esconde tesoros que me muero de ganas por devorar.
      - Mi querido amigo: no puedo defenderme, pero luego ya no me amaréis.
        Una vez desabrochado el vestido que sólo me dejaba ver la mitad de su pecho, no pudo resistir a mis instancias. Tuvo que permitidme que mostrase  a mis ojos todas sus bellezas y que mi boca la devorara, y por fin, ardiendo en deseos tanto como yo, me abrió sus brazos haciéndome prometer que respetaría lo esencial. ¿ Qué no promete uno en tales momentos ? Pero, también, ¿ qué mujer, si ama, piensa en obligar al amante a cumplir su promesa cuando el amor se ha apoderado del sitio que ocupaba su razón ? Tras pasar una hora en escarceos amorosos que la inflamaron y de los que nunca había tenido la menor idea, me fingí humillado por tener que dejarla sin haber rendido a sus encantos el principal homenaje que merecían. La vi entonces suspirar.»

«La novedad nos hace amar un objeto que nos parece nuevo, y que despierta en nosotros los mismos deseos que ha inspirado el último objeto de nuestro amor, al que no se ha cesado de amar hasta que ha terminado de provocar nuestro deseo.»

   «Los españoles encuentran edificante todo cuanto demuestra que en lo que hacen jamás pierden de vista la religión. No existe cortesana que, encontrándose con su amante y cediendo a sus deseos amorosos, emprenda la hazaña sin haber cubierto antes el crucifijo con un pañuelo y vuelva cara a la pared los cuadros con imágenes de santos. Quien se riese y calificase tales ceremonias de absurdas y superticiosas pasaría por ateo, y puede que la cortesana fuese a denunciarlo.»

    «Qué es el amor ? He leído mucha palabrería antigua al respecto y también lo que han dicho los pensadores modernos; pero ni todo cuanto se ha dicho, ni todo lo que he dicho, incluso cuando era yo joven y ahora que ya no lo soy, me hará confesar que el amor sea una bagatela ni una vanidad. Una especie de locura, sí, pero la filosofía no tiene ningún poder sobre ella. Es una enfermedad a la que está sujeto el hombre en todas las edades y que resulta incurable cuando nos ataca en la vejez.»


Casanova

You Might Also Like

0 comments

Popular Posts

Like us on Facebook

Flickr Images