Monólogo a dos
miércoles, noviembre 05, 2014
Ella:
Hoy no me ha hablado, ni me ha hecho fav; es normal: acabamos de conocernos. Creo que han sido dos veces las que hemos hablado. Es verdad que él desde el segundo día se ha abierto bastante. Me ha contado la trama de su historia: ese hecho fundamental que ha determinado en gran medida su vida. Aunque ahora pienso si no me lo ha contado para que yo a mi vez le cuente algo de la mía. Hay una cosa que no me ha gustado: esos dos amigos a los que saluda por la mañana en su TL de Twitter. No sé: los he estado leyendo y no me gustan nada. No comprendo: ¡él parece tan diferente! Estos dos días ha tenido la misma rutina: me ha saludado por DM y se ha ido. Estaré pendiente de lo que hace hoy. No sé por qué no me ha saludado hoy, si anoche fui yo quien le envié el último mensaje después del suyo. ¡Joder! Estoy rabiosa. Mientras más lo pienso más lo estoy. Me estoy poniendo que no me aguanto. Y ahora tengo que trabajar. Tanto papeleo de mierda que no sirve para nada. Cabrones, los jefes. Voy a mirar si él ha puesto un tweet o si le ha dado fav a alguien. El primero lo escribió hace cuatro horas y el último hace una. Mierda, el cabrón estará hablando con una pelandusca. Voy a apagar el cel porque así no puedo seguir.
El :
¡Qué guapa es! ¡Qué bonita y cariñosa! Pero no sé que me pasa con ella. Se va y viene, se aleja y se acerca. Joder, no hay quién la entienda. Unos días es fabuloso y otros parece que estamos lejos. Me enfría y me calienta. Así no puede ser. Voy a dejar pasar un tiempo. Pero luego no puedo. Parece que lo que dice en su Twitter es más auténtico y que lo que me dice por DM. No comprendo. No voy a partirme la cabeza.
Ella:
¿Qué estará haciendo ahora? ¿Estará trabajando? ¿Habrá llevado a sus hijos al cole?
¿Estará hablando con una compañera? Prefiero imaginarlo en su coche, tan guapo, escuchando música romántica. Hijo de puta, hijo de puta, no aparece. Conéctate ya. Di algo. Háblale a alguien, aunque sea. Pero no me tengas así sin verte. Voy a ver su blog, a ver si ha escrito algo. El cabrón está escribiendo en lugar de hablar conmigo. No quiero que esté encerrado en su blog. Prefiero que esté en el patio de Twitter; ahí me parece más cercano, más vivo, más real. Pero qué hace el mendrugo ese leyendo a Nietzsche, si él no se entera de nada. Se han juntado dos locos.
El:
Me la imagino ahora en su casa sola, ahora que el marido se ha ido a trabajar. Estará haciendo algo, escuchando música. Y de cuando en cuando, se acerca al móvil. Mueve página con el índice y ahora, no sonríe.
Ella:
Este está imaginando que no pienso en él. ¡Será tonto!
El:
El partido ha estado bien y no estuve en la red. Bueno cada cosa en su momento. Además con estos horarios no puedo. Tengo sueño. Y después de estas cervezas me voy a dormir. Mañana será otro día.
Ella:
Hoy salí. Deseaba hacerlo. Cogí el coche y fui a donde siempre. No podía esperar más. La celebración de ayer me puso mal cuerpo. No había más remedio que estar en esa cena. No estuvo mal; pero sin pasión. ¡Hace ya tanto tiempo que no la siento! ¿O nunca la hubo? Bueno, sí: al principio hubo un poco; la normal: salía de un infierno; salía del infierno de aquellos años infelices. Y él me dio tanto cariño, que era imposible no sentir algo. El me trató como a una reina. Claro, me lo merecía. Anoche fue una noche más. Bonita, romántica, excitante; pero suave. Hicimos el amor; pero yo pensaba en ti. Sé que es una locura, más bien una tontería, porque aún no te conozco, no hay nada, me pareces romántico y agradable; pero eso es todo. Ya sé que no leí a los habituales. Bueno, sí los leí un poco; pero no interactué tanto. No quería enfadarte; lo hice por eso: para que vieses que no había nadie importante en mi vida. No sé si lo conseguí: porque noté en ti un poco de rabia y de celos, te noté tenso, por momentos callado.
Hice la misma llamada que hacia desde hace algunos meses. Quería verte. Tenía muchas ganas. Fue maravilloso, como cada vez que nos vemos. Ésta si que fue una cena. Comimos despacio como la primera vez que nos vimos. Pero esta vez sin dudas: sabíamos lo que vendría después. Y después fue maravilloso.
El:
Ella tiene dudas. Me las explica pero no las entiendo. No quiere lanzarse en una relación a distancia que le haga daño, a ella y a los demás. ¡Pero si ya se ha lanzado! Y ella lo sabe. ¿No quiere saberlo? ¿Así se tranquiliza? La noto más nerviosa estos últimos días. Está más seria y callada. Quiere estar pero no quiere avanzar. Tampoco quiero forzarla; sería peor. Mejor espero a que se decida.
Ella:
Volví de la calle y lo primero que hice fue mirar el cel. Estabas allí gritando al amor. Te veía tan apasionado, tan romántico, que no podía dejar de leerte. A cada frase sonreía. Y aún sonreí más cuando recibí tus mensajes. Veía que estabas pensando en mí. Y yo, mientras que estuve fuera, creí que no. Pero no me atosigabas como esos babosos que no paran de pedirme que les conteste. Tú, no. Me hablabas como esperando. ¡Qué bonito eres! Deberías saber una cosa: mientras hoy hacia el amor con frenesí, pensaba en ti: en como lo harías. Creo que sí, que tienes que ser bueno en la cama. Con toda esa pasión que pones cuando hablas, seguro que en el sexo eres igual o más. Bueno él me lo hace muy bien. Pero él no es romántico. Él es puro sexo salvaje. Y disfruto. Después estoy varios días con ese olor, con su sabor y sin poder moverme. ¿Ves? Me río. No sé qué pensarás si supieras esto. Nunca te lo diré; no quiero estropearlo todo. Además no debes darle importancia; no es tan importante como tú podrías pensar. Tienes que confiar en mí. Lo que tú me has hecho sentir tan rápido y tan pronto, tan solo con tus palabras, eso es más fuerte. Yo misma me sorprendo. No me lo esperaba. Pero ha sido así. No he podido evitarlo. Yo no lo buscaba. Aunque ahora creo que lo estaba desde siempre esperando. Desde pequeña. Siempre fui soñadora. Pero sabía que eran sueños. La realidad me había hecho realista. Aunque una parte de mi trabajaba sola. Y ahora ha salido. Mi esposo se ha dado cuenta de esto. De lo otro no se dio cuenta. Pero de esto sí. Y está más encima mía. Se ha puesto celoso. Me cuida más que antes. Hace años que no estaba así. Tiene una mezcla de celos y cariño. Se ha vuelto a despertar su deseo hacia mí. Pero yo no me engaño: sé que es deseo y miedo a perderme. Aunque, en ese sentido, el debería saber que hace tiempo que me perdió. De esta forma nunca me tuvo.
El:
A mi mujer le pasa algo. Está como siempre pero hay algo más. No sé lo que es. Sale de vez en cuando pero vuelve como siempre. No creo que sea eso; si no me hubiese dado cuenta. Ella cree que yo no observo sus estados de ánimo. Pero sí la observo desde siempre. Bueno, al principio no porque después del matrimonio la veía contenta. Tenía tantas ilusiones y tantos proyectos de familia que no paraba. Luego vinieron los niños. Y ella se volvió solo en madre. Me gustaba verla así. No me preocupaba tanto la pequeña distancia que ella tenía conmigo. Era natural: todo su afecto lo entregaba en ese amor de madre. Yo me quedé un poco a un lado. Pero estaba contento. Aunque tuve algunas aventuras. Pero no eran amorosas. Ahora que lo pienso: ella nunca sospechó, ni me vigiló, ni me dijo nada. Cuando alguna vez yo llegaba tarde, ella parecía creer en mis justificaciones. Yo estaba tranquilo porque yo estoy seguro que ella no tiene a nadie.
Ella:
Ahora me acuesto pensando en ti. Leo nuestras conversaciones. Te siento tumbado a mi lado, aquí en mi cama, mirándome, sonriéndome; y yo feliz. Es tan real que yo misma me sorprendo de sentir así. ¿Me estaré volviendo loca? No lo creo. Es que lo que siento es tan fuerte, y cada vez más fuerte. Y me gusta sentirme de esta manera. Me hace feliz. Y él lo nota. Tengo que esforzarme en ocultarlo; aunque no tengo ganas. Quisiera cantar y bailar todo el día; y vestirme para estar guapa para ti, aunque no puedas verme; pero yo sé que me visto para ti; y es como si me vieras. Sin embargo, tengo que fingir que estoy enfadada, con jaqueca; tengo que hacer creer que todo se me hace un problema para tener motivos externos y reales, y así poder discutir. Mientras discuto no ves mi corazón.
Por la noche pongo el cel bajo la almohada en modo vibración. Y he configurado Twitter para que notifique cada vez que escribes. Duermo, pero no profundamente porque estoy más pendiente del móbil que de dormir. Cuando me llega una notificación tuya me sobresalto. Y a veces ya no puedo volver a dormir. El diablo del desfase horario. ¿Por qué tuvimos que nacer en dos continentes distintos? Bueno, menos mal que hemos nacido al mismo tiempo. Menos mal. Empiezo a no poder concebir la vida sin ti. Es bello, bonito, pero horrible. Esto es algo imposible.
Quiero estar contigo, solo contigo. Pero tendría que dejarlo todo. Y eso es imposible. No podría dejar todo lo que conseguido, mi familia. Y él a su manera me quiere. Ahora no me ves llorar a éstas horas. Por eso no quiero conectarme: para que no notes que estoy triste, que lloro. Pero piensa que lloro por la pena de no tenerte y de alegría de haberte encontrado. Piénsalo así. Es mejor. Espero que conprendas que no estoy dando pasos. Aunque yo creo que he dado un pado de gigante.
Carlos del Puente
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