Sobre la mentira (y otras cosas) se aprende más de un hombre mentiroso que de un hombre sincero. (Carlos del Puente)
martes, julio 08, 2014
Sobre la mentira (y otras cosas) se aprende más
de un hombre mentiroso que de un hombre sincero.
. Carlos del Puente
Apuntes falsos e incoherentes sobre la mentira para la elaboración del personaje Pi, aunque Pi no era un mentiroso.
Estos apuntes son una broma, por supuesto.
. *
El mentiroso falsea los hechos para que concuerden con la mentira.
Entre otras cosas por la satisfacción que le aporta engañar.
Su seguridad le da aires de convincente seductor.
Al mentiroso le es muy difícil expresar emociones que no tiene.
Las emociones que expresa siempre tienen algo de falso.
Lo que pasa es que el engañado no tiene esto en cuenta porque actúa de buena fe.
Uno de los objetivos del mentiroso consiste en desconcertar a la víctima.
Una de las preguntas que debe hacerse el engañado es: ¿Qué consigue engañándome sobre ese aspecto?
El mentiroso oculta información para no ser pillado en su mentira.
O oculta la emoción que siente con otra que no siente.
Miente siempre sobre el motivo de su enfado.
Si alguna vez le tiemblan las manos no las deja quietas para encubrirlo.
A veces, recurre a emociones y a comportamientos exagerados para encubrir los que verdaderamente siente.
O muestra una falsa sonrisa que es lo que generalmente procura más éxito al encubrimiento.
Otras veces dice la verdad de forma tan exagerada que su interlocutor no se la cree.
También hace deducciones incorrectas para argumentar su mentira.
Oculta y falsea información para despistar.
A veces dice parte de la verdad y deja oculto lo esencial.
Pero a veces no consigue ocultar la incoherencia entre lo que dice y los hechos.
Una mentira demasiado perfecta puede despertar sospechas. El mentiroso finge fallos de memoria para ocultar que está mintiendo.
Las emociones se producen en una fracción de segundo. Por eso él no consigue evitar que se muestren en alguna parte de su cuerpo.
El mentiroso suele ser una persona que solo persigue su propio beneficio sin tener en cuenta al otro.
Se siente superior y más inteligente porque consigue engañar.
Algunos mentirosos usan la ambigüedad a través de la cuál nunca se puede saber si hablan en serio.
Para el mentiroso conseguir ser creído lo es todo.
El mentiroso piensa que el otro quiere ser engañado.
Y busca algún motivo para pensar que el engañado se lo merecía.
El mentiroso pone siempre a prueba la confianza que el engañado pone en él.
El mentiroso otorga arbitrariamente legitimidad a su mentira.
El mentiroso piensa que el culpable del engaño es el engañado pues no debería dejarse engañar tan burdamente.
Pues el engañado pone en el jardín sus propiedades más valiosas apoyándose en la inocente creencia de la buena fe ajena.
El engañado pierde valor para el que ejecuta la mentira.
Los mentirosos aumentan su narcisismo con su sagacidad para el engaño.
El engañado recibe falsas impresiones emocionales.
El mentiroso miente y dice la verdad al mismo tiempo como un reto para conseguir no ser pillado a pesar de las pistas dadas sobre su verdadera intención.
Suele usar la táctica de la confusión ofreciendo simultáneamente pistas verdaderas y falsas.
Se puede pillar una mentira comparando lo que es dicho con los parámetros de la voz, las expresiones del rostro, y con las posturas y movimientos del cuerpo.
Las evasivas y las repuestas indirectas, la insistencia en la veracidad pueden ser indicios de mentira.
Los indicios vocales más comunes de un engaño son:
la vacilación al empezar a hablar,
la vacilación al responder a una pregunta,
las pausas demasiado largas o frecuentes,
exceso de palabras entrecortadas, de exclamaciones, de expresiones repetidas.
La mentira aumenta el ritmo del habla, así como el tono de voz y la respiración.
Gestos corporales que funcionan como lapsus inconscientes que nos advierten sobre una intención oculta.
Cuando una persona quiere enfatizar una idea generalmente está ocultando o justificando otra.
Sopesar demasiado las palabras debería ponernos en alerta sobre una posible mentira.
Cuando el mentiroso se percata de que se le ha escapado una expresión involuntaria e intenta taparla con otra estamos posiblemente ante la señal de una mentira.
Los buenos mentirosos poseen la capacidad para inhibir los signos faciales delatores de la mentira.
Es como si el mentiroso hubiese estado en la escuela de actores y hubiese aprendido de forma natural la técnica de actuación de Stanislavski. Vive hacia afuera lo falso como verdadero mientras guarda simultáneamente su secreto. Seduce con la máscara del inocente. Goza del poder de la mentira.
[Continuará esta mentira en proceso.]
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