El arte del trato con la gente

lunes, mayo 18, 2015


«El arte del trato con la gente se basa esencialmente en la habilidad (lo que supone un largo ejercicio) de aceptar, de tomar una comida cuya preparación culinaria no inspira confianza. Si uno se sienta a la mesa con un hambre de perros, todo resultará fácil ("la peor compañía te hace sentir", como dice Mefistófeles); ¡pero no tenemos ese hambre terrible cuando queremos! ¡Ay! ¡Son tan difíciles de digerir nuestros semejantes!

Primer principio: como cuando se trata de una desgracia, acudir con toda valentía, servirse con resolución, admirarse de uno mismo, masticar la repugnancia, tragarse el asco.

Segundo principio: "mejorar" al prójimo, en caso necesario mediante algún elogio que lo haga destilar felicidad por su causa, o bien sacar por la punta una de sus cualidades buenas o "interesantes" hasta que salga toda su virtud para envolver su semblante en los pliegues de aquélla.

Tercer principio: autohipnotización. Fijar la vista en el objeto de trato como en un botón de cristal hasta que cese toda sensación de placer o de dolor; dormirse imperceptiblemente, ponerse rígido, y adquirir compostura. Este es un remedio casero practicado en la vida conyugal y en la amistad, debidamente comprobado, considerado indispensable, pero que no ha encontrado todavía su definición científica. Su nombre vulgar es... paciencia.

También nosotros mantenemos relaciones con "personas", también nosotros nos ponemos modestamente el traje con el cual (y como el cual) se nos conoce, estima y busca. Vestidos así, nos presentamos

en sociedad, es decir, entre personas disfrazadas que no quieren que se les diga que lo están.

También nosotros actuamos con máscaras discretas y nos deshacemos de toda curiosidad que trate de ir más allá de los límites de nuestro "disfraz".

Pero hay otras artimañas para "tratar" con la gente entre la gente; por  ejemplo,  vestirse  de  fantasma  –lo  cual  es  muy  recomendable  si  queremos desembarazarnos pronto de ellos y asustarlos–. Probemos; extienden la mano sobre nosotros y no nos pueden agarrar. Eso asusta. O bien pasamos a través de una puerta cerrada, o cuando están las luces apagadas o incluso cuando estamos muertos. Este último recurso es por excelencia el del hombre póstumo. ("¿Qué creen, eh? –decía un día uno de éstos con impaciencia–. No íbamos a estar de buen humor soportando este aislamiento,  este  frío,  este  silencio  sepulcral,  toda  esta  soledad  subterránea, escondida, muda, ignorada, que en nuestro caso se llama vida y que también podría llamarse muerte, si no supiéramos lo que nos sucede, puesto que sólo después de la muerte llegamos a nuestra vida y nos convertimos en seres vivos. ¡Oh, muy vivos! ¡Nosotros, los hombres póstumos!")»

Wilhelm Nietzsche Friedrich, De La Gaya Ciencia.

You Might Also Like

0 comments

Popular Posts

Like us on Facebook

Flickr Images