Nietzsche Todo especialista tiene la joroba de su maestría

martes, mayo 19, 2015


«¡Ah! ¡Qué pronto adivino cómo le han llegado al autor sus ideas, allí sentado, delante del tintero, con el vientre oprimido y la cabeza inclinada sobre el papel! ¡Pero qué  pronto  también  acabo  con  su  libro!  La  obra  se  resiente  de  los  intestinos comprimidos del autor, no hay posibilidad de engaño, como tampoco de la atmósfera cargada, de la poca altura del techo y de la pequeñez de la habitación. Esto era lo que sentía cuando terminaba de cerrar un libro honrado y erudito, quedando agradecido, muy agradecido, pero también un tanto aliviado... El libro de un erudito desprende siempre algo que oprime, algo oprimido. Por alguna parte se trasluce el "especialista", su celo, su seriedad, su cólera, su estimación exagerada del rincón donde está sentado bordando y, por último, su joroba –todo especialista tiene joroba–. El libro de un erudito refleja también un alma arqueada; todo oficio nos vuelve arqueados. Basta volver a ver a nuestros amigos de juventud, una vez que se han hecho de su ciencia. ¡Ah!, ¡qué cierto es siempre también lo contrario!

¡Son ellos quienes han sido invadidos y poseídos por la ciencia para siempre!

Pegados a su rincón, descompuestos hasta resultar irreconocibles, esclavizados, desequilibrados, flacos y angulosos,

salvo en un lugar donde son extraordinariamente redondos –cuando los encontramos así, nos acongojamos y guardamos silencio–. Cualquier oficio, aunque tenga un suelo de oro, tiene también un techo de plomo que no cesa de oprimir al alma hasta arquearla y convertirla en algo extraño. Nada se puede cambiar. Sobre todo no se crea que se puede evitar esta deformación mediante algún procedimiento pedagógico. Toda clase de maestría se paga muy cara en este mundo, donde tal vez todo se paga muy caro. Se llega a dominar un oficio al precio de ser víctima de él. Pero a ustedes les gustaría que fuese de otro modo –"a un precio más bajo", sobre todo con más comodidad, ¿no es así, señores  contemporáneos  míos? –Pues,  ¡manos  a  la  obra!

Pero conseguirán  algo distinto; en lugar del artesano y del maestro, tendrán al escritor, al flexible escritor que "sabe de todo un poco", a quien le falta sin duda la joroba –a excepción de la que se forma al doblar el espinazo ante ustedes, como dependiente de la tienda del ingenio y "mantenedor" de la cultura–, al escritor que no es nada a fin de cuentas pero "representa" a casi todo, que hace el papel de "competente", "ocupando su lugar", y que incluso se llena de modestia para hacer que le paguen, lo honren y lo agasajen, en lugar del competente. ¡No, mis queridos eruditos! ¡Los bendigo hasta por su joroba! ¡Y también por el desprecio que muestran a ese parásito de la cultura que es el escritor! ¡Porque ustedes son incapaces de traficar con el talento! ¡Por todas sus opiniones que no pueden pagarse con dinero! ¡Por no representarse más que a ustedes mismos! Los bendigo porque su único deseo es ser maestros en su oficio por respeto a toda maestría y a toda capacidad, y rechazan todo lo que no es más que apariencia, inauténtico, fachada, virtuosismo vano, demagogia, farsa en las letras y en las artes; ¡todo lo que no podría dar pruebas de una probidad absoluta en su disciplina y en su aprendizaje! (Ni siquiera el genio compensa semejante carencia, por más que sepa disimular al respecto; esto se ve rápidamente si se ha podido observar de cerca el trabajo de nuestros pintores y músicos mejor dotados,

pues todos, casi sin excepción, están llenos de astucia para las fantasías, las maneras, los subterfugios y hasta los principios, y saben adquirir artificialmente, llegado el caso, la apariencia de esa probidad, de esa formación y de esa cultura sólidas, sin engañarse a sí mismos, sin tener que estar continuamente reduciendo al silencio a su mala conciencia. Porque, ya saben, todos los grandes artistas modernos sufren de mala conciencia...)»

Wilhelm Nietzsche Friedrich, De La Gaya Ciencia.

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