Dostoievski: «Me mato para probar mi insumisión y mi nueva y terrible libertad.»

jueves, abril 02, 2015



«—¿En quién? ¿En Él? Escucha —Kirillov se detuvo, mirando frente a sí con ojos inmóviles y extáticos—. Escucha una gran idea: en la tierra hubo un día y en medio de la tierra había tres cruces. Uno que estaba en la cruz tenía tal fe que dijo a otro: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso». Terminó ese día, murieron ambos y pasaron de este mundo,

pero no hallaron ni Paraíso ni resurrección.

Lo dicho no se confirmó. Escucha: ese hombre era el más excelso de

toda la tierra: fue para Él para lo que ésta fue creada.

Sin este hombre, todo el planeta, con todo lo que hay en él, sería pura insensatez.

Ni antes ni después de Él ha habido otro como Él, ni lo habrá nunca, ni siquiera de milagro. Y justamente en eso consiste el milagro: en que

no hubo ni habrá nunca otro como Él.

Y si es así, si

las leyes de la naturaleza no lo exceptuaron ni siquiera a Él,

si no exceptuaron su propio milagro, sino que lo hicieron vivir en medio de la mentira y

morir por una mentira,

la conclusión es que todo el planeta es y está basado en una mentira, en una estúpida burla.

Sus propias leyes también lo son. Todo es una farsa diabólica.

¿Para qué vivir? Contesta, si eres hombre.

—Eso es otra cosa. Está mezclando ahí dos causas diferentes; y eso es arriesgado. Ahora bien, ¿y si es usted Dios? ¿Y si se acabara la mentira y se diera usted cuenta de que toda la mentira consistía en haber creído en ese Dios previo?

—¡Por fin has comprendido! —exclamó Kirillov con entusiasmo—. ¡Entonces, si alguien como tú lo comprende… es posible comprenderlo!

¿Entiendes que la salvación de todos está en probar a cada uno esa idea?

¿Quién la probará? ¡Yo! No me entra en la cabeza cómo un ateo que sabe que Dios no existe no se mata inmediatamente.

Entender que Dios no existe y no entender con eso que te has convertido en Dios es un absurdo, pues de lo contrario te matarías.

Si lo comprendes, eres un rey y ya no te matarás, sino que vivirás en plena gloria.

Ahora bien, el primero que lo entienda debe matarse irremediablemente,

porque si no ¿quién empezará y lo probará?

Por eso me mato yo, para empezar y probarlo.

Yo todavía soy sólo Dios a la fuerza, un desdichado, porque estoy obligado a manifestar mi voluntad.

El hombre ha sido hasta ahora pobre y desdichado porque ha temido afirmar su voluntad en el más alto nivel y lo ha hecho sólo en cosas minúsculas, como un niño de escuela…

Yo soy pavorosamente desdichado porque temo. El terror es la maldición del hombre…

Pero afirmaré mi voluntad, estoy obligado a creer que no creo.

Yo empezaré y acabaré y con ello abriré la puerta. Y salvaré a los demás.

Sólo eso salvará a la humanidad y la transformará físicamente en la próxima generación;

porque en su estado físico actual, si no me equivoco, el hombre no puede prescindir de su Dios anterior. Durante tres años he estado buscando mi atributo divino y lo he hallado;

¡mi atributo divino es «mi real voluntad»!

Esto es cuanto puedo hacer para

demostrar mi insumisión en el más alto nivel

y mi nueva y terrible voluntad. Porque es singularmente terrible.

Me mato para probar mi insumisión y mi nueva y terrible libertad.»


Dostoievski, Los Demonios.

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