«Un antiguo libro dice que el Ángel de la Muerte, que desciende hacía el hombre para separar el alma del cuerpo, está cubierto de ojos.

¿Para qué necesita él todos esos ojos?

Creo que no son para él: cuando el ángel de la muerte ve, en algunos casos, que ha llegado demasiado pronto, que el fin del hombre aún no ha llegado, en este caso, no se lleva su alma, ni siquiera se muestra a ella,

pero deja al hombre un par de ojos de los que está cubierto su cuerpo.

Y a partir de ese momento el hombre conoce, -además de lo que otros hombres ven y de lo que él ve con sus ojos naturales-

cosas nuevas y extrañas, y las ve de una manera diferente a la de antes;

no ve como ven los hombres, sino como ve la gente de "otros mundos";

es decir, que existen para él no "necesariamente", sino "libremente"; ve cosas que son y al mismo tiempo no son, que aparecen y cuando desaparecen, y desaparecen cuando aparecen.

Pero al mismo tiempo que todos los otros órganos de los sentidos y la razón están íntimamente conectados con su visión común anteror, (...)

Estas nuevas visiones parecen ridículas, fantásticas
y parece ser producidas por una imaginación desordenada.

Un paso más, y será la locura; no la locura poética,

inspiración planteada incluso en los libros de texto
de la filosofía y la estética y, bajo el nombre de Eros,

de manía, éxtasis,

(...) es decir, de la locura de la que se es tratado en los manicomios.

Resulta de ello la lucha entre las dos visiones,
lucha de difícil solución, y tan misteriosa como su aparición.»

Chestov