«Pero, ¿qué es esta madre originaria, fuente de excitación inagotable a la vez que objeto imposible, secreto inconfesable, tabú absoluto? Habrá que pensar de nuevo en la identificación primaría, linde de la identidad y la idealización, donde el futuro ser hablante capta su imagen únicamente a partir de la percepción ideal de una forma exterior a sus necesidades y deseos, que no es investida libidinalmente sino que posee las cualidades de los dos progenitores. El hecho de que Freud haya llamado a esta idealidad primaria «padre de la prehistoria individual» no debería hacer olvidar que posee características tanto del padre como de la madre. Posteriormente, cuando el ideal paterno sea edipizado, la rivalidad del muchacho no conservará de esta primera idealidad «prehistórica» más que la parte femenina, que ningún objeto específico de deseo o de amor puede subsumir. Tributaria de la identificación primaria, esta «parte femenina» es, desde un cierto ángulo, la femineidad ideal del propio sujeto. «Ideal» debería entenderse aquí en el sentido de imposible, de otro, de inabordable por la investidura libidinal. Se comprende fácilmente que esta «idealidad» pueda ser tanto positiva como negativa, o más bien esencialmente ambivalente, anterior al juicio crítico inductor de identidades unívocas. El «Madame Bovary soy yo» de Flaubert no es extraño al espejismo que esta femineidad representa para el novelista o para el artista en cuanto seductor. La plasticidad de la histérica, la aspiración dominadora de la paranoica, la satisfacción enlutada de la melancólica eternamente frustrada, son evidentemente algunos de los rasgos que componen este señuelo de lo «femenino» y empujan a don Juan no a yugularlo ni a eliminarlo sino, por el contrario, a jugar con él, a perpetuarlo. Zerline, doña Ana, doña Elvira....
«Tal cual lo enfatiza Penelhum, la unidad del yo es una ficción en la concepción de Hume de la identidad personal. Lo cual parece una doctrina radical no suficientemente justificada. Ello no impide establecer e introducir la distinción en la identidad personal, según Penelhum, entre identidad personal concerniente al pensamiento e imaginación y la identidad personal concerniente a la vida emocional, en donde...
«En una dirección y un sentido diferente, Ignacio Gómez de Liaño, ha establecido la relación entre la composición poética y la identidad del yo, ejemplificándola en Proust. El yo se concibe como pluralidad y multiplicidad, que se dan en un medio disímil y desdiferenciado, donde confluyen la representación y el impulso de los afectos y emociones, conformando “un conglomerado” tan cercano e idéntico a...
«Si la existencia del mundo objetivo y social se representa realmente para muchos como dominado por la razón funcional y el cálculo, la representación aparencial de la obra de arte se distancia de ese ideal de perfectividad y armonía humanas, ya que “está lastrada de desajuste,”87 pues procede de un “tour de force”, que busca la expresión de lo imposible, de lo que...
Arte
El arte es una especie de mercancía, preparada, registrada, asimilada a la producción industrial
miércoles, julio 30, 2014 «Simplificando demasiado diríamos que a la muerte de un Dios, que proveía de sentido la identidad narrativa, centrándose en él, le seguía la muerte del autor de las obras de arte, en su poeticidad imaginativa, desvaneciéndose acorde con las necesidades del mercado. La narrativa sería ahora un valor de uso y consumo literario. La competencia literaria se convertiría en competencia en el mercado....
Ilustración
Por éste camino es que, según Habermas, el concepto de la Ilustración pierde su fuerza liberadora
miércoles, julio 30, 2014 «En conclusión dicen Horkheimer y Adorno sobre esta parte de sus discusiones sobre el Marqués de Sade: al contrario de la filosofía moral kantiana, que quiso salvar la posibilidad de la razón, “la obra de Sade, como la de Nietzsche, representa en cambio la crítica intransigente de la razón práctica, frente a la cual la del “demoledor” aparece como retractación del propio pensamiento....
«“Volved ateos y amorales a los pueblos que queréis subyugar: mientras que no adore a más Dios que a vos no tendrá más costumbres que las vuestras, seréis siempre su soberano...”45 En otros términos: como “las religiones son la cuna del despotismo”,46 modernamente, se requiere la suplantación de la muerte de Dios por imágenes míticas y seculares de tipo burgués.» Jesús Ernesto Patiño...
«Esto no es sólo cierto en cuanto a nuestro yo permanente, que se prolonga tanto como dura nuestra vida, sino en cuanto a todos nuestros yos sucesivos, que, en suma, le componen en parte.» «Por otra parte, ¿debía yo pensar que estas particularidades morirían? Siempre consideré nuestro individuo, en un momento dado del tiempo, como un pólipo en que el ojo, organismo independiente...
«La postura de Locke esconde otra aporía, o puzzling case como infiere Ricœur (2000): al ser la memoria la única garantía de la identidad personal, habría casos en que pueden coexistir dos identidades en un mismo individuo (o una misma identidad podría ser compartida por distintos individuos).» «La segunda referencia pertinente en esta relación entre identidad y memoria individual, se halla en el...
Proust
Los yoes olvidados, la vivencia real de cada uno de los instantes pasados
martes, julio 29, 2014 «Y no sólo Albertina, sino hasta yo mismo era como una sucesión de momentos. [...] No un solo hombre, sino el desfile de un ejército variado compuesto, según el momento de apasionados, indiferentes, celosos, ninguno de los cuales estaba celoso de la misma mujer. Sin duda, de ahí vendría un día la curación, que yo no deseaba. En una multitud, cada elemento puede...
«Yo había considerado siempre al individuo, en un momento dado del tiempo, como un polípero donde el ojo, organismo independiente aunque asociado, se entorna ante una mota de polvo sin que la inteligencia lo ordene, donde en el intestino, parásito soterrado, se infecta sin saberlo la inteligencia; y que en el alma, pero también en la duración de la vida,
una serie de yoes yuxtapuestos
pero diferentes morían uno tras otro o incluso se alternaban entre sí,
como en Combray
venía uno de mis yoes a ocupar el lugar del otro
cuando anochecía. Pero había visto asimismo que las células morales que componen un ser son más duraderas que él. Vi cómo los vicios y el valor de los Guermantes retornaban en SaintLoup, y en él mismo los defectos extraños y momentáneos del carácter, o el antisemitismo de Swann. Aún podía verlo en Bloch. [...] Lo mismo que, cuando oía hablar a Cottard, a Brichot y a tantos otros, sentía que por la cultura y la moda una única ondulación propaga a todo lo ancho del espacio
las mismas maneras de decir y de pensar,
así también a lo largo del tiempo grandes maremotos levantan, desde las profundidades de los años, las mismas cóleras, las mismas tristezas, las mismas bravuras, las mismas manías a través de las generaciones superpuestas, y, apoyándose cada sección en varias de la misma serie, ofrecen, como sombras sobre pantallas sucesivas,
la repetición de una composición idéntica,
aunque a veces menos insignificante, a la que confrontaba de ese modo a Bloch y a su abuelo, a monsieur Bloch padre y a Nissim Bernard... [TR 244-5]
El literato envidia al pintor; le gustaría hacerse croquis, tomar notas, y si lo hace está perdido. Pero cuando escribe, no hay un solo gesto de sus personajes, un tic, un acento que no aporte la memoria a su inspiración [...]. Pues, movido por su instinto, mucho antes de creer que llegaría a ser algún día escritor, [...] ordenaba a sus ojos y a sus oídos que retuvieran para siempre lo que a los demás parecían naderías pueriles, el acento con que se dijo años atrás una frase, la expresión del semblante y el gesto de hombros que hizo en un determinado momento una persona de la que seguramente no sabe nada más; y eso porque aquel acento lo había oído antes, o sentía que podría volver a oírlo, que era algo repetible, duradero; es el propio sentimiento de lo general lo que en el futuro escritor elige lo que es general y podrá incluirse en la obra de arte. Pues sólo escucha a los demás cuando, por tontos o insensatos que sean,
a base de repetir como loros lo que dicen personas de características similares,
se constituyen en pájaros profetas, en portavoces de una ley psicológica.»
Proust [TR 207]
«Ese nuevo ser que soportaría con facilidad vivir sin Albertina había hecho su aparición en mí, ya que pude hablar de ella en casa de madame de Guermantes con palabras afligidas pero sin sufrimiento profundo. [...] Con el olvido, ese ser tan temido, y beneficioso, que no era otro que uno de esos yoes de recambio que el destino nos reserva y que,...
«Esta diferencia entre el don Juan -visto por la víctima y el don Juan que estalla en la propia alegría del seductor que se puede observar en el jue- go entre el texto y la música de la ópera de Mozart es sin duda menos clara en el texto del Don Juan de Molière. El medio del arte es aquí el lenguaje, y él sólo asume la expresión, el sentido y la hazaña de la se- ducción. Hay que destacar la frase ritmada, poética, toda ella en verso blanco y tejida de alejandrinos, de esta primera comedia en prosa escrita por Moliere. Hay que recordar la riqueza de las enunciaciones: irónica, aristocrática, popular, trágica, que anuncia no sólo el talento del autor, sino también la plasticidad del héroe, hecho de múltiples registros, de di- versas capacidades, artista, comediante si se quiere, «hombre orquesta» avant la lettre. Molière, seducido a su vez, o así parece, por el «gran se- ñor y hombre malo», ¿lo condena o lo absuelve? ¿Por qué Don Juan es la única obra que el célebre actor no publicó en vida? ¿Por miedo a los devotos? ¿O por haberles hecho concesiones? Pues, cómo no encontrar simpático, en el propio significado (por no hablar del significante), a este don Juan que besa la mano negra de Charlotte, que responde con no- bleza ante sus iguales, don Carlos y don Alonso, los hermanos de Elvi- ra, o que declara no sin franqueza: «Me gusta la libertad en el amor, ya lo sabes, y no podría decidirme a encerrar mi corazón entre cuatro pa- redes. Te lo he dicho veinte veces, tengo una inclinación natural a dejarme llevar por todo lo que me atrae. Mi corazón pertenece a todas las mujeres bellas, y ellas son las que tienen que tomarlo sucesivamente y retenerlo mientras puedan» (acto III, escena V). Se puede suponer, sin temor a equivocarse demasiado, que el impertinente Molière no era indiferente al que declara creer sólo que «dos y dos son cuatro» (acto III, escena I). Semejante positivismo revela que ninguna idolatría, ni en el orden de las ideas ni en el de las personas, es posible en el universo de don Juan. Sin embargo, es de este relativismo de donde el propio Molière extrae la fuerza de su comicidad. Don Juan hace de él el principio de una búsqueda abstracta, de un ideal irrepresentable, de una estética o una erótica para la que los objetos visibles, sin ser desvalorizados, no son más que estaciones efímeras hacia el imposible absoluto. Hay, en efecto, en la célebre perorata de Don Juan en el acto I, escena II, una celebración de la pasión absoluta que hace de este enemigo de los devotos un devoto del deseo. «Para mí la belleza [¡sic! No una mujer bella, sino el principio mismo de lo bello] me arrebata allí donde la encuentro, y cedo fácilmente a esa dulce violencia con la que nos arrastra. Por más que esté comprometido, el amor que siento por una mujer no compromete a mi alma a hacer injusticia a las demás. Sea como fuere, no puedo negar mi corazón a todo lo que veo de amable; y cuando un bello rostro me lo pide, diez mil que tuviera los daría. Las inclinaciones nacientes, después de todo, tienen encantos inexplicables, y todo el placer del amor está en...
«No simplemente el infinito numérico, con el que disfruta su criado contable Leporello («In Italia seicento e quaranta, / en Germania, do- cento e trentuna, / Cento in Francia, in Turchia novantuna / Ma in Is- pagna son già mille e tre»): por malicioso que sea el placer de esta cuen- ta, no capitaliza en suma más que el sadismo de reducir a números a las poseídas por una pasión que, para el Amo, no es una cuenta sino un jue- go. El infinito que revela la música de Mozart es precisamente el de un juego, el de un arte, desapasionado. En las antípodas del romanticismo, el don Juan de Mozart disfruta elaborando una combinatoria. Estas es- posas son marcas (retengamos este término) de su construcción: aunque las desea no la inviste como objetos autónomos, sino como jalones de su propia construcción. ¿Quiere esto decir que, como Narciso, no hace más que amarse indefinidamente a través de los fantasmas deseables en los que cree ver mujeres? No exactamente. El don Juan musical se ha alejado del universo ctónico del narcisismo mórbido, pero sin investir un objeto. A partir de una panoplia de amantes y esposas, multiplica su universo, hace de él un politopo. Don Juan es musical precisamente por que no tiene Yo. Don Juan no tiene interioridad; tal como nos lo presentan sus andanzas, sus fugas sus estancias tan múltiples como insostenibles, es una multiplicidad, una polifonía. Don Juan es la armonización de lo múltiple. Pero no hay que llegar demasiado deprisa a la conclusión de que se trata simplemente de un Narciso paranoico. La proposición no sería cierta más a condición de volverla del revés: don Juan triunfa allí donde el paranoico fracasa. Consigue conquistar a las mujeres, desafiar a Dios, construirse una existencia como se construye uno una ópera bufa, por ejemplo. Don Juan puede. El donjuanismo es un arte, como lo fue en una determinada época la aristocracia o el dandismo.» Julia Kristeva ...
«no olvidemos que en el seno de nuestros propios amores, además del deseo y del placer y por encima de ellos, estamos en una alquimia de la idealización cuyos meandros ignoramos laicamente. Si tenemos problemas para amar es porque tenemos problemas para idealizar: para investir nuestro narcisismo en otro tenido por valor inconmensurable, a fin de garantizar así nuestra propia potencialidad de desmesura. Y al contrario, cuando conseguimos amar ¿no es porque alguien, hombre o mujer o niño o palabra o flor..., ha podido resistir a nuestra tremenda capacidad de desconfianza, de odio y de miedo a delegarnos en una alteridad ideal?» Julia Kristeva ...
«Porque la locura de Dios es más sabía que los hombres.» San Pablo ...
Afectos
Bernardo: el «afecto que viene de la carne» «irremediablemente rebelde a la ley divina.»
lunes, julio 28, 2014 «Por otra parte, Bernardo emplea a menudo el término affectiones en el sentido de afecto, pero reservándole una significación más específica: designa los diversos sentimientos compuestos de afectos que siente el alma por Dios (por ejemplo, temor, spes, obediencia, honor, amor). Leí, entre muchas y graves cosas, que el Apóstol echaba en cara a los filósofos gentiles que estaban sin afecto» (referencia a Rom., 1, 31), escribe Bernardo en el Sermón 50 sobre el Cantar. Distingue tres tipos de afectos: un afecto que viene de la carne, otro que gobierna la razón y un tercero que establece la sabiduría. «El primero es aquel del que el Apóstol dice que no está sujeto a la ley de Dios ni lo puede estar», escribe Bernardo en el mismo Sermón, 50, 4, y encontramos a menudo en él esta constatación de un primer grado del afecto o del amor irremediablemente rebelde a la ley divina.» Julia Kristeva ...
Judaísmo
«Yavé, tu Dios, te ha elegido para ser el pueblo de su porción entre todos los pueblos que hay sobre la faz de la tierra.»
viernes, julio 25, 2014 «Porque eres un pueblo santo para Yavé, tu Dios. Yavé, tu Dios, te ha elegido para ser el pueblo de su porción entre todos los pueblos que hay sobre la faz de la tierra. Si Yavé se ha ligado con vosotros y os ha elegido» no es por ser vosotos los más en número entre todos los pueblos, pues sois el más pequeño de todos. Porque Yavé os amó, y porque ha querido cumplir el juramento que hizo a vuestros padres, os ha sacado de Egipto Yavé con mano poderosa, redimiéndoos de la casa de la servidumbre...» (Deut., 7, 6). También en Oseas se plantea que Dios «prefiere la misericordia al sacrificio» (Oseas, 6, 6). Asimismo, se dice en Isaías; «Yo estaba a la disposición de los que no me consultaban, podía ser hallado por los que no me buscaban» (65,1). Finalmente, el amor del Cantar es, en una de sus significaciones, don asegurado en la permanencia de la esperanza. Así pues, si bien no es falso, como lo ha puesto de manifiesto con rabia Níetzsche en la Genealogía de la moral, que el amor cristiano es una inversión del «sublime rencor» de Israel, es preciso señalar que hay un amor bíblico fundamental e indestructible que es el verdadero pilar de la agápe crístiana, al que Nietzsche permanece sintomáticamente tan sordo que le irrita el amor a secas.» Julia Kristeva ...
«Narciso se mata porque toma conciencia de que ama lo falso. La con¬ dena moral con que acaba el mito de Ovidio desvela así la concomitan¬ cia entre el narcisismo y lo falso. Este aspecto, que será el único explícitamente recogido y condenado por la cristiandad medieval, tiene profundas raíces que la recuperación freudiana del problema permitirá por fin aclarar. Si, como hemos visto, uno no nace Narciso (nace autoerótico), y sólo se vuelve Narciso bajo el impacto de una identificación paterna creadora ulteriormente del Ideal del Yo, ¿de dónde proviene lo falso? Lo falso provendría del hecho de que raramente llega uno a identificarse plenamente con ese ideal: bien porque no se tiene en pie, bien porque es destruido, bien porque Narciso ayudado por su madre cree no tener necesidad de él dado que ya lo es (ideal para su madre). Entonces, en vez de tener que crear lo que le permitiría igualar a su ideal; una obra o un objeto idealizado al que amar, Narciso fabricará un sucedáneo. Para ello va a investir, en vez de al Falo paterno, a algún preobjeto preedípico (mirada, oralidad, analidad, etc.). La erótica anal de la falsedad narcisista corre parejas con la fetichización de la propia imagen (en cuanto que ésta es un falso ideal), y desvela el momento de pasivización erótica frente a un Padre al que Narciso está fijado. Este momento sin duda necesario a toda idealización con la condición de ser introyectadó por desplazamiento de las incorporaciones en el Edipo, es en Narciso un tope. El hecho de que sugiera potencialidades homosexuales en Narciso no debe ocultarnos las consecuencias de esta fijación oral-anal en el uso que Narciso hará del lenguaje. Lo oralizará, precisamente, pero también le conferirá todo el peso secreto e intenso del modelado anal, para limpiarlo de su idealidad abstracta y cargarlo de latencias gozosas de una lengua arcaica, materna. Ecolálica, vocalizadora, cantante, gestual, muscular, ritmada, La apariencia narcisista comporta pues, necesariamente, una modificación del lenguaje. Y de ello se pueden sacar premisas para todo el arte. «Auténtico» o «fabricado», el arte, de todas formas, comporta su momento narcisista, su parte necesaria de apariencia, de falsedad si se quiere, con la que desafía al universo de los valores consagrados, se burla de ellos y nos seduce mediante un prisma de facilidad y de placer. Se hace amar.» Julia Kristeva ...
Kristeva Julia
«Narciso nos seduce y se impone como motor del subjetivismo occidental»
jueves, julio 24, 2014 «Puede parecer abusivo dar a Narciso ese papel crucial en la historia de la subjetividad occidental que consiste en hipostasiar la función del reflejo y, a partir de su fracaso narcisista, en impulsar la interiorización del reflejo para transformar la idealidad platónica en interioridad especulativa. Si bien es cierto que la lectura de Plotino nos autoriza a ello, otros movimientos míticos, filosóficos e históricos conducen también a ello, y poderosamente además. Sin embargo, Narciso nos seduce y se impone como motor del subjetivismo occidental, y no sólo debido a su presencia, explícita o alusiva, en las Enéadas. La trivialidad del personaje (el joven de Tespias no tiene nada de heroico), pero también la demencia de su aventura (Ovidio habla de una novitas furoris, de una nueva demencia), hacen de él un caso límite, es cierto, pero también un caso general. Ni Dioniso ni Cristo, pero trágico e inmortal por metamorfosis floral, este enamorado de sí mismo nos resulta extrañamente cercano en su puerilidad cotidiana. No obstante nos fastidia poniendo de manifiesto un malestar sutil, una incomodidad húmeda y fría. Como si este comienzo de una nueva era, la era cristiana que ha de conducirnos a asumir nuestra humanidad a través del grandioso sufrimiento de Cristo, insinuara paralelamente, no en las alturas sacrificiales del Calvario, sino en los terrenos baldíos, húmedos y pantanosos de la experiencia humana, que la interioridad, esta Psique hecha psiquismo, se paga con una nueva demencia. Humana, demasiado humana. Encontramos, en suma, en la linde de la interioridad occidental, el infantilismo y la perversión. La significación peyorativa —a los ojos de la Unidad ideal— de estos términos no elimina en absoluto su presencia constitutiva, aunque desplazada, elevada, «sublimada», en los fundamentos mismos del psiquismo. No olvidemos tampoco algo que los meandros de las aventuras narcisistas quizá han hecho perder de vista, y que compone sin embargo el marco de la aventura narcisiana, su causa y su fin: el amor. Eros, amor se declaran sin otro objeto que la propia imagen, un reflejo del propio cuerpo, una parte idealizada que actúa por el todo. Que el erotismo pueda ser, en el elemento acuático de un bosque arcaico, un autoerotismo, es una desmitificación, un rebajamiento de la sublimidad característica del estado amoroso. Por otra parte, aunque Ovidio perciba la experiencia narcisiana como demente, no lo es sin embargo en el sentido de un furor sexual, como en Dioniso o las bacantes. Aquí, la demencia reside en la ausencia de objeto, que es en última instancia el objeto sexual. ¿Para qué sirve el objeto? Para dar una existencia sexual a la angustia. Narciso no lo consigue. Está en otra dimensión....
Judaísmo
Cantar de los Cantares. La influencia religiosa india sobre la civilización hebraica
miércoles, julio 23, 2014 «Las opiniones sobre la fecha eventual de la redacción del Cantar de los Cantares difieren. Para algunos, el texto, que hace numerosas referencias a Salomón (3, 7, 9, 11; 8, 11, 12), habría sido compuesto por el propio Salomón, hijo de David. La fecha más antigua ha sido fijada hacia el 915-913 antes de nuestra era. Esta opinión prevalece entre los críticos judíos y cristianos del siglo XIX. Otros consideran que el texto es más reciente, pero que contiene alusiones a épocas arcaicas. Los autores que se basan en análisis lingüísticos estiman generalmente, que el texto sólo puede fecharse alrededor del siglo lll antes de Cristo. Entre los eruditos modernos, Chaim Rabin vuelve a la hipótesis del origen salomónico del texto basándose, sobre todo, en la influencia religiosa india (testificada, según algunos, arqueológicamente) sobre la civilización hebraica hasta el segundo milenio antes de nuestra era. Esta influencia india, se manifestaría en el texto del Cantar en el hecho de que el sujeto principal de la enunciación es la mujer, en que se celebra a menudo la renovación de la naturaleza y, para terminar, en que la nota dominante del sentimiento amoroso, más allá de una cierta agresividad del macho, es la languidez de la amante, coloración particularmente familiar, según el autor, en la poesía tamil. El autor supone que el texto podría haber sido escrito por alguien que hubiera viajado por Arabia del Sur hasta la India en la edad dorada del comercio judío con Oriente, que corresponde tanto a la época de Salomón como a la de la poesía tamil. Señalemos que Adam Clarke había establecido ya paralelismos entre el Cantar y el texto de la Gitd-Govinda. Estas interpretaciones constatan similitudes entre una divinidad india (Kríshna» por ejemplo), a la vez sensual y mística, y la amante del Cantar; pero olvidan señalar que la enunciación del Cantar está muy específicamente individualizada, asumida por sujetos autónomos y libres que, como tales, aparecen por primera vez en la literatura amorosa mundial.» Julia Kristeva ...
«Eros es de naturaleza maníaca. Y su pasión por el poder, aunque sea idealizado, su goce con el Falo, posee un reverso: la depresión, el deleite destructor que disfruta con disolver el Yo y hasta el propio ser vivo. Más arcaico probablemente que el goce sexual, este placer con un fuerte componente mórbido está anclado, (...) la fantasía, por su parte, hunde las raíces de esta propensión de la almosexualidad a lo mórbido (pero también cualquier depresión) en las inmediaciones del agujero (el «abismo», dice Gustav Aschenbach)...» «En la medida que tiene un alma enamorada, una mujer es llevada a la misma dialéctica de enfrentamiento al Falo, con todo el cortejo de imágenes, ideales y pruebas de dominación-sumisión que supone. Si quisiera escapar, encontraría, a través del espejismo de la androginia o en el amor por otra mujer, la dinámica del fedro. Poco importa el órgano, la confrontación con el poder sigue ahí. Sin embargo, el paraíso andrógino y, de otra forma, los amores lesbianos comportan la deliciosa playa de una libido neutralizada, tamizada, desprovista del filo erótico de la sexualidad masculina. Roces, caricias, imágenes apenas distintas que se hunden la una en la otra, borrándose o velándose sin estrépito en la dulzura de una disolución, licuefacción, fusión. Esto evoca el diálogo amoroso de la madre encinta con el fruto, apenas distinto de ella, que lleva en su vientre. O el roce de las pieles suaves, irisadas, no de deseo, sino de esa apertura-cierre, eclosión-marchitamiento, hueco que apenas formado se funde rápidamente en un mismo calor, que dormita o se despierta en el abrazo del bebé y la madre que lo alimenta. Piel, boca, abertura de los labios vacía excitada o llena, envuelven estos efluvios, filtran su tensión y, fuera de toda penetración agresiva, flotan, acunan, drogan. Distensión de la conciencia, sueño despierto, lengua ni dialéctica ni retórica, sino paz o eclipse: nirvana, embriaguez y silencio. Cuando este paraíso no es un accesorio del erotismo fálico, su paréntesis y su reposo, y aspira a erigirse en absoluto de una relación entre dos estalla la no-relación que es. A continuación se abren dos vías. O bien, reanudan, más salvajes aún, la manía erótica con los estragos del juego «amo-esclavo». O bien, y a menudo en consecuencia, la muerte explota en la paz que se creía haber absorbido. Muerte por trituración en ese vientre antes tan protector, cariñoso y neutralizador. Muerte de no ser mas que «uno» [on]: identidad perdida, disolución letal de la psicosis, angustia de las fronteras perdidas, llamada suicida del fondo. Insolubles, dramáticos hasta el mismo momento de la extinción del drama, nuestros amores no nos dejan más que la solución calificada de perversa: pasar de lo abyecto a lo sublime probar toda la gama de penas...
Absoluto
Kristeva Hegel «La presencia del Absoluto en el Conocimiento se revela al sujeto inmediatamente»
martes, julio 22, 2014 «Hablando de la «identificación primaría», Freud la define como «directa e inmediata» (direkte und unmittelbare) sin suscitar por ello, que nosotros sepamos la atención de los analistas. A propósito de estos términos, pensemos por un instante en el valor que la filosofía especulativa, y especialmente la de Hegel, da a esta inmediatez. La presencia inmanente del Absoluto en el Conocimiento se revela al Sujeto inmediatamente como un reconocimiento de lo que nunca le ha abandonado. Más concretamente, el inmediato (Unmittelbare) hegeliano es el último desprendimiento de la consistencia hacia la forma, la báscula interna de la reflexión-en-sí, la materia que se suprime en sí sin ser aún para ella misma y por tanto para el otro. Hegel apunta en la Ciencia de la lógica: «La inmediatez que, cuanto reflexión-en-sí, es consistencia (Bestehen) tanto como forma, reflexión-en-otra-cosa, consistencia que se suprime. Heidegger ha querido examinar esta solidaridad entre el Sujeto y el Conocimiento, esta presencia inmediata del Absoluto, en su texto «Hegel y su concepto de la experiencia», consagrado a la Introducción de la Fenomenología del espíritu, para poner de manifiesto el apriorísmo o el abuso de este «inmediato», y para mostrar, más acá o más allá de él, la «eclosión del Logos» tan querida por el discurso heideggeriano. En el marco de estas reflexiones, se podría sostener que lo inmediato, como autoalejamiento que es de la certeza de sí, es a la vez lo que la aleja de la relación con el objeto y lo que le confiere su poder de absolución (Absolvenz) sin mediación, sin objeto, pero conservando y sosteniendo a una y a otro; que lo inmediato es pues, la lógica misma de la parusía, es decir, de la presencia del sujeto en el objeto. «Le incumbe conservar toda relación que sólo afecta directamente al objeto...», comenta Heidegger. Como anuncio más fundamemal de la parusía, el inmediato se presenta también como lógica de la Absolvenz, del alejamiento de la relación, y constituye lo absoluto del absoluto; «Es allí, en la autorrepresentación, donde se produce la parusía de lo absoluto.» En otras palabras, la presencia del Absoluto en el Conocimiento se revela al sujeto inmediatamente, de modo que cualquier otro «medio» de conocimiento no es más que un reconocimiento: «El absoluto está desde el principio, en sí y por sí, cerca de nosotros, y quiere estar cerca de nosotros», afirma Hegel en la Introducción de la Fenomenología. Este estar-cerca-de-nosotros (parusía) sería la «forma en que la luz de la verdad del propio absoluto nos ilumina», dirá Heidegger en su comentario. Estamos inmediatamente en la parusía, «siempre-ya», antes de producirse nuestra «relación» con ella. Dejemos de lado el aspecto visual, gráfico o imaginario de esta inmediatez del Absoluto que Heidegger ha dado a entender utilizando la palabra saber [sa-voir] en su sonoridad (de vidi) y que Lacan ha acentuado colocando el espejo en el corazón de la constitución del Yo. Subrayemos primeramente que la fascinación especular es un fenómeno tardío en la génesis del Yo. Y tratemos de concebir la interrogación filosófica sobre el fondo de lo que la aparición del término «inmediato» en el corazón de la «identificación primaria» puede evocar al analista.» Julia Kristeva ...
«Hay que desconfiar de la humildad de los espejos, humildes sirvientes de las apariencias, no pueden sino reflejar los objetos que están enfrente, sin poder sustraerse, y todo el mundo se lo agradece (salvo con la muerte, donde se les cubre por esta razón). Son los perros de la apariencia. Pero su fidelidad es capciosa y sólo esperan que caigamos atrapados en su...
Bombal María Luisa
La escritura-niebla de María Luisa Bombal tras la cuál se esconde
miércoles, julio 16, 2014 «La niebla, con su barrera de humo, prohibe toda visión directa de los seres.» Bombal ...
Blanchot
Blanchot: «El fragmento es la única forma de expresión que convenga a un trabajo paradojal.»
domingo, julio 13, 2014 «El fragmento es la única forma de expresión que convenga a un trabajo paradojal.» Blanchot ...
Nómada
Hay que concebir la esencia del nómada «como una manera auténtica de residir»
domingo, julio 13, 2014 Hay que concebir la esencia del nómada «no como la eterna privación de una morada, sino como una manera auténtica de residir, como una residencia que no nos liga a la determinación de un lugar, ni al asentamiento junto a una realidad desde ya fundada, segura, permanente.» Blanchot ...
La dispersión es la forma de vida y la esencia del nómada intermitente. Se mueve en la busqueda de una fuente de riqueza nueva hasta el punto de provocar la plaga de la sed del recinto. Su propia sed lo destierra bajo la forma de víctima. La sequía lo atraviesa bajo la forma del odio recibido. Nómada sediento, busca nuevo huésped. Y el...
«[su hija] conmigo debe ser desgraciada, por lo que a mí se me alcanza. No sólo por mis circunstancias externas, sino mucho más por mi propia manera de ser; soy una persona reservada, silenciosa, insociable, insatisfecha, sin que pueda definirlo para mí como una desgracia, puesto que sólo se trata del reflejo de mis objetivos.» Kafka ...
«Siempre, querido señor, tengo deseos de ver las cosas tal como son antes de que se me muestren.» Kafka ...
«La mentira se convierte en el orden universal.» Kafka ...
«No hay ningún estado de hecho, todo es fluido, inaprensible, huidizo; lo más duradero todavía son nuestras opiniones.» «El mundo ficticio del sujeto, de la substancia, de la <razón>, etc. es necesario: hay en nosotros un poder que ordena, simplifica, falsifica, separa artificialmente. <Verdad>: voluntad de hacerse dueño de la multiplicidad de sensaciones, ensartar los fenómenos bajo categorías determinadas.» Nietzsche ...
«al hablar no somos completamente independientes desde el momento que no podemos alcanzar la verdad ni objetivo alguno, sino que solamente nos son asequibles (...) la diversión.» Kafka ...
«Hablar -esto se sabe hoy en día- es poner en juego semejante falta [i.e. la falta del sentido único], mantenerla y profundizarla para disponer de ella; pero profundizarla, también es hacer que sea siempre mayor y finalmente es ponernos, en la boca y bajo la mano, ya no la pura ausencia de los signos, sino la prolijidad de una ausencia indefinida e indiferentemente...
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Yo te he dado, lo que no le he dado a nadie, lo mejor de mí mismo, mi dolor.
domingo, julio 13, 2014 Yo te he dado, lo que no le he dado a nadie, lo mejor de mí mismo, mi dolor. ...
«Simplificando, se puede decir que hay cuatro tipos de fragmento: 1) El fragmento que no es sino un momento dialéctico de un conjunto más vasto. 2) La forma aforística, concentrada, oscuramente violenta que, en calidad de fragmento, ya es completa. El aforismo es etimológicamente el horizonte, un horizonte que circunscribe y que no abre. 3) El fragmento ligado a la movilidad de la...
«¿Qué es, pues, el tiempo? ¿Quién podría explicarlo fácil y brevemente? ¿Quién podría comprenderlo con el pensamiento, para expresar con palabras la idea que se tiene sobre él? Y sin embargo, al hablar ¿nombramos algo que sea más familiar y conocido que el tiempo? [...] ¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que...
«Yerushalmi cita asimismo en nota, a Edelheit: «Para Freud, en efecto, la evolución de la especie humana sería "darwiniana por los genes", mas "lamarekiana por el lenguaje y la cultura"» (Le Moise de Freud..., ed. cit., trad. fr. ligeramente modificada, p. 221, nota 44).» Derrida, Mal de archivo. Una impresión freudiana. ...
«La ciencia ficción es la ley de la historia.» Michel de Certeau ...
«Reconocer la realidad como una forma de ilusión,
y la ilusión como una forma de realidad,
es igualmente necesario e igualmente inútil.»
Fernando Pessoa
«“Yo podría, para mí, pensar otro Abraham”
Esta es una cita. “Yo podría, para mí, pensar otro Abraham”. “Pensar” se puede sustituir por “imaginar” o “concebir”, y traducir un poco diferente esta frase. “Ich könnte mir einen anderen Abraham denken”: “Yo podría, para mí, aparte de mí, en cuanto a mí, imaginar, concebir, la ficción de otro Abraham.”
La frase nos viene de una pequeña parábola de Kafka, de dos pequeñas páginas. Ella no lleva por título más que un nombre, Abraham[i], justamente. “Ich könnte mir einen anderen Abraham denken” y más adelante: “Aber ein anderer Abraham”: “Pero aún otro Abraham.”
Habría pues, quizá, quizá, más de un Abraham. He aquí aquello en lo que se trataría de pensar (denken). Quizá.»
«Dejemos esperar aquí, en exergo, a esos otros Abraham. Yo esbozaré más tarde una de las interpretaciones que más me tienta, pero todo lo que yo arriesgue de ahora en más podrá ser entendido como una respuesta indirecta a esta locura de Kafka, y un post-scriptum a otra lectura que yo propuse en otro lado, en Dar la muerte, de la ligadura de Isaac y de más de un Abraham. De los Abraham múltiples y a veces ficticios, de Kierkegaard y de Lévinas.»
«¿Cuáles historias? ¿Cómo contarlas o rendir cuenta de ellas, o mejor, cómo hacerlas contables? ¿Cómo y con qué derecho distinguir, por ejemplo, entre aquello que, desde mi experiencia toca, por un lado, a mi “ser judío”, el más íntimo o el más oscuro, el más ilegible...»
«Incluso sin nombrar a Abraham, antes de osar citar a comparecer a la inmensa figura del patriarca considerado a responder a la llamada de su nombre “sí, heme aquí”, “yo estoy aquí”, “estoy dispuesto”, es necesario saber y es la primera enseñanza abrahámica, antes de cualquier otra, que si todo para nosotros comienza por la respuesta, si todo comienza por el “sí” implicado en toda respuesta (“sí, yo respondo”, “sí, heme aquí”, incluso si la respuesta es “no”), entonces en toda respuesta, incluso en la más modesta, en la más cotidiana, permanece el consentimiento dado a cualquier presentación de sí. Incluso si, en el curso de la respuesta, en el contenido determinado de una réplica, yo dijera “no”, mismo si yo declaro, “no, no y no, yo no estoy aquí, yo no vendré, yo me voy, yo me retiro, yo deserto, yo me voy al desierto, yo no soy de los vuestros ni estoy enfrente de ustedes” o “no, yo niego, yo reniego, yo denego, desapruebo, etc.”, entonces este “no” habrá dicho “sí”, “sí, estoy aquí para hablarles, me dirijo a ustedes para responder “no”, heme aquí para negar, desaprobar o denegar”.»
«Pero antes de que yo sostenga algunos argumentos, mis dudas sobre la fiabilidad de estas tres distinciones (yo/tú, yo/nosotros, nosotros/vosotros, yo-nosotros/ellos-ellas, etc., auténtico-inauténtico, judeidad-judaísmo), permítanme murmurar esto con el tono de una confidencia más o menos inocente. Yo oso apenas, yo osaba apenas, todavía ayer, lo reconozco, tomar aquí, como se dice, la palabra. Y sin duda no lo haré sino para confiarles a ustedes esto que siento desde hace tiempo en mí, en un lugar de este tipo, en un lugar así definido, delante de un tema así formulado, delante de la cosa “judía”, a la vez, justamente, confiado y condenado al mutismo. Sí, tan confiado como condenado. En primer lugar, al mutismo, en el sentido en que se dice “confiado al cuidado”, confiado al silencio que cuida [garde], tanto como se lo guarda [garde].[iv] Un poco como una cierta manera de callar o de callarse, como si un cierto secreto hubiera sido representado, desde siempre, en cuanto al judaísmo, en cuanto a la judeidad, en cuanto a la condición o la situación de ser judío, en cuanto a aquella llamada que yo apenas me atrevo a declarar como la mía, como si tal silencio, un silencio determinado, y no importa cual (pues yo no he disimulado nunca en absoluto mi filiación judía y siempre la he reivindicado con honor), como si, por tanto, tal reserva obstinada hubiera sido representada por una suerte de guarda [garde], de salvaguarda [sauvergarde]: un silencio que se protege y que protege, un secreto que quizá cuide del judaísmo, pero también que cuide de una cierta judeidad en sí –aquí, en mí. Es conocido el lazo profundo, y que no es solamente etimológico, que puede descubrirse entre el cuidado y la verdad. Como si, paradoja que no cesaré de desplegar y que resume todo el tormento de mi vida, me hubiera hecho necesario cuidarme del judaísmo para guardar en mí aquella cosa que yo llamo provisoriamente la judeidad. La frase, la inyunción contradictoria que habría así ordenado mi vida, ella, me habría dicho en francés: guárdate del judaísmo –o incluso, de la judeidad. Cuídate de ello para cuidarlo [garde-t’en pour en garder], cuídate siempre un poco de ello, cuídate de ser judío para guardarte judío o para guardar el Judío en tí. Vigila al judío en tí [prends garde au Juif en toi]. Mira bien, sé vigilante, sé observador y no seas judío a ningún precio. Incluso si estás sólo y eres el último judío a ese precio, observa allí dos veces antes de declarar una solidaridad comunitaria, incluso nacional y sobre todo estado-nacional y antes de hablar, de tomar partido, de tomar posición en tanto que Judío.
¿Es auténtico todo esto? Volveré a través del fondo abisal de esta palabra, auténtico, que es todo salvo inocente.»
«Este guardar el secreto al que yo habría sido confiado, o esta guarda del secreto confiada, un secreto tanto más grande y más grave que yo, que es como si hubiera recibido la misión de serle fiel tanto que una palabra justa sobre ese tema no me sería dada o ordenada, una palabra que yo debería inventar, tanto como descubrir, reencontrar en mí, fuera de mí -y defender a cualquier precio.»
«Mutismo, silencio testarudo, decía yo, al cual tan confiado como había sido, había sido yo también condenado. ¿Para quién? ¿Para qué? ¿Dónde? ¿Cómo? He aquí mis preguntas. Pues si la confianza, la confidencia de haber-sido-confiado, por una suerte de elección secreta, pero por esencia incierta, siempre dispuesta a un malentendido apocalíptico o irrisorio, una elección que no sería sobre todo la de un pueblo –una contra-elección, pues, el contra-ejemplo de la elección-; si pues, aquello que me ha consagrado, dedicado, entregado a la ley de un silencio tal, yo lo he sentido siempre, casi siempre, como la oportunidad prometida de un saludo sin saludo, venido yo no sé de dónde, bien, no queda sino que yo me haya sentido, simultáneamente, indisociablemente, confinado, incluso denunciado, condenado, maldito por la misma consciencia oscura de elección, de elección fatal por la cual un poder trascendente y sin figura me conducía al silencio, me hería de mutismo, como hiere una debilidad, una herida, desde el nacimiento o casi de nacimiento. El silencio del que yo hablo habrá sido y permanece todavía a la vez decidido y no-decidido, indecidiblemente decidido por mí sin mí, por el otro en mí. Al riesgo sin fin del trágico o risible malentendido.»
«A título de la ejemplaridad, y sobre todo de aquello que yo llamo regularmente el contra-ejemplo, cuando juego sin jugar, en un carnet de 1976 citado en “Circonfesion” a apodarme “el último de los Judíos”[vi], yo me presento a la vez como el menos judío, el Judío más indigno, el último que merece el título de Judío auténtico, y al mismo tiempo, a causa de ello, a razón de una fuerza de ruptura que desarraiga y universaliza con el lugar, con lo local, lo familiar, lo comunitario, lo nacional, etc. aquel que juega a jugar el rol del más judío de todos, el último y por tanto el único sobreviviente destinado a asumir la herencia de las generaciones, salvar la respuesta o la responsabilidad ante la asignación o ante la elección, al riesgo siempre de tomarse por otro, aquel que posee la esencia de una experiencia de la elección; como si el menos pudiera el más, y como si (ustedes ya han notado que yo recurro con frecuencia al “como si” y lo hago con intención y sin jugar, sin facilidad, pues yo creo que un cierto quizás del como si, lo poético o lo literario en suma, late en el corazón de aquello que yo querría confiarles aquí), como si fuera aquel que niega más, el que parece traicionar los dogmas de la pertenencia comunitaria, religiosa, incluso la del pueblo, de la nación y del Estado, etc., como si éste sólo representase la exigencia última, la petición hiperbólica de ella incluso si éste pareciera traicionar perjurando. De donde esta ley que viene sobre mí, una ley de apariencia antinómica que, de forma precoz, oscura, en una suerte de luz de rayas inflexibles, me dictaba la fórmula hiperformalizada de un destino consagrado al secreto...»
«Quienquiera que esté seguro, como no lo estaba, justamente, el otro, el segundo otro Abraham de Kafka,...»
Derrida, Abraham, El Otro
El Ser como unheimlich. Ese unheimlich alrededor del cual todo pensamiento elabora sus sistemas teóricos con el ignorado objetivo de domarlo para volverlo familiar y soportable. ...
«Como el ser no es nada, como no es un ente, no podrá decirse o nombrarse more metaphorico. Y en consecuencia no tiene, dentro de ese contexto del uso metafísico dominante de la palabra «metáfora», un sentido propio o literal que pudiera ser enfocado metafóricamente por la metafísica. Y entonces, si con respecto al ser no se puede hablar metafóricamente, tampoco puede hablarse...
Derrida
Derrida: «No he creído nunca en la existencia o en la consistencia de algo así como la metafísica.»
viernes, julio 11, 2014 «No he creído nunca en la existencia o en la consistencia de algo así como la metafísica.» Derrida ...
La memoria es una anticipación del pasado. La memoria es una anticipación del futuro. Ahora me lo explican con la teoría de la anticipación vivencial del futuro que incluye en sí mismo su propio pasado, el actual, ya realizado, y el pasado por venir, si nos situamos en un punto concreto del futuro. En un caso, memoria de lo ocurrido; en el otro,...
Mentira
Sobre la mentira (y otras cosas) se aprende más de un hombre mentiroso que de un hombre sincero. (Carlos del Puente)
martes, julio 08, 2014 Sobre la mentira (y otras cosas) se aprende más de un hombre mentiroso que de un hombre sincero. . Carlos del Puente Apuntes falsos e incoherentes sobre la mentira para la elaboración del personaje...