Dostoievski: la mejor forma de volverme loco

miércoles, febrero 11, 2015




«Y sentí que el cielo había descendido hasta la tierra para tragarme. Realmente agarré a Dios y fui penetrado por Él.» (Dostoievski)

“Yo tengo un proyecto: volverme loco.”

«Por primera vez, aparece el personaje del soñador (Ordinov se labra un mundo al margen de la realidad, pretendiendo crear un complejo

sistema capaz de explicar el Mundo Científico a través del Arte).»



“I have a plan: to became a madman”: extracto de una carta dirigida a su hermano M.M. Dostoyevski, desde Petersburgo, el 9 de agosto de 1838.

«No puedo llevar una vida respetable al ser tan disoluto.»

Dostoyevski, Carta a su hermano Mikhail

«La idea de caer en un sueño letárgico estaba siempre rondando su cabeza (…)»

Konstantin Trutovsky, “Memorias Sobre Dostoyevski.

«Recuerdo todo lo que me había sucedido antes de la primera crisis epiléptica, hasta la cosa más pequeña en vida, cada cara, cada detalle, todo lo que oí, conocí, o leí, recuerdo todos los detalles. Todo empezó después de la primera crisis epiléptica.

Comencé a olvidarme de gente que conocía bien, comencé a olvidar las caras. Además, después del presidio olvidé todo lo que había escrito. Por ejemplo, al acabar de escribir Los Demonios, tuve que releer la obra desde el principio, porque había olvidado hasta los nombres de los personajes principales…»

Dostoyevski, por primera vez sintió la sensación de éxtasis del «aura» pre-epiléptica.

«Y sentí que el cielo había descendido hasta la tierra para tragarme. Realmente agarré a Dios y fui penetrado por Él.» (Dostoievski)

«En una ocasión, mientras íbamos caminando por la Calle Troitsky, nos topamos con un funeral.

Dostoyevski rápidamente dio la vuelta; quería volverse a casa, pero, en cuanto dio unos cuantos pasos, sufrió un fuerte ataque de la enfermedad. Fue de tal magnitud, que tuve que pedir ayuda a los paseantes para llevárnoslo a la farmacia más cercana, y a duras penas conseguimos reanimarlo. Normalmente, después de tales crisis, sucedía una depresión que duraba dos o tres días.»

Dmitry Grigorovich, “Memorias Literarias”

«Dostoievski acababa de liar los cigarrillos y de escribir las primeras frases, cuando le parecía que su alma caía en insondables profundidades. Lo dominaba el terror al aniquilamiento, de su garganta brotaba un grito inarticulado, su rostro se contraía y el escritor resbalaba de la silla al suelo inconsciente. A este estado Dostoievski lo llamaba una pequeña muerte; y, a menudo, la enfermedad simulaba de un modo tan perfecto la inminencia de la muerte que

el escritor se despedía de su mujer como si fuera un moribundo.»

Stefan Zweig,

«El predominio nocturno (a última hora de la noche y primera hora de la mañana) en que tenían lugar las crisis.»

«El 19 de junio de 1850, los datos personales de Dostoyevski fueron puestos en el Registro de los Criminales Políticos y de Estado de la cárcel de Omsk: Fyodor Dostoyevski, 28 años Rasgos especiales: Tez blanca, rostro claro, ojos grises, nariz normal, pelo rubio,

pequeña cicatriz en la frente sobre la ceja izquierda.

Firmado Coronel De Grave Director de la Prisión de Omsk” Subrayo la “cicatriz en la frente”, por tratarse de la posible secuela de un traumatismo cráneo-encefálico (TCE), cuyo momento en que se produjo no conocemos con precisión.»

«Si hubiera sabido antes que tenía una verdadera epilepsia,

no me hubiese casado.»

«Ustedes, las personas sanas, no sospechan lo que es la felicidad, esa felicidad que experimentamos nosotros, los epilépticos, un segundo antes del ataque.»

«Padres y Maestros, yo me pregunto: ¿qué es el infierno?

Sostengo que es el sufrimiento de no poder amar.»


«Los labios de Dostoiewski se pliegan en el rictus de la sátira y la pasión,

no saben reír.»

«El ideal de Dostoiewski es, por tanto, ser lo que no es. Sentir como no siente. Pensar como no piensa. Vivir como no vive. El hombre nuevo en que se cifran sus anhelos es, en todos sus rasgos, hasta en los más mínimos, antítesis de la forma individual del poeta.»

«Sus hombres ideales tienen la callada obstinación que llega más allá que los saltos salvajes del éxtasis, la verdadera humildad que no teme las risas; no son, como él, los eternos humillados y ofendidos, los perseguidos y agazapados.

Saben hablar a todos, y todos encuentran en ellos apaciguamiento y serenidad;

no viven bajo el eterno miedo histérico de ofender o ser ofendidos; no mira, recelosos, a su alrededor.

Dios no los atormenta; les da paz.

Lo saben todo, y sabiéndolo lo comprenden todo,

y jamás condenan, jamás murmuran; todo lo aceptan y en todo creen, poniendo en su creencia la unción de su gratitud.

Y el eterno desasosegado ve en estos hombres serenos, lúcidos, la forma suprema de vida;

el antagonista predica como ideal último la unidad;

el rebelde reclama la sumisión.

Su suplicio de Dios es para su hombre ideal gozo divino;

su duda, certeza;

su enfermedad, salud;

su dolor, una alegría sin límites.

Lo más alto y hermoso de la vida es lo que jamás conoció su inteligencia clarividente; lo que, por ignorarlo, ansía como lo más sublime para el hombre: la sencillez, la infancia de corazón, la suave y natural alegría del espíritu.»

“Amar la vida más que el sentido de la vida”.

“Me sobrepondré a todo el dolor, para poder decirme tan sólo: “¡existo!”

Y aunque el dolor me doble sobre el potro del tormento, me bastará saber que “existo”; atado a la galera, todavía veo el sol, y si no lo veo, vivo a pesar de todo, y sé que hay un sol, y esto me basta”

“No hay más que una desdicha irrevocable, que es el estar muerto”.

«Si tú crees que no se debe espiar por los agujeros de las cerraduras

y, en cambio, que se puede romper la crisma a las viejas con el primer objeto contundente que se tenga a mano, entonces,

más vale que desaparezcas lo antes posible...

quizá mejor que te largues a América.»

«La pasión sexual, tal como la conoció Dostoievski en la vida real,
era autoafirmativa, excluyente y celosa, y parecía incapaz de subsistir
de cualquier otra forma.»

«Y una pequeña gota de sangre, limpia y fresca, suficiente para acostumbrar a la gente...»

«Pero tenía una apasionada y resuelta convicción
de la inmensa importancia que tenían aquellas creencias

para sí mismo y para la humanidad.»

«La noche del sábado al domingo, tuve unas pesadillas; en una de ellas vi a Fedia subirse al alféizar de una ventana y caerse desde el cuarto piso. Él caía de cabeza, dando vueltas, y yo me tapaba los ojos con las manos y gritaba desesperado: «Adiós Fedia!», y entonces me desperté. Escríbeme tan pronto como puedas hablándome de Fedia, y

diciéndome si le ocurrió alguna cosa la noche del sábado al domingo.

Creo en los sueños...»

«Separado de Ana, Dostoievski acababa postrado en un estado de patetismo, de temores infantiles, de preocupaciones y desamparo.»

«Dostoievski no podía hacer nada en contra de la voluntad de Ana.»

«Ya sé que es preciso mantenerse en silencio frente a los demás.
La más innoble de todas las perversiones es la de colgarse del cuello de la gente.»

«Los personajes se mueven, por así decirlo, in vacuo;

sus objetivos son insignificantes y oscuros;

no están animados por una idea dominante,

y los principales personajes dan vueltas, en círculos viciosos,

alrededor de problemáticas carentes de objetivo.

«Todo es como un sueño y un delirio»,

exclama el protagonista en un momento; en otro, describe su estado mental como

«un caos indescifrable de emociones y sentimientos».»

«Gradualmente, he llegado a esta interpretación: en mi opinión, en aquellos momentos, el último día y el día anterior, Versilov sencillamente

era incapaz de tener cualquier objetivo fijo e, incluso, creo que

no razonaba en absoluto,

y estaba bajo la influencia de un especie de remolino de sentimientos.

Desde luego, no admito de modo alguno que estuviese loco;

sobre todo porque ahora no tiene nada de loco. Pero el «doble» es algo que desde luego admito. Entonces, ¿qué es exactamente el «doble»? El «doble», según la obra de un experto médico que he leído posteriormente, no

es sino el primer estadio de un desorden mental

que puede conducir a una mala decisión. Además, el mismo Versilov, en la escena en casa de mamá, nos explicó con la más extraordinaria franqueza

la «bifurcación» de sus sentimientos y de su voluntad.»

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