La estructura dogmático estructuralista del pensamiento racionalista moderno.

jueves, febrero 26, 2015





«Una representación artística de la idea sólo es posible allí donde se le ubique más allá de la afirmación o la negación, pero donde al mismo tiempo no se le cotice como una simple vivencia psíquica carente de significación directa. En un mundo monológico es imposible un planteamiento semejante de la idea, por contradecir los fundamentos principales de este mundo. Pero estos principios rebasan con mucho los límites de la creación artística; pertenecen a toda la cultura ideológica de la época moderna.

¿Cuáles son estos principios? Los principios del monologismo ideológico tuvieron su expresión teórica más clara en la filosofía idealista.

El principio monista, es decir, la afirmación de la unidad del ser se convierte en el idealismo en el principio de la unidad de la conciencia.

Desde luego, lo que nos importa aquí no es el aspecto filosófico del problema, sino cierta particularidad ideológica general que se ha manifestado también en esta transformación ideológica del

monismo del ser en el monologismo de la conciencia.

Pero también esta particularidad tan sólo nos importa desde el punto de vista de su aplicación teórica posterior.

La unidad de la conciencia que sustituye a la unidad del ser
se convierte inevitablemente en la unidad de una sola conciencia;

no importa en absoluto la forma metafísica que adquiera;

la de “conciencia en general” (Bewusstsein überhaupt),

la del “yo absoluto”,

la del “espíritu absoluto”,

la de la “conciencia normativa”, etc.

Pero junto a esta conciencia inevitablemente única

se encuentra la multiplicidad de las conciencias humanas empíricas.

Desde el punto de vista de la “conciencia en general”, esta multiplicidad de conciencias es fortuita y, por decirlo así, superflua.

Todo aquello que en estas conciencias es esencial y verdadero forma parte del contexto unitario de la “conciencia en general” y carece de individualidad.

Aquello que es individual, que distingue una conciencia de otra
y de las demás conciencias, carece de importancia cognoscitiva
y se refiere a la organización psíquica y al carácter limitado del
género humano.

Desde el punto de vista de la verdad, no existen las conciencias individuales.

El único principio de la individualización cognoscitiva que conoce el idealismo es el error.

Todo juicio verdadero nunca concierne a una sola persona,
sino que tiende a un solo contexto monológico y sistematizado.

Sólo el error individualiza. Todo lo verdadero cabe en los limites de una sola conciencia, y si no puede ser englobado por ella de hecho, es solamente por razones gratuitas y ajenas a la verdad misma.

En un principio, una sola conciencia y una sola boca son suficientes
para toda la plenitud del conocimiento; no hay necesidad ni fundamento para la multiplicidad de conciencia.

Hay que anotar que el concepto mismo de verdad única
no sugiere necesariamente la necesidad de una conciencia única y unitaria. Es absolutamente admisible y factible que

la verdad única excluya la pluralidad de conciencias,

que por principio no pueda ser abarcada por una sola conciencia,
que por naturaleza tenga el carácter de acontecimiento y que se origine en el punto de contacto entre varias conciencias. Todo depende de cómo se conciba la verdad y su relación con la conciencia. La forma monológica de percibir la conciencia y la verdad es sólo una de las formas posibles. Esta forma surge únicamente cuando la conciencia se sobrepone al ser y cuando la unidad de éste se transforma en la unidad de aquélla.

Una interacción esencial de conciencias es imposible de concebir con base en un monologismo filosófico,

y por tanto es imposible un diálogo esencial. En realidad, el idealismo conoce tan sólo un tipo de interacción cognoscitiva entre conciencias: la enseñanza que imparte un conocedor que posee la verdad al que no la conoce y que está en el error,

es decir, la relación entre el maestro y el alumno
y, por consiguiente, un diálogo pedagógico.

Una percepción monológica de la conciencia prevalece también en otras esferas de la creación ideológica. Todo lo significativo y lo valioso se concentra siempre en torno de un centro que es su portador. Toda creación ideológica se concibe y se percibe como la posible expresión de una sola conciencia, de un solo espíritu.

Incluso cuando se trata de una colectividad, de una pluralidad de fuerzas creadoras, la unidad siempre se ilustra mediante la imagen de una sola conciencia: el espíritu de la nación, del pueblo, de la historia, etc.

Todo lo significativo puede ser reunido en una sola conciencia y sometido a un solo acento; aquello que no se somete a semejante reducción es accidental e inesencial.

El racionalismo europeo, con su culto a la razón única y unitaria

—y sobre todo la época de la Ilustración, cuando se han configurado
las formas genéricas principales de la narrativa europea—, ha contribuido mucho a la consolidación del principio monológico
y a su penetración en todas las esferas de la vida ideológica durante
la época moderna.

Todo el utopismo europeo se basa igualmente en este principio monológico,

así como el socialismo utópico tiene fe en la potencia de la persuasión.

Una sola conciencia y un solo punto de vista siempre llegan a ser representantes de la unidad del sentido.

Esta confianza en la autosuficiencia de la conciencia única

en todas las esferas de la vida ideológica no representa un planteamiento teórico propuesto por algún pensador, sino que viene a ser una profunda peculiaridad estructural de la creación ideológica de la época moderna que determina todas sus formas exteriores e interiores.»


Bajtin Mijail, Problemas de la poética de Dostoievski.

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