Dostoievski: «Me humillaron y quise demostrar mi superioridad ante alguien.»
lunes, febrero 02, 2015
«Me humillaron y quise demostrar mi superioridad ante alguien.» (Dostoievski)
«No puedo vivir sin ejercer mi poder sobre alguien...,
sin tiranizar a alguien.»
(Dostoievski)
«El amor consiste
en conceder voluntariamente
el derecho a que se le tiranice.»
«La ofensa purifica,
ya que es el sentimiento más amargo,
más doloroso.»
«¿Qué es preferible:
una felicidad vulgar o un sufrimiento elevado?»
(Dostoievski)
«¡Sí! Tendré que quitarme esta máscara de farsante...» (Dostoievski)
«Sentía una emoción verdadera.» (Dostoievski)
«Ante todo, me era imposible amar,
puesto que -lo repito-
amar quería decir para mí tiranizar y dominar moralmente.
Jamás he podido ni siquiera concebir el amor bajo otra forma, y hoy llego al extremo de pensar a veces que,
para el objeto amado, el amor consiste en conceder voluntariamente el derecho a que se le tiranice.
En mis sueños subterráneos sólo he podido concebir el amor como una lucha. Yo empezaba por el odio, para terminar por la dominación moral, aunque no lograba imaginarme lo que haría después con el ser dominado.»
«¿Qué dirección habría tomado Lisa? ¿Y por qué corría yo tras ella?
¿Por qué?
Porque quería echarme a sus pies, llorar y .. confesarle mi arrepentimiento, besarle las rodillas e implorar su perdón.
Esto era lo que quería hacer. Sentía que el pecho se me desgarraba. Nunca podré recordar fríamente aquellos instantes.
«Pero ¿qué adelantaré? -me preguntaba-.
¿Acaso no la volveré a odiar mañana mismo precisamente por haberme arrojado a sus pies hoy?
¿Es que puedo hacerla feliz? ¿No he comprobado por centésima vez lo poco que valgo?
¿Podría abstenerme de atormentarla?
Estaba inmóvil en medio de la nieve, tratando de perforar con la mirada el opaco velo, y reflexionaba profundamente. «¿No sería preferible -me decía, ya de regreso a casa y tratando de ocultar mi dolor en mis desvaríos- que Lisa se llevase mi ofensa consigo?
La ofensa purifica, ya que es el sentimiento más amargo, más doloroso.
No cabe duda de que mañana mismo mancharía su alma y cargaría su corazón con un peso insufrible. En cambio, si no la vuelvo a ver, ella conservará siempre vivo el recuerdo de esta ofensa. Por espantoso que sea lo que le espera,
la ofensa la elevará y la purificará por medio del odio.
y quizá también por medio del perdón... Pero ¿le hará la vida más fácil todo esto?» Todavía hoy me hago esta inútil pregunta.
¿Qué es preferible: una felicidad vulgar o un sufrimiento elevado?
Díganme: ¿qué vale más?»
TODO LO QUE SIGUE SON TEXTOS EXTRAÍDOS DE INTERNET.
«
El impulso principal, aunque a menudo inconsciente, que condujo a Dostoievski a las salas de juego no fue un cálculo razonado de ganar riquezas, sino
una necesidad de experimentar fuertes emociones y excitaciones
anormales y, tal vez, también el deseo que muchas veces describe en sus personajes, de explorar las profundidades de la corrupción moral.
«Sería un vulgar libelo si Dostoievski no estuviese loco,
cosa de la que no me cabe la menor duda.» (Turgueniev)
Los hijos de Dostoievski nunca tuvieron compañeros de juego
Pero era una familia solitaria;
no tenía vida social alguna; todas sus actividades y reacciones eran domésticas,
sin estímulos exteriores.
Posteriormente, Dostoievski siempre
concibió las relaciones humanas como las íntimas e intensas
comunicaciones existentes en el seno de una familia.
Un amigo debe ser un hermano o más;
no toleraba un vínculo menos estrecho.
Su singular infancia le incapacitó para las relaciones sociales ordinarias,
de carácter casual y parcial que amenizan la vida cotidiana, sin rebasar un nivel de superficialidad. Cuando se vio obligado a sostener relaciones de este tipo, Dostoievski
se mostró suspicaz, exigente e hipersensible;
él daba mucho de sí mismo y esperaba también mucho de los demás;
y los conflictos inevitables que se producían tenían la misma vulgar insustancialidad que las querellas familiares.
Cuando Fiodor tenía diez años
sus padres compraron la pequeña granja de Darovoe en la provincia de Tula, a ciento cincuenta verstas de Moscú, y a partir de aquel año la madre y los hijos pasaron allí los veranos. El padre sólo podía abandonar el hospital durante una o dos semanas, a mediados de verano. El viaje se hacía en coche de caballos y duraba dos días. Para los niños aquello significaba la liberación de la vida cerrada de Moscú y quizá también
la liberación del férreo control de su padre.
pero, una vez más, se les prohibía la compañía de los muchachos de su edad.
Entonces desenterró un incidente olvidado que tuvo lugar cuando tenía diez años;
un día se sintió atrapado por un imaginario lobo (¿DELIRIO?)
y quedó sobrecogido de terror, y un campesino llamado Marei le dio ánimos y le tranquilizó.
»—sus personajes viven en las ciudades y preferentemente en buhardillas. (COMO LOS PERSONAJES DE KAFKA, SU DOBLE.)
Pero en realidad el mismo Dostoievski
fue un vagabundo errante
por todas las ciudades del mundo y no tuvo nunca un jardín que cultivar.
Como allí no se enseñaba latín, el mismo padre se encargó de iniciar a sus dos hijos en las complejas formas gramaticales de mensa y amo;
y aquellas lecciones, durante las cuales
los alumnos tenían que permanecer en pie,
derechos como una vela delante de la mesa del comedor, dejaron impresas en ellos, al parecer, la irritabilidad y la impaciencia de su
padre.
En 1834, los hermanos fueron enviados a
un internado privado
dirigido por un tal Chermah, donde permanecieron tres años. El régimen de la escuela se atenía a lo que era normal en aquella época: ocho horas de trabajo escolar cada día sin contar la preparación de los deberes; y aún, a pesar de todo, parece ser que la escuela en muchos aspectos era buena. No obstante, la escuela no derrumbó
el muro que el temperamento de Dostoievski levantaba entre él y su prójimo;
de las pocas referencias a su vida en la escuela que podemos encontrar en sus escritos no se deduce que recuerde aquel período escolar con simpatía.
«Yo estaba desde luego desplazado
—dice el protagonista de El adolescente— en cualquier ambiente social.
En la escuela yo mantenía relaciones cordiales
con mis compañeros, pero tenía muy pocos compañeros.
Construí un rincón para mí mismo y viví en él.»
»La suspicacia de sus padres acentuó esta disposición antisocial;
sólo en una ocasión un compañero de escuela penetró en su mundo.
Los dos hermanos nunca salían solos y no sabían lo que era tener dinero propio en el bolsillo. A medida que iban creciendo su padre les explicaba cada vez con más insistencia que él era un hombre pobre, que ellos tendrían que abrirse su propio camino en la vida y que después de su muerte se quedarían sin recursos. En este ambiente lúgubre y monótono, excesivamente puritano, la madre cayó enferma y murió.
Las madres de los protagonistas de sus novelas son en general modelos de afecto y de inutilidad.
Los chicos, que por primera vez entraban en Petersburgo y también
por primera vez se encontraban solos en el mundo,
ingresaron en un internado
de un tal Kostomarov donde se sometieron a los preparativos finales para los exámenes de entrada en la academia;
su padre regresó a Moscú y no le volvieron a ver más. (PADRE PATOLÓGICO)
»A veces, paseaba de un lado a otro de la habitación sosteniendo
precoces discusiones sobre el problema de la existencia
con uno o dos espíritus próximos a él. (ALUCINACIONES SOBRE EL DOBLE)
»Dostoievski, recogidos en uno de sus últimos ensayos, de cuando él se
imaginaba estar en el papel de Mario, de Pericles, de un cristiano de los tiempos de Nerón,
de un caballero medieval en un torneo o
encarnando a Edward Glendeling (sic) en la novela Monasterio, de Scott.
entonces surgió una nueva pasión, esta vez hacia
un compañero de estudios.
Estoy con un compañero, ¡un ser al que amo tanto!...
Me he aprendido Schiller de memoria,
sólo hablo de él y su lectura me exalta; creo que el destino nunca me ha deparado nada mejor en mi vida que el haberme dado a conocer a este gran poeta en este momento de mi vida; en ningún otro momento hubiese podido comprenderlo mejor que ahora. Leyendo a Schiller con él verifico en su naturaleza la magnificencia y la bravura de don Carlos, del marqués de Posa y de Mortimer.
¡Esta amistad me ha traído mucho dolor y mucho placer!
Ahora guardaré silencio eternamente sobre ello; el nombre de Schiller forma ya parte de mí mismo; es un sonido mágico que evoca multitud de sueños. Sueños amargos, hermano; y ésta es la razón por la que nunca te he hablado de Schiller ni de las impresiones que ha producido en mí. El solo hecho de oír su nombre me causa dolor.
La identidad del objeto amoroso de este adolescente Schwarmerei
es desconocida; y todo este episodio no tiene más importancia que la de detectar una aberración romántica de ilustrar la necesidad apasionada que
sentía Dostoievski de poseer un amor con carácter exclusivo,
que perduraría a lo largo de toda su vida.
Es sintomático que en este momento de su adolescencia
el objeto amoroso fuese un hombre
y no una mujer.
Si entonces hubiese tenido relaciones con una mujer, hubiesen sido exclusivamente físicas.
Sus sentimientos emotivos hacia el otro sexo no se empezaron a manifestar hasta mucho más tarde.
En el verano de 1839 esta pasión romántica ya se había convertido en un recuerdo sentimental; Shidlovski se había marchado de Petersburgo y había desaparecido de la vida de Dostoievski, afortunadamente para él; también llegaron noticias de Moscú dando cuenta de la muerte de su padre.
Allí (en su hacienda) vivió el padre en completo aislamiento y se entregó a la bebida, que fue fatal para sus nervios destrozados y su carácter irritable.
Escapando al control de cualquier opinión familiar o social,
se convirtió en un ser cada vez más excéntrico,
en sus costumbres y en su conducta; se dice que
cada noche solía buscar debajo de la cama de sus hijas (que apenas eran unas adolescentes) algún amante oculto
— éste incidente fue utilizado por su hijo en una de sus novelas.
Aquella dureza que él había ostentado orgullosamente en el trato con sus hijos
se convirtió en brutalidad en el trato con los siervos.»
«Se sabía páginas enteras de memoria;
El mundo de la literatura había empezado a contemplar con interés a un joven escritor que prometía; y él se lo imaginó postrado a sus pies.
En todas partes existe un ilimitado respeto y una extraordinaria curiosidad hacia mí... (MEGALOMANÍA)
Panaev les ha dicho que ha surgido un genio
que les va a hundir en el lodo...
«Todo el mundo me recibe como si fuese un prodigio.
No puedo abrir la boca sin que a continuación se diga por todas partes: Dostoievski ha dicho esto, o Dostoievski quiere hacer lo otro... Tengo la cabeza llena de ideas, pero no se las puedo comunicar a nadie, ni siquiera a Turgueniev, porque de lo contrario al día siguiente se sabría en todos los rincones de Petersburgo que Dostoievski está escribiendo esto o aquello. Bueno, hermano, si tuviese que contarte todos mis éxitos no tendría suficiente papel...»
«pero su naturaleza rusa incontrolable le traicionaba a cada momento;
no tardaron en mofarse de él. Turgueniev, Nekrasov y Annenkov pronto escribieron sátiras rimadas en las que motejaban
a Dostoievski de «caballero de la triste figura»;
Es un ejemplo flagrante de la inconsciente deshonestidad propia de personas muy imaginativas, por ejemplo, Dostoievski, cuya imaginación les convierte en los testigos menos dignos de confianza de los hechos de su propia vida.
Si intentamos explorar su vida sexual antes de sus veintiocho años,
Dostoievski no tuvo ningún lance amoroso del que ellos tuvieran conocimiento y que no mostró ningún interés por las mujeres.
el sexo
juega un papel puramente secundario en las novelas del período presiberiano.
Fue más tarde cuando el sexo empezó a dominar en el pensamiento y en el sentimiento de Dostoievski, y su posterior romance con María Dmitrievna en Siberia, a la edad de treinta y cinco años, presenta todos los rasgos característicos del primer amor.
En aquella época, en todas las relaciones con sus semejantes, Dostoievski se vio afectado por su temperamento difícil y nervioso que bullía por debajo de su apariencia exterior desmañada y poco atractiva.
Buscar causas fisiológicas en esta actitud son simples ganas de especular; los informes médicos no nos permiten asegurar que su carácter fuese un primer síntoma de la epilepsia que le atacaría por primera vez, de una forma abierta, en Siberia. Está claro que Dostoievski no pensaba eso, ya que en su vida posterior declaró más de una vez que sus trastornos nerviosos se habían incubado en la prisión y en el exilio, y el único defecto físico que él relacionaba con esos trastornos no era la epilepsia, sino las almorranas. Las memorias de su amigo y médico Yanovski mencionan entre los síntomas un pulso irregular y dolores de cabeza nerviosos; pero Yanovski pensaba evidentemente que su paciente era un poco hipocondríaco. Dostoievski le pidió prestados libros sobre enfermedades nerviosas y frenología. Como Balzac, Dostoievski estudió atentamente esta ciencia; después, en el apogeo de su popularidad, se empeñó en detectar en sí mismo las manifestaciones físicas de su genio, y le gustaba que le dijesen que
su cráneo se parecía al de Sócrates.»
«Los síntomas morales de sus trastornos —a los
estados de extrema euforia
seguían estados de extrema depresión,
a las explosiones de ridícula fanfarronería
seguían caídas de insuperable timidez y desconfianza en sí mismo—
se ponían de manifiesto en todas sus relaciones con el mundo exterior. Pertenecía a la desgraciada clase de personas que perciben el alcance de
su locura
en el momento de caer en ella, y cuyo remordimiento se produce casi simultáneamente a la acción que provoca ese remordimiento.»
«Recuerdo lo arisco e insorpotable que he sido contigo en Reval;
Aunque es cierto que tengo un carácter desagradable y repulsivo,
sucede que no puedo expresar ni una palabra de afecto.
En tales momentos no puedo controlar mis nervios.»
«A Fiodor Pavlovitch le había gustado siempre adoptar actitudes,
representar papeles,
a veces sin necesidad a incluso en detrimento suyo,
como en el caso presente. Esto mismo les sucede a muchas personas, entre las que hay algunas que no son tontas ni mucho menos.
«Ignoro los detalles de este infortunio, pero he oído decir...»
(FANTÁSTICO: CON ESTA FRASE HACE REALES LOS HECHOS FICTICIOS DE LA NOVELA.)
«Estar solo es una necesidad vital,
como beber y comer; de otro modo,
en esa vida en común forzosa uno llega a odiar a la humanidad.
Esta comunidad actúa como un veneno o una infección,
y este terrible tormento me ha hecho sufrir más que cualquier otra cosa en estos cuatro años. Ha habido momentos en que
he llegado a odiar a todos cuantos se me cruzaban,
con razón o sin ella, y les consideraba como ladrones que me estaban robando la vida impunemente.»
«La renuncia a cualquier juicio moral
es una facultad que Dostoievski utilizó frecuentemente en su propia vida,
y es algo que el indulgente lector debe recordar constantemente si quiere comprenderle mejor.
Dostoievski se calaba su gorra por encima de los ojos
«cobrando el aspecto de un lobo cogido en una trampa»,
nunca hablaba a menos que fuese obligado,
daba muestras de poseer un mórbido temor de cualquier comunicación con sus compañeros
y en algunas ocasiones llegó incluso a no hablarse con Durov.
Es difícil rechazar este testimonio; debe ser válido, al menos en
lo que se refiere a los primeros meses de la vida en prisión de Dostoievski.
En este huraño penado, reconocemos los rasgos familiares del misantrópico estudiante de la academia de ingeniería, amante de la soledad, y del mórbido e hipocondríaco joven escritor que se hacía insoportable a sus mejores amigos.»
«Cuanto más odiaba a los individuos
—dice un personaje de Los hermanos Karamazov—
más amaba a la humanidad»
«A juicio de Dostoievski,
no cabía condenar los pecados de los demás.
En su juventud había hecho suya aquella figura clásica del romanticismo,
el criminal de corazón de oro,
que tomó directamente de Schiller;
Empezó a sentir hacia aquellos héroes, aunque fuesen héroes del crimen, una admiración que casi se parece a la admiración de Lermontov hacia los bandidos del Cáucaso. En las relaciones, al principio desconfiadas y semifurtivas que estableció con sus compañeros de prisión, halló la misma variedad de cualidades, las mismas contradicciones que en el mundo exterior, la misma práctica viciosa y las mismas potencialidades para la virtud.»
«Hay que juzgar al pueblo, no por lo que es, sino
por lo que le gustaría llegar a ser.»
«Alrededor de 1865, empezamos a oír hablar
de momentos de iluminación y de un sentimiento de armonía espiritual, que precedían a sus ataques.
Como Dmitri Karamazov,
él había sido víctima de un «error judicial»; (KAFKA, EL PROCESO)
«La prisión derrumbó todas las normas morales que Dostoievski siempre había aceptado.
Las categorías del vicio y la virtud ya no parecían estar situadas en los dos polos opuestos del horizonte moral;
desde luego, era evidente que ya no eran mutuamente excluyentes.
Los hombres normales son tan raros en las novelas de Dostoievski
como lo debieron ser entre los muros de la prisión. Su mundo ya no estaba poblado de hombres con dimensiones normales;
era un mundo de criminales y santos; de monstruos del vicio y de la virtud.»
«Dostoievski tenía treinta y tres años cuando sus grilletes fueron abiertos en la herrería de la prisión y se reintegró al mundo de los hombres libres: pero era un mundo transfigurado para él, a causa de la experiencia por la que había pasado.»
«Pero María Dmitrievna Isaeva era, según describe el barón en sus memorias, «una rubia bastante bonita de mediana estatura, muy delgada, apasionada y exaltée»; y Dostoievski estaba completamente enamorado de ella. Empezó a pasar «días enteros» en su casa; y es razonable concluir, aunque naturalmente nos faltan pruebas que lo evidencien, que María Dmitrievna se convirtió en su amante.
pero para Dostoievski la emoción era más importante que la acción
y por lo menos había esperado de ella emociones comparables a las suyas.»
«No muevas la cabeza, no me juzgues; sé que en muchos aspectos que conciernen a mis relaciones con ella no estoy actuando razonablemente, puesto que no tengo prácticamente ninguna esperanza: pero me da lo mismo tener esperanza o no tenerla. Ya no pienso en nada, ¡sólo en verla y oírla!
Soy un loco desgraciado. Amar de este modo es una enfermedad.
Me doy cuenta de ello. Estoy lleno de deudas a causa de un viaje
(lo he intentado por segunda vez, pero sólo llegué hasta Zmiev,
no pude ir más lejos).
Ahora iré otra vez; me arruinaré, ¡pero no me importa!
Por Dios, no enseñes esta carta a mi hermano; hay infinitas razones para que me condene. El pobre me ayuda todo lo que puede, hasta con sus últimos recursos, y yo me gasto el dinero de este modo.»
«La posterior visita a Kuznetsk, anunciada en esta carta, tuvo lugar a finales de noviembre y obligó a la aún vacilante María a decidirse. Dos meses después Dostoievski obtenía un permiso más prolongado, y la boda se celebró en Kuznetsk, el 6 de febrero de 1857.
Por parte de ella se trataba de una boda de conveniencia más que de amor. Es probable que ella hubiese preferido al joven maestro, pero carecía de amigos y de dinero; la hija de Dostoievski asegura, aunque no podemos darle crédito, que
ella había sido la amante de Vergunov hasta la misma víspera de la boda.
En el viaje de regreso a Semipalatinsk con su mujer y su hijastro
tuvo un ataque epiléptico extraordinariamente violento,
al llegar a Barnaul. Este ataque le dejó incapacitado durante cuatro días y sirvió para disipar las dudas que Dostoievski había tenido acerca de la naturaleza de su enfermedad y le impulsó a estudiarla;»
«Como el mismo Dostoievski confiesa, sus relaciones con María Dmitrievna le absorbían hasta el punto de no poder hacer otra cosa.
del mismo modo que había sido fácil, en 1845, convertirse en un entusiasta revolucionario; y Dostoievski, en cada caso,
siguió la corriente.» (TOMÓ EL YO COMÚN DE LOS OTROS, DEL GRUPO)
«La sensibilidad y la imaginación de semejantes individuos tienen a veces impulsos tan repentinos como extraños.
Las dotes de observación y descripción de las cosas materiales eran en Dostoievski infinitamente pequeñas;
Dostoievski «era un hombre malicioso, envidioso y disoluto y se pasó toda su vida en un estado de excitación nerviosa que hacían de él un hombre digno de lástima, y le hubiesen convertido en un ser ridículo si no hubiese sido tan listo y malicioso...
Él se sentía inclinado hacia la corrupción y
se mostraba orgulloso de ello. Viskovatov me contó una vez que él se había jactado de haber fornicado con una niña que le había entregado su institutriz. Observa que en lo que se refiere a esto,
a su sensualidad animal, no tenía ningún gusto, ningún sentimiento hacia el encanto y belleza femenina.
Eso puede verse también en sus novelas. Los personajes que más se parecen a él son el protagonista de Memorias de un subterráneo, Svidrigailov de Crimen y castigo, y Stavrogin de Los condenados.»
«En el caso de Dostoievski, la pasión que prevalecía era la que tenía más a mano.
—¡Él no te ama! —gritó sujetándose la cabeza con un gesto de desesperación—.
¡Pero tú le quieres como una esclava!
Dime, debo saberlo. ¿Tú le seguirías hasta el fin del mundo?
—He sentido deseos de besarte el pie.» (LE DICE D. A POLINA)
«La característica clave del temperamento de Suslova según Dostoievski era su altivez. «Apollinaria es una gran egoísta —escribía Dostoievski a su hermana poco después—; su egoísmo y su amor propio son colosales.
Ella exige todo de los demás, y se exime a sí misma de la más mínima obligación hacia sus semejantes.»
«El hombre es por naturaleza un déspota —dice el protagonista de El jugador a su Polina— y le gusta torturar; a ti te gusta terriblemente.»
«Empezaré por decir que tengo un amor propio tremendo, que
soy tan desconfiado y susceptible como un jorobado, como un enano.
Pero lo principal es que siempre resulta que
soy yo el culpable,
sea cual fuere el lado desde el que examinen las cosas, y es más:
culpable sin serlo, (KAFKA)
por lo menos, de acuerdo con las leyes de la naturaleza. Soy culpable, ante todo, porque
soy más inteligente que cuantos me rodean
(siempre me he considerado más inteligente que las personas que me rodeaban, e incluso -¡fíjense ustedes!- mi sensación de superioridad
me confunde hasta el punto de que miro a la gente de reojo, por no poder mirarla cara a cara).»
«No podía cumplir este propósito, porque
me era imposible decidirme a obrar,
aún teniendo la facultad de hacerlo.
(NOTA DEL AUTOR DEL BLOG:
KAFKA COGE TODAS SUS IDEAS DE DOSTOIEVSKI:
- LA PENITENCIARIA DE LOS CASTIGOS DE LA CASA DE LA MUERTE;
-EL INSECTO DE LA METAMORFOSIS DE MEMORIAS DEL SUBTERRÁNEO;
- ASÍ COMO: SOY CULPABLE SIN SERLO Y LA IMPOSIBILIDAD DE ACTUAR;
- LA ACUSACIÓN INJUSTA Y ABSURDA DEL PROCESO LO SACA DE LA CONDENA REAL DE DOSTOIEVSKI;
- EL TOPO EN SU SUBTERRÁNEO LO SACA DEL RATÓN DEL SUBTERRÁNEO;
- Y TAMBIÉN LAS DUDAS Y VACILACIONES;
- ETC....)
«Además de la villanía inicial,
El desgraciado ratón ha amasado en torno de él,
en forma de dudas y vacilaciones,
tantas nuevas villanías, ha añadido a la primera pregunta
tantas otras sin respuesta posible,
que, haga lo que haga, crea alrededor de su persona un fatídico lodazal, un pantano pestilente y cenagoso, formado por sus vacilaciones, sus sospechas, su inquietud y todos los salivazos que le arrojan los hombres de acción que le rodean, le juzgan, le aconsejan y se ríen de él a mandíbula batiente. Entonces, naturalmente, lo único que puede hacer es abandonarlo todo, aparentando desprecio, y
desaparecer vergonzosamente en su agujero.
Y allí, en un sucio y pestilente subterráneo, el insultado, apaleado y escarnecido ratón se zambulle lentamente en su rabia fría, envenenada
y, sobre todo, inextinguible.»
«Ustedes me preguntarán por qué me torturaba, por qué me retorcía tan cruelmente.
Respuesta: porque me aburría permaneciendo con los brazos cruzados.
He aquí por qué me entregaba a semejantes contorsiones. Era esto, se lo aseguro a ustedes. Obsérvense a sí mismos con atención, y comprobarán que las cosas ocurren precisamente así. Yo me imaginaba aventuras y
me creaba una existencia fantástica para vivir fuera como fuese.»
«¡Cuántas veces, por ejemplo, me he enojado sin motivo, sólo por enojarme! Yo era el primero en saber que me irritaba en frío, pero
que me iba enardeciendo, y llegaba a encolerizarme sinceramente.»
«Una vez, incluso dos, traté a toda costa de enamorarme.» (LAS RELACIONES FICTICIAS FORZADAS POR KAFKA. SU CORRESPONDENCIA AMOROSA.)
«Y hasta llegué a sufrir, palabra.
Uno, en el fondo, no cree en su sufrimiento,
casi se ríe, pero, a pesar de todo, sufre, y muy de veras.
Está celoso, está fuera de sí... Y la causa de todo esto, señores,
es el aburrimiento:
la inercia nos aplasta.
¡Ah, señores!, es posible que me considere inteligente en extremo por la única razón de que en mi vida
no he logrado empezar ni acabar nada.» (SEMEJANTE QUEJA FINGÍA KAFKA.)
«No soy, pues, más que un charlatán, un inofensivo charlatán,
un pesado como todos nosotros. Pero ¿qué le voy a hacer, señores,
si el destino del hombre inteligente es charlar, es decir, verter agua
en un tamiz?»
«Pero el hombre siente tal pasión por los sistemas, por las deducciones abstractas, que está dispuesto a disfrazar la verdad, a cerrar los ojos y a taparse los oídos ante la verdad, sólo por justificar su lógica.»
«La civilización se limita a aumentar el número de nuestras sensaciones.»
«Esa causa es que el hombre, quienquiera que sea, aspira siempre
y en todas partes a obrar de acuerdo con su voluntad
y no con arreglo a las prescripciones de la razón y del interés.
Ahora bien, la voluntad de uno puede, y a veces incluso debe (esta idea es de mi propiedad), oponerse a sus intereses.
Mi voluntad; mi libre albedrío; mi capricho, por insensato que sea;
mi fantasía sobreexcitada hasta la demencia... Esto es lo que se aparta
a un lado, éste es el precioso interés que no tiene espacio en ninguna
de esas clasificaciones que componen ustedes y que rompe en mil pedazos
todos los sistemas, todas las teorías.
Pero la razón es la razón, y sólo satisface a la facultad razonadora del hombre. En cambio, el deseo es la expresión de la totalidad de la vida humana, sin excluir de ella la razón ni los escrúpulos; y aunque la vida, tal como ella se manifiesta, suela tener un aspecto desagradable, no por eso deja de ser la vida y no la extracción de una raíz cuadrada.
Yo deseo vivir dando satisfacción a todas mis facultades vitales
y no únicamente a mi facultad de razonar, que no representa, en suma,
sino la vigésima parte de las fuerzas que hay en mí.
¿Qué sabe la razón? Únicamente lo que ha aprendido
(nunca sabrá más, seguramente. Esto no es un consuelo, pero no hay que disimularlo).
En cambio, la naturaleza humana obra con todo su peso,
por decirlo así, con todo su contenido, a veces con plena
conciencia y a veces inconscientemente. Comete algunas
pifias pero vive.
Admito, señores, que el hombre no es un ser irracional. En verdad, puede no serlo, pues, si lo fuera, ¿quién podría representar la inteligencia?
Pero, aún no siendo irracional, es monstruosamente ingrato, extraordinariamente ingrato.
Yo incluso creo que es la mejor definición que se puede dar del hombre:
«ser bípedo e ingrato».
Esto no es todo; éste no es su principal defecto. Su peor defecto es su mal carácter, defecto que ha exhibido constantemente desde el diluvio universal hasta el período schleswig-holsteiniano de nuestra historia. Mal carácter y en consecuencia, conducta irrazonable, pues sabido es que ésta procede de aquél. Compruébenlo. Lancen una mirada a la historia de la humanidad.»
«Será capaz de provocar cualquier desastre únicamente para hacer lo que se le antoje.»
«El hombre no tendrá ya más que un medio para hacer su voluntad: volverse loco.»
«Y para decirlo todo, ¿por qué están ustedes tan convencidos de que siempre es ventajoso para el hombre no ir en contra de sus intereses normales, reales, garantizados por el razonamiento y la aritmética? Esto no es, en resumidas cuentas, más que una suposición de ustedes. Incluso aunque una sea la ley lógica, ¿es acaso la ley humana? Ustedes se dirán que estoy loco.»
«Es indiscutible que al hombre le encanta trazar y construir caminos; pero también adora la destrucción y el caos.»
«No me parecía a nadie y nadie se parecía a mí.»
«¡Soy único, mientras ellos, son todos!», me decía.
«Entonces, de golpe y porrazo, me lanzaba al libertinaje, un libertinaje mezquino, nauseabundo, irrisorio, subterráneo.
Mi continua irritación hacía mis pasiones ardientes, abrasadoras.
Mis impulsos de pasión terminaban en ataques de nervios,
lágrimas y convulsiones.
Fuera de la lectura, no tenía ninguna distracción. En tomo a mí
no había nada que pudiese imponerme algún respeto y atraerme.
Una ola de angustia me inundaba;
sentía una sed histérica de contrastes, de oposiciones,
y me lanzaba a la disipación.»
«¡Tuve instantes de tal plenitud, de una dicha tan perfecta, que era imposible burlarse de ellos! No había en mí más que fe, esperanza y amor. Y es que en aquellos tiempos
yo estaba ciegamente persuadido de que gracias a algún milagro, a alguna circunstancia externa, todas mis dificultades desaparecerían,
caerían las murallas y dejarían al descubierto, al fin, un vasto campo de acción, de acción útil y bella y, sobre todo, dispuesta a que se cumpliese (yo no sabía en qué podía consistir tal acción, pero lo principal para mí era que estuviese enteramente dispuesta para su cumplimiento).
Entonces, yo aparecía de pronto a la luz del día y me creía a lomos
de un caballo blanco, con una corona de laurel en la frente.
Ni me pasaba por la imaginación la posibilidad de desempeñar un papel secundario,
y probablemente por eso admitía en la realidad resignadamente el último papel.
O héroe o insignificante ser envuelto en lodo:
no había término medio para mí. Esto era lo que me perdía; pues, desde el cieno, me consolaba soñando que en otros instantes
yo era un héroe, y este héroe alumbraba el barro con su prestigio.
El hombre corriente ha de evitar caer en el lodo;
pero el héroe está situado a tal altura, que jamás podrá ensuciarse completamente.
Por lo tanto, yo puedo revolcarme en el cieno.»
«Gracias a ello, yo puedo, por ejemplo, triunfar sobre el universo entero.
Todos se prosternan ante mí en el polvo y están obligados a admirar mis perfecciones,
y yo perdono a todo el mundo. Siendo poeta y chambelán, me enamoro; recibo infinidad de millones, con los que obsequio inmediatamente al género humano, mientras confieso, ante el pueblo reunido, todas mis «ignominias», que no son, ni que decir tiene, ignominias ordinarias,
pues todas contienen algo «de bello, de sublime», algo byroniano, dentro del género de Manfredo.
Todos lloran y me besan (habrían sido imbéciles si no lo hubiesen hecho), y yo, descalzo y hambriento, me voy a predicar ideas nuevas y derroto por completo a los reaccionarios en Austerlitz.
Acto seguido suena una marcha. Es la amnistía general.
El Papa accede a ausentarse de Roma y trasladarse al Brasil.
Luego, baile para toda Italia en la villa Borghese, la que está
junto al lago Como, pues se ha transportado el lago a los
alrededores de Roma para esta ocasión. Seguidamente, gran
escena en los bosquecillos, etc. ¡En fin, ya saben ustedes lo
que son estas cosas!»
«Por el contrario, sólo deseaba humillarlos.
Pero yo era ya un déspota;
pretendí dominar eternamente su espíritu, imbuirle el desprecio
hacia quienes lo rodeaban;
exigí de él que rompiese de modo definitivo, arrogante, con su medio ambiente. Mi amistad apasionada lo asustó. Lo trastorné hasta las lágrimas, hasta las convulsiones. Era un alma cándida y generosa.
Y cuando se hubo entregado a mí por entero, lo detesté y lo rechacé.
Fue como si sólo lo hubiese necesitado para apuntarme una victoria
y adueñarme de su voluntad. Pero yo no podía vencerlos a todos.
Mi amigo tampoco se parecía a ninguno de ellos: era una excepción.»
«Y también hay que tener en cuenta que siempre que me enfrentaba con un acontecimiento, por insignificante que fuera, me hacía la ilusión de que iba a cambiar radicalmente mi existencia.»
«Sabía muy bien que exageraba monstruosamente las cosas.»
«En plena fiebre, soñaba con vencerlos, con triunfar, con cautivarlos,
con obligarlos a estimarme aunque sólo fuese por «la elevación de
mis pensamientos y por mi innegable y cáustico ingenio.
Abandonarán a Zverkov, lo dejarán solo, silencioso y confuso en un rincón. Lo aplastaré. Seguidamente quizá tenga la condescendencia de reconciliarme con él; beberemos, nos tutearemos».
«Pero su costumbre, arraigada a lo largo de su vida, de ir aplazando
las cosas.»
«Con frecuencia, Dostoievski había sido un parásito
y no podía dejar de reconocer el derecho de los demás
a ser parásitos.»
«Te amo y te acaricio tanto, que tengo derecho a atormentarte un poco.»
«Las dos almas se fundirán, entre ambos todo será común
y no habrá nada secreto entre uno y otro.»
«-Que usted habla como si leyera en un libro.»
«Tu nombre desaparecerá de la superficie de la tierra como si no hubieses existido nunca, como si ni siquiera hubieras nacido.»
«Yo sospechaba desde hacía unos momentos que había
trastornado su alma y destrozado su corazón,
pero cuanto más seguro estaba de ello, mayor era mi deseo de obtener una victoria rápida y completa.
Este juego me arrastraba pero no era únicamente un juego...»
«El período de máxima entrega a la ruleta había coincidido hasta entonces con el período de más completo abandono al encaprichamiento sexual. Su afición al juego estaba cargada
de la misma irrefrenable vehemencia que sus devaneos amorosos,
y la furia de una pasión parecía haber generado las llamas de la otra.»
«Así, pues, desde muy pronto, Dostoievski llegó a la fatal convicción
de que el camino para hacerse rico (camino infalible a condición de
que el caminante mantuviese la cabeza fría y siguiese adelante)
pasaba por el tapete verde de la mesa de la ruleta, y tras haber
adquirido esta convicción, la sostuvo firmemente a lo largo de toda su vida,
sin desecharla a pesar de sus rotundos fracasos. Se convenció a sí mismo de que todo iba bien mientras seguía «el sistema» y de que sus pérdidas eran debidas a sus momentos de debilidad en que se enajenaba del juego.»
«Era una especie de intoxicación. Ana tenía pocas oportunidades
de verle, cuando él estaba entregado al juego; pero ella le describe
en una de esas ocasiones, como «un ser de terrible aspecto, con los
ojos rojos como un borracho». Él encontraba en aquella afición
por la ruleta
la experiencia excitante y temeraria, las mismas emociones turbulentas, los mismos momentos de exquisito triunfo y de no menos exquisita humillación que habían constituido el contenido de su pasión por sus amantes.»
«Dostoievski se persuadió a sí mismo de que la razón por la cual había perdido en el juego era la ansiedad y la prisa por volver con su ausente esposa; esta ansiedad le había robado la serenidad y la calma que infaliblemente hubiesen traído consigo el éxito. Si volviese con Ana y jugase sin preocupaciones, con toda certeza ganaría todo lo perdido.»
«Pero no se queja de que él siempre se preocupase de sus propios problemas y nunca de los de ella.»
«Sin embargo, él me dijo que mi modo de actuar era el mejor, que yo estaba conquistándole con mi bondad y resignación, y que me amaba cada vez más.» (MANIPULADOR)
«...juego, gracias al comportamiento de Ana. Nunca volvió a cometer el error de acompañarle en aquellas orgías; las veces que él volvió, lo hizo solo; con el paso del tiempo, se le hicieron intolerables a Dostoievski las ausencias prolongadas de Ana y sus visitas a las mesas de juego fueron cada vez más raras y más cortas.»
«Sería un vulgar libelo si Dostoievski no estuviese loco,
cosa de la que no me cabe la menor duda.» (Turgueniev)
«Y pensar que para éste,
nuestro marqués de Sade,
todos los obispos de Rusia han celebrado misas, y han predicado sermones sobre el amor universal de este hombre universal...
Realmente, vivimos en tiempos muy extraños.» (Turgueniev)
«Le miento descaradamente, y no me da vergüenza...
En fin, eso no tiene la menor importancia. Lo único importante
es salir de esto.»
«¡Sí! Tendré que quitarme esta máscara de farsante...»
«A veces me asaltaba la idea de ir en su busca para contárselo «todo»
y pedirle que no viniera. Pero inmediatamente me acometía tal furor,
que
no me cabe duda de que habría aplastado a «aquella maldita Lisa»
si la hubiese tenido al alcance de mi mano.
La habría insultado, le habría pegado y escupido, la habría echado a la calle.»
«-como ven, me enzarzaba en sutilezas sobre los sentimientos extraordinariamente nobles, verdaderamente 'europeos',
a lo George Sand-.
Pero ahora eres mía, eres mi obra, eres pura, eres bella, eres mi esposa...» (Dostoievski)
(NOTA DEL AUTOR DEL BLOG:
AQUÍ TENEMOS EL MISMO FENÓMENO QUE EN MOZART:
A Dostoievski se le meten los personajes de otros autores en la cabeza
y puede volver a vivirlos en él mismo y en sus propios personajes.
D. NO PUEDE SACARSE DE LA CABEZA A LOS PERSONAJES DE OTROS AUTORES, COMO UNA CANCIÓN QUE SUENA SOLA EN LA CABEZA.
ESO MISMO LE PASABA A MOZART.
D. COMPONE UN PERSONAJE USANDO VARIOS RASGOS DE CARÁCTER DE OTROS PERSONAJES. CON ESTO LOGRA HACER PERSONAJES COMPLEJOS Y CONTRADICTORIOS.)
«Y al fin me avergoncé tanto de mí mismo, que me saqué la lengua ante el espejo.» (ES DECIR QUE NO SE AVERGÜENZA DE SU FORMA DE SER.)
«Estaba furioso contra mí mismo, pero era evidente que Lisa sufría más que yo por esta causa.
De improviso, sentí un odio atroz contra ella:
la habría matado en aquel instante.
En mi fuero interno decidí vengarme no diciéndole ni una palabra más.
«Ella tiene la culpa de todo...»
«Tenía la necesidad de decirlo todo a la vez, de golpe, sin ni siquiera pensar en cómo había empezado.»
«-¿Por qué has venido? ¡Respóndeme! ¡Contesta! -grité fuera de mí-. Mira, yo mismo te lo voy a decir. Has venido porque aquel día te dije paroles touchantes. Te enterneciste, y hoy quieres oír más palabras enternecedoras. Pero has de saber que
aquel día me burlaba de ti. Y hoy me sigo burlando.
¿Por qué tiemblas? ¡Sí, me burlé de ti! Me habían insultado durante la cena los mismos que llegaron a tu casa antes que yo. Fui allí para vengarme de uno de ellos, de un oficial, pero no me fue posible:
ya se habían marchado. Tenía que descargar mi irritación sobre alguien; apareciste tú en aquel momento, y me vengué en ti, me reí de ti.
Me humillaron y quise demostrar mi superioridad ante alguien.
Esto fue lo que ocurrió. Pero tú creíste que yo había ido allí sólo
para salvarte. ¿No es así? ¿Verdad que te lo imaginaste?
Luego se desplomó en su silla como si hubiera recibido un hachazo.
Siguió escuchándome con la boca abierta y los ojos inmóviles, temblando de miedo.
El cinismo, el atroz cinismo de mis palabras la había aniquilado.
Me gusta jugar con palabras, me gusta soñar.
Pero ¿sabes lo que realmente deseo? ¡Que os vayáis todos al diablo!
Con eso me basta necesito tranquilidad. Vendería el universo entero
por un copec, con tal que me dejaran tranquilo. Si me dicen que el mundo entero se hundirá a menos que yo deje de tomar mi té,
mi respuesta será:
«¡Que se hunda el mundo, con tal que yo pueda tomar té!»
¿Sabías todo esto?
«Pues yo sé que soy un canalla, un miserable, un holgazán, un egoísta.»
Te dije que no me avergonzaba de mi pobreza pero has de saber que,
por el contrario, me avergüenzo de ella más que de nada en el mundo, incluso de robar, y que además, la temo, pues soy tan vanidoso que me siento como el hombre al que hubiesen arrancado la piel y le hace sufrir el solo contacto con el aire.»
«Sí, tú sola, tú sola deberás responder de todo esto, porque te has
puesto bajo mi mano, y soy un miserable, el más vil, el más ridículo,
el más mezquino, el más estúpido, el más envidioso de los gusanos
que se arrastran sobre la tierra. Estos gusanos no valen más que yo,
pero, el diablo sabe por qué, no pierden nunca su temple, y yo,
en cambio, estaré recibiendo toda mi vida papirotazos del más insignificante de los insectos.»
«Pero entonces ocurrió algo extraordinario.
Ya estaba tan habituado a pensar y a soñar de acuerdo con los libros,
y a ver las cosas tal como las había creado previamente en mis sueños,
que en el primer instante ni siquiera me di cuenta de lo que ocurría.
He aquí lo que sucedió: Lisa, a la que había ofendido y pisoteado,
captó mucho más de lo que yo esperaba. De todo lo que le había
dicho, comprendió lo que comprende la mujer cuando ama sinceramente:
que yo era desgraciado.»
«-¡No puedo... no puedo ser bueno! -articulé penosamente.
Me dije también que nuestros papeles se habían invertido,
que en aquel momento era ella la heroína, y yo el humillado,
el aplastado, exactamente como ella se había mostrado a mis ojos cuatro días atrás. Así pensaba, echado en el diván con la cabeza escondida entre los cojines de cuero.»
«No puedo vivir sin ejercer mi poder sobre alguien..., sin tiranizar a alguien...»
«Pero los razonamientos no explican nada;
por lo tanto, es preferible no razonar.»
«Precisamente porque me dio vergüenza mirarla, se inflamó en mí
un sentimiento completamente distinto que abrasó mi alma.
Era un sentimiento de dominación y de posesión. La pasión iluminó
mis ojos,
y estreché violentamente sus manos con las mías.
¡Cómo la detestaba en aquel momento y cómo me atraía!
Un sentimiento reforzaba al otro.
Aquello parecía una venganza. Su rostro reflejó al principio cierta perplejidad que tenía algo de temor. Pero esto sólo duró un instante:
al punto me estrechó entre sus brazos con ardiente alegría.
pero es evidente que se dio cuenta de que yo era un hombre vil y,
sobre todo, de
que no podía amarla.»
«Además, hace ya mucho tiempo que no nacemos de padres vivos,
lo que nos complace sobremanera.
Pronto descubriremos el modo de nacer directamente de las ideas.»
«Somos seres muertos desde el momento de nacer.»
Dostoievski
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