La construcción de los personajes en la obra de Dostoievski

viernes, febrero 27, 2015




«A Dostoievski no le importa qué es lo que el héroe representa para el mundo, sino, ante todo, qué es lo que representa el mundo para él y qué es lo que viene a ser para si mismo.»

«¡Esto no es vergonzoso ni humillante! —diréis, acaso, meneando la cabeza despectivamente—. [Éste tiene sed de vida y resuelve las cuestiones vitales con un galimatías lógico!...] Acaso sea verídico, mas no tiene pudor. Por mezquindad saca a la vergüenza pública sus
verdades, las pone en la picota, las exhibe en el mercado... Quiere verdaderamente decir algo, pero oculta su última palabra por miedo, porque no tiene valor para pronunciarla; sólo muestra un cobarde descaro. Se jacta de ser consciente y no hace más que titubear, porque, aunque su inteligencia rija, la maldad le ha empeñado el corazón; y sin un corazón puro no puede haber conciencia regular y completa. ¡Y cuántos aspavientos hace! ¡Qué importancia se da! ¡Mentira, mentira y mentira! Naturalmente que ahora soy yo quien inventa vuestras palabras. También esto procede de mi escondrijo. Cuarenta años he estado oyendo vuestras palabras a través de la rendija del entarimado. Las he rumiado mucho: otra cosa no he hecho. Nada extraño tiene que se me hayan quedado grabadas en la memoria y tomado forma literaria [...] (t. i, pp. 1473-1474).

El héroe del subsuelo está captando cualquier palabra ajena acerca de su persona, se está mirando en todos los espejos de las conciencias ajenas, conoce todas las posibles refracciones de su imagen en ellas; también conoce su definición objetiva, que es neutral tanto con respecto a la conciencia ajena como a su propia autoconciencia; toma en cuenta el punto de vista del “tercero”. Pero también sabe que todas estas definiciones, tanto las parciales como las objetivas, se encuentran en sus manos y no lo concluyen precisamente por el hecho de que él mismo las conozca; él puede abandonar sus confines y volverlas inadecuadas. Sabe que la última palabra le pertenece a él y trata de quedarse con ella a como dé lugar para no ser quien ya es en la última palabra de su autoconciencia. Ésta vive gracias a su no conclusión, a su carácter abierto y no solucionado.

Y aquí no sólo se trata del rasgo caracterológico del “hombre del subsuelo”, sino también de la dominante de la estructuración de su imagen por el autor. El autor, efectivamente, le deja la última palabra a su héroe. Es precisamente ella o, más bien, la tendencia hacia ella lo que necesita el autor para su concepción. No construye al héroe de las palabras que le sean ajenas, no de las definiciones neutras, ni de representar un carácter, tipo o temperamento, ni una imagen objetivada del héroe en general, sino que busca la última palabra del héroe acerca de sí mismo y de su mundo. El héroe de Dostoievski no es una imagen objetivada.»

«Sólo el “hombre en el hombre”,

con su libre inconclusividad y su carácter sin solución

del que hablamos en el capitulo anterior, puede ser portador de una idea con pleno valor.»

«Por consiguiente, tan sólo el “hombre en el hombre”,

inconcluso e inagotable,

puede ser hombre de idea cuya imagen conjugarla con la imagen de una idea de pleno valor. Ésta es la primera condición de la representación de la idea en Dostoievski.»

«En este sentido, a todos estos personajes se les puede aplicar

la definición de la personalidad

de Iván Karámizov elaborada por Zósima.»

«—¿Es que, efectivamente, está usted convencido de que esas consecuencias tendría la extinción en los hombres de la fe en la inmortalidad de su alma? —preguntóle de pronto el slárets a Iván Fiodórovich.

—Sí, así lo sostuve. No hay buenas acciones si no hay inmortalidad.

—¡Feliz usted, si tal cree, suponiendo que no sea ya muy desgraciado!

—¿Por qué desgraciado?... —inquirió Iván Fiodórovich sonriendo.



—Porque lo más probable es que no crea usted ni en la inmortalidad de su alma ni siquiera en eso que ha escrito usted acerca de la Iglesia y el problema eclesiástico.



—Puede que tenga usted razón... Pero, a pesar de todo, no hablaba enteramente en broma... —dijo Iván Fiodórovich, confesándose de pronto, de una manera extraña, y poniéndose rápidamente colorado.



—No bromeaba del todo, eso es verdad. Esta idea aún no está resuelta en su corazón, y se lo tortura. Pero también el supliciado gusta a veces de jugar con su desesperación, de puro desesperado. Usted, por ahora, también se divierte con su propia desesperación... y con artículos en los periódicos y polémicas en los salones, sin creer usted mismo en su dialéctica y, con dolor de su corazón, riéndose de ella para sus adentros.



En usted esa cuestión no está resuelta, y en eso se cifra su gran amargura, porque con ahínco exige resolución...

—Pero ¿puede resolverse en mí?... ¿Resolverse en un sentido afirmativo? —siguió inquiriendo Iván Fiodórovich extrañamente, mirando con cierta ambigua sonrisa al stárets.

—Si no puede resolverse en sentido afirmativo, nunca se resolverá tampoco en sentido negativo; usted mismo conoce esa propiedad de su corazón, y en eso estriba todo su tormento.

Pero dé usted gracias al creador por haberle dado un corazón elevado capaz de torturarse con ese cilicio. Pensad en las alturas y las alturas buscad, que nuestra morada está en los cielos. Dios quiera que la resolución de su corazón le coja todavía en la tierra y, además, que Dios bendiga sus caminos (t. iii, pp. 71-72).»

«Todos los personajes principales de Dostoievski “piensan en las alturas y las alturas buscan", en cada uno de ellos hay “una gran idea que no está resuelta", todos ellos necesitan ante todo “resolver una idea”.

Su vida auténtica y su inconclusión interna obedecen a esta búsqueda de una solución al pensamiento (ideal).

Si se los concibe sin la idea gracias a la cual viven, se destruiría por completo su imagen.

En otras palabras, la imagen del héroe está indisolublemente vinculada a la imagen de la idea y no puede ser separada de ésta.

Vemos al héroe en la idea a través de la idea, y a la idea la vemos a través del héroe.

Todos los personajes principales de Dostoievski como hombres de idea son absolutamente desinteresados,

puesto que la idea efectivamente se ha posesionado del núcleo profundo de su personalidad.

Ese desinterés no es un rasgo de carácter objetivo, ni una definición
externa de sus actos; el desinterés expresa su vida real en la esfera de la idea (“no necesitan los millones, sino resolver una idea”); el ser posesionado por una idea y el ser desinteresado parecen ser sinónimos.

En este sentido, Raskólnikov, que asesina y saquea a la vieja usurera, y la prostituta Sonia, e Iván que participa en el asesinato de su padre, son absolutamente desinteresados; la idea del adolescente —el llegar a ser un Rothschild— es también absolutamente desinteresada.

Volvamos a repetir: no se trata de calificar el carácter y los actos de una persona de una manera habitual, sino de un indicador de la verdadera participación en la idea de la personalidad profunda.»

«La segunda condición para construir la imagen de la idea en Dostoievski es su profunda comprensión de la naturaleza dialógica del pensamiento humano, de la naturaleza dialógica de la idea. Dostoievski supo descubrir ver y mostrar la esfera auténtica de la vida de una idea.

La idea no vive en una conciencia individual y aislada de un hombre: viviendo sólo en ella, degenera y muere. La idea empieza a vivir, esto es, a formarse, desarrollarse, a encontrar y renovar su expresión verbal, a generar nuevas ideas, tan sólo al establecer relaciones dialógicas esenciales con ideas ajenas.

El pensamiento humano llega a ser pensamiento verdadero,
es decir, una idea, sólo en condiciones de un contacto vivo con el pensamiento ajeno encarnado en la voz ajena, es decir, en la conciencia ajena expresada por la palabra.

La idea se origina y vive en el punto de contacto de estas voces-conciencias.

La idea —tal como la veía Dostoievski artista— no es una formación subjetiva, individualmente psicológica, con una “residencia permanente” en la cabeza de una persona;

la idea es interindividual e intersubjetiva, la esfera de su existencia
no es la conciencia individual sino la comunicación dialógica entre conciencias.

La idea es un acontecimiento vivo que tiene lugar en el punto del encuentro dialógico de dos o varias conciencias. La idea en este sentido se asemeja a la palabra con la que se une dialécticamente. Igual que la palabra, la idea quiere ser oída, comprendida y “respondida” por otras voces desde otras posiciones.

Igual que la palabra, la idea es dialógica por naturaleza, y el monólogo es únicamente una forma convencional de su expresión, constituida con base en el mismo monologismo ideológico de la época moderna que ya hemos caracterizado. Dostoievski veía y representaba artísticamente la idea justo como un acontecimiento vivo que se lleva a cabo entre conciencias-voces. Este descubrimiento artístico de la naturaleza dialógica de la idea, de la conciencia y de toda vida humana iluminada por ésta (y por consiguiente participante de alguna manera de una idea) fue lo que lo transformó en un gran artista de la idea. Dostoievski jamás expone las ideas predeterminadas en una forma monológica, y

tampoco muestra su devenir psicológico dentro de una conciencia individual.

Tanto en uno como en otro caso las ideas dejarían de ser imágenes vivas.»

«Siendo artista, Dostoievski no creaba sus ideas como las crean los filósofas o los científicos: solía crear las imágenes vivas de las ideas, encontradas, oídas, a veces adivinadas en la realidad misma, es decir, se trataba de las ideas que ya vivían o empezaban a entrar en la vida como ideas de fuerza.

Dostoievski poseía un don genial de oír el diálogo de su época o, más exactamente, de escuchar a su época como un diálogo enorme,

captando en ella no solamente las voces aisladas sino ante todo, justamente, las relaciones dialógicas entre voces, su interacción dialógica. También oía las voces dominantes, reconocidas y altisonantes de la época, es decir, los ideas preponderantes, principales (oficiales o no oficiales), y asimismo las voces todavía débiles, las ideas que aún no se manifestaban,

junto con las ideas implícitas que nadie aparte de él llegaba a escuchar

y las ideas que apenas empezaban a madurar, los embriones de las futuras visiones del mundo.

“Toda la realidad —escribió Dostoievski— no se agota por lo existente, porque una parte enorme de ella consiste en la palabra todavía implícita y no expresada".»

«Empleando la paradoja, se podría decir que Dostoievski no pensaba mediante ideas, sino mediante puntos de vista, conciencias, voces.

Trataba de percibir y formular todo pensamiento de tal manera que en él se expresara y se revelara el hombre total y, por lo mismo, toda su visión del mundo, de alfa a omega, en forma resumida.

Sólo un pensamiento así, que era capaz de concentrar toda una orientación espiritual, llegaba a ser el elemento de su visión artística del mundo; un pensamiento como éste era para él una unidad indivisible; las unidades semejantes ya no constituían un sistema unificado, gracias a un objeto único, sino un acontecimiento concreto, de orientaciones y voces humanas organizadas.

En Dostoievski, dos pensamientos son dos hombres, porque no existen pensamientos que pertenezcan a nadie, y todo pensamiento representa un hombre.»

Bajtin Mijail, Problemas de la poética de Dostoievski.

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