Dostoievski-Stavrogin: El corazón de las tinieblas

lunes, febrero 16, 2015




«En los primeros esbozos de la doble figura Mishkin-Stavrogin, encontramos esta obsesiva observación:

«Los demonios tienen fe, pero tiemblan».»

«Tal como fue concebido originalmente, el «idiota» no solamente tenía muchas de las cualidades de Stavrogin, sino que estaba casado secretamente y era insultado en público precisamente igual que el protagonista de Las demonios. Hasta en algunas de las últimas versiones Mishkin está rodeado por un «club» de niños, que representan un papel importante en la trama y le llevan a revelar su verdadera naturaleza.»

 «Y éste es Stavrogin, el vampiro Stavrogin, como te llaman».

«Piotr Verzhovenski entra y Stavrogin dice: «Si oyes algo en este instante, Liza, déjame decirte que yo soy el culpable». Piotr trata de refutar la declaración de culpabilidad de Stavrogin, da principio a un monólogo en el que las mentiras, las peligrosas medias verdades y la premonición malintencionada se confunden inextricablemente.

Es él quien ha dispuesto «inconscientemente» la escena para los asesinatos.»

«El miedo de Stavrogin a salir a la oscuridad la metáfora de la locura es contrastado bellamente por la rápida respuesta de Piotr:

«Tú eres la luz y el sol».»

«Stavrogin dice la verdad a Liza:

«No los maté, y estaba en contra de ello; pero sabía que iban a matarlos y no detuve a los asesinos».

«Pero su vaguedad no hace más que intensificar la impresión que tenemos de que Liza ha buscado la muerte en un acto ritual de expiación. Muere cerca del rescoldo humeante del fuego en el que

otros tres seres humanos han sido sacrificados a la inhumanidad de Stavrogin.»

«Es extraño que María regrese y dé a luz al hijo de Stavrogin en la víspera de la muerte de Shátov.»

«La «Confesión» de Stavrogin incluye estas ideas y es la más famosa manifestación de la sádica sensualidad de Dostoievski.»

«Pero indiscutiblemente es en Stavrogin donde vemos los materiales tradicionales empleados con la mayor pericia. Como toda su tribu, le preceden rumores que le relacionan con crímenes indecibles.

Y aquí Dostoievski aplica un motivo muy curioso, aunque prevaleciente: se insinúa que Stavrogin perteneció una vez a una sociedad secreta de trece miembros que participaban en orgías satánicas.

Semejantes sociedades secretas, generalmente de doce o trece miembros, reaparecen en la obra de Dostoievski. Aliosha, en Humillados y ofendidos, por ejemplo, se refiere con entusiasmo a un grupo de «unos doce individuos» reunidos para discutir las cuestiones del día. La idea debió de atraer al novelista por su simbolismo religioso Cristo y los doce apóstoles y por sus vínculos con la tradición cismática rusa.»

«Aunque en el texto definitivo de Los demonios sólo una vez se le da el título, los borradores demuestran claramente que Dostoievski concibió a Stavrogin como «príncipe». Las concordancias e implicaciones son extraordinariamente sutiles: la doble figura Mishkin-Rogozhin era un príncipe, y Grúshenka da el mismo título a Aliosha Karamázov.

Para Dostoievski la palabra tenía valores rituales y poéticos de un orden específico, pero tal vez más bien personal.

En los tres personajes están latentes algunos aspectos del Cristo mesiánico. Stavrogin es, como trataré de demostrar en el próximo capítulo, un instrumento de gracia y también de condenación.

En algún momento de la acción era para María el principesco redentor y el caballero halcón. Pero la visión de Stavrogin en este contexto no debería y esto es fundamental en mi argumento impedirnos comprender que hay en él préstamos de la figura de Steerforth, de David Copperffield, y que su título puede ser un eco del príncipe Rodolfo de Los misterios de París.»

«Pero con todo y la fineza de su concepción, o quizá a causa de ella, tanto el príncipe Mishkin como Aliosha Karamázov encarnan representaciones de Cristo esencialmente canónicas y tradicionales. Creo que en la creación de Stavrogin hay revelaciones más sutiles, más radicales y más aterradoras;

la figura de Stavrogin se alza en el corazón de las tinieblas del mundo dostoievskiano.

Pero todos los caminos conducen a él, pues aquí también están más estrechamente unidas la sensibilidad del poeta y la revolucionaria y apocalíptica argumentación del «metafísico más grande de Rusia». Stavrogin sintetiza las investigaciones decisivas de Dostoievski en la técnica de la novela y en la creación del mito. Pero antes de poder estudiarlo, es esencial tener una visión sumaria de la dialéctica que le rodea.»

«Como el epiléptico, el criminal y el ateo representan un papel primordial en la teodicea dostoievskiana. Están situados en los límites más extremos de la libertad; el siguiente paso los ha de llevar a Dios o al abismo infernal. Han renunciado al premio del contemporizador ideado por Pascal. Este propuso que los hombres vivan piadosamente tanto si creen como si no creen en Dios; si Dios existe, su piedad será eternamente recompensada; si no, su vida habrá sido no obstante decorosa y racional.

Los héroes de Dostoievski se rebelan contra semejante ambigüedad; para ellos la existencia o no existencia de Dios es lo que da sentido a la vida.

Hay que encontrar a Dios o debe demostrarse sin lugar a dudas que

El se ha retirado de la creación, dejando a los seres humanos, como sugiere Versfiov en El adolescente, con la aterradora libertad de los abandonados.

La búsqueda de Dios puede muy bien llevar a través de los reinos de la noche y la abominación,

idea reflejada en las leyendas y el simbolismo de la Iglesia cristiana. Los ladrones y las rameras ocupan un lugar consagrado hasta en la tradición latina; en la visión ortodoxa, su lugar está muy cerca del centro. Los teólogos eslavos se deleitan con la paradoja del amor preeminente de Cristo por aquellos que acuden a él desde el límite de la condenación. A esta doctrina añadió Dostoievski su experiencia personal de sumisión y redención.

Cuando los mayores se inclinan ante Stavrogin y Dimitri Karamázov, rinden homenaje profético a la condición sagrada del mal,

a las tentaciones infernales tan destructoras que en ellas la fuerza de la desobediencia a Dios y la inmensidad de su perdón están doblemente manifestadas.»


«En las novelas de Dostoievski, el pensamiento religioso y la experiencia religiosa son presentados fundamentalmente de dos modos:

uno esencialmente explícito y ortodoxo,

otro encubierto y herético.

Dentro del modo explícito yo incluiría las abundantes citas de las Sagradas Escrituras, la dialéctica y terminología teológicas, los elementos de la trama basados en la vida de la Iglesia real, los motivos litúrgicos y las innumerables alusiones a los términos bíblicos que dan a la escena dostoievskiana su iconografía específica. Sus novelas están materialmente plagadas de temas religiosos que a menudo se comunican de forma bastante primitiva.

Dostoievski dio a sus personajes nombres alegóricos que los caracterizan. Raskólnikov, «el hereje», el cismático; Shátov, «el vacilante»; Stavrogin, que lleva en su nombre la palabra griega que significa «cruz», Aglaia, «la ardiente».

Los hermanos Karamázov está construida en torno a un simbolismo nominal gran parte del cual Dostoievski sacó del santoral de la iglesia ortodoxa. Aliosha significa a la vez «auxiliador» y «hombre de Dios»; Iván lleva el nombre del cuarto Evangelista, porque él también se embriaga con el misterio del Verbo; en Dimitri oímos el eco de Démeter, la diosa de la tierra, y este eco nos remite al epígrafe de san Juan que lleva la novela: nisi granum frumenti cadens in terram mortuum fuerit, ipsum solunz manet. Fiódor Pávlovich oculta el nombre que significa «donde Dios», y si tratamos de dilucidar esta irónica y paradójica insinuación nos encontraremos exactamente en la frontera entre el empleo manifiesto que hace Dostoievski de los artificios simbólicos y su más íntima y antiortodoxa mitología. En el mismo nombre de «Karamázov» encontramos la palabra tártara que significa «negro».

Alegorías semejantes se hallan implícitas en los nombres de las heroínas dostoievskianas. La idea de sophia, de la sabiduría a través de la gracia, es un punto cardinal en la teología ortodoxa. Dostoievski asoció el término con el logro de la sabiduría por medio de la humildad y el sufrimiento. De ahí la Sofia (Sonia) Marmeládova de Crimen y castigo, la Sofía Ulitin que recorre el país vendiendo el Evangelio en Los demonios, la Sofía Dolgoruki de El adolescente y la santa madre de Aliosha, Sofía Karamázov. En el nombre de María Timoféevna, la lisiada de Los demonios y quizá la figura más claramente obsesionada por Dios en la creación dostoievskiana, hay toda una cristología.»

«Hay, por ejemplo, confusiones intencionadas entre la designación del mal abstracto y las referencias personalizadas a Satán en alguna de las intercalaciones de los Evangelios en Los hermanos Karamázov.»

«A través de este desarrollo, como puede rastrearse en los borradores y cuadernos de apuntes, el personaje de Stavrogin tomó forma. Mucho se ha escrito sobre él. Como sugerí anteriormente, representa una variante dostoievskiana de los héroes satánicos del byronismo y del gótico.

Pero es mucho más que eso. Es el ejemplo supremo de cómo la imaginación religiosa entra en el arte de la novela. Como sucede tan a menudo con Dostoievski, el personaje es presentado sobre un fondo de drama y en la escena de una particular pieza de teatro; Stavrogin se llamó en principio Príncipe Harry; Mishkin y Aliosha Karamázov llevan el título principesco (en varios borradores preliminares y en la novela misma). En la mitología dostoievskiana parecería tener connotaciones gnósticas y mesiánicas; pero, como se aclara por una alusión específica, Dostoievski se refiere aquí al Príncipe Hal de Shakespeare. Stavrogin se nos presenta como el turbio príncipe de Gales.

Como su prototipo shakespeariano, ha estado frecuentando el bajo mundo del crimen y el libertinaje.

En Los demonios estará rodeado de una corte burlesca de parásitos y rufianes. Como Hal, es un enigma para sus íntimos y para los observadores de fuera, quienes no saben si se hará «admirar más abriéndose paso a través de las sucias y feas neblinas de vapor que parecían asfixiarlo», o si permitirá para siempre «a las viles nubes ponzoñosas ocultar su belleza al mundo».»

«Hay belleza en Stavrogin, y una oscura majestad. Como dice Irving Howe en su ensayo sobre la política de Dostoievski:

«Stavrogin es la fuente del caos

que se derrama sobre los personajes; los posee pero él no es poseído».»

«Hay algo en la persona de Stavrogin que justifica la sumisión y el gesto primordial de la adoración.»

«Las actitudes de los otros personajes hacia el «príncipe Harry» son igualmente excesivas; cada uno tiene su propia imagen de Stavrogin y

trata de invocar los poderes de éste en favor de algún anhelo privado o propósito de sacrificio.

Pero como Zeus en el mito de Sémele,

Stavrogin destruye a los que se acercan demasiado a él por pasión o rito.

Piotr Verjovenski lo sabe; su culto es precavido y traicionero: ¿Por qué me mira? Le necesito; sin usted no soy nada. Sin usted soy una mosca, una idea embotellada.»

«Piotr se siente intrigado hasta el último momento sobre si no fue él quien «inventó» a Stavrogin. Le dice: «Es usted soberbio y hermoso como un dios». Pero este dios depende extrañamente del culto de los hombres,

hasta cuando se arrodillan ante él por corrupción y codicia.

¿Es que las frenéticas actitudes de Verjovenski dirigen nuestros pensamientos hacia una paradoja a menudo expresada por el existencialismo moderno: «Dios necesita a los hombres» (Dieu a besoin des hommes)? Muchos aspectos de Stavrogin desmienten la noción de la teofanía, la idea de que representa, de alguna manera trágica y secreta,
el papel de Dios en la mitología final de Dostoievski.

Lleva las marcas de un falso Mesías y se nos muestra a guisa de Anticristo.»

«Además, Stavrogin, como el Anticristo, se parece peligrosamente al verdadero Mesías; en él la misma oscuridad arde con peculiar resplandor. «Eres parecido a él, muy parecido, quizás eres su pariente», dice la lisiada. Sólo ella, con la penetrante mirada de la locura, ve la desnudez de Stavrogin, que lleva una falsa máscara de luz, es un ave nocturna que pretende la elevada majestad del halcón. Al final Stavrogin se ahorca. Viadímir Soloviov, uno de los íntimos conocedores del pensamiento de Dostoievski, creía que esta acción final es una prueba concluyente de

 la verdadera naturaleza de Stavrogin.

 Es Judas o Anticristo,

y los demonios a sus órdenes forman legión.

Encarna la esperanza de Dostoievski de un prematuro y demoníaco segundo advenimiento

en el que los falsos salvadores aparecerán, procedentes del Este, para engañar los corazones de los hombres y sumir al mundo en el caos.»

«El nombre de Stavrogin contiene no sólo la palabra rusa que significa «cuernos», sino también el vocablo que quiere decir cruz. ¿Habrá pronunciado Dostoievski, por boca de un falso Mesías, uno de los artículos cardinales de su credo personal: «antes con Cristo que con la verdad»?»

«El nacimiento de Cristo esto relacionado con el nacimiento del hijo de Stavrogin.»

«Si Dios es el creador del universo, es, por la misma característica de totalidad, el creador del mal;

si su ser abarca toda la gracia, abarca también toda la inhumanidad.

Stavrogin no encarna esta sombría mitología en todos los puntos de la novela, sino que sus acciones y su relación con la situación simbólica de María Timoféevna y María Shátov excluyen la idea de que represente un esquema de pura malignidad o un franco retrato del Príncipe de las Tinieblas. Parece haber momentos en la novela en que Stavrogin nos comunica una trágica percepción de la dualidad de Dios. Empleando el lenguaje de los alquimistas (apropiado a la lógica del mito y de la poesía), podemos leer en

la figura de Stavrogin un tetragrámaton,

una cifra oculta que expresa o nombra una revelación de los atributos de Dios. Los censores y críticos de Dostoievski se apresuraron a observar que su teodicea oficial la metafísica de la libertad discutida por Aliosha Karamázov no dio una respuesta adecuada al feroz recital de Iván Karamázov de los horrores y males del mundo. Yo me pregunto si la respuesta final de Dostoievski, lo «más real» de su significado, no podría

encontrarse en Stavrogin, en la insinuación de que el mal y la violación de los valores humanos son inseparables de la universalidad de Dios.

«Mucho del mal que ensombrece Los demonios proviene de una profanación o perversión del amor. Hombres y mujeres se rinden al Príncipe Harry, pero él ni honra ni corresponde a su entrega. A su vez, esta falta de correspondencia, enraizada en su inhumanidad esencial, engendra desorden y odio.

La manera como Stavrogin vacía las almas de los hombres para que los demonios puedan entrar en ellas se ve, con extraordinaria fuerza y equilibrio dramático, en el episodio de la reunión en la casa de Virguinski.»

«O puede referirse otra vez al acertijo de Stavrogin, a la horrenda sospecha de que

«el antiguo Dios eterno» es un Dios del mal.

Esta posibilidad tiene su origen en la declaración del Inquisidor, que aparece en la novela, de que cree en

«el espíritu sabio, el terrible espíritu de la muerte y la destrucción».

De ahí la ironía de la frase: «Que sea el buen Dios».»


GEORGE STEINER, TOLSTOI O DOSTOIEVSKI


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