La sátira menipea en la literatura europea desde su nacimiento hasta Dostoievski
sábado, febrero 28, 2015
«Éstos son los rasgos principales del “diálogo socrático” que nos permiten considerar a este género como uno de los orígenes de la línea de desarrollo de la novela europea que nos lleva a la obra de Dostoievski.
El “diálogo socrático”, como género determinado, no existió durante mucho tiempo, pero en el proceso de su desintegración surgieron otros géneros dialógicos, entre ellos la “sátira menipea”, aunque ésta no puede, desde luego, ser analizada como un simple producto do desintegración de dicho diálogo (como a veces se hace), puesto que sus raíces se encuentran directamente en el folclore carnavalesco, cuya influencia, determinante en ella, es aún más importante que en aquél.
Antes de analizar a fondo el género de la "sátira menipea” conviene dar alguna información acerca de él. La “sátira menipea" recibió su nombre de un filósofo del siglo III a.C., Menipo de Cacara, quien le dio su forma clásica; este término que por primera vez designara un género determinado fue introducido en el siglo I a.C. por el sabio Varrón, quien llamó a sus obras satirae memppeae. Pero dicho género había surgido mucho antes, y su primer exponente quizá hubiese sido Antiafeno, un discípulo de Sócrates y uno de las autores del "diálogo socrático".
También el coetáneo de Aristóteles, Heráclido Póntico, quien, según Cicerón, fue el creador del género cercano Iogistoricus (combinación del “diálogo socrático” con historias fantásticas), escribió “sátiras menipeas”. Un representante ya directo de esta sátira fue Bion de Borístenes (o sea, el de las orillas del Dniéper), del siglo II a.C. Después aparece Menipo, que define más claramente el género, y luego Varrón, de cuyas sátiras nos llegaron numerosos fragmentos. Una sátira menipea clásica es el Apokolokyntosis [Conversión en calabaza] de Séneca, así como El satiricón de Petronio, que no es sino una “sátira menipea” extendida hasta el tamaño de una novela. Una noción más completa del género nos la ofrecen las sátiras de Luciano (aunque no se treta de todas sus subespecies), las Metamorfosis (El asno de oro) de Apuleyo (igual que su fuente griega, que conocemos gracias al resumen de Luciano), etc. Un ejemplo muy interesante de este género es la llamada Novela de Hipócrates, que es la primera novela epistolar europea.
En la etapa antigua, el desarrollo de esta sátira se concluye con la Consolación de la filosofía de Boecio y encontramos algunos de sus elementos en ciertas novelas bizantinas, en las utopías, en la sátira romana (Lucilio y Horacio), etc.
En su órbita se han desarrollado algunos géneros emparentados, relacionados genéticamente con el “diálogo socrático”, como por ejemplo la diatriba, el ya mencionado logistoricus, el soliloquio, los géneros aretalógicos, etcétera.
La “sátira menipea” influyó profundamente en la literatura cristiana
(en su primera etapa) y en la bizantina (a través de ésta, en las antiguas letras rusas), siguió su desarrollo bajo diversos nombres y con algunas variantes en épocas posteriores, durante la Edad Media, el Renacimiento y la Reforma, así como en la época moderna; en realidad, hasta ahora sigue desarrollándose (tanto con el conocimiento claro de su origen como sin él).
Este género carnavalizado, flexible y cambiante como Proteo, capaz de penetrar en otros géneros, tuvo enorme y aún no apreciada importancia en el desarrollo de las literaturas europeas, llegó a ser uno de los primeros portadores y conductores de la percepción carnavalesca del mundo en la literatura, incluso hasta nuestros días.
Volveremos a hablar más adelante acerca de su importancia. Después de nuestra breve y muy incompleta reseña de las “sátiras menipeas” antiguas, hemos de descubrir las características principales de este género, definidas ya en su etapa antigua. A partir de aquí la llamaremos menipea a secas.
1. En comparación con el “diálogo socrático”, en la menipea en general aumenta el elemento risa; a pesar de oscilar considerablemente, según las variedades de este género flexible, dicho elemento prolifera, por ejemplo en Varrón, y desaparece o tiende a reducirse"' en Boecio. En el carácter específicamente carnavalesco (en el sentido amplio de la palabra) de este elemento nos detendremos más adelante.
2. La menipea queda completamente libre de las limitaciones historiográficas y de las del género de memorias que caracterizaron al “diálogo socrático" (a pesar de que la forma externa de memorias a veces se mantenga), está libre de la tradición y
no se ajusta a ninguna exigencia de la verosimilitud externa,
se destaca por una excepcional libertad de la invención temática y filosófica,
lo cual no impide que sus héroes principales sean figuras históricas o legendarias (Diógenes, Menipo y otros).
Quizá en toda la literatura universal no hallemos un género tan libre en cuanta a la invención y la fantasía como ella.
3. Su particularidad más importante consiste en que en ella la fantasía más audaz e irrefrenable y la aventura se motivan, se justifican y se consagran interiormente por el propósito netamente filosófico de crear situaciones excepcionales para provocar y poner a prueba la idea filosófica, la palabra y la verdad plasmada en la imagen del sabio buscador de esta verdad. Subrayamos que lo fantástico sirve no para encarnar positivamente la verdad, sino para buscarla y provocarla y, sobre todo, para ponerla a prueba. Con este fin, los héroes de la “sátira menipea” suben hasta los cielos, descienden a los infiernos, viajan por países fantásticos y desconocidos, caen en situaciones excepcionales (Diógenes, por ejemplo, se vende a sí mismo como esclavo en la plaza del mercado; Peregrino so quema solemnemente en los juegos olímpicos; Lucio, el asno, Siempre se ve involucrado en situaciones insólitas, etc.). Con frecuencia, la fantasía adquiere un carácter de aventura, a veces simbólica o incluso místico-religiosa (en Apuleyo), pero siempre la aventura se somete a la función netamente ideológica de provocar y poner a prueba la verdad. Las aventuras fantásticas más irrefrenables y las ideas filosóficas más extremas se ven aquí en una unidad artística orgánica e indisoluble.
Es necesario subrayar que se trata precisamente de poner a prueba la verdad, la idea, y no un carácter humano individual o socialmente determinado.
La puesta a prueba de un sabio es la prueba de sus posiciones filosóficas en el mundo
y no de algunos rasgos del carácter independientes de estas posiciones.
En este sentido se puede decir que el contenido de la menipea son las aventuras de la idea o la verdad en el mundo, en la tierra, en el infierno, en el Olimpo.
4. Una particularidad suya muy importante es la combinación orgánica de la libre fantasía, del simbolismo y a veces de un elemento místico-religioso con un naturalismo de bajos fondos sumamente extremo y grosero (desde nuestro punto de vista). Las aventuras de la verdad en la tierra tienen lugar en los caminos reales, en los lupanares, en los antros de ladrones, en cantinas, plazas de mercado, en las cárceles, en las orgías eróticas de los cultos secretos, etc. La idea aquí no se intimida frente a ningún bajo fondo ni a ninguna suciedad de la vida. El hombre de la idea, el sabio, se topa con la expresión extrema del mal universal, de licencia, bajeza y trivialidad. Este naturalismo de bajos fondos aparece ya, por lo visto, en las primeras menipeas. Ya se decía acerca de Bion de Borístenes que él “fue el primero en vestir a la filosofía con la ropa de colores de la hetaira”. En Luciano y en Varrón hay muchísimo naturalismo de bajo fondos, pero éste sólo pudo recibir un desarrollo más amplio y pleno, extendido hasta el tamaño de una novela, en las menipeas de Petronio y Apuleyo.
La combinación orgánica de diálogo filosófico, alto simbolismo, aventuras fantásticas y naturalismo de bajos fondos es el rasgo notable de la menipea que se conserva en todas las etapas posteriores del desarrollo de línea dialógica en la prosa novelesca hasta Dostoievski.
5. La audacia de la fantasía y la invención se conjugan en la menipea con un universalismo filosófico excepcional y con una extrema capacidad de contemplación del mundo. La menipea es el género de las "últimas cuestiones" y en ella se ponen a prueba las últimas posiciones filosóficas, y tiende a proponer los discursos y actos extremos y decisivos del hombre, en cada uno de los cuales aparezca con su vida plena; este rasgo del género, por lo visto, apareció más claramente en sus primeras manifestaciones (en Heráclido Póntico, en Bien, en Teles y Menipo), pero se ha conservado como su característica especifica, aunque a veces bajo un aspecto muy débil, en todas las variantes de dicho género.
En la menipea, el mismo carácter de la problemática filosófica debió haber cambiado bruscamente en comparación con el “diálogo socrático”, se cancelaron todos los problemas más o menos “académicos” (los gnoseológicos y los estéticos); desapareció la argumentación compleja y extensa y permanecieron, de hecho, sólo los “últimas cuestiones” con tendencia ética y práctica.
A la menipea la caracteriza la síncrisis (o la confrontación) de las "últimas cuestiones del mundo”, desnudas; por ejemplo, la representación carnavalesca y satírica en la Venta de vidas, es decir, de las últimas posiciones, en Luciano; las navegaciones fantásticas por los mares ideológicos en Varrón (Sesculixes), el paso por todas las escuelas filosóficas (aparece, ya desde Bion de Boríscenes), etc. En todas partes aparecen los desnudos, pro y contra, en las últimas cuestiones de la vida.
6. En relación con el universalismo filosófico,
en la menipea aparece una estructura a tres planos:
la acción y las síncrisis dialógices se trasladan de la tierra al Olimpo o a los infiernos. Con una mayor evidencia, esta triple estructura aparece, por ejemplo, en el Apokolokyntosis de Séneca; en la misma obra aparecen también con una gran claridad externa los “diálogos en el umbral”: en la entrada al Olimpo (adonde no dejan entrar a Claudio) y en la puerta del infierno. La estructura en tres planos característica de la menipea influyó de un modo determinante en la correspondiente estructura del misterio medieval y en su representación. El género del “diálogo en el umbral” también tuvo una gran difusión durante la Edad Media, tanto en los géneros serios como en los cómicos (por ejemplo, el conocido fabliau acerca de las disputas que arma un campesino en las puertas del paraíso), y es sobre todo representativo de la literatura de la Reforma, la llamada “literatura de las puertas del cielo” (Himmelspfor- ten-Literatur).
En la menipea tiene una gran importancia la representación del infierno: a partir de ahí se origina el género especifico de “diálogos de los muertos” difundido ampliamente en la literatura europea del Renacimiento y de los siglos xvii y xviii.
7. En la menipea aparece un tipo específico de fantasía experimental totalmente ajeno a la epopeya y la tragedia antigua:
la observación desde un punto de vista inusitado,
por ejemplo, desde la altura, cuando cambian drásticamente las escalas de los fenómenos observables de la vida, como en el Icaromenipo de Luciano o el Endimión de Varrón (observación de la vida citadina desde la altura). La línea de esta fantasía experimental prosigue también durante las épocas posteriores, bajo la influencia determinante de la menipea, en Rabelais, en Swift, en Voltaire (Micromegas) y otros.
8. En la menipea también aparece por primera vez aquello que podría llamarse experimentación psicológico-moral:
la representación de estados inhabituales, anormales, psíquico-morales del hombre, toda clase de demencias (“temática maniacal”), desdoblamiento de la personalidad, ilusiones irrefrenables, sueños raros, pasiones que rayan en la locura, suicidios, etc.
Todos estos fenómenos no son de carácter estrictamente temático en la menipea sino de índole genérica-formal. Sueños, visiones y locura destruyen la integridad épica y trágica del hombre y su destino: manifiestan las posibilidades de otro hombre y de otro destino
en la persona que pierde su carácter concluso y simple
y deja de coincidir consigo misma.
Los sueños nocturnos son habituales en la epopeya, pero aparecen como profecía, impulsan una acción o sirven como premonición y no hacen salir al hombre fuere de su destino y carácter, no destruyen su integridad.
Desde luego, en la menipea este carácter inconcluso del hombre
y esta su no coincidencia consigo mismo son aún elementales e incipientes, pero ya están descubiertos y permiten una nueva visión del hombre. La actitud dialógica para uno mismo (que se aproxima al desdoblamiento de la personalidad), en la menipea contribuye también
a la destrucción de la integridad y cerrazón del hombre.
En este sentido, es muy interesante la menipea de Varrón, Bimarcus (Doble Marco]. Como en todas las menipeas de este autor, en ésta es muy importante el elemento cómico. Marco había prometido escribir un trabajo acerca de tropos y figuras, pero no cumplió su promesa. El segundo Marco, es decir, su conciencia, su doble, se la recuerda constantemente, no lo deja en paz. El primer Marco trata de cumplir la promesa pero no puede concentrarse, se distrae con la lectura de Homero, empieza a escribir versos, etc. Este diálogo entre los dos Marcos, esto es, entre el hombre y su conciencia, aparece en Varrón como cómico, y sin embargo influyó de un modo significativo en tanto que una suerte de descubrimiento artístico en los Soliloquia de San Agustín.
Al mismo tiempo señalemos que también Dostoievski, al representar
el desdoblamiento de la personalidad, siempre conserva, junto con el trágico, un elemento cómico (tanto en El doble como en la conversación de Iván Karamázov con el diablo).
9. En la menipea son características las escenas de escándalos, de conductas excéntricas, de discursos y apariciones inoportunas, es decir, de toda clase de violaciones del curso normal y común de acontecimientos, de reglas establecidas, de comportamientos y etiqueta e incluso de conducta discursiva. Estos escándalos difieren ostensiblemente, por su estructura artística, de los eventos épicos y catástrofes trágicas. También se distinguen significativamente de las peleas y desenmascaramientos cómicos.
Se puede decir que en la menipea aparecen nuevas categorías artísticas de lo escandaloso y lo excéntrico que son totalmente ajenas a la epopeya clásica y a los géneros dramáticos (hablaremos más adelante acerca del carácter carnavalesco de estas categorías). Los escándalos y las excentricidades destruyen la integridad épica y trágica del mundo, abren una brecha en el curso irrevocable y normal (“venerable”) de asuntos y sucesos humanos y liberan la conducta humana de las normas y motivaciones que la predeterminan.
Las reuniones de dioses en el Olimpo (en Luciano, Séneca, Julián el Apóstata y otros), las escenas en el infierno, las que se dan en la tierra (por ejemplo, en Petronio, alborotos en la plaza, en una posada, en los baños) están llenas de escándalos y de manifestaciones excéntricas.
También es característica de la menipea la “palabra inoportuna”:
un discurso fuera de lugar bien por su sinceridad cínica, por una
profanación de lo sagrado o por una brusca violación de la etiqueta.
10. La menipea está llena de oxímoros y de marcados contrastes: hetaira virtuosa, libertad verdadera del sabio y su situación de esclavo, emperador convertido en esclavo, caídas y purificaciones morales, lujo y miseria, noble ladrón, etc.
La menipea prefiere bruscas transiciones y cambios, altos y bajos, subidas y caídas, aproximaciones inesperadas entre cosas alejadas y desunidas, toda clase de desigualdades.
11. La menipea incluye a menudo elementos do utopía social que se introducen en forma de sueños o viajes a países desconocidos; a veces se transforma directamente en novela utópica (Abaris de Heráclido Póntico). El elemento utópico conjuga orgánicamente con todos los demás elementos del género.
12. La menipea se caracteriza por un amplio uso de géneros intercalados: cuentos, cartas, discursos oratorios, simposios, etc.,
y es típica la mezcla del discurso en prosas y en verso.
Los géneros intercalados se dan con diferente distancia de la última postura del autor, es decir, con diferente grado de parodia y de objetivación.
13. La presencia de los géneros intercalados refuerza la pluralidad de estilos y tonos de la menipea; aquí se forma una nueva actitud hacia la palabra en tanto que material para la literatura, actitud característica para toda la línea dialógica de desarrollo de la prosa literaria.
14. Finalmente, la última particularidad de la menipea es su carácter de actualidad más cercana. Es una especie de género periodístico de la Antigüedad clásica que reacciona inmediatamente a los acentos ideológicos más actuales. Las sátiras de Luciano en su conjunto representan toda una enciclopedia de su tiempo: están llenas de polemismo abierto y oculto con diversas escuelas filosóficas, religiosas, ideológicas, científicas, con tendencias y corrientes de actualidad; están llenas de imágenes de personalidades contemporáneas o recién desaparecidas, de líderes en todas las esferas de la vida social e ideológica (que aparecen bajo sus nombres o bajo un nombre codificado), están repletas de alusiones a sucesos grandes y pequeños de su época, perciben nuevos caminos en el desarrollo de la vida cotidiana, muestran los nacientes tipos sociales en todas las capas de la sociedad, etc. Es una especie de Diario de un escritor que trata de adivinar y apreciar el espíritu general y la tendencia de la actualidad en su devenir. También las sátiras de Varrón, tomadas en su totalidad, son semejantes al “diario de un escritor” (pero con una marcada predominancia de elemento cómico-carnavalesco). La misma particularidad aparece en Petronio, en Apuleyo, etc. Este carácter publicístico, de folletín, o de revista, esta actualidad, caracterizan en un mayor o menor grado a todos los representantes de la menipea. Este último rasgo que señalamos conjuga orgánicamente con todas las demás particularidades del género.
Éstas son las características principales de la menipea. Es necesario volver a subrayar la unidad orgánica de todos estos indicios al parecer tan desiguales, la profunda integración interna de este género. Se ha ido formando en la época de la descomposición de la tradición nacional, de la destrucción de las normas éticas que habían integrado el ideal “venerable” de la Antigüedad clásica (“belleza-generosidad”), en la época de una intensa lucha entre numerosas y heterogéneas escuelas religiosas y filosóficas, cuando las discusiones acerca de las “últimas cuestiones” de la visión del mundo llegaron a ser un fenómeno cotidiano y de masas en todos los estratos sociales y tuvieron lugar en todas partes donde se reunía la gente; en las plazas de mercado, en las calles, en los caminos, en las tabernas, en los baños públicos, en las cubiertas de los barcos, ele., cuando la figura del filósofo, sabio (cínico, estoico, epicúreo), profeta o taumaturgo se hizo típica y se encontraba aún más a menudo que la del monje durante la Edad Media, la época de máximo florecimiento de órdenes monásticas. Aquélla fue la época de preparación y formación de terreno para una nueva religión universal: el cristianismo.
Otro aspecto de aquella época es la desvalorización de todas las situaciones externas de la vida del hombre, su conversión en papeles representados en el escenario del teatro universal según la voluntad de un destino ciego (la comprensión filosófica más profunda de este aspecto aparece en Epicteto y en Marco Aurelio; en cuanto a la literatura, en Luciano y Apuleyo). Todo ello conducía a la destrucción de la integridad épica y trágica del hombre y también de su destino.
Por eso el género de la menipea aparece quizá como la expresión más adecuada de las particularidades de aquella época. El contenido existencial cobró en ella una forma genérica estable con una lógica interna que determina la unión indisoluble de todos sus elementos.
Gracias a ello el género de la menipea pudo adquirir una enorme importancia
aún no apreciada por la ciencia, en la historia del desarrolla de la novela europea.
La menipea posee una integridad interior y al mismo tiempo una gran plasticidad exterior y una ejemplar capacidad de absorber los géneros menores emparentados, penetrando además como elemento constitutiva en otros géneros grandes.
De este modo, la menipea absorbe tales géneros emparentados, como la diatriba, el soliloquio, el simposio. El parentesco de estos géneros se determina por su dialogismo externo e interno en el enfoque de la vida y del pensamiento humano.
La diatriba es un género retórico internamente dialogizado y contraido habitualmente en forma de conversación con un interlocutor ausente, lo cual conduce a la dialogización del mismo proceso del discurso y del pensamiento. Los antiguos consideraban a Bion de Borístenes como fundador del género de la diatriba y asimismo de la menipea. Hay que señalar que fue la diatriba y no la retórica clásica la que influyó de una manera determinante en las características genéricas del sermón cristiano.
La actitud dialógica hacia uno mismo determina también el género del soliloquio. Se trata de una plática consigo mismo. Ya Antisfeno (discípulo de Sócrates que tal vez ya escribía menipeas) consideraba como logro superior de su filosofía la “capacidad de comunicarse dialógicamente consigo mismo”. Epicteto, Marco Aurelia y San Agustín fueron notables maestros de este género. En su base está el descubrimiento del hombre interior; de uno mismo accesible no a una auto-observación pasiva sino tan sólo a un enfoque dialógico de su persona, enfoque que destruye la ingenua integridad de conceptos acerca de uno mismo que fundamentaba la imagen lírica, épica y trágica del hombre.
El enfoque dialógico de la propia persona rompe las capas externas de su imagen, que existe para otros hombres, que determina la valoración externa del hombre (por otros) y que enturbia la pureza de la autoconciencia.
Ambos géneros, tanto la diatriba como el soliloquio, se desarrollaron en la órbita de la menipea, se entretejieron y penetraron en ella (sobre todo en la literatura romana y cristiana).
El simposio representa un diálogo festivo que existió en la época del “diálogo socrático” (sus ejemplos aparecen en Platón y Jenofonte), pero recibió un gran desarrollo, bastante heterogéneo, en épocas posteriores. El discurso dialógico festivo tenía privilegios especiales (inicialmente, con carácter de culto): derecho a una libertad particular, a la excentricidad, a la sinceridad, a la ambivalencia, es decir, a la conjunción en la palabra de elogio y de injuria. El simposio, por su naturaleza, es un género netamente carnavalesco.
La menipea a veces adquiría directamente la forma de simposio (por lo visto, ya en Menipo; en Varrón, tres sátiras tienen formas de simposio, y también Luciano y Petronio muestran elementos de simposio). Como hemos dicho,
la menipea tenía la capacidad de penetrar en los géneros mayores transformándolos en cierta medida.
Así, en las novelas bizantinas aparecen algunos de sus elementos; por ejemplo, en algunas imágenes y episodios de la Novela de Éfeso de Jenofonte de Efeso, se dan claros matices de su presencia. La representación de bajos fondos de la sociedad se da con un naturalismo especial: cárceles, esclavos, ladrones, pescadores, etc. Otras novelas se caracterizan por un dialogismo interior, por los elementos de parodia y de risa reducida. Los elementos de la menipea penetran también en las obras utópicas de la Antigüedad clásica y en aretalogías (por ejemplo, en la Vida de Apolonio de Tiana). También es importante su influencia transformadora en los géneros de la literatura cristiana antigua.
Nuestra caracterización descriptiva de las particularidades genéricas de la menipea y de los géneros relacionados con ella se acerca mucho a una posible caracterización de rasgos genéricos en la obra de Dostoievski (cf., por ejemplo, la que da L. P. Grossman en las pp. 26-30 de este trabajo). En realidad, todas sus peculiaridades (por supuesto, con modificaciones y complicaciones correspondientes) pueden encontrarse en Dostoievski.
Efectivamente, se trata del mismo mundo genérico, pero en las menipea este mundo se presenta en el inicio de su desarrollo, mientras que en Dostoievski logra su cúspide.
Pero ya sabemos que el inicio, esto es, el arcaísmo genérico, se preserva, bajo un aspecto renovado, también en las fases superiores del desarrollo del género. Es más, cuanto más alto y complejo es el desarrollo del género, tanto mejor y más plenamente recuerda este género su pasado.
¿Significa esto que Dostoievski partió de la menipea clásica de una manera inmediata y consciente? Desde luego que no. Dostoievski no acostumbraba estilizar los géneros antiguos. Se conectó a la cadena de la tradición genérica en el punto que atravesaba su época, a pesar de que los eslabones anteriores de esta cadena, incluyendo el eslabón clásico, le eran más o menos conocidos y próximos (todavía regresaremos a las fuentes genéricas de Dostoievski). Hablando un poco paradójicamente, se puede decir que no fue la memoria subjetiva de Dostoievski, sino la memoria objetiva del mismo género que él trabajaba, la que conservó las características de la menipea clásica.
Las particularidades genéricas de la menipea no solamente se regeneraron sino que se renovaron en la obra de Dostoievski.
Éste se alejó mucho de los autores de las menipeas antiguas en el aprovechamiento creativo de sus posibilidades genéricas.
En comparación con Dostoievski, las menipeas clásicas parecen primitivas y pálidas, tanto en su problemática filosófica y social como en sus méritos artísticos, y la diferencia más grande está en el hecho de que
la menipea clásica aún no conoce la polifonía;
la menipea, así como el “diálogo socrático”, sólo pudo preparar
algunas condiciones para su aparición.»
Bajtin Mijail, Problemas de la poética de Dostoievski.
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