Bataille Emily Bronté Literatura moderna y la vía mística. La pasión.
viernes, enero 24, 2014
"En realidad, la literatura, unida desde el romanticismo a la decadencia de la religión
(dado que, en forma menos importante, menos inevitable, tiende a reivindicar
discretamente la herencia de la religión) está menos cerca del contenido de la
religión que del contenido del misticismo, que es, en las márgenes de la religión,
un aspecto suyo casi asocial.
El misticismo está más cerca de la verdad
que yo me esfuerzo por enunciar. Bajo el nombre de misticismo no designo los
sistemas de pensamiento a los que se da ese nombre impreciso: pienso en la
"experiencia mística", en los "estados místicos" experimentados en la soledad.
En esos estados podemos conocer una verdad diferente de aquellas que están
unidas con la percepción de los objetos (y, después, del sujeto; unidas por tanto
a las consecuencias intelectuales de la percepción). Pero esta verdad no es formal.
El discurso coherente no puede explicarla.
Sería incluso incomunicable si no tuviéramos la oportunidad de abordarla por
dos caminos: la poesía y la descripción de las condiciones en las que es habitual
a esos estados.
En forma decisiva, esas condiciones responden a los temas de que ya he hablado
y que fundamentan la emoción literaria auténtica. Es siempre la muerte -o por lo
menos la ruina del sistema del individuo aislado a la búsqueda de la dicha en la
duración- la que introduce la ruptura, ruptura sin la cual nadie alcanza el estado
de trance. En ese momento de ruptura y muerte, lo recobrado es siempre la
inocencia y la embriaguez del ser. El ser aislado se pierde en algo distinto a él.
Poco importa la representación que demos de esa "otra cosa". Es siempre
una realidad que trasciende los límites comunes. Es incluso tan profundamente
ilimitada que en realidad no es una cosa: es acula. "Dios es nada" enuncia Eckhart.
En el terreno de la vida ordinaria el "ser amado"
¿no es acaso la anulación de los limites de los otros
(el único ser en el que ya no sentimos o sentimos menos,
los límites del individuo acantonado en un aislamiento
que nos lo hace evanescente)?
Lo propio del estado místico es la tendencia a suprimir radicalmente
-sistemáticamente- la imagen múltiple del mundo en que se sitúa la existencia
individual a la busca de la duración. En un impulso inmediato (como el de la
infancia o la pasión) el esfuerzo no es sistemático: la ruptura de los límites
es pasiva, no es consecuencia de una voluntad dispuesta intelectualmente.
La imagen de ese mundo carece simplemente de coherencia o, en el caso
de que ya haya encontrado su cohesión, la intensidad de la pasión la trasciende:
es cierto que
la pasión busca la duración del goce experimentado en la pérdida de sí mismo
¿pero no es acaso su primer impulso el olvido de uno mismo por el otro?
No podemos dudar de la unidad fundamental de todos los impulsos gracias
a los cuales escapamos al cálculo del interés, en los cuales experimentamos
la intensidad del instante presente. El misticismo escapa a la espontaneidad
de la infancia lo mismo que a la condición accidental de la pasión. Pero para
expresar los trances utiliza el vocabulario del amor y la contemplación liberada
de la reflexión discursiva tiene la simplicidad de una risa infantil.
Creo que es decisivo insistir en el parecido entre una determinada tradición
literaria moderna y la vía mística.
La relación se impone aún más cuando se trata de Emily Brontee.
Concretamente la reciente obra de Jacques Blondel habla deliberadamente
de su experiencia mística, como si Emily Bronté hubiera tenido visiones o
incluso éxtasis, lo mismo que Teresa de Avila.
Jacques Blondel se adentra quizá por este camino sin razones convincentes.
Ningún testimonio, nada positivo apoya una interpretación que un realidad
Blondel se limita a recoger. Otros antes que él habían captado los rasgos
comunes que relacionan los estados espirituales de una santa Teresa con
los que Emily Bronté expresó en su poesía. Es bastante dudoso que la autora
de Wuthering Heights conociera el descenso metódico hacia sí misma que es
esencialmente, en su principio, una experiencia mística.
Jacques Blondel alega determinados pasajes de sus poemas. Pasajes que
describen en efecto sentimientos agudizados y estados turbados del alma,
que responden a todas las posibilidades de una vida espiritual angustiada,
llevada a intensa exaltación.
Expresan una experiencia infinitamente profunda, infinitamente violenta,
de las tristezas o las alegrías de la soledad. Nada, a decir verdad, nos permite
diferenciar con claridad, una experiencia de este tipo, tal como a veces la
prepara y la contiene una expresión poética, de una búsqueda ordenada y
sometida a los principios de la religión, o por lo menos de una representación
del mundo (positiva o negativa). Incluso, en cierto sentido, esos impulsos,
exaltados que rige el azar, y que jamás se liberan de los datos de una reflexión
inconexa, son a veces los más ricos. El mundo que -de una forma imprecisa-
nos revelan los poemas es desde luego inmenso y turbador. Pero, para definirlo,
no es lícito extremar el parecido con el mundo relativamente conocido que los
grandes místicos nos han descrito. Es un mundo menos calmo, más salvaje,
cuya violencia no se reabsorbe en una iluminación lenta y largamente vivida.
Es, en una palabra, un mundo más próximo al indecible tormento
que expresa Wuthering Heights.
"Pero no quiero perder ni un sufrimiento, ni so
[portar una menor tortura;
Más la angustia castiga, más de prisa bendice.
Y perdida en las llantas del infierno o brillando
[con una luz celeste
Cuando anuncia la muerte, la visión es divina."
Me parece que estos versos son los que proporcionan la imagen más
construida y más personal del arrebato característico de la poesía
-descriptiva de estados del alma- de Emily Bronté."
Georges Bataille La literatura y el mal
.
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