Kafka, Carta a sí mismo

viernes, marzo 07, 2014





"Una vez más me guardo de afirmar que llegué a ser como soy sólo a causa de ti; tú acentuabas únicamente lo que ya existía."


"No sólo por mi maldad no saciada todavía."



"Aún sigues explotándome en calidad de parásito, incluso con esta carta."



"Ya lo sabía todo, no necesitaba consejo alguno y todo estaba en orden."


"Sólo me preocupaba el cuidado de mí mismo."


"Una actitud de terquedad, aversión o hasta odio."


"Como una especie de venganza,

pronto comencé a observar, reunir y exagerar pequeñas ridiculeces que observaba en ti."




"Elli era una criatura torpe, cansada, miedosa, indolente, atormentada, en exceso sumisa, maliciosa, haragana, golosa, avarienta;

 yo apenas si podía mirarla, de ninguna manera hablarle,

tanto me recordaba a mí mismo."


"Su avaricia,

en particular, me era detestable, tal vez porque yo era más avaro aún.

 La avaricia, sin duda, es uno de los signos más auténticos de la infelicidad profunda; tan inseguro estaba yo de todas las cosas, que en verdad

sólo poseía lo que ya tenía en mis manos o en mi boca

o, por lo menos, lo que estaba en camino hacia ellas, y justamente eso era lo que

me quitaba ella."




"A ella correspondía, además, tu supremacía espiritual. Tú habías llegado tan alto mediante tu propio esfuerzo que por eso

tenías una ilimitada confianza en tu parecer.

Esto fue para mí, como niño, aun menos deslumbrante de lo que fue más tarde para el adolescente, para el hombre en formación.


Desde tu sillón gobernabas el mundo.


Tu opinión era la correcta, y cualquier otra, absurda, exagerada, insensata, anormal.

Tu confianza en ti mismo era tan grande que no necesitabas siquiera ser consecuente para que no dejaras, sin embargo de tener razón."

"No se salvaba nadie, excepto tú."

"Todos mis pensamientos

en apariencia independientes de ti,

llevaban desde el principio el peso de tu veredicto adverso."


"Yo también, seguramente,

te herí a menudo con mis palabras,

pero entonces lo sabía y me causaba dolor,

pero no podía dominarme, no podía retener la palabra."

"Toda palabra que me dirigías era como un

precepto divino."

"Como, debido a tu apetito excelente y tu peculiar preferencia, tragabas la comida con rapidez, caliente, y a grandes bocados."

"No cumplías los preceptos que me dictabas.

Por esa razón el mundo quedó para mí dividido en tres partes:

una donde vivía yo,

el esclavo,

bajo leyes inventadas exclusivamente para mí, y a las que, además, no sabía porqué, no podía adaptarme por entero;

luego, un segundo mundo, infinitamente distinto del mío, en el que vivías tú, ocupado en gobernar, impartir órdenes y enfadarte por su incumplimiento;

y, finalmente, un tercer mundo donde vivía la demás gente,

feliz y libre de órdenes y de obediencia."

"Pero no lo eres todo, como lo eras para mí."

 "Tenía que aceptarlo todo."

"Perdí la costumbre de hablar.

De cualquier manera, nunca seguramente hubiera llegado a ser un gran orador, pero

hubiese dominado el lenguaje humano con fluencia normal.

Pero desde muy temprano tú me prohibiste la palabra;

tu amenaza: "¡ni una palabra de protesta!" y la mano levantada al mismo tiempo, me acompañan desde siempre.

Adquirí una manera entrecortada, tartamudeante de hablar en tu presencia

(cuando se trata de tus asuntos, tú eres un excelente orador), y aún eso era demasiado para ti, de manera que finalmente me quedé callado, al principio,

tal vez por terquedad

y más tarde porque

en tu presencia no podía ni pensar ni hablar.

Y como tú eras mi verdadero maestro, todo esto influyó para siempre sobre mi vida en general. Cometes un gran error si crees que nunca me he sometido a ti. Mi actitud hacia ti nunca ha sido realmente "siempre todo en contra", tal como supones y me lo echas en cara. Al contrario:

si te hubiese obedecido menos, estarías sin duda más contento de mí."

"Insulto, amenaza, ironía, risa malévola y (cosa extraña), autocompasión."

"Tu indescifrable falta de culpa e inmunidad."



"Mi concepción de tu poder

casi me convencía de que eras capaz de hacerlo."



"El fracaso, aunque fuese mucho más tarde, era irremediable.

Perdí la confianza en mis actos.

Yo era inconstante,

indeciso.

A medida que fui creciendo aumentó el material que podías señalar como

testimonio de mi inutilidad;

poco a poco, en ciertos aspectos,

comenzaste a tener razón.



Una vez más me guardo de afirmar que llegué a ser como soy sólo a causa de ti; tú acentuabas únicamente lo que ya existía,



pero lo acentuabas enormemente, porque eras muy poderoso frente a mí


y empleabas en eso todo tu poder.


"Tenías singular confianza en la educación mediante la ironía."

"Uno estaba castigado, en cierto modo, antes de saber que había hecho algo malo."

"Eran irritantes también esas reconvenciones dirigidas en tercera persona,

 es decir, que por consiguiente

ni siquiera era uno digno de la despectiva interpelación directa:


aparentemente te dirigías a mi madre, pero dirigiéndote en realidad a mí."


"Con la cual viví yo enojado durante años."

"Sino como un exacerbado enemigo."

"Confieso que, de niño, no me inspiraba sentimiento alguno (más tarde sí, ciertamente) y no comprendía cómo podías pretender encontrar compasión alguna."

"No creía yo en tus quejas y procuraba encontrar una intención oculta tras ellas."

"De que el niño se habituara a no tomar en serio justamente las cosas que hubiera debido tomar muy en cuenta."



"O cuando mi madre estaba gravemente enferma, y tú (padre), estremecido por el llanto."



"O cuando estuve enfermo yo,

la última vez, y viniste silenciosamente a verme, en el cuarto de Otila, y te paraste en el umbral, y estiraste el cuello a fin de verme en la cama, y me saludaste sólo con la mano, por consideración.



En tales momentos, se echaba uno a llorar de felicidad, y hoy vuelvo a llorar mientras lo escribo."

"Tienes también un modo particularmente bello y poco frecuente de sonreír, tranquilo, apacible y afable, capaz de hacer por entero feliz a aquel que lo recibe."

"No puedo recordar si durante mi infancia tu sonrisa me fue dedicada especialmente alguna vez, pero sin duda ha debido ser así, ya que no puede admitirse que me la hayas negado entonces, cuando aún te parecía inocente, cuando era todavía tu gran esperanza. Por mi parte, tampoco estas impresiones cordiales han tenido a la larga otro efecto que el de aumentar mi sentimiento de culpa,

haciendo que el mundo me fuera más incomprensible aún.

"Prefería atenerme a la realidad perdurable. En parte, a fin de defenderme de ti, y en parte

como una especie de venganza,

pronto comencé a observar, reunir y exagerar pequeñas ridiculeces que observaba en ti."

"Porque tú, mi padre,

necesitabas esas comprobaciones fútiles de tu valer."

"Porque me daban motivos para murmuraciones y burlas; tú lo notabas a veces, te disgustabas, te parecían maldad."

"Es verdad que mi madre fue infinitamente buena conmigo."

"Una actitud de terquedad, aversión o hasta odio."

"Yo volvía a ser otra vez el ser que huye de la luz, el estafador, el culpable consciente,

el cual, debido a su nulidad, debía alcanzar por caminos tortuosos aquello a que creía tener derecho."


"También es verdad que nunca me golpeaste realmente."


"Y siempre los asuntos con tus hijos fueron asuntos públicos."

"Hubiera sido necesario escaparse de casa."

"Por eso, sólo pude agradecerte como un mendigo y no con hechos."

"El resultado visible e inmediato de esta educación fue

que huyera de todo lo que aún de lejos te recordase."

"Mi renuncia se debía a que no puedo soportar los insultos."


 "¡Que reviente, ese perro enfermo!".

"A tus empleados los llamabas "enemigos pagados",

y lo eran, pero, aún antes de que lo fuesen,

tú me parecías ser su "enemigo que paga"."

"No podía satisfacerte ninguna de sus realizaciones."

"Y aun para mi propia seguridad."


"Si quería escapar de ti, también debía hacerlo de la familia, y hasta de mi madre. En ella, era siempre posible encontrar protección, pero tan sólo en relación contigo.

Te amaba demasiado, demasiada era su fidelidad hacia ti como para que, en la lucha del hijo, ella pudiese constituir, en forma duradera, un poder espiritual independiente.

Reconocerlo fue

una intuición

correcta del niño, porque,

a través de los años, mi madre se unió cada vez más a ti,

en tanto conservaba siempre, en lo que le concernía, suave y dignamente su independencia, dentro de límites modestos, y sin molestarte jamás, en el fondo; aceptó, con el tiempo,

más con el sentimiento que con la razón, cada vez más ciega y completamente, tus fallos y condenas referentes a los hijos."

"Y tú (padre). Siempre fuiste cariñoso y considerado con ella."



"Elli es el único ejemplo de éxito casi completo en la ruptura y evasión de tu círculo. De ella es de quien hubieras esperado menos, de considerar su infancia:

"Elli era una criatura torpe, cansada, miedosa, indolente, atormentada, en exceso sumisa, maliciosa, haragana, golosa, avarienta;

 yo apenas si podía mirarla, de ninguna manera hablarle,

tanto me recordaba a mí mismo."


"Su avaricia,

en particular, me era detestable, tal vez porque yo era más avaro aún.

 La avaricia, sin duda, es uno de los signos más auténticos de la infelicidad profunda; tan inseguro estaba yo de todas las cosas, que en verdad

sólo poseía lo que ya tenía en mis manos o en mi boca

o, por lo menos, lo que estaba en camino hacia ellas, y justamente eso era lo que

me quitaba ella."




"Acerca de Otila, apenas si me atrevo a escribir; sé que con ello pongo en juego todas las esperanzas del resultado que espero de esta carta. En circunstancias normales, es decir, cuando no se halla en peligro ni padece ningún sufrimiento especial,

tú sientes odio por ella; tú mismo me has confesado que, a tu parecer, ella te causa siempre intencionalmente sufrimientos y disgustos,

y que, en tanto tú sufras por su causa, ella se sentirá satisfecha y alegre.

Una especie de demonio."

"Debía indemnizarlos por el daño que tú les causabas, y del que yo compartía la responsabilidad."

"Esa desconfianza que, a mis ojos de niño, no se confirmaba nunca, ya que en todas partes

sólo veía personas inaccesiblemente excelentes,

se convirtió en desconfianza hacia mí mismo y en una continua angustia ante los demás."

"La relación sistemática con el prójimo, lo que en mi caso era mortal."

"La aversión que por supuesto sentías por mis escritos me resultaba, por excepción, sumamente grata."



"Si bien mi vanidad y mi amor propio sufrían


con ese saludo, ya famoso entre nosotros, con que recibías mis libros (...)

en el fondo eso me agradaba,


no sólo por mi maldad no saciada todavía,


no sólo por el placer de esa nueva confirmación de

mi concepto acerca de nuestras relaciones,

sino antes que nada porque aquella fórmula me sonaba como si dijeras: "¡Ahora eres libre!" Naturalmente, se trataba de un engaño, yo no era libre, o bien, en el caso más favorable, aún no lo era.



Mis escritos trataban de ti:


en ellos quedaban consignadas las quejas que yo no podía presentarte a ti, en persona.

Era una despedida de ti,

que yo dilataba intencionadamente,

y a la cual tú me forzabas, pero que tomaba un camino elegido por mí."

"Desde que tengo uso de razón he tenido preocupaciones tan hondas por la conservación de mi existencia espiritual, que todo lo demás me daba lo mismo."


"En un niño en sí dotado de fantasía, pero de una fantasía helada,


no he vuelto a encontrarla jamás en ninguna parte, es verdad que en mi caso fue la única defensa contra

la crisis de nervios provocada por mi angustia

y por los cargos de mi conciencia.


Sólo me preocupaba el cuidado de mí mismo,


pero en las formas más diversas. Por ejemplo,

en forma de preocupación por mi salud;

comenzó despacio, de vez en cuando surgía un leve temor por la digestión, por la pérdida de cabello, por una desviación en la columna vertebral, etc.,

pero fue creciendo con innumerables gradaciones hasta concluir por último en una

enfermedad verdadera.

Como no estaba seguro de nada, necesitaba a cada momento una nueva confirmación de mi existencia;

o no poseía nada que fuese de mi verdadera, indudable, única y exclusiva propiedad, como era, por cierto, un hijo desheredado,

también lo más cercano,

mi propio cuerpo, se me volvió inseguro;

crecí estirándome hacia lo alto, pero


no sabía qué hacer con ello,


la carga era muy pesada, la espalda se me encorvó; apenas me atrevía a moverme o a realizar ejercicios físicos; quedé débil, asombrado ante aquello que aún poseía, como si fuesen milagros, así por ejemplo, mi buena digestión: eso bastó para que la perdiera y

así quedó libre el camino hacia la hipocondría."

"Hubo años en los que, enteramente sano, he perdido más tiempo tirado en el sofá, sin hacer nada, que tú durante tu vida entera, incluyendo todas tus enfermedades."

"Tal vez no soy nada perezoso por naturaleza, pero no había nada que hacer para mí.

Dondequiera que viviese, allí había sido anulado, sentenciado, vencido."

"Estaba siempre persuadido (y en tu actitud de reprobación tenía una prueba de ello) de que, cuanto más lejos fuera, tanto más terrible sería el fracaso final."

"Establecer cómo yo, el más incapaz y, antes que nada, el más ignorante."

"No es fácil para un niño vivir con estas obsesiones."

"Me había ocupado únicamente de mí, cuánto más ahora, al verme libre."

"Posibilidad del matrimonio para mí; ese miedo, hasta ahora el más grande de mi vida."

"Las tentativas de casamiento fueron los ensayos de salvación más extraordinarios, más ricos en esperanzas, si bien fue luego por igual extraordinario su fracaso.

"Como en este terreno todo es fracaso para mí."


"Casarse, fundar una familia, aceptar los hijos que lleguen, mantenerlos y hasta encaminarlos un poco en este mundo inseguro es, a mi entender, lo máximo que puede alcanzar un hombre."

"Lo que para ti no tiene consecuencias, para mí puede ser la tapa de mi ataúd."

"Tartamudeando, como era normal casi siempre que hablaba contigo."

"Ya lo sabía todo, no necesitaba consejo alguno y todo estaba en orden.

De cualquier manera, el motivo principal para haber comenzado a hablar era el placer que me producía tocar ese tema, luego también por curiosidad y, por último,

también para vengarme de ustedes de cualquier manera."

"Aquello que me aconsejabas era, según tu opinión y más aún en la mía de entonces, lo más sucio posible."



"Y eras tú, justamente, quien me empujaba a esa suciedad, como si yo estuviese destinado a ella.


Si en ese momento el mundo hubiera estado formado por tú y yo (imagen que siempre estaba bastante cerca de mí),


entonces la pureza del mundo finalizaba contigo, y comenzaba conmigo, por obra de tu consejo, su suciedad."


"El más profundo desprecio de tu parte."


"De mis tentativas de salvación en otras direcciones nada sabías."



"Soy espiritualmente incapaz de casarme.

Esto se manifiesta en el hecho de que,

desde el momento en que adopto la decisión de  casarme, ya no puedo dormir, la cabeza me arde día y noche, la vida ya no es vida, y desesperado, ando tambaleándome de un lado a otro.


No son en realidad las preocupaciones las que producen esto, si bien las acompañan inquietudes infinitas,

surgidas de mi pesadez y pedantería,

pero ellas no son lo decisivo, aunque consumen como gusanos su tarea en el cadáver; las que me derriban definitivamente son otras causas:

la presión general del miedo, la debilidad, el menosprecio de mí mismo.

Intentaré explicarlo con más claridad:

en mis proyectos de matrimonio chocan con fuerza inigualable dos aspectos en apariencia antagónicos de mis relaciones contigo.

El casamiento es, sin duda, una garantía de la liberación y la independencia personal más acentuadas. Yo tendría una familia,

lo máximo que en mi opinión puede alcanzarse, y por consiguiente lo máximo que has alcanzado también tú;

sería tu igual,

y todas las afrentas antiguas, y la tiranía, eternamente renovadas, ya sólo pertenecerían a la historia.


Esto, realmente, sería extraordinario, pero en ello justamente reside ya lo cuestionable.

Es demasiado, tanto no puede lograrse.

Es como si alguien que estuviese prisionero no sólo tuviese la intención de fugarse, cosa que tal vez fuese posible, sino además y simultáneamente el propósito de convertir la prisión en un suntuoso castillo para sí. Si realiza la fuga, no podrá construir el castillo, y si lo construye, no podrá fugarse.


Si deseo independizarme de esta peculiar e infortunada relación en que me hallo contigo,


debo hacer algo que, dentro de lo posible,

no tenga relación alguna contigo;

pero si bien el matrimonio es lo máximo y confiere la independencia más digna,


conserva simultáneamente la más estrecha relación contigo.


Querer salir de allí tiene por eso algo de demencia, y cada tentativa recibe como castigo esa demencia.


"Precisamente, esta relación estrecha es, en parte, la que me atrae hacia el matrimonio.

Imagino esa igualdad que entonces surgiría entre nosotros,

que tú sabrías comprender mejor que ninguna otra, y que sería tan bella porque yo podría ser entonces un hijo libre, agradecido, inocente, franco, y tú un padre tolerante, liberal, afectuoso, satisfecho. Pero, para lograr este fin, todo lo sucedido habría que darse por no sucedido, es decir, borrarnos a nosotros mismos.

"Tales como somos,

el matrimonio me está vedado justamente porque es la jurisdicción que más te corresponde de hecho."



"En el matrimonio de ustedes tenía yo un modelo de matrimonio ejemplar, en la fidelidad, en la ayuda mutua, en el número de hijos; y aun cuando luego los hijos crecieron y perturbaron cada vez más la paz, el matrimonio, como tal, quedó intacto. Quizás este ejemplo contribuyó también a formar mi elevado concepto del matrimonio."



"Mucho más importante es, sin embargo, el temor de mí mismo.

Esto debe entenderse así: ya señalé que en el hecho de escribir, y en todo lo que se relaciona con este hecho, he logrado pequeños éxitos en mis tentativas de autonomía y de evasión, que no me llevarán muy lejos, según lo he comprobado en múltiples ocasiones. No obstante, es mi deber, o mas bien

mi vida depende de ello, evitar que quede expuesto a un peligro, más aún, a cualquier posibilidad de peligro.

El matrimonio es una posibilidad de peligro, como así también, por cierto, de poderoso impulso, pero a mí me basta con que sea la posibilidad de un peligro.

 ¡Qué haría si en verdad fuese un peligro! ¡Cómo podría continuar en el matrimonio con la sensación, quizá imperceptible, pero irrefutable, de ese peligro! Ante eso, podría ciertamente vacilar, pero el desenlace final es seguro: debo abstenerme. La comparación del pájaro en la mano y los cien volando sólo muy remotamente tiene aplicación aquí. En la mano no tengo nada, todo está volando y, no obstante (tan decisivas son las condiciones de la lucha y la miseria de la vida),

yo debo elegir la nada.

De manera parecida, por otra parte, también he tenido que elegir en cuanto a mi profesión.


"Pero el principal obstáculo para mi matrimonio

es mi certeza, ya indestructible,

de que el mantenimiento de una familia y aun su conducción

requieren imprescindiblemente de todos esos factores que he reconocido en ti, de la conjunción de todos ellos, los buenos y los malos.

tales como se hallan orgánicamente reunidos en ti,

es decir:

fuerza y escarnio del prójimo,

salud y cierta desmesura,

elocuencia y hosquedad,

confianza en sí mismo y descontento para cualquier otra persona,

superioridad mundana y carácter tiránico,

experiencia de los hombres y desconfianza ante los demás;

luego, además, virtudes intachables,

como ser: aplicación, perseverancia, presencia de ánimo, valentía.

De todo esto no tenía yo,

comparativamente, casi nada o sólo muy poco y, en estas condiciones, ¿me atrevería a casarme, viendo que aun tú mismo debías librar tan dura batalla en el matrimonio y hasta fracasabas ante los hijos?"


"Demostrar tres cosas:

primero: que eres inocente;

segundo: que yo soy culpable,

y tercero: que, por pura magnanimidad, no sólo estás dispuesto a perdonarme, sino también lo que es más o menos igual, a demostrar, y a pretender creerlo tú mismo, que yo, si bien contrariamente a la verdad, también soy inocente.

Podría bastarte con esto, pero no.

Te has metido en la cabeza la pretensión de querer vivir enteramente de mi bolsillo.

Admito que luchemos el uno contra el otro, pero hay dos clases de lucha.

La lucha caballeresca, donde se miden las fuerzas de adversarios independientes: cada uno está solo, pierde solo, gana solo.

Y la lucha del parásito,

que no sólo pica, sino que también chupa la sangre para conservar su vida."



"Aún sigues explotándome en calidad de parásito, incluso con esta carta."

Kafka

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