Nietzsche > Dostoievski > Kafka

lunes, marzo 17, 2014



"Pero la simpatía y

la identificación de Kafka con Raskolnikov,

personaje con el que construye los protagonistas de su obra,

nació a través de Nietzsche,

quien presentó a Kafka los seres superiores e inferiores a través del Superhombre, cuando a la edad de diecisiete años, en unas vacaciones en Roztock, leyó el Zarathustra a la sombra de un viejo roble acompañado de Selma Kohn, su primer amor.

Nietzsche se convirtió en el maestro de juventud de Kafka

y Así habló Zarathustra en su texto sagrado, los cuales —libro y autor— ejercieron un poderoso y permanente influjo en nuestro amigo Franz, que la mayoría de los biógrafos niegan o subestiman por la apropiación fraudulenta que los nazis hicieron de la obra de Nietzsche, negación que la vida y la obra de Kafka contradicen.

Nietzsche escribió la primera parte del Zarathustra en 1883, cuando aún no había leído a Dostoievski, a quien conoció cuatro años después, en febrero de 1887, un día que vio en una librería de ocasión un libro con un título sugestivo: El espíritu subterráneo, que fue como tradujeron al francés Memorias del subsuelo. Nietzsche hojea el libro, y exclama: ¡Por fin un contemporáneo! Ese año de 1887, y el siguiente, Nietzsche lee con apasionamiento traducciones francesas de los libros de Dostoievski.

El 3 de enero de 1889, al pasar Nietzsche por la Piazza Carlo Alberto en Turín, vio cómo un cochero azotaba cruelmente un caballo, y llorando, y con grandes gritos de dolor, se abrazó al cuello del animal y se desmayó,

imitando así de manera asombrosamente literal

la escena del sueño de Crimen y castigo, en la que el niño Raskolnikov, al ver caer muerta a la desgraciada yegua torturada, sin pensar en sí mismo, con un chillido se abrió camino entre la multitud hasta llegar junto al animal, al que abrazó, besando su ensangrentada cabeza.

Es probable que esta escena — una de las anécdotas más famosas en la historia de la filosofía—,

con la que Nietzsche inicia “su vida en la locura”,

sea el punto de partida de la concepción kafkiana de la literatura.

Eso explicaría, además, el interés de Kafka por Crimen y castigo, y

la obsesión con que imitó algunas de sus historias,

siguiendo el ejemplo de su maestro hasta convertirse en émulo de Raskolnikov.

En esta escena de Nietzsche, en la que la ficción se hace realidad,

Kafka encontró la inspiración para continuar el camino trazado por Sacher-Masoch,

que tenía por fin el sueño de todo artista auténtico

 —hacer de la vida una obra de arte—,

y no se iba a detener por el hecho de tener que pasar por encima de la vida de otras personas.

Kafka no era el asesino del hacha,

él no era capaz de llevar las cosas hasta el punto de asesinar a una mujer, pero si se sentía con las fuerzas suficientes para seducirla, engañarla, manipularla, burlarse de ella, despojarla de su humanidad y reducirla al fantasma de una ficción.

Después de su historia con Felice, Kafka sólo soñaba con ella “como con una muerta”.

Ese es el crimen de Kafka,

crimen del que, a diferencia de Raskolnikov, no se arrepintió, pues él era un innovador, un escritor que tuvo el don o el talento de pronunciar en su ambiente ‘una palabra nueva’, y podía autorizarse, en su fuero interior, en su conciencia a realizar estas cosas, en interés de su idea, por supuesto. Sin embargo, Kafka pensaba que lo que hacía no estaba del todo bien, porque significaba jugar con la vida de las personas, pero estaba también convencido de que ese juego sería lo único memorable de esas vidas, vidas anodinas elevadas a la categoría de arte.

De todos modos, sea lo que fuere, Kafka hizo de Josef K. un chivo expiatorio al que sacrificó sobre una piedra, al estilo de Abraham, para redimirse, pues Kafka, contrario a lo que pensaba de sí mismo, también tenía su corazoncito."

GUILLERMO SÁNCHEZ TRUJILLO
EL ENIGMA DE LOS MANUSCRITOS
DESCIFRAMIENTO DE EL PROCESO DE FRANZ KAFKA

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