Sacher-Masoch, sus discípulos secretos en la literatura
lunes, marzo 17, 2014
"El mal es el cielo estrellado del bien." (Kafka)
"Todo empezó con un juego de niños que llevó a Leopold a esconderse en el dormitorio de Zenobia, una condesa polaca muy hermosa, tía paterna lejana.
De pronto, ella apareció con un joven apuesto, con quien tuvo relaciones sexuales sin sospechar que Leopold los observaba. En esas estaban cuando apareció el marido acompañado de varios amigos para que le sirvieran de testigos de la conducta de su esposa, y sin que mediara palabra, la condesa se bajó de la cama, látigo en mano, para castigar al insolente que se atrevía a interrumpirla en plena efervescencia amorosa. Los testigos y el joven amante desaparecieron como por arte de magia,
y pese a las muestras de sumisión y humillación del marido,
la mujer lo expulsó del dormitorio, no sin antes castigarlo hasta hacerlo sangrar.
Luego, Leopold fue descubierto y recibió también un severo castigo, pero a pesar del dolor intenso que los golpes le producían, extrañamente, sentía un inmenso placer que, entre golpe y golpe, aumentaba, quedando así, para el resto de su vida, indisolublemente ligados dolor y placer.
A los treinta y dos años de edad, Leopold conoció en Merano a la baronesa Fanny von Pistor, una viuda de veinticinco años “de una belleza extraña, diabólica, de cabellos rojizos cuyo esplendor desafiaba toda descripción, con algo mágico y fascinante como la mirada de una serpiente”, en la que Leopold vio la posibilidad de revivir su fantasía siempre presente de la tía Zenobia.
Aunque Fanny siempre estaba rodeada de una corte de admiradores sobre la cual reinaba,
Leopold se impuso sobre sus adversarios, y al poco tiempo la pareja firmó un contrato en el que Leopold se comprometía a ser su esclavo en una ceremonia de iniciación en la que el poeta se arrodilló ante la baronesa para ser abofeteado y azotado con el cordón de la chaqueta de pieles de su ama.
Días después, los amantes se hicieron fotografiar para tener un recuerdo: la baronesa con la chaqueta de pieles, tendida en una otomana, con el cordón a manera de látigo en la mano, y el escritor ya convertido en su esclavo, postrado a sus pies.
Se dice que en el siglo XIX sólo una foto es comparable a esta:
la de Lou Andréas Salomé, unciendo a su carro a Federico Nietzsche y al médico Paul Rée, y amenazándolos con un improvisado látigo consistente en una rama de lilas."
"Pero el contrato no llegará a su término porque Leopold descubre decepcionado que su amada
“no es sensible ni a la naturaleza ni a lo bello, para ella, la condición de la belleza es la limpieza”."
"Pero lo más interesante de esta historia es que si bien la novela escandalizó a muchos, no faltaron quienes se entusiasmaran con ella,
sobre todo mujeres que encontraban espléndida la existencia de hombres dispuestos a obedecer en todo, que se dejaran castigar y no tuvieran otra voluntad que la de su ama."
"Esto impresionó tanto a Kafka,
que desde muy joven decidió emprender el mismo camino
o mejor, continuarlo, porque Leopold llegó hasta ahí, y de ahí partió Kafka, quien, para no dejar dudas de su profesión de fe, no sólo
parodió La Venus de las pieles en La metamorfosis,
sino que tomó el mismo nombre para que la identificación fuera completa.
En su viaje por Italia, disfrazado de criado de Fanny von Pistor, Leopold tomó el nombre de Gregorio —Gregor—, que fue el nombre que tomó Federico Kusinski como esclavo de Wanda Dunaiev en La Venus de las Pieles, un nombre derivado de
“Sacher-Masoch”, al que Kafka le agregó el apellido “Samsa”, para que el nombre de su personaje “Gregor Samsa” se derivara por completo de “Sacher-Masoch”,
y no quedaran dudas de sus intenciones, ni de la identidad de la dama del retrato vestida de pieles, que Gregorio ve cuando despierta en su cuarto la mañana de la transformación."
"La metamorfosis es una obra cumbre del masoquismo
en la que Kafka conjuga La Venus de las pieles y Crimen y castigo para rendir un sentido homenaje a sus maestros Sacher-Masoch y Dostoievski.
En esta magnífica pieza de la literatura erótica, escrita en la cima de su entusiasmo por Felice y cuando atravesaba el período más intenso y fecundo de su vida literaria, Kafka vive un fantástico matrimonio con su musa que es parodia del contrato de La Venus de las pieles
donde el esclavo Gregorio se transforma en un monstruoso insecto
— de inspiración dostoievskiana— y Wanda Dunaiev está representada por el retrato de la Dama de las pieles que Gregorio pone en un lindo marco dorado y cuelga enfrente de su cama.
Pero esa orgía ultrasensualista no tiene nada que ver con el matrimonio, en la prosaica y dura realidad, donde la opulenta Venus es una mujer de cuarenta años, que en vez de un látigo y un abrigo de pieles, lleva un delantal de cocina, cuyas tiras levanta al caminar, personaje que, en El proceso, será la señora Grubach, ante cuya presencia K. solía dirigir “la vista a la cinta de su delantal, que se hundía de forma inútilmente profunda en su imponente cuerpo."
(Nota 113. En el capítulo “El flagelador” asistimos con K. a
una escena sadomasoquista en la que un “dominador”,
ataviado con un “traje de cuero oscuro que dejaba al descubierto el cuello hasta el pecho y los brazos totalmente desnudos”, látigo en mano, castiga a los guardianes Franz y Willem, quedando a la imaginación del lector el látex, las cadenas y el sexo.")
GUILLERMO SÁNCHEZ TRUJILLO
EL ENIGMA DE LOS MANUSCRITOS
DESCIFRAMIENTO DE EL PROCESO DE FRANZ KAFKA
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