Dostoievski: «¡El reto a la sensatez era demasiado tentador!» «No veía diferencia en cuanto a belleza entre un acto voluptuoso y brutal y una hazaña heroica.»
jueves, marzo 26, 2015
«—Quiero destacar algo con referencia a eso —interrumpió Stavrogin—. ¿Por qué el mundo se empeña en que sea yo quien lleve un estandarte? Piotr Stepanovich también está convencido de que yo podría «levantar el estandarte» de ellos, al menos ésas me han dicho que fueron sus palabras. Se le ha metido en la cabeza que puedo hacer en provecho de ellos el papel de un Stenka Razin
por mi «extraordinaria aptitud para el crimen».
Ésas son también sus palabras.
—¿Cómo? —preguntó Shatov—. ¿Por una «extraordinaria aptitud para el crimen»?
—Exactamente.
—Hum. ¿Es eso cierto? —preguntó Shatov con una mueca maligna—, ¿es verdad que en Petersburgo perteneció usted a
una sociedad secreta que practicaba una sensualidad bestial?
¿Es verdad que el marqués de Sade bien podría haber aprendido de usted? ¿Es verdad que engatusaba y pervertía niños? ¡Hable, y ahora no se atreva a mentir! —gritó casi fuera de sí—. ¡Nikolai Stavrogin no puede mentir delante de Shatov, que le ha dado un puñetazo en la cara! ¡Dígalo todo, y si es verdad, lo mato a usted ahora y aquí mismo!
—Sí, he dicho eso, pero no he pervertido a ningún niño —respondió Stavrogin, aunque sólo después de una pausa bastante larga. Palideció y sus ojos fulguraron.
—¡Pero lo dijo usted! —prosiguió Shatov imperiosamente, sin apartar de él su mirada
ardiente —. ¿Es cierto que aseguraba usted que
no veía diferencia en cuanto a belleza entre un acto voluptuoso y brutal
y una hazaña heroica cualquiera, aunque fuera el sacrificio de una vida en bien de la humanidad?
¿Es cierto que hallaba usted igual belleza e igual placer en ambos extremos?
—No puedo contestar eso, es imposible… No quiero contestar —murmuró Stavrogin, que bien habría podido levantarse e irse, aunque ni se levantó ni se fue.
—Yo tampoco sé por qué el mal es ruin y es bello el bien, pero sí sé por qué el sentido de esa distinción se debilita y desaparece en caballeros como Stavrogin —Shatov seguía
temblando—.
¿Sabe usted por qué se casó entonces de forma tan vergonzosa y repugnante?
¡Pues porque lo vergonzoso y absurdo de ese casamiento llegaron a la genialidad!
¡Usted no hizo equilibrios al borde de ningún abismo! ¡Simplemente se lanzó de cabeza en él!
Se casó por su afán apasionado de crueldad, por su amor a los remordimientos de conciencia, por perversidad moral.
Fue un ataque de histeria…
¡El reto a la sensatez era demasiado tentador!
Cuando le mordió usted la oreja al gobernador, ¿sintió un escalofrío sensual? ¿Lo sintió?
¿Lo sintió usted, inepto hijo de un caballero?»
Dostoievski, Los Demonios.
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