Dostoievski. Y la mujer hizo que Dios la creara a su gusto.

lunes, marzo 23, 2015



«—¡Ah, ahora no me asusta usted con sus gritos! ¡Ahora tiene usted delante a otro Stepan, el anterior está enterrado! Enfin, tout est dit. ¿Y por qué grita? Sólo porque usted no tiene que casarse y no necesita llevar el consabido adorno en la cabeza.

¿Qué? ¿Acusa usted el golpe? Pobre amigo mío, usted no conoce a las mujeres y yo no he hecho más que estudiarlas. «Si quieres conquistar el mundo entero, conquístate a ti mismo», eso es lo único que ha logrado decir bien otro romántico como usted, Shatov, el hermano de mi prometida. Con gusto hago mía esa máxima suya. Pues bien, yo también estoy dispuesto a conquistarme a mí mismo y me casaré, pero ¿qué es lo que conquisto con eso, en lugar del mundo entero? ¡Oh, amigo mío,

el matrimonio es la muerte moral de todo espíritu orgulloso, de toda independencia!

La vida conyugal me corromperá, agotará mis energías, mi valor para servir a la causa común. Llegarán los hijos, quizá no míos, por supuesto no míos;

al sabio no le aterra mirar la verdad cara a cara… Liputin habló esta mañana de protegerse de Nikolai con barricadas. Liputin es un necio.

La mujer engañará al mismísimo ojo omnividente.

Le bon Dieu ya sabía, por supuesto, a lo que se exponía cuando creó a la mujer, pero yo estoy seguro de que

ella misma tomó cartas en el asunto y se hizo crear de esa manera

y… con esos atributos. De otro modo, ¿quién habría querido echarse encima tantas molestias de balde? Bien sé que Natasya puede enfadarse conmigo por mi libre pensamiento, pero. Enfin, tout est dit.»

Dostoievski, Los Demonios.

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