Dostoievski, Motivos para casarse

lunes, marzo 23, 2015




«—Amigo mío, con la mejor intención ha puesto usted su dedo en otra dolorosa llaga. Esos dedos bienintencionados suelen ser crueles y, a veces, torpes; pardon, pero créame que ya casi he olvidado todo eso; mejor dicho, no lo he olvidado del todo, pero, por estupidez mía, todo el tiempo que pasé en casa de Liza traté de ser feliz y llegué a persuadirme de que lo era. Pero ahora…, ahora pienso en esa mujer magnánima, generosa, paciente con todos mis defectos… bueno, lo que se dice paciente, no del todo, pero a fin de cuentas yo soy tan raro,

con este carácter tan frívolo y ruin que tengo…

Soy un niño consentido, con todo el egoísmo de un niño, pero sin su inocencia,

ella viene cuidándome desde hace veinte años como una niñera,

cette pauvre tía, como la llama Liza afectuosamente. Y de improviso,
al cabo de veinte años, el niño quiere casarse y ¡hala, a casarse!; y carta tras carta y la cabeza empapada de vinagre y miren lo que he conseguido, el domingo estaré casado y ¡vaya broma!… ¿Y por qué insistí? ¿Por qué escribí esas cartas? ¡Ah, sí, se me olvidaba! Liza adora a Daria, o al menos eso dice. Dice que «c’est un ange, sólo que algo reservada». Ambos me aconsejaban que me casase, incluso Praskovya, aunque, no, Praskovya no lo aconsejaba.

¡Oh, cuánto veneno hay encerrado en la «caja»!

En realidad, tampoco Liza me lo aconsejaba.

«¿Para qué casarse cuando tiene usted bastante con los placeres intelectuales?»,

se reía a carcajadas, pero yo se lo perdoné porque a ella también le roe algo en el corazón. Sin embargo (me decía),

es imposible vivir sin una mujer.

Ya se acercan los achaques de la edad y ella puede arroparlo

o lo que sea… Ma foi, yo mismo, sentado aquí con usted, estaba diciéndome que la Providencia me la enviaba en el ocaso de mis años turbulentos y que ella podía arroparme, o algo por el estilo…, enfin, que sería útil para llevar la casa. Por todas partes tengo tanta basura, ¡mire cómo está todo lleno de ella! Esta mañana envié a Natasya que arreglara la habitación y todavía hay un libro en el suelo. La pauvre amie siempre está enfadada conmigo por lo de la basura… ¡Y ahora ya no volverá a oírse su voz! Vingt ans!»

Dostoievski, Los Demonios.

You Might Also Like

0 comments

Popular Posts

Like us on Facebook

Flickr Images