La ironia de Dostoievski. Shigaliov: «todos los inventores de sistemas sociales (Platón, Rousseau, Fourier ), (...) han sido soñadores, fabulistas, necios, que se contradicen a sí mismos, que no saben absolutamente nada de las ciencias naturales ni del animal que llamamos ser humano.»

domingo, marzo 29, 2015



«—Habiendo consagrado mis fuerzas al estudio de la organización social que en el futuro reemplazará a la actual, he llegado a la conclusión de que

todos los inventores de sistemas sociales, desde los tiempos más remotos hasta nuestro año de 187…, han sido soñadores, fabulistas, necios, que se contradicen a sí mismos, que no saben absolutamente nada de las ciencias naturales ni del animal que llamamos ser humano.

Platón, Rousseau, Fourier son columnas de aluminio que apenas sostienen a los pajarillos pero no a una sociedad.

Pero dado que la futura organización social es indispensable ahora, cuando por fin nos disponemos a la acción, ofrezco mi propio sistema de organización mundial para poner fin a tantas dudas. ¡Está todo aquí! —dijo señalando el cuaderno—. Tenía la intención de explicar brevemente el contenido de mi libro pero ahora advierto que se necesitarán unas diez noches, una para cada uno de los capítulos —se oyeron risas en la sala—. Debo advertir, además, que mi sistema no está todavía completo —más risas—. Mis propios datos me tienen perplejo, y

mi conclusión contradice directamente la idea que me sirvió de punto de partida.

Partiendo de la libertad sin límites llego al despotismo ilimitado.

Debo añadir, sin embargo, que no puede haber más solución que la mía al problema social.»

«...lo que expongo en mi libro es irrefutable y no hay otra solución.
Nadie puede inventar otra cosa.»

«porque si se rechaza mi solución, no hay otra. ¡Absolutamente ninguna! Si no aprovechan esta ocasión, la culpa será de ustedes, porque no tendrán más remedio que volver a la solución que propongo.»

«He leído su libro, donde propone, como solución definitiva del problema,
la división de la humanidad en dos partes desiguales.

Una décima parte recibe libertad personal y un derecho ilimitado sobre las nueve décimas partes restantes.

Éstas últimas deberán perder toda individualidad y convertirse en una especie de rebaño, y, mediante su absoluta sumisión, alcanzarán, tras una serie de regeneraciones, la inocencia original, algo así como en el Paraíso terrenal.

Tendrán, sin embargo, que trabajar. Las medidas propuestas por el autor para privar de voluntad a nueve décimas partes del género humano y convertirlo en un rebaño mediante la reeducación de generaciones enteras son muy dignas de nota, muy lógicas, y están basadas en datos tomados de la naturaleza. Puede uno no estar de acuerdo con algunas de sus conclusiones, pero no cabe dudar de la inteligencia y los conocimientos del autor.»

«—Lo que propongo no es una villanía, sino un Paraíso, un Paraíso terrenal; y en la Tierra no puede haber ningún otro.»


«Yo estoy de parte de Shigaliov. No creo que sea necesaria la educación, la ciencia ya ha tenido su espacio,

lo que falta aquí es la obediencia.

La educación es un prurito aristocrático. En cuanto un hombre se enamora o funda una familia siente el deseo de propiedad privada. Bueno, al diablo con ese deseo;

echaremos mano a la embriaguez, la calumnia, la delación;

recurriremos a la depravación más extremada;

estrangularemos a todo ingenio en su infancia para destruir ese deseo.

Reduciremos todo a un común denominador: la igualdad más absoluta.

«Hemos aprendido un oficio y somos personas decentes; no necesitamos más que eso»; ésta fue la respuesta que hace no mucho dieron los obreros ingleses.

Sólo lo necesario es necesario: he ahí el lema del orbe entero de ahora en adelante.

Pero también se necesita una sacudida; de eso nos ocupamos nosotros, los dirigentes. Los esclavos necesitan quién los guíe.

Obediencia completa, completa falta de individualidad.

Pero una vez cada treinta años Shigaliov recurre a una sacudida:

de pronto todos comienzan a devorarse unos a otros;

bueno, hasta cierto punto, sólo para no aburrirse. El aburrimiento es un sentimiento aristocrático.

En el sistema de Shigaliov no habrá deseos.

El deseo y el sufrimiento se quedan para nosotros; para los esclavos basta con el sistema de Shigaliov.»

Dostoievski, Los Demonios.

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