Dostoievski: ese ««demonio de la ironía» que lo ha atormentado toda su vida.»
martes, marzo 24, 2015
«—Un momento. Espere —Varvara Petrovna lo interrumpió, como quien tiene mucho para decir. Así lo entendió Piotr Stepanovich y concentró en ella su atención—. Excentricidad es poco. Era algo de carácter sagrado, se lo aseguro.
Un hombre orgulloso, humillado muy temprano,
que llega hasta el género de «burla»
que usted ha caracterizado de modo tan preciso…, en suma, un príncipe Harry, como de manera tan elocuente lo llamó entonces Stepan Trofimovich, lo cual sería cierto si no se pareciese más a Hamlet, al menos a mi entender…
—Et vous avez raison —aprobó con firmeza y vivacidad Stepan Trofimovich.
—Gracias, Stepan Trofimovich. Le doy las gracias por la extrema confianza que siempre depositó en Nicolas, que incluso llegó a fortalecer la mía cuando fue necesario.
—Chère, chère… —Stepan Trofimovich estuvo a punto de dar un paso adelante, pero se quedó quieto, por entender que no era conveniente interrumpir.
—Y si junto a Nicolas —Varvara Petrovna casi entonaba ahora— hubiera habido un Horacio grande en su humildad (otra hermosa expresión suya, Stepan Trofimovich), quizás se habría salvado hace tiempo del triste e imprevisto
«demonio de la ironía» que lo ha atormentado toda su vida.
(Eso del demonio de la ironía es otra magnífica expresión que le pertenece, Stepan Trofimovich). Pero Nicolas no ha tenido nunca Horacio ni Ofelia. Sólo ha tenido a su madre, ¿y qué puede hacer una madre sola en tales circunstancias? Sepa usted, Piotr Stepanovich, que hasta me resulta fácil comprender que una persona como Nicolas pueda frecuentar esos tugurios infames que usted cuenta. Se me representa ahora con toda claridad
esa «burla» de la vida (nuevamente una frase feliz y de su autoría),
ese apetito insaciable de contraste,
ese fondo tenebroso de cuadro en el cual figura él como un diamante, según la comparación de usted, Piotr Stepanovich. ¡Y he aquí que un día tropieza allí con una criatura injuriada por todos, coja y medio loca, y quizá dominada también por los más nobles sentimientos!
—Bueno, supongamos que así fuera.
—¿Y después de eso no comprende usted que no se riera de ella como los demás?
¡Ay, señor mío! ¿Y usted no comprende que la proteja de quienes la ultrajan, que la trate con respeto «como a una marquesa»? (Ese Kirillov debe tener un ojo clínico para la gente, aunque tampoco comprendió a Nicolas). Cabalmente de ese contraste salió, si usted quiere, el quebradero de cabeza actual. Si la desgraciada hubiera estado en otra situación, quizá no habría tenido esos sueños delirantes.
Una mujer, únicamente una mujer puede comprender esto,
Piotr Stepanovich. ¡Qué lástima que usted…, quiero decir, no que no sea usted mujer,
sino que esta vez no haya logrado usted comprender!
—Usted quiere decir que cuanto peor va todo, tanto mejor.
Comprendo bien, Varvara Petrovna. Es lo mismo que en cuestiones de credo:
cuanto peor es la vida para un hombre o cuanto más oprimido o indigente está todo un pueblo, tanto más cree en las promesas del paraíso;
y si cien mil clérigos se afanan con el fin de probar eso, atizando ese credo y especulando sobre él, entonces… la entiendo a usted, Varvara Petrovna, no se preocupe.»
Dostoievski, Los Demonios.
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