Dostoievski, Las reuniones políticas.

domingo, marzo 22, 2015



«Hubo una época en la que cundió por la ciudad el rumor de que nuestro grupo era un foco de librepensamiento, depravación y ateísmo; y fue corriendo de boca en boca. Pero, la verdad, lo que reinaba entre nosotros era una palabrería liberal muy ingenua, amable y alegre, a la vez que muy rusa.

El «liberalismo de altura» y el «liberal de altura», el liberal sin objeto de ninguna índole, son posibles únicamente en Rusia.

Como todo hombre de ingenio, Stepan necesitaba a alguien dispuesto a escucharle y convencerlo de que cumplía con el deber de propagar ideas.

Necesitaba además, por supuesto, a alguien con quien beber champán y con quien, entre trago y trago, cambiar las consabidas impresiones halagüeñas sobre Rusia y el «alma rusa», sobre Dios en general y el «Dios ruso» en particular; y repetir por centésima vez esas historietas escandalosas rusas que todos conocen y todos repiten.

Tampoco teníamos nada que objetar a los chismes que circulaban por la ciudad, aunque de vez en cuando nos permitiéramos los más severos juicios morales. Discurríamos sobre cuestiones relativas a la humanidad en general; meditábamos gravemente sobre el destino futuro de Europa y del género humano; pronosticábamos dogmáticamente que, después del cesarismo, Francia bajaría rápidamente al nivel de una potencia de segundo orden y estábamos, en efecto, convencidos de que ello podía suceder fácil y apresuradamente.

Al Papa, desde tiempo atrás, le habíamos profetizado el papel de simple arzobispo en la unificación de Italia, y estábamos plenamente persuadidos de que ese problema milenario resultaba sólo trivial en nuestro siglo de humanitarismo, industria y ferrocarriles. Pero, como es sabido, el «liberalismo ruso de altura» ve las cosas un poco a la ligera.»

Dostoievski, Los Demonios.

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