Dostoievski, La usurera de palo
miércoles, marzo 11, 2015
«Él se quedó parado delante de ella. “Tiene miedo”, pensó. Sacó despacito del nudo corredizo el hacha y la descargó sobre la vieja, en la sombra, una y otra vez. Pero, cosa rara; ella no se estremecía siquiera bajo los golpes, no más ni menos que si hubiera sido de palo.
Él se asustó, se agachó más y se puso a mirarla;
pero ella también fue y agachó más la cabeza.
Él se puso entonces completamente en cuclillas en el suelo
y la miró desde abajo a la cara: la miró y se quedó tieso de espanto;
la viejecilla seguía sentada, y se reía... se retorcía en una risa
queda, inaudible, esforzándose por todos los medios para que
no se le oyera.
De pronto, parecióle a él que la puerta de la alcoba se entreabría suavemente y que también allí dentro sonaban sus risas y murmullos. La rabia se apoderó de él: con todas sus fuerzas, púsose a golpear a la viejuca en la cabeza; pero a cada hachazo, sonaban más y más fuertes las risas y los cuchicheos en la alcoba,
y la viejecilla seguía retorciéndose toda de risa.
Echó a correr; sin embargo, todo el recibimienlo estaba ya lleno de gente; la puerta del piso, abierta de par en par, y en el rellano, en la escalera y allá abajo, todo lleno de gente, cabeza con cabeza;
mirando todos, pero todos escondidos y aguardando en silencio...
El corazón se le encogió, los pies se le paralizaron, echaron raíces en el suelo...»
Dostoievski, Crimen y castigo.
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