Fiódor Dostoievski hijo del ilegítimo padre Mijaíl Dostoievski
viernes, marzo 27, 2015
«Stepan Trofimovich se incorporó amenazador.
—¿Cómo te atreves a hablarme de ese modo?
—¿De qué modo? ¡Claro y sencillo!
—Dime, monstruo, ¿eres mi hijo o no?
—Eso lo sabrás tú mejor que yo. Claro que, en cuanto a eso, todos los padres tienden a ser ciegos…
—¡Calla! ¡Calla! —gritó Stepan Trofimovich temblando de pies a cabeza. —Ya estás gritando y echando pestes como el jueves pasado, cuando trataste de amenazarme con el bastón; pero
da la casualidad de que he encontrado el documento.
Por curiosidad pasé toda la velada revolviendo en mi baúl. Es verdad que no hay nada concluyente; puedes estar tranquilo.
No es más que una nota de mi madre a ese polaco.
Pero a juzgar por el carácter de ella…
—Una palabra más y te rompo la cara.
—¡Hay que ver qué gente! —dijo Piotr Stepanovich volviéndose de improviso hacia mí—. Dese usted cuenta de que así estamos desde el jueves pasado. Me alegro, al menos, de que esté usted ahora presente y pueda juzgar entre nosotros dos. Un dato para empezar: él se queja de que hable así de mi madre; pero ¿no es él quien me empuja a hacerlo?
En Petersburgo, cuando yo estudiaba todavía en el Instituto, ¿no me despertaba él un par de veces durante la noche, me abrazaba y lloraba como una vieja? ¿Y qué cree usted que me contaba esas noches? ¡Pues
esas mismas historietas indecentes acerca de mi madre!
Fue de él de quien las oí primero.
—¡Ah, eso lo decía con las mejores intenciones! Tú no me comprendiste. Tú no comprendiste nada, nada.
—Pero, de todos modos, eso estaba más feo en ti que en mí. ¡Reconócelo! Pero mira, a mí me es igual, si así lo deseas. Hablo desde tu punto de vista. Desde el mío, no te preocupes, que no echo la culpa a mi madre.
Si fuiste tú o si fue el polaco, a mí me da lo mismo.
Yo no tengo la culpa de que las cosas os fueran tan mal en Berlín. Pero ¿por ventura os podían ir mejor? ¿No das motivo de risa después de eso? ¿Y no te da lo mismo que yo sea tu hijo o no? Escuche usted —dijo volviéndose de nuevo hacia mí—,
en su vida se gastó un rublo en mí. Hasta que cumplí dieciséis años no me conoció siquiera.
Después me ha robado aquí. Y ahora chilla que ha pensado en mí toda su vida con dolor de corazón y hace aspavientos delante de mí como un actor.»
Dostoievski, Los Demonios.
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