Grover Watrous

viernes, febrero 21, 2014


"¿Por qué escribo sobre Grover Watrous? Porque he conocido a millares de personas y ninguna de ellas estaba tan viva como él. La mayoría de ellas eran más inteligentes, muchas de ellas eran brillantes, algunas eran famosas incluso, pero ninguna estaba viva y vacía como Grover.

Grover era infatigable. Era como un trocito de radio que, aunque se lo sepulte bajo una montaña, no pierde su poder de emitir energía. Había visto antes muchas personas de las llamadas enérgicas —¿acaso no está América llena de ellas?—, pero nunca, en forma de ser humano, un depósito de energía. ¿Y qué era lo que creaba ese depósito inagotable de energía?

Una iluminación. Sí, ocurrió en un abrir y cerrar de ojos, que es la única forma como ocurre algo importante.

De la noche a la mañana Grover tiró por la borda sus valores preconcebidos. De repente, dejó de moverse como los demás. Echó el freno y dejó el motor en marcha. Si en otro tiempo, como otra gente, había pensado que era necesario llegar a algún sitio,

ahora sabía que un sitio era cualquier sitio

y, por tanto, aquí mismo, así que, ¿a santo de qué moverse? ¿Por qué no aparcar el coche y mantener el motor en marcha? Entretanto, la propia tierra se está moviendo y Grover sabía que estaba girando y que él estaba girando con ella. ¿Va la tierra a algún sitio? Indudablemente, Grover debió de hacerse esta pregunta e indudablemente debió de haberse convencido de que no iba a ningún sitio. Entonces,

¿quién había dicho que debíamos llegar a algún sitio?

Grover preguntaba a unos y a otros hacia dónde se dirigían y lo extraño era que, aunque todos se dirigían a sus destinos individuales, ninguno de ellos se detuvo nunca a pensar que el único destino inevitable, igual para todos, era la tumba. Eso asombró a Grover porque nadie podía convencerlo de que la muerte no era una cosa segura, mientras que nadie podía convencer a nadie de que cualquier otro destino no fuera cosa segura. Convencido de la absoluta seguridad de la muerte, Grover se volvió de repente tremenda y arrolladoramente vivo. Por primera vez en su vida empezó a vivir, y al mismo tiempo el pie deforme desapareció completamente de su conciencia. Esto es algo extraño también, si uno lo piensa, porque el pie deforme, exactamente igual que la muerte, era otro hecho ineluctable. Y, sin embargo, el pie deforme desapareció de su mente, o, lo que es más importante, todo lo que había unido al pie deforme. Del mismo modo, al haber aceptado la muerte, también la muerte desapareció de la mente de Grover.

Al haber aceptado la certeza de la muerte, todas las incertidumbres desaparecieron.

Ahora el resto del mundo iba cojeando con incertidumbres de pie deforme, y Grover Watrous era el único que estaba libre y no impedido.

Grover Watrous era la personificación de la certeza.

Podía estar equivocado, pero estaba seguro. ¿Y de qué sirve estar en lo cierto, si tiene uno que ir cojeando o con un pie deforme? Sólo unos pocos hombres han comprendido alguna vez esta verdad y sus nombres han pasado a ser grandes. Probablemente Grover Watrous no llegará a ser conocido, pero no por ello deja de ser grande. Probablemente ésa sea la razón por la que escribo sobre él: el simple hecho de que tuve suficiente juicio para comprender que Grover había alcanzado la grandeza, aunque nadie vaya a admitirlo.

En aquella época pensaba simplemente que Grover era un fanático inofensivo, sí, un poco «chiflado», como insinuaba mi madre.

Pero todos los hombres que habían captado la verdad de la certeza estaban un poco chiflados y ésos son los únicos hombres que han realizado algo para el mundo.

Otros hombres, otros grandes hombres, han destruido un poco por aquí y por allá, pero esos pocos de que hablo, y entre los cuales incluyo a Grover Watrous,

eran capaces de destruirlo todo para que la verdad viviera.

Generalmente esos hombres habían nacido con un impedimento, con un pie deforme, por decirlo así, y por una extraña ironía lo único que los hombres recuerdan es el pie deforme. Si un hombre como Grover queda desposeído de su pie deforme, el mundo dice que ha llegado a estar «poseso».

Esa es la lógica de la incertidumbre y su fruto es la miseria.

Grover fue el único ser auténticamente alegre que conocí en mi vida

y, en consecuencia, esto es un pequeño monumento que estoy erigiendo en su memoria, en memoria de esa certidumbre alegre. Es una lástima que tuviera que usar a Cristo de muleta, pero es que, ¿qué importa cómo se llegue a la verdad, con tal de que la captemos y vivamos gracias a ella?"

Henry Miller

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